miércoles, 17 de mayo de 2017

La Iglesia de Nuestra Señora de la Peña de Francia

Comento en esta nueva crónica la construcción de la iglesia parroquial del Puerto de la Cruz, narrando las diversas vicisitudes experimentadas desde la petición vecinal, para construir una primitiva ermita, que algunos autores afirman que llevó a cabo Antonio Lutzardo de Franchy, pero que en mi opinión fue edificada y costeada por los vecinos de nuestro pueblo. 
Cito como posibilidad dando argumentos, que el nombre de la primitiva ermita fuera el de Iglesia de la Cruz, debido probablemente a que Domingo Carrillo, que por aquel entonces era alguacil y guarda del muelle del Puerto de la Orotava le pusiera este nombre. Continúo narrando la construcción de la primera iglesia ya con la advocación de Nuestra Señora de la Peña de Francia y termino con la narración de la reconstrucción de la iglesia, destacando en ella el papel jugado tanto por los vecinos de nuestro pueblo, que prestaron desinteresadamente su colaboración, como el jugado por el primer beneficiado Mateo de de Sosa. 
El emplazamiento de la Iglesia
Por la importancia estratégica que tenía el Puerto de la Cruz como puerto de entrada y salida de mercancías, y probablemente como parte de una política destinada a incrementar y fomentar la construcción de viviendas, el Cabildo de la Isla comisionó en 1603 a Antonio Lutzardo de Franchy para que eligiese un terreno sobre el que edificar una iglesia y una plaza. El acuerdo tomado decía literalmente: "Otro si, se comete al Sr Antonio Lutzardo de Franchy señale sitio en el Puerto de la Orotava donde se haya de hacer una iglesia en el anchor y cumplidor de sitio que le pareciere y una plaza junto a ella y se envíe un tanto de este auto y señalamiento y se envíe a este Cabildo". A pesar de que no existe constancia documental, de que se llevase a cabo la comisión del Cabildo, está fuera de toda duda que la elección y señalamiento del terreno se llevó a cabo, ocupando con toda seguridad parte del solar en que actualmente se sitúa la actual parroquia.
Sabemos con certeza que se construyó una primitiva y reducida ermita, pero carecemos de datos precisos acerca de sus dimensiones, formas, fecha de comienzo y de acabado, así como de quien costeó su construcción. Ni tan siquiera diversos autores que tuvieron ocasión de consultar el primer Libro de Fábrica de la parroquia, como fue el cronista portuense Álvarez Rixo, han dado noticias fidedignas acerca de la primera edificación. Algunos autores parecen dar por sentado que la construcción de la ermita fue casi inmediata al mandamiento del Cabildo, pero presento en esta crónica pruebas que estimo clarifican la situación, mostrando que la construcción de la primitiva ermita no se hizo inmediatamente después de la concesión y señalamiento del terreno.
Petición vecinal
En septiembre de 1604, es decir, casi un año después de la elección del terreno, se reunieron ante Nicolás de Cala, escribano público de La Orotava, siete vecinos del Puerto de la Cruz de la Orotava, seis de los cuales están identificados· por sus nombres y en algún caso por sus oficios. Los nombres de estos siete vecinos así como sus profesiones eran, Juan de Francia, comerciante, Manuel González (apodado El Viejo para diferenciarlo de su hijo que tenía el mismo nombre y apellido), Manuel González el hijo citado, Asensio Fernández, de profesión tonelero, Sebastián Rodríguez el Viejo, vendedor y su hijo Sebastián Rodríguez, mareante, es decir, marinero. Me ha resultado imposible por hallarse roto el documento, leer el nombre de uno de los siete vecinos, pero la profesión de tonelero mencionada por alguno de ellos, da idea cabal de la importancia del Puerto de la Cruz como lugar privilegiado para la exportación de vinos, particularmente del afamado malvasía. 
El objetivo de la citada reunión fue el otorgar un poder notarial en nombre de los restantes vecinos del lugar del Puerto de la Cruz, a Domingo Carrillo, que por entonces era alguacil y guarda del muelle de la Caleta del Puerto de la Cruz de la Orotava, para que los representante y compareciese ante el Reverendísimo Señor Obispo de las Islas Canarias, su Provisor Visitador y ante quien conviniese, para que solicitase en nombre de los vecinos del Puerto "que en el dicho puerto se mande hacer y funde una ermita de la advocación que al dicho Domingo Carrillo pareciese, para que en ella se nos pueda decir misa cuando lo pidiésemos por cualquier suceso".
Argumentaban en apoyo de su petición que "en el dicho Puerto estamos los vecinos mal, sin tener ermita ni iglesia en la que podamos oír misa cada vez que lo solicitemos". Conviene recordar que por estas fechas ya existía una ermita cercana al núcleo vecinal del Puerto de la Cruz, pues tal como comenté en mis crónicas anteriores, la ermita de San Amaro se construyó desde finales del siglo XVI. Sin embargo, la comunicación con la citada ermita se debía hacer a través del Barranco de Martiánez, lo cual entrañaba un cierto riesgo, pues en caso de lluvias torrenciales el barranco corría con fuerza, impidiendo el paso de los vecinos.
Es cierto que ya funcionaba la Iglesia de La Concepción en La Orotava, pero el traslado a finales del siglo XVI desde el Puerto de la Cruz hasta el lugar de La Orotava no era sencillo y rápido, pues los caminos reales eran escasos y poco cómodos para el transporte de viajeros.
Retomando el hilo de la petición vecinal antes señalada, firmaron el documento en nombre de los restantes que no sabían firmar, Juan de Francia y Asensio Fernández, y José de Llarena Cabrera, comerciante adinerado vecino de La Orotava que poseía intereses comerciales en el Puerto. Actuó como testigo un comerciante flamenco llamado Yans, estante en nuestro pueblo, es decir, no era vecino sino que pasaba temporadas más o menos largas por motivos comerciales en el Puerto de la Cruz.
A pesar de que el estado de deterioro del documento no permite su total lectura, es muy importante y esclarecedor, porque de él se puede concluir que la construcción de la primitiva ermita no empezó inmediatamente después del señalamiento del terreno, y que probablemente sólo comenzase después entre 1604 y 1605, dado que la fecha del escrito es de tres de septiembre de 1603.
Ignoro si la entrevista de Domingo Carrillo con el Señor Obispo de la Diócesis de Canarias llegó a realizarse, pues no he encontrado ningún documento que lo acredite en el Archivo Diocesano de Canarias con sede en Las Palmas, donde a la sazón se encontraba el único Obispado de las Islas Canarias.
Un aspecto muy interesante es el relativo a la advocación de la primitiva ermita, pues del documento se desprende que los vecinos no tenían una idea clara de cuál debía ser, hasta el punto de dejar la decisión en manos de Domingo Carrillo, un mulato hijo del Beneficiado de la Parroquia de la Concepción de la Orotava y una esclava negra suya, que estaba casado y residía en La Orotava, pero que luego se trasladó al Puerto de la Cruz, donde como ya comenté ejercía de alguacil y guarda del muelle.
La Iglesia de la Cruz
Una vez realizado en 1603 el señalamiento del terreno por el regidor Antonio Lutzardo de Franquis, probablemente la construcción de la primitiva ermita se llevó a cabo entre 1605 y 1606, pero hasta el presente no se conoce ningún documento que pruebe de manera inequívoca tal afirmación, pues tal como comenté anteriormente a finales de 1603 no había empezado todavía su construcción.
Álvarez Rixo, en su obra Descripción histórica del Puerto de la Cruz de la Orotava comenta a este respecto lo siguiente:”Aunque desde el año 1603 el Cabildo de la isla, a solicitud del regidor Antonio Lutzardo de Franquis, mandó hacer una parroquia, y efectivamente parece que este caballero la fabricó a manera de ermita dedicándola a Nuestra Señora de la Peña de Francia...”. Vemos pues que el cronista portuense atribuye al citado regidor orotavense la construcción de la primitiva ermita, aunque lo hace de manera tentativa usando la expresión parece que este caballero la fabricó”, pero existen pruebas, a mi entender muy claras que demuestran que la iglesia no se construyó inmediatamente, sino que el acto a que se alude es al señalamiento del terreno para la construcción de la parroquia, que si fue hecho por el regidor citado cumpliendo el mandadto del cabildo de la isla.
Hasta este momento, según yo conozco, se ignora con exactitud la fecha de comienzo de construcción de la primitiva iglesia, pues carecemos de un documento fidedigno que lo acredite y además, por la incuria y descuido de los antiguos curas y párrocos de nuestra parroquia, se ha perdido el Libro de Fábrica, es decir, el libro en el que los sucesivos mayordomos de la iglesia iban anotando todo lo que iba ocurriendo relacionado con ella, tanto en lo relativo a la construcción, como los gastos, donativos, etc., en que incurría la citada iglesia.
Sin embargo, he encontrado en 1606 una escritura notarial no relacionada con la parroquia, de la que puede deducirse, es cierto que un poco especulativamente, la presencia de la primera ermita, precursora de nuestra actual parroquia, que entiendo ya estaba construida en ese año y lo que es muy interesante, la posibilidad de que esta primitiva ermita estuviera bajo otra advocación diferente a la que siempre hemos conocido para la parroquia portuense.
Se trata de una escritura de compraventa realizada en 1606 entre Juan de Tejera, que por entonces era el almojarife de la Real Aduana del Puerto de la Cruz de la Orotava y BIas González, realizada ante el escribano de La Orotava Nicolás de Cala, en la que primero le cedió al segundo “una casa baja, cubierta de teja, con las paredes de piedra y barro, y la madera de aceviño, con un colgadizo de paja que tenía junto a la casa”. Según la escritura citada, el conjunto estaba en el Puerto de la Caleta de la Cruz, y en los lindes del terreno se señala "todo linda por una parte, hacia la mar, con casas de Juan Texera, por delante la Calle Real que dicen de La Cruz, por la parte de arriba, calle que va a salir al Charco de los Camarones y Camino Real que va del Realejo al Puerto, y por detrás con solares de BIas González".
Le dio además un sitio y solar que lindaba “con sitio y solar de Bartolomé Díaz Esperiel, por otra parte con sitio y solar de Juan Tejera y con el Camino Real que va del Realejo al Puerto y por "la parte de arriba y hacia la Iglesia de la Cruz, con sitio y solar de Juan Texera".
 Vemos que en la escritura anteriormente citada, se menciona claramente la existencia de una iglesia que denominan “Iglesia de la Cruz y creo factible que pudiera referirse a la primitiva ermita, precursora de la actual parroquia, aunque no es posible descartar completamente que se refieran a la ermita que había construido Juan de Texera y que posteriormente cedió a los franciscanos para establecer en ella el Convento de San Francisco.
Sin embargo, me parece que existen pruebas, a mi entender, inequívocas, de que esta última ermita ya estaba construida por esta fecha, pues, en una escritura de compraventa fechada en noviembre de 1607, se cita como uno de los lindes "la ermita que construyó Juan de Texera".  Me parece poco lógico que si en la primera escritura anteriormente citada, Juan de Tejera hacía mención de la ermita que había construido a su costa, no aludiera a este hecho como casi siempre se hacía para dejar constancia de su religiosidad, por lo que opino que la referencia anterior alude muy probablemente a la primitiva ermita, precursora de la actual parroquia.
Aunque la mención a la Calle de la Cruz y de la Iglesia de la Cruz, hecha en la escritura anteriormente descrita, no constituyen una prueba definitiva, permite especular con ciertos argumentos acerca de la posibilidad de que la primitiva ermita estuviese dedicada a la advocación de La Cruz, y que sólo posteriormente cambiara esta advocación a la de Nuestra Señora de la Peña de Francia, que ha llegado hasta nuestros días. Este hecho tampoco es muy sorprendente pues es bien conocido el hecho de que en primeros momentos La Cruz constituyó una importante referencia para los primeros habitantes del Puerto, y que aún continúa siéndolo, pues no en vano fue la primera patrona de nuestra actual ciudad, honor que actualmente comparte con el Gran Poder de Dios y Nuestra Señora del Carmen.
La reconstrucción de la Iglesia
Conocemos que una vez erigida, la primitiva ermita pronto se quedó corta para las necesidades religiosas de los vecinos del Puerto de la Cruz de la Orotava, que desde la últimas décadas del siglo XVI y las primeras del XVII, tuvo un proceso de acelerado crecimiento de población, por lo que rápidamente comenzaron a pensar en construir una nueva iglesia, provista de más holgura y capaz de albergar en su interior al mayor número de vecinos que se habían radicado en el Puerto de la Cruz.
Para dotarla de un espacio mayor, los vecinos se dirigieron al Cabildo de la Isla solicitando un solar adecuado para la reconstrucción, y a tal fin la Justicia y el Regimiento de la isla les otorgó por escritura ante el escribano Bartolomé de Cabrejas, un solar de cuatrocientos pies en cuadro, es decir, el solar encerrado en un cuadrado de 400 pies de lado. Este solar estaba destinado en primer lugar, para la reedificación de la iglesia y una plaza aledaña, y si después de todo ello sobraba espacio, se señalaba que debía dárseles a los vecinos para construir casas, pagando senso y tributo perpetuos, como 'limosna para el aceite de la lámpara, que debía arder permanentemente en la iglesia”.
De esta circunstancia se hace eco el cronista portuense A. Rixo en su obra ya citada “Descripción Histórica del Puerto de la Cruz de la Orotava”, coincidiendo en las dimensiones del solar concedido por el Cabildo de la isla. Llegado a este punto me parece oportuno incluir como un homenaje al cronista portuense un autorretrato suyo, pues una parte sustancial de los datos que voy a utilizar están tomados de la anteriormente citada obra, en la que aparece este autorretrato. En este autorretrato, he suprimido el pie de foto que el mismo cronista escribió y que a continuación transcribo:”José Ag. Álvarez Rixo, Alcalde Real en 1878 e interino en 1849 y Constitucional en 1850, 1851, 1852 1853”. El autor añade a continuación:”Este boceto no se acabó por falta de vista del autor, pero sus ojos son de color entre azul y pardo”

              Autorretrato de José Agustín Álvarez Rixo
Volviendo al solar asignado por el Cabildo de la isla para la construcción de la iglesia, me parece oportuno trasladar las dimensiones, dadas anteriormente en pies, al sistema métrico que utilizamos actualmente y teniendo en cuanta que un pie castellano medía aproximadamente a 0,2786 metros, un sencillo cálculo nos permite ver que el solar en cuestión era bastante grande, pues tenía una superficie aproximada de 12.418 metros cuadrados. Este hecho encaja con la expresión de que, si sobraba se repartiese a los vecinos para que construyesen casas, previo pago de un tributo perpetuo a la parroquia propietaria del citado terreno. Este tributo perpetuo a la iglesia fue muy común en los siglos XVI, XVII y XVIII, y permitió en parte a las iglesias disponer de unos escasos medios para atender a las necesidades perentorias de las edificaciones religiosas.
Se ha repetido muchas veces, que el primer mayordomo de la iglesia fue el portugués Antonio Álvarez, pero tal noticia no parece cierta, pues en 1620 Pedro Hernández Navarro era mayordomo de la iglesia, que ya estaba bajo la advocación de Nuestra Señora de la Peña de Francia. Éste último dio, en noviembre de 1620, a tributo y décima, un solar de 80 pies de frente y 60 pies de casa a corral, al portugués Manuel Home, vecino de La Orotava con la condición de construir una casa en el plazo de un año, y pagar a la iglesia perpetuamente dos reales de tributo. La escritura fue hecha ante el escribano de La Orotava Juan González Franquis y en ella Pedro Hernández Navarro, se menciona a sí mismo como "mayordomo que soy de la iglesia parroquial que nuevamente se hace en el Puerto de este lugar, con la advocación de Nuestra Señora de la Peña de Francia".
No deja de ser interesante el comentario anterior, pues pone de relieve que los mayordomos de la iglesia parroquial fueron utilizando parte del solar que les cedió el Cabildo de la Isla, para donárselos a los vecinos, que a cambio debían abonar un tributo perpetuo a la iglesia. 
  La construcción de la nueva iglesia se dilató bastante y de los datos de que se dispone resulta claro que en 1628 aún no estaba acabada. Según A. Rixo, en septiembre de 1630 ya estaban construidas las paredes de este templo, que según su estimación debía tener “un área de cosa de 34 varas de larga y 8 de ancha, puesto que se techó con 11.290 tejas, sin incluir la capilla mayor, que se construyó mucho después”, es decir, la nueva iglesia medía aproximadamente 28,42 metros de largo por 6,68 metros de ancho, lo que da una superficie de 189,84 metros cuadrados.
De acuerdo con la descripción de A. Rixo, esta primitiva iglesia tenía tres puertas, una principal en su fachada y dos laterales, lo que en comparación con la actual vemos que difieren en que la iglesia tiene dos puertas laterales y dos en su fachada principal. El mismo autor nos da cuales fueron sus primeros ornamentos y utensilios, datos de indispensable valor, pues como ya comenté anteriormente, por la falta de cuidado de los sucesivos párrocos, se ha perdido el Libro de Fábrica de la iglesia, en el que se apuntaban todas las cosas importantes relativas a la parroquia, pero estos datos no los incluyo en esta crónica, aunque los comentaré con detalle en una crónica posterior.
Álvarez Rixo, que pudo consultar el extraviado Libro de Fábrica de nuestra parroquia, nos proporciona abundantes noticias sobre el coste de la primitiva parroquia, hasta según su expresión el coste total  de todo lo necesario hasta llegar a la situación de “poder celebrar en ella culto divino”, ascendió a la suma de 100.692 reales antiguos, que hacen 10.550 pesos corrientes, 4 reales de plata y 12 ½ cuartos y en el descargo del citado libro se hallaba la lista y el nombre de las muchas limosnas que dieron los fieles para ello.
Lamentablemente, no he podido encontrar ninguna imagen de la ermita primitiva, ni tampoco de la primera iglesia construida, pues ni en las publicaciones del cronista portuense ni las fuentes consultadas al respecto proporcionan la imagen deseada.
La reforma de la Parroquia
A los pocos años de terminada la construcción de la nueva iglesia que sustituyó a la primitiva ermita, dado el rápido crecimiento de la población del Puerto de la Cruz, ya el vecindario advirtió la necesidad de construir una nueva y definitiva parroquia. Por ello, en marzo de 1661, Bartolomé de León y quince firmantes más, en representación del resto de los vecinos, se opusieron a las pretensiones de Juan de Aduna, quien pretendía tomar una porción de terreno, situado en el solar que hoy ocupa la Plaza de la Iglesia, para construir una casa.
Bartolomé Avendaño, alcalde de ausencias, y el cura de la parroquia Adolfo Pérez, junto con casi treinta vecinos más, dirigieron en agosto de 1661, un escrito al licenciado D. Diego Calderín y Guzmán, teniente de alcalde de La Orotava, en el que resaltaban "que por cuanto la Iglesia de Nuestra Señora de la Peña de Francia de este lugar es pequeña y está corta de plaza, y se quiere fabricar en ella y alargarla todo lo necesario porque en los oficios y festividades que en ella se celebran no caben la tercera parte de los vecinos. Al presente Juan de Aduna y otros convecinos quieren fabricar, con lo que impiden parte de la dicha plaza y sitio para la dicha iglesia ... ". Con su protesta los vecinos lograron paralizar los intentos de acortar el espacio dedicado a la plaza, preservando así el solar que en tomo a 1620 le había donado la Justicia y el Regimiento al pueblo para la plaza y la edificación de una nueva iglesia que supliese a la primitiva ermita.
La construcción de la nueva y definitiva  iglesia comenzó en torno a 1684 y en su construcción se tardó un número considerable de años. La tradición adjudica un papel importante en el avance de la construcción al Beneficiado Matheo de Sosa, quien fue el primero con este título, pues en épocas anteriores la iglesia del Puerto fue solo curato.
Según José Agustín Álvarez Rixo la fabricación de la iglesia comenzó con sólo treinta pesos, y por la carencia de medios se procedió al establecimiento de un impuesto sobre la piedra de cal, que se traía de las islas orientales para la construcción de nuevas casas. Este canon se destinó durante muchos años a ayudar al levantamiento de la nueva iglesia, en la que según es tradición el propio Beneficiado Matheo Sosa "ayudó con su trabajo personal, cargando a sus espaldas grandes piedras”. El cronista portuense habla muy elogiosamente del Beneficiado Mateo de Sosa y así comenta: ”Nuestra bonita iglesia actual se debe al celo del mismo Sosa, su primer beneficiado propietario, cuyo retrato se conserva en la sacristía, y cuya memoria debe servir de grato ejemplar para los naturales de este Puerto. El venerable don Mateo de Sosa parece que fue natural de Tegueste. Cuéntase de este sujeto que emprendió la obra con sólo treinta pesos de fondo; que él mismo, que era hombre de fuerzas, subía a sus hombre los cantos más pesados que los peones no podían cargar; y que fue tanto el celo de sus vecinos, que competían a cuál había de pagar el sábado el trabajo de la semana: de manera que el párroco les contentó mandándoles la cuenta del gasto semanal a cada uno por turno”, aunque a renglón seguido afirma que no es noticia escrita sino la tradición que perduró.
Para perpetuar la memoria del primer Beneficiado de nuestra parroquia, a quien según la tradición se debe en gran medida la construcción de la nueva iglesia, tanto en lo personal como en la concienciación de los por entonces habitantes de nuestro pueblo, y como recuerdo para las generaciones venideras se mandó pintar un retrato al óleo, en el que el clérigo aparece ante una mesa con la mano depositada sobre un volumen de los Evangelios, a la manera como se hacen las promesas.
Resulta interesante además observar que en la parte superior derecha del cuadro anterior se halla, en un recuadro, la fachada del nuevo templo, lo que interpreto como un recordatorio para que las generaciones futuras conociesen que gracias a su empeño personal se pudo sacar adelante la fábrica de esta nueva iglesia, que se concluyó. 

    Mateo de Sosa, primer Beneficiado de la parroquia.        
Me ha parecido oportuno mostrar continuación un recorte de la parte superior derecha del cuadro para ver la imagen de la fachada de la parroquia, que como eterno recuerdo a la labor del Beneficiado Mateo de Sosa, incluyó el pintor en su retrato junto el primer beneficiado de nuestra parroquia. Aunque la imagen no es muy nítida, debido al gran aumento que le he dado, sin embargo creo que no hay ninguna duda en que se trata de la imagen de la fachada de la iglesia parroquial. 

                                                       Fragmento del cuadro donde se aprecia la fachada de la parroquia
Los vecinos impusieron además un derecho sobre la piedra de cal que se importaba, dedicando el importe de lo que se recaudaba para la construcción de la parroquia, y una vez terminada la construcción de ésta se aplicