Comienzo
esta nueva crónica narrando los hechos más destacados ocurridos en torno a la
Ermita de San Carlos, que según la tradición se construyó para albergar una
cruz que estaba a la intemperie en la zona de Martiánez, como recuerdo y
homenaje a los soldados da la Batería de San Carlos que perdieron la vida en el
aluvión de 1826, tal como narré en una crónica anterior.
La citada ermita fue destruida en 1958, al
construirse la Avenida de Colón y la Cruz quedó custodiada en la parroquia
durante más de un siglo, sin que nadie se ocupase de ella, hasta que Lucrecia Pérez Hernández, descendiente de la familia que había cuidado de la citada Cruz
y su capilla, preguntó en la parroquia por su paradero, sin obtener ninguna noticia. Luego en
el año 2000, en ocasión de realizar un inventario de la parroquia, se la
descubrió en mal estado de conservación y después se ha reparado y colocado en
una zona próxima a la que ocupaba anteriormente.
Comento asimismo diferentes momentos de la terraza y la trinchera de la Playa de Martiánez y prosigo narrando sucintamente la presencia de Lázaro Santana con sus camellos, para terminar comentando los merenderos que existieron en esta terraza y las casetas de los veraneantes que se establecieron entre los tarajales a lo largo del viejo Paseo de Martiánez.
Comento asimismo diferentes momentos de la terraza y la trinchera de la Playa de Martiánez y prosigo narrando sucintamente la presencia de Lázaro Santana con sus camellos, para terminar comentando los merenderos que existieron en esta terraza y las casetas de los veraneantes que se establecieron entre los tarajales a lo largo del viejo Paseo de Martiánez.
La
Ermita de San Carlos
Al
terminar la terraza de San Telmo y en dirección hacia la Playa de Martiánez, se
encontraba una ermita que en un documento presentado en 1911 al ayuntamiento
portuense por Gustavo Wilpredt Duque, en solicitud de permiso para llevar a
cabo la instalación del Thermal Palace, parte de cuyo texto reproduzco, exponía
que deseaba "construir un edificio en los Llanos de Martiánez, con el
frente hacia el Paseo que partiendo de “Las Palmas” termina en la Ermita de San
Telmo, y cuyo edificio será construido desde la esquina del dicho paseo, hasta
frente a la Capilla de Cruz de los Tarajales …”.
Vemos que el nombre que se le da a la citada
capilla en el documento anterior, es el de “Capilla de la Cruz de los
Tarajales”, pero yo siempre la he visto mencionada como “Capilla o Ermita de San Carlos”, que según la tradición oral, primero fue una cruz de madera
empotrada sobre un muro, puesta para honrar la memoria de los soldados
fallecidos en el fuerte de San Carlos, desaparecido por el aluvión de 1826, que
ya narré en una crónica anterior.
La cruz empotrada, posteriormente evolucionó hasta convertirse en
una pequeña ermita que fue construida a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX por Dª Antonia Sanz de la Dehesa, esposa de D. Francisco García Gutiérrez, que por aquel entonces
era el propietario de los llamados Llanos de Martiánez, quien al ver el mal
estado en que se hallaba la cruz que estaba a la intemperie y sometida a las inclemencias del tiempo y a la acción corrosiva de la maresía, solicitó permiso al ayuntamiento para
construir una pequeña capilla donde guardarla, permiso que le fue concedido.
La capilla era rectangular y como era costumbre
en muchas de las capillas de nuestro pueblo, tenía dos bancos pintados de verde en los
laterales, donde los fieles se sentaban y rezaban durante la festividad de la
Cruz. Al frente, pegado a la pared, había un poyo dotado con dos pequeños
escalones, descansando la cruz sobre el primero de ellos.
Según información proporcionada por la familia Pérez Hernández, los primeros en encargarse del cuidado de la cruz fue el matrimonio formado por Rosalía Lorenzo Herrera y Telesforo Expósito, porque según me comentan, el marido era el encargado de las fincas del ya citado D. Francisco García Gutiérrez [2].
Según información proporcionada por la familia Pérez Hernández, los primeros en encargarse del cuidado de la cruz fue el matrimonio formado por Rosalía Lorenzo Herrera y Telesforo Expósito, porque según me comentan, el marido era el encargado de las fincas del ya citado D. Francisco García Gutiérrez [2].
Ermita de San Carlos, en la Playa de Martiánez. Foto de autor anónimo.
