miércoles, 9 de noviembre de 2016

La Ermita de San Carlos, la terraza, Lázaro Santana, los merenderos y las casetas de veraneantes de Martiánez

         Comienzo esta nueva crónica narrando los hechos más destacados ocurridos en torno a la Ermita de San Carlos, que según la tradición se construyó para albergar una cruz que estaba a la intemperie en la zona de Martiánez, como recuerdo y homenaje a los soldados da la Batería de San Carlos que perdieron la vida en el aluvión de 1826, tal como narré en una crónica anterior.
           La citada ermita fue destruida en 1958, al construirse la Avenida de Colón y la Cruz quedó custodiada en la parroquia durante más de un siglo, sin que nadie se ocupase de ella, hasta que Lucrecia Pérez Hernández, descendiente de la familia que había cuidado de la citada Cruz y su capilla, preguntó en la parroquia por su paradero, sin obtener ninguna noticia. Luego en el año 2000, en ocasión de realizar un inventario de la parroquia, se la descubrió en mal estado de conservación y después se ha reparado y colocado en una zona próxima a la que ocupaba anteriormente. 
          Comento asimismo diferentes momentos de la terraza y la trinchera de la Playa de Martiánez y prosigo narrando sucintamente la presencia de Lázaro Santana con sus camellos, para terminar comentando los merenderos que existieron en esta terraza y las casetas de los veraneantes que se establecieron entre los tarajales a lo largo del viejo Paseo de Martiánez.
La Ermita de San Carlos
Al terminar la terraza de San Telmo y en dirección hacia la Playa de Martiánez, se encontraba una ermita que en un documento presentado en 1911 al ayuntamiento portuense por Gustavo Wilpredt Duque, en solicitud de permiso para llevar a cabo la instalación del Thermal Palace, parte de cuyo texto reproduzco, exponía que deseaba "construir un edificio en los Llanos de Martiánez, con el frente hacia el Paseo que partiendo de “Las Palmas” termina en la Ermita de San Telmo, y cuyo edificio será construido desde la esquina del dicho paseo, hasta frente a la Capilla de Cruz de los Tarajales …”.  
Vemos que el nombre que se le da a la citada capilla en el documento anterior, es el de “Capilla de la Cruz de los Tarajales”, pero yo siempre la he visto mencionada como “Capilla o Ermita de San Carlos”, que según la tradición oral, primero fue una cruz de madera empotrada sobre un muro, puesta para honrar la memoria de los soldados fallecidos en el fuerte de San Carlos, desaparecido por el aluvión de 1826, que ya narré en una crónica anterior.
La cruz empotrada, posteriormente evolucionó hasta convertirse en una pequeña ermita que fue construida a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX por Dª Antonia Sanz de la Dehesa, esposa de D. Francisco García Gutiérrez, que por aquel entonces era el propietario de los llamados Llanos de Martiánez, quien al ver el mal estado en que se hallaba la cruz que estaba a la intemperie y sometida a las inclemencias del tiempo y a la acción corrosiva de la maresía, solicitó permiso al ayuntamiento para construir una pequeña capilla donde guardarla, permiso que le fue concedido.
La capilla era rectangular y como era costumbre en muchas de las capillas de nuestro pueblo, tenía dos bancos pintados de verde en los laterales, donde los fieles se sentaban y rezaban durante la festividad de la Cruz. Al frente, pegado a la pared, había un poyo dotado con dos pequeños escalones, descansando la cruz sobre el primero de ellos. 
Según información proporcionada por la familia Pérez Hernández, los primeros en encargarse del cuidado de la cruz fue el matrimonio formado por Rosalía Lorenzo Herrera y Telesforo Expósito, porque según me comentan, el marido era el encargado de las fincas del ya citado D. Francisco García Gutiérrez [2].
Ermita de San Carlos, en la Playa de Martiánez. Foto de autor anónimo.
          Rosalía y Telesforo vivieron en la calle de La Hoya y después de su fallecimiento, las encargadas del cuidado de la capilla fueron sus hijas María y Norberta Expósito Lorenzo, siendo esta última la que cuidó del mantenimiento y engalanado de la cruz, aunque en los últimos tiempos iba siempre acompañada por su sobrina nieta Lucrecia Pérez Hernández . 
                            Imagen posterior de la Ermita de San Carlos. Años 50. Foto de autor anónimo                                       coloreada por Rafael Afonso Carrillo
La ermita y su capilla desaparecieron de su antiguo emplazamiento en 1958, al llevarse a cabo la remodelación de la zona de Martiánez y construirse la Avenida de Colón. Por este motivo,  la ermita fue destruida y el Santo Madero quitado de su antigua situación y llevado a la Parroquia de Nuestra Señora de la Peña de Francia, donde permaneció casi cincuenta años, sin que nadie le prestara atención y por supuesto, sin ningún tipo de cuidado, lo que evidente provocó que la cruz sufriera un importante deterioro.
Según me cuenta la familia Pérez Hernández, cuando Norberta primero y su sobrina nieta Lucrecia, después, preguntaban en la Iglesia de Nuestra Señora de la Peña de Francia por la Cruz de San Carlos, ningún sacerdote sabía darle razones de donde estaba y como se encontraba, hasta que en el año 2000, por motivo de realizar un inventario, la encontraron y se dieron cuenta que era la Cruz de San Carlos y de que se encontraba bastante deteriorada. Contactaron con la familia Pérez Hernández  y afortunadamente en ese momento se empezó a pensar en su recuperación, encargándose el historiador del arte Eduardo Zalba González de la supervisión de la restauración de la cruz. Según la descripción hecha por el mencionado historiador [3], la capilla constaba de una planta rectangular con puerta enrejada de madera y una pequeña azotea rodeada por un murito.
El 2 de mayo de 2007, se inauguró la nueva capilla con un proyecto de Francisco Jordán, pero al carecer de puerta y de cristales, evidentemente la cruz quedaba muy desprotegida, por lo que nuevamente Lucrecia Pérez la retomó bajo su protección, hasta que dos años más tarde, se volvió a reinaugurar la capilla, esta vez con el cristal y el enrejado ya colocados.
                      Inscripción descriptiva de la capilla e imagen de  la Cruz de San Carlos. Foto                      cedida por Lucrecia Pérez Hernández.
Imagen de la nueva Capilla de San Carlos. Foto cedida por Lucrecia Pérez Hernández .
         Es esta una magnífica historia, que demuestra cómo el celo de una familia creyente y amiga de cuidar nuestras tradiciones, ha hecho posible recuperar un pedazo de patrimonio, que estuvo abandonado ya punto de desaparecer y que espero y confío en que nunca más vuelva a pasar por avatares similares.
                            Lucrecia Hernández Pérez y su esposo Argelio Raya ante la nueva capilla.                                                                                  Foto cedida por Lucrecia Pérez Hernández .
En la foto anterior y la siguiente, se muestran dos imágenes de la familia Pérez Hernández  en el momento de la inauguración de la nueva capilla de la Cruz de San Carlos.
           Argelio Raya (segundo por la izquierda), y los hermanos Longinos, Lucrecia, Antonia y Rizal                            Hernández Pérez, ante la Capilla de San Carlos. Foto cedida por Lucrecia Pérez Hernández .
La terraza de la Playa de Martiánez
Después que se construyó una porción de la terraza de Martiánez para poder situar la caseta establecida por Ruperto Armas Fernández, continuada posteriormente tal como comentamos en la crónica anterior por Antonio Castro Díaz, se vio claro la conveniencia de ampliarla, pues así el paseo para los viandantes era mucho más cómodo y porque además, después de las experiencias habidas, primero con el Thermal Palace, luego con la caseta de baño y sus vestuarios y finalmente con el cambio de mentalidad que ocurrió en torno a la mitad del siglo XX, se empezó a ver la toma de baños de sol y los baños en el mar, como algo conveniente para la salud y además muy placentero, que cogió rápidamente mucho auge.   
La construcción de la terraza de la Playa de Martiánez, no ocurrió de una sola vez, sino que se fue haciendo por partes, poco a poco. El proceso comenzó en 1928, cuando Ruperto Armas Fernández solicitó y obtuvo la concesión de permiso para la instalación de una caseta tal como comenté en la crónica anterior; después hubo un largo pleito entre el constructor inicial y su socio Antonio Castro Díaz, siendo este último el que finalmente se quedó sólo explotando la concesión. Al edificar la caseta bar, se llevó a cabo la construcción de una pequeña terraza en la que se colocaron sillas y mesas para los clientes. 
La terraza estaba situada a la derecha de la caseta y allí se mantuvo sola durante años, flanqueada por los vestuarios para baños que se pusieron cerca de la caseta. Tal como apreciamos en las fotos siguientes, en los primeros años 30, la terraza sólo cubría la mitad de la extensión hacia la derecha y no existía el lado que llegaba hasta el barranco. 
La segunda foto, que en realidad sólo es un detalle ampliado del original, permite apreciar con nitidez la caseta, la terraza de cemento que se construyó para servicio de la clientela y las casetas vestuarios que se hallaban a su derecha. Tanto en el original como en la ampliación, se puede ver que en la parte baja existía otra terraza más estrecha, pero más extensa, pues abarcaba todo lo largo de la playa y no sólo la zona de la terraza de cemento construida inicialmente al lado de la caseta.
Fotografía de la Playa de Martiánez, vista desde La Paz. Años 30. Foto Postal Express. 
                       Detalle ampliado de la foto anterior que permite ver la existencia de dos terrazas,                                                    una superior más pequeña y otra inferior de mayor longitud situada más baja.
Desafortunadamente, no he podido datar con precisión la foto anterior y supongo por ciertas razones que corresponde a la primera mitad de la década de los años 30, es decir, entre 1930 y 1935.
La siguiente foto que expongo en esta crónica, me fue proporcionada por mi profesor D. Jesús Hernández Martín (dep), y está datada con más precisión, pues en su dorso tiene una dedicatoria fechada en 1939 y si bien no podemos colegir que esta sea la fecha en que se realizó la fotografía, nos sitúa con toda seguridad que la foto es anterior a los años 40 del pasado siglo y muy probablemente de su segunda mitad, pues como veremos a continuación la comparación de las dos fotos ha proporcionado interesantes informaciones que a continuación paso a comentar. 
                            Playa de Martiánez vista desde La Paz. 1935-1938. Foto de autor anónimo.                                         Cedida por Jesús Hernández Martín
En esta nueva foto, seguimos apreciando las dos terrazas y como su calidad es bastante buena, hemos podido efectuar un estudio ampliado que suponía me permitiría ver algunos detalles, que en la foto completa no eran apreciables con nitidez y que podrían ser interesantes. Por esa razón he solicitado a mi buen amigo Rafael Llanos Penedo, que cuenta con un excelente equipo fotográfico y mucho más conocimiento y experiencia que yo en estas lides, que me hiciese unas ampliaciones de aspectos parciales del original, para poder ver con más claridad y nitidez los pequeños detalles. El resultado ha sido muy positivo y le estoy muy agradecido por su excelente trabajo.
La primera ampliación que hizo fue eliminar casi todo el espacio de playa para acercar así la imagen del fondo y poder observarla con más nitidez. Este fue el resultado y tal como esperaba, se aprecia con claridad que la terraza estaba rodeada por una especie de valla que se observa mejor en la parte próxima a los tarajales.
Costado este de la terraza, con la caseta, una ducha en la arena y la terraza vallada.
La siguiente foto que expongo es un detalle de la foto parcial anterior, que permite ver que aún no había terraza en las cercanías del Barranco de Martiánez, que la caseta tenía una puerta hacia el este y un amplio ventanal abierto hacia la playa y que además, existía una ducha dentro de la playa en la zona próxima a la caseta bar. Creo que en esta imagen se ve más claramente la valla protectora y un banco de piedra detrás de élla.
Detalle de la parte este de la terraza con la caseta, la ducha y las vallas posteriores.
La otra parte de la foto, que corresponde al lado oeste, o sea el más lejos del barranco, es tanto o más interesante que la anterior, puesto que nos permite ver aparte de las casetas de los vestuarios, que la terraza inferior era mucho mayor que la superior.
                  Lado oeste de la foto completa, donde se aprecian los vestuarios, la trasera de la                            Ermita de San Carlos y dos construcciones más.
Se ve claramente que existían dos construcciones fuera de la terraza, o sea en la arena de la plaza, que en realidad no he podido averiguar a quienes pertenecían ni cuáles eran sus finalidades. Expongo estos detalles, para tratar de ver si alguien puede aportar alguna luz sobre quienes eran los propietarios de estas instalaciones y si eran de veraneantes o de algún negocio.
                     Detalles del lado oeste de la foto, en la que aprecian dos construcciones, de las                                    que no he podido saber cual era su uso.
Poco tiempo después, la terraza se expandió hacia el este, es decir hacia el borde del Barranco de Martiánez y se trasladaron las casetas vestuarios de los bañistas hacia esta última zona, tal como se aprecia en la siguiente fotografía y en un detalle ampliado de ésta.
Terraza expandida hacia el barranco con las casetas vestuarios. Años 30. Foto E. F. Baena
                       Detalle ampliado de la foto anterior, en el que ven que las casetas ya habían sido trasladadas                                           hacia el barranco, previa construcción de un nuevo trozo de terraza hacia la izquierda.
          Desde finales de los años 40 del pasado siglo XX, la terraza de Martiánez experimentó un nuevo cambio, pues se amplió la anchura de la terraza inferior, mientras que se extendió la zona superior hasta que las dos terrazas alcanzaron la extensión máxima, llegando por la izquierda hasta el margen del Barranco de Martiánez y por la derecha hasta casi llegar a la altura de de la Ermita de San Carlos. Aunque la terraza superior era mucho más ancha que la inferior, tenía su misma longitud, y el acceso desde la terraza superior a la inferior, se hacía a través de cinco escaleras repartidas regularmente a la largo de toda la longitud de la playa.
Terrazas de Martiánez con sus escaleras de bajada a la playa. Años 40. Foto de autor anónimo.
                       Detalle de la foto anterior, que permite visualizar las escaleras entre las terrazas                                                                                    y las inferiores de acceso a la playa.
           La terraza inferior estaba separada de la playa por una serie de cadenas que se apoyaban en unos pivotes verticales de hierro, levantados de trecho, con lo que se protegía al público de posibles caídas a la playa, a la cual podía accederse por cinco escalinatas de cemento situadas una en cada extremo y la tres restantes en la zona central de la playa, con una cierta separación. En esta terraza, a intervalos regulares, se colocaron varios depósitos plásticos para que los usuarios pudieran depositar en ellos sus restos. 
                          La terraza inferior, con los pivotes unidos por cadenas y los recogedores de basura.                                            Años 50. Foto de autor anónimo.
Una vez desaparecidas las casetas vestuarios se trazaron dos carreteras, en medio de las cuales se encontraba una zona teóricamente destinada a jardines, que aparentemente nunca estuvo muy cubierta de plantas y por lo tanto no parecía muy vistosa. Esas dos carreteras ya permitieron el fácil acceso de los vehículos, puesto que la más próxima a la caseta se usaba como la entrada a la zona, mientras que la otra se utilizaba como vía de salida.
              Imagen de las terrazas ya completamente construidas, con los vestuarios desaparecidos y trazadas                            ya las dos carreteras. 1940. Foto de autor anónimo coloreada por Rafael Afonso Carrillo.
Paralelamente, en torno a 1935, se dotó de luz a la zona y se instaló un transformador que se situó en el camino de acceso a La Fuente de Martiánez, completamente pegado al muro que resguardaba las plataneras, que por aquel entonces llegaban hasta casi el borde de la playa.
               A la izquierda, en la esquina de la desembocadura del barranco, se ve el transformador eléctrico.                        Años 40. Foto subida a Facebook por Rafael Llanos Penedo.
Se aprecian las dos terrazas de la Playa de Martiánez, con turistas tomando el sol en hamacas, situadas tanto en    la parte superior como en la inferior. 1950-60. Foto de autor anónimo coloreada por Rafael Afonso Carrillo.
Las dos terrazas fueron rápidamente usadas con fines bien diferentes, pues la superior era el lugar elegido por los mirones y la inferior empezó a desempeñar cada vez más el papel de solarium, pues los turistas alquilaban hamacas que les permitían tomar cómodamente el sol en esta terraza. Sin embargo, también se usaba la zona de arena de la playa para solearse, tal como vemos en la siguiente fotografía.
                Playa de Martiánez, con turistas soleándose en las típicas hamacas colocadas sobre la arena.                                                   Foto de autor  anónimo, coloreada por Rafael Afonso Carrillo.
Desde épocas bien tempranas se dotó la playa con salvavidas que colgaban de soportes de madera y estaban provistos de una larga cuerda que permitían lanzarlos al mar a una cierta distancia de la costa, no demasiada larga, para auxiliar a los bañistas en apuros.
                  Salvavidas en la Playa de Martiánez, cerca de la desembocadura del barranco. Años 30.                                                        Foto de autor anónimo coloreada por Rafael Afonso Carrillo
Lázaro Santana y sus camellos
Un personaje que cogió carta de naturaleza en el Puerto de la Cruz, y muy particularmente en la zona de Martiánez, fue Lázaro Santana, que diariamente acudía a la playa acompañado por sus dos inseparables camellos. Lázaro paseaba a muchos turistas en sus camellos, no sólo por la Playa de Martiánez sino por otras zonas del Puerto de la Cruz, tales como el muelle, la Plaza del Charco, etc. Lázaro fue un personaje enormemente popular, que se ganaba la vida con sus camellos, con los cuales también participaba asiduamente en la orotavense Romería de San Isidro.
Lázaro Santana con sus camellos en la terraza superior de Martiánez. Años 50. Foto de autor anónimo.  
Los merenderos de la Playa de Martiánez
         Los portuenses de más de sesenta años recordamos que al extremo de la terraza, cercanos a la Ermita de San Carlos, existieron dos chiringuitos donde se comían los mejores mariscos del Puerto de la Cruz, cogidos en los bajíos portuenses, entre otros por Ramón Torres apodado el Choco y Miguel Ángel, cuyo apellido no recuerdo, pero si sé que vivía en la calle de La Hoya, muy cerca del cruce con la calle Casino, próximo por tanto a la la casa de la esquina donde tenía su vivienda el cura D. Federico Ríos Machado. 
                                  Ramón Torres, más conocido como Ramón “El Choco”. Foto de Zoilo Bonilla
          Uno de los quioscos era regentado por Felipe Santiago Hernández, un portuense que vivía en la calle Iriarte y que me parece que fue el primero que se estableció en la zona. El merendero era muy limpio, pero sin ningún tipo de lujos, con mesas de madera y sillas de tijera, como se aprecia en la siguiente fotografía, en la que Felipe Santiago está  escanciando vino a una pareja de clientes en su merendero.
                 Felipe Santiago Hernández sirviendo vino a unos clientes en su merendero de Martiánez.                                                               Años 50. Foto familiar cedida por Concepción Torres.
                          A la derecha, escanciando vino desde un garrafón, Felipe Santiago Hernández.                                                                               Foto familiar cedida por Concepción Torres.
El otro merendero creo recordar que era llevado por un orotavense llamado Agustín Hernández, del que no recuerdo su segundo apellido. También existió, me parece que al principio como socio de Agustín, Jesús Rodríguez, coloquialmente conocido como “El Jesuita”, supongo que por su nombre. No recuerdo muy bien la situación, pero alguien me dijo que tuvieron sus desavenencias y que como consecuencia, en vez de dos, después fueron tres los merenderos de la Terraza de Martiánez.
                        Merendero de Agustín Hernández en la Playa de Martiánez. Foto de autor anónimo,                                                                       coloreada por  Rafael Afonso Carrillo.
En estos quioscos se comían cangrejos, camarones, lapas, almejas, pulpos, burgados, bucios y pescado fresco, a un precio razonable, en un ambiente no muy lujoso, pero si muy limpio, por lo que tenían una gran aceptación popular. Los quioscos desaparecieron cuando se llevó a cabo la reforma de la zona de Martiánez, aunque me parece que uno de ellos se trasladó a la zona del muelle. 
                                       Merendero de Martiánez. Detrás se ve la Piscina de Martiánez.                                                                                                     Años 50. Foto de autor anónimo.                 
Las casetas de los veraneantes         
      Desde los años 40 del pasado siglo XX, el ayuntamiento portuense autorizó a algunas familias acomodadas a establecer unas pequeñas casetas en la zona de Martiánez, muy próximas a los tarajales que bordeaban todo este paseo. Según cita el cronista portuense Melecio Hernández Pérez la primera caseta situada en la Playa de Martiánez fue la de Francisco Gómez Baeza establecida en época tan temprana como 1929 y a ésta siguieron un notable número. En las ampliaciones de la segunda foto puesta al comienzo de esta crónica, puede verse al fondo la caseta de D. Francisco Gómez Ibáñez.
Las casetas cobraban vida durante la época estival, y si nos atenemos a lo manifestado en un pleno municipal, en cierto momentos existió algo de desorden en este tema, pues el concejal Juan José Blardony Blardony presentó en 1945 una moción proponiendo que se establecieran normas para regular las concesiones para la instalación de casetas en la Playa de Martiánez, pues según comentó existía una notable anarquía en este asunto, en el que de acuerdo con sus palabras sólo imperaba el “criterio individual, sin contar con la autorización municipal”. En opinión del citado concejal, con el establecimiento de normas reguladoras, se podría controlar la anarquía existente, en tanto que se resolviese definitivamente la urbanización prevista para aquella zona.
Casetas de veraneo establecidas en la Playa de Martiánez. Sobre 1950. Foto I. Bello Baeza
Abierta la discusión en el pleno municipal, después de un amplio debate, se acordó que el canon a percibir por la concesión administrativa que se otorgase en los citados terrenos sería, durante los meses de abril a octubre mayo cuatro pesetas por metro cuadrado ocupado y en los restante meses de temporada alta y con una mayor presencia extranjera, el precio ascendía a doce pesetas por metro cuadrado. Estos cánones se percibirían a partir de primero de agosto de 1946, debido a que las instalaciones verificadas no gozaban en su mayoría del adecuado permiso oficial, debiéndose legalizar la situación con la máxima rapidez.
                      Camión de reparto de agua y bebidas gaseosas a las casetas de veraneo establecidas                                                                  en la Playa de Martiánez. Sobre 1950. Foto I. Bello Baeza.
        También se acordó en la misma sesión, nombrar una comisión constituida por los concejales Francisco Machado Herrera, Juan José Blardony y Blardony y Juan Oramas Carrillo, para que estudiasen y propusiesen el terreno en que podía autorizarse la ocupación, el tamaño de las casetas, como debía ser el ornato de las mismas, así como la debida separación que debían tener respecto a los tarajales. La zona designada para el establecimiento de casetas de veraneo se extendía desde un poco más allá de la Cruz de San Carlos, y se situaron en el borde de la playa, paralelas y pegadas al Paseo de Martiánez, en dirección a la zona más al oeste de la playa, es decir, hacia la Ermita de San Telmo.
       En las fotos expuestas, se aprecia claramente la situación de las casetas de veraneo, que estaban situadas entre los tarajales y en alguna de ellas, la espléndida vista que desde la zona se tenía de la cordillera dorsal de la isla y por ende del Pico Teide, algo que perdimos con la urbanización de la zona, pues se permitió construir edificios muy altos cercanos al mar, que ocultaban la visión de la cordillera. Era un espectáculo muy llamativo para los turistas que nos visitaban poder disfrutar de un baño en la playa, con sol y una agradable temperatura invernal y contemplar a lo lejos el Teide nevado.
Casetas de veraneo establecidas en la Playa de Martiánez. Al fondo el Teide. Sobre 1950. Foto I. Bello Baeza
                 Paseo de Martiánez y casetas de veraneantes entre los tarajales. Años 50. Foto de autor                                                                     anónimo coloreada por Rafael Afonso Carrillo.
Como se aprecia en las anteriores fotografías, la situación de los veraneantes era cómoda, pues a pesar  de la relativa lejanía del casco de la población, tenían cubiertos muchos de los servicios esenciales, ya que periódicamente acudían a la zona camiones transportando agua y los servicios de avituallamiento más necesarios y además, se encontraban situados justo al lado de la zona de baño, ya que en la costa próxima estaban los Charcos del Molino y de la Coronela, de gran aceptación popular para el baño veraniego, tal como comenté en la crónica anterior. Bien entrada la década de los años 50 del siglo XX, el ayuntamiento portuense ordenó a todos los propietarios de casetas de la Playa de Martiánez, que debían desmontarlas, como así hicieron, porque el ayuntamiento tenía el proyecto de acometer una gran reforma de la zona, que era incompatible con la presencia de las casetas de veraneantes.
En la siguiente foto se aprecia como se están desmontando las casetas prefabricadas, instaladas en la Playa de Martiánez para solaz de los veraneante locales. 
Desmontaje de las casetas de veraneo, por los años 1955-56. Foto cedida por Bernardo Cabo Ramón.


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