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Rosalía y Telesforo vivieron en la calle de La
Hoya y después de su fallecimiento, las encargadas del cuidado de la capilla
fueron sus hijas María y Norberta Expósito Lorenzo, siendo esta última la que
cuidó del mantenimiento y engalanado de la cruz, aunque en los últimos tiempos
iba siempre acompañada por su sobrina nieta Lucrecia Pérez Hernández .
Imagen posterior de la
Ermita de San Carlos. Años 50. Foto de autor anónimo coloreada por Rafael
Afonso Carrillo
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La ermita y su capilla desaparecieron de su
antiguo emplazamiento en 1958, al llevarse a cabo la remodelación de la zona de
Martiánez y construirse la Avenida de Colón. Por este motivo, la ermita fue destruida y el Santo Madero quitado de su antigua situación y llevado a la Parroquia de Nuestra Señora de la Peña de Francia, donde
permaneció casi cincuenta años, sin que nadie le prestara atención y por
supuesto, sin ningún tipo de cuidado, lo que evidente provocó que la cruz
sufriera un importante deterioro.
Según me cuenta la familia Pérez Hernández,
cuando Norberta primero y su sobrina nieta Lucrecia, después, preguntaban en la
Iglesia de Nuestra Señora de la Peña de Francia por la Cruz de San Carlos,
ningún sacerdote sabía darle razones de donde estaba y como se encontraba,
hasta que en el año 2000, por motivo de realizar un inventario, la encontraron
y se dieron cuenta que era la Cruz de San Carlos y de que se encontraba bastante deteriorada. Contactaron con la familia Pérez Hernández y afortunadamente en
ese momento se empezó a pensar en su recuperación, encargándose el historiador
del arte Eduardo Zalba González de la supervisión de la restauración de la cruz.
Según la descripción hecha por el mencionado historiador [3], la capilla constaba de
una planta rectangular con puerta enrejada de madera y una pequeña azotea rodeada por un murito.
El 2 de mayo de 2007, se inauguró la nueva
capilla con un proyecto de Francisco Jordán, pero al carecer de puerta y de
cristales, evidentemente la cruz quedaba muy desprotegida, por lo que
nuevamente Lucrecia Pérez la retomó bajo su protección, hasta que dos años
más tarde, se volvió a reinaugurar la capilla, esta vez con el cristal y el
enrejado ya colocados.
Inscripción descriptiva de
la capilla e imagen de la Cruz de San
Carlos. Foto cedida por Lucrecia Pérez Hernández.
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Imagen de la nueva Capilla de San Carlos. Foto cedida por Lucrecia Pérez Hernández .
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Es esta una magnífica historia, que demuestra cómo el celo
de una familia creyente y amiga de cuidar nuestras tradiciones, ha hecho posible recuperar un pedazo de patrimonio, que estuvo abandonado ya punto de desaparecer y que espero y confío en que nunca más vuelva
a pasar por avatares similares.
Lucrecia Hernández Pérez y su esposo Argelio Raya ante la nueva capilla. Foto cedida por Lucrecia Pérez Hernández .
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En la foto anterior y la siguiente, se muestran dos imágenes de la familia Pérez Hernández en el momento
de la inauguración de la nueva capilla de la Cruz de San Carlos.
Argelio Raya (segundo por la
izquierda), y los hermanos Longinos, Lucrecia, Antonia y Rizal Hernández Pérez, ante la Capilla de San
Carlos. Foto cedida por Lucrecia Pérez Hernández .
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La
terraza de la Playa de Martiánez
Después
que se construyó una porción de la terraza de Martiánez para poder situar la caseta
establecida por Ruperto Armas Fernández, continuada posteriormente tal como comentamos en la crónica anterior por Antonio
Castro Díaz, se vio claro la conveniencia de ampliarla, pues así el paseo para los
viandantes era mucho más cómodo y porque además, después de las experiencias
habidas, primero con el Thermal Palace, luego con la caseta de baño y sus
vestuarios y finalmente con el cambio de mentalidad que ocurrió en torno a la
mitad del siglo XX, se empezó a ver la toma de baños de sol y los baños en el
mar, como algo conveniente para la salud y además muy placentero, que cogió rápidamente mucho auge.
La
construcción de la terraza de la Playa de Martiánez, no ocurrió de una sola
vez, sino que se fue haciendo por partes, poco a poco. El proceso comenzó en
1928, cuando Ruperto Armas Fernández solicitó y obtuvo la concesión de permiso
para la instalación de una caseta tal como comenté en la crónica
anterior; después hubo un largo pleito entre el constructor inicial y su socio Antonio Castro Díaz, siendo este último el que finalmente se quedó sólo explotando la concesión. Al edificar la caseta bar, se llevó
a cabo la construcción de una pequeña terraza en la que se colocaron sillas y
mesas para los clientes.
La terraza estaba situada a la derecha de la caseta y allí se mantuvo sola durante años, flanqueada por los vestuarios para baños que se pusieron cerca de la caseta. Tal como apreciamos en las fotos siguientes, en los primeros años 30, la terraza sólo cubría la mitad de la extensión hacia la derecha y no existía el lado que llegaba hasta el barranco.
La segunda foto, que en realidad sólo es un detalle ampliado del original, permite apreciar con nitidez la caseta, la terraza de cemento que se construyó para servicio de la clientela y las casetas vestuarios que se hallaban a su derecha. Tanto en el original como en la ampliación, se puede ver que en la parte baja existía otra terraza más estrecha, pero más extensa, pues abarcaba todo lo largo de la playa y no sólo la zona de la terraza de cemento construida inicialmente al lado de la caseta.
La terraza estaba situada a la derecha de la caseta y allí se mantuvo sola durante años, flanqueada por los vestuarios para baños que se pusieron cerca de la caseta. Tal como apreciamos en las fotos siguientes, en los primeros años 30, la terraza sólo cubría la mitad de la extensión hacia la derecha y no existía el lado que llegaba hasta el barranco.
La segunda foto, que en realidad sólo es un detalle ampliado del original, permite apreciar con nitidez la caseta, la terraza de cemento que se construyó para servicio de la clientela y las casetas vestuarios que se hallaban a su derecha. Tanto en el original como en la ampliación, se puede ver que en la parte baja existía otra terraza más estrecha, pero más extensa, pues abarcaba todo lo largo de la playa y no sólo la zona de la terraza de cemento construida inicialmente al lado de la caseta.
Fotografía de la Playa de Martiánez, vista desde La Paz. Años 30. Foto Postal Express.
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Detalle ampliado de la foto anterior que permite ver la existencia de dos
terrazas, una superior más pequeña y otra inferior de mayor longitud situada más baja.
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Desafortunadamente,
no he podido datar con precisión la foto anterior y supongo por ciertas razones
que corresponde a la primera mitad de la década de los años 30, es decir, entre
1930 y 1935.
La
siguiente foto que expongo en esta crónica, me fue proporcionada por mi profesor
D. Jesús Hernández Martín (dep), y está datada con más precisión, pues en su
dorso tiene una dedicatoria fechada en 1939 y si bien no podemos colegir que
esta sea la fecha en que se realizó la fotografía, nos sitúa con toda seguridad
que la foto es anterior a los años 40 del pasado siglo y muy probablemente de
su segunda mitad, pues como veremos a continuación la comparación de las dos
fotos ha proporcionado interesantes informaciones que a continuación paso a
comentar. Playa de Martiánez vista desde La Paz. 1935-1938. Foto de autor anónimo. Cedida por Jesús Hernández Martín |
En esta nueva foto, seguimos apreciando las dos
terrazas y como su calidad es bastante buena, hemos podido efectuar un estudio
ampliado que suponía me permitiría ver algunos detalles, que en la foto
completa no eran apreciables con nitidez y que podrían ser interesantes. Por
esa razón he solicitado a mi buen amigo Rafael Llanos Penedo, que cuenta con un
excelente equipo fotográfico y mucho más conocimiento y experiencia que yo en
estas lides, que me hiciese unas ampliaciones de aspectos parciales del
original, para poder ver con más claridad y nitidez los pequeños detalles. El resultado ha sido muy positivo y le estoy muy agradecido por su excelente trabajo.
La
primera ampliación que hizo fue eliminar casi todo el espacio de playa
para acercar así la imagen del fondo y poder observarla con más nitidez. Este fue
el resultado y tal como esperaba, se aprecia con claridad que la terraza estaba
rodeada por una especie de valla que se observa mejor en la parte próxima a los
tarajales.
Costado este de la terraza, con la caseta, una ducha en la arena y la
terraza vallada.
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La
siguiente foto que expongo es un detalle de la foto parcial anterior, que
permite ver que aún no había terraza en las cercanías del Barranco de
Martiánez, que la caseta tenía una puerta hacia el este y un amplio ventanal
abierto hacia la playa y que además, existía una ducha dentro de la playa en la
zona próxima a la caseta bar. Creo que en esta imagen se ve más claramente la
valla protectora y un banco de piedra detrás de élla.
Detalle de la parte este de la terraza con la caseta,
la ducha y las vallas posteriores.
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La
otra parte de la foto, que corresponde al lado oeste, o sea el más lejos del
barranco, es tanto o más interesante que la anterior, puesto que nos permite
ver aparte de las casetas de los vestuarios, que la terraza inferior era mucho
mayor que la superior.
Lado oeste de la foto completa, donde se aprecian los
vestuarios, la trasera de la Ermita de San Carlos y dos construcciones más.
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Se ve claramente que existían dos construcciones fuera de la terraza, o sea en la arena de la plaza, que en realidad no he podido averiguar a quienes pertenecían ni cuáles eran sus finalidades. Expongo estos detalles, para tratar de ver
si alguien puede aportar alguna luz sobre quienes eran los propietarios de
estas instalaciones y si eran de veraneantes o de algún negocio.
Detalles del lado oeste de la foto, en la que aprecian dos construcciones, de las que no he podido saber cual era su uso.
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Poco
tiempo después, la terraza se expandió hacia el este, es decir hacia el borde
del Barranco de Martiánez y se trasladaron las casetas vestuarios de los
bañistas hacia esta última zona, tal como se aprecia en la siguiente fotografía y en un detalle ampliado de ésta.
Terraza expandida hacia el barranco con las casetas vestuarios. Años 30.
Foto E. F. Baena
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Detalle ampliado de la foto anterior, en el que ven que las casetas ya habían sido trasladadas hacia el barranco, previa
construcción de un nuevo trozo de terraza hacia la izquierda.
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Desde
finales de los años 40 del pasado siglo XX, la terraza de Martiánez experimentó un nuevo cambio, pues se
amplió la anchura de la terraza inferior, mientras que se extendió la zona
superior hasta que las dos terrazas alcanzaron la extensión máxima, llegando por la izquierda hasta el margen del Barranco de Martiánez y por la derecha
hasta casi llegar a la altura de de la Ermita de San Carlos. Aunque la
terraza superior era mucho más ancha que la inferior, tenía su misma
longitud, y el acceso desde la terraza superior a la inferior, se hacía a través
de cinco escaleras repartidas regularmente a la largo de toda la longitud de la
playa.
Terrazas de Martiánez con sus escaleras de bajada a la playa. Años 40. Foto de autor
anónimo.
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Detalle de la foto anterior, que permite visualizar las escaleras entre
las terrazas y las inferiores de acceso a la playa.
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La terraza inferior estaba separada de la playa
por una serie de cadenas que se apoyaban en unos pivotes verticales de hierro, levantados
de trecho, con lo que se protegía al público de posibles caídas a la playa, a
la cual podía accederse por cinco escalinatas de cemento situadas una en cada
extremo y la tres restantes en la zona central de la playa, con una cierta
separación. En esta terraza, a intervalos regulares, se colocaron varios depósitos
plásticos para que los usuarios pudieran depositar en ellos sus restos.
La terraza inferior, con los pivotes unidos por cadenas y los recogedores de basura. Años 50. Foto de autor anónimo. |
Una
vez desaparecidas las casetas vestuarios se trazaron dos carreteras, en medio de
las cuales se encontraba una zona teóricamente destinada a jardines, que
aparentemente nunca estuvo muy cubierta de plantas y por lo tanto no parecía muy vistosa. Esas dos carreteras ya permitieron el
fácil acceso de los vehículos, puesto que la más próxima a la caseta se usaba como la entrada
a la zona, mientras que la otra se utilizaba como vía de salida.
Imagen de las terrazas ya completamente construidas, con los vestuarios
desaparecidos y trazadas ya las dos carreteras. 1940. Foto de autor anónimo
coloreada por Rafael Afonso Carrillo.
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Paralelamente,
en torno a 1935, se dotó de luz a la zona y se instaló un transformador que se
situó en el camino de acceso a La Fuente de Martiánez, completamente
pegado al muro que resguardaba las
plataneras, que por aquel entonces llegaban hasta casi el borde de la playa.
A la izquierda, en la
esquina de la desembocadura del barranco, se ve el transformador eléctrico. Años 40. Foto subida a Facebook por Rafael Llanos Penedo. |
Las dos terrazas fueron rápidamente usadas con fines bien diferentes, pues la superior era el lugar elegido por los mirones y la inferior empezó a desempeñar cada vez más el papel de solarium, pues los turistas alquilaban hamacas que les permitían tomar cómodamente el sol en esta terraza. Sin embargo, también se usaba la zona de arena de la playa para solearse, tal como vemos en la siguiente fotografía.
Playa de Martiánez, con turistas soleándose en las típicas hamacas
colocadas sobre la arena. Foto de autor
anónimo, coloreada por Rafael Afonso Carrillo.
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Desde
épocas bien tempranas se dotó la playa con salvavidas que colgaban de soportes
de madera y estaban provistos de una larga cuerda que permitían lanzarlos al
mar a una cierta distancia de la costa, no demasiada larga, para auxiliar a los bañistas en apuros.
Salvavidas en la Playa de Martiánez, cerca de la desembocadura del
barranco. Años 30. Foto de autor anónimo
coloreada por Rafael Afonso Carrillo
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Lázaro
Santana y sus camellos
Un
personaje que cogió carta de naturaleza en el Puerto de la Cruz, y muy
particularmente en la zona de Martiánez, fue Lázaro Santana, que diariamente
acudía a la playa acompañado por sus dos inseparables camellos. Lázaro paseaba a
muchos turistas en sus camellos, no sólo por la Playa de Martiánez sino por
otras zonas del Puerto de la Cruz, tales como el muelle, la Plaza del Charco,
etc. Lázaro fue un personaje enormemente popular, que se ganaba la vida con sus
camellos, con los cuales también participaba asiduamente en la orotavense
Romería de San Isidro.
Lázaro Santana con sus camellos en la terraza superior de Martiánez. Años
50. Foto de autor anónimo.
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Los
merenderos de la Playa de Martiánez
Los portuenses
de más de sesenta años recordamos que al extremo de la terraza, cercanos a
la Ermita de San Carlos, existieron dos chiringuitos donde se comían los
mejores mariscos del Puerto de la Cruz, cogidos en los bajíos portuenses, entre
otros por Ramón Torres apodado el Choco y Miguel Ángel, cuyo apellido no
recuerdo, pero si sé que vivía en la calle de La Hoya, muy cerca del cruce con la calle Casino, próximo por tanto a la la casa de
la esquina donde tenía su vivienda el cura D. Federico Ríos Machado.
Felipe Santiago Hernández sirviendo vino a unos clientes en su merendero
de Martiánez. Años 50. Foto familiar cedida por
Concepción Torres.
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A la derecha, escanciando vino desde un garrafón, Felipe Santiago
Hernández. Foto familiar cedida por Concepción Torres.
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El
otro merendero creo recordar que era llevado por un orotavense llamado Agustín Hernández,
del que no recuerdo su segundo apellido. También existió, me parece que al
principio como socio de Agustín, Jesús Rodríguez, coloquialmente conocido como “El Jesuita”, supongo que por su nombre.
No recuerdo muy bien la situación, pero alguien me dijo que tuvieron sus
desavenencias y que como consecuencia, en vez de dos, después fueron tres los
merenderos de la Terraza de Martiánez.
Merendero de Agustín Hernández en la Playa de Martiánez. Foto de autor
anónimo, coloreada por Rafael Afonso
Carrillo.
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En
estos quioscos se comían cangrejos, camarones, lapas, almejas, pulpos, burgados, bucios y pescado
fresco, a un precio razonable, en un ambiente no muy lujoso, pero si muy limpio, por lo que tenían una gran aceptación popular. Los
quioscos desaparecieron cuando se llevó a cabo la reforma de la zona de
Martiánez, aunque me parece que uno de ellos se trasladó a la zona del muelle.
Merendero de Martiánez. Detrás se ve la Piscina de Martiánez. Años 50.
Foto de autor anónimo.
Las casetas de los veraneantes
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Desde los años
40 del pasado siglo XX, el ayuntamiento portuense autorizó a algunas familias acomodadas a establecer unas pequeñas casetas en la zona de Martiánez, muy
próximas a los tarajales que bordeaban todo este paseo. Según cita el cronista
portuense Melecio Hernández Pérez la primera caseta situada en la Playa de
Martiánez fue la de Francisco Gómez Baeza establecida en época tan temprana
como 1929 y a ésta siguieron un notable número. En las ampliaciones de la segunda foto puesta al comienzo de esta crónica, puede verse al fondo la caseta de D. Francisco Gómez Ibáñez.
Las
casetas cobraban vida durante la época estival, y si nos atenemos a lo
manifestado en un pleno municipal, en cierto momentos existió algo de desorden
en este tema, pues el concejal Juan José Blardony Blardony presentó en 1945 una
moción proponiendo que se establecieran normas para regular las concesiones
para la instalación de casetas en la Playa de Martiánez, pues según comentó existía
una notable anarquía en este asunto, en el que de acuerdo con sus palabras sólo imperaba
el “criterio individual, sin contar con la autorización municipal”. En opinión del citado concejal, con el
establecimiento de normas reguladoras, se podría controlar la anarquía
existente, en tanto que se resolviese definitivamente la urbanización prevista
para aquella zona.
Casetas de veraneo establecidas en la Playa de Martiánez. Sobre 1950.
Foto I. Bello Baeza
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Abierta la discusión en el pleno municipal, después
de un amplio debate, se acordó que el canon a percibir por la concesión
administrativa que se otorgase en los citados terrenos sería, durante los meses
de abril a octubre mayo cuatro pesetas por metro cuadrado ocupado y en los
restante meses de temporada alta y con una mayor presencia extranjera, el
precio ascendía a doce pesetas por metro cuadrado. Estos cánones se percibirían
a partir de primero de agosto de 1946, debido a que las instalaciones
verificadas no gozaban en su mayoría del adecuado permiso oficial, debiéndose
legalizar la situación con la máxima rapidez.
Camión de reparto de agua y bebidas gaseosas a las casetas de veraneo
establecidas en la Playa de Martiánez. Sobre 1950. Foto I. Bello Baeza.
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También se acordó en la misma sesión, nombrar una comisión
constituida por los concejales Francisco Machado Herrera, Juan José Blardony y
Blardony y Juan Oramas Carrillo, para que estudiasen y propusiesen el terreno en
que podía autorizarse la ocupación, el tamaño de las casetas, como debía ser el
ornato de las mismas, así como la debida separación que debían tener respecto a
los tarajales. La zona designada para el
establecimiento de casetas de veraneo se extendía desde un poco más allá de la
Cruz de San Carlos, y se situaron en el borde de la playa, paralelas y pegadas al Paseo de Martiánez, en dirección a la zona más
al oeste de la playa, es decir, hacia la Ermita de San Telmo.
En
las fotos expuestas, se aprecia claramente la situación de las casetas de veraneo, que estaban situadas
entre los tarajales y en alguna de ellas, la espléndida vista que desde la zona
se tenía de la cordillera dorsal de la isla y por ende del Pico Teide, algo que
perdimos con la urbanización de la zona, pues se permitió construir edificios muy altos cercanos al mar, que ocultaban la visión de la cordillera. Era un espectáculo muy llamativo para los turistas que nos visitaban poder disfrutar de un baño en la playa, con sol y una agradable temperatura invernal y contemplar a lo lejos el Teide nevado.
Casetas de veraneo establecidas en la Playa de Martiánez. Al fondo el
Teide. Sobre 1950. Foto I. Bello Baeza
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Paseo de Martiánez y casetas de veraneantes entre los tarajales. Años 50.
Foto de autor anónimo coloreada por Rafael Afonso Carrillo.
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Como
se aprecia en las anteriores fotografías, la situación de los veraneantes era
cómoda, pues a pesar de la relativa
lejanía del casco de la población, tenían cubiertos muchos de los servicios
esenciales, ya que periódicamente acudían a la zona camiones transportando agua
y los servicios de avituallamiento más necesarios y además, se encontraban
situados justo al lado de la zona de baño, ya que en la costa próxima estaban
los Charcos del Molino y de la Coronela, de gran aceptación popular para el
baño veraniego, tal como comenté en la crónica anterior. Bien entrada la década de los años 50 del siglo XX, el ayuntamiento portuense ordenó a todos los propietarios de casetas de la Playa de Martiánez, que debían desmontarlas, como así hicieron, porque el ayuntamiento tenía el proyecto de acometer una gran reforma de la zona, que era incompatible con la presencia de las casetas de veraneantes.
En la siguiente foto se aprecia como se están desmontando las casetas prefabricadas, instaladas en la Playa de Martiánez para solaz de los veraneante locales.
En la siguiente foto se aprecia como se están desmontando las casetas prefabricadas, instaladas en la Playa de Martiánez para solaz de los veraneante locales.
Desmontaje de las casetas de veraneo, por los años 1955-56. Foto cedida
por Bernardo Cabo Ramón.
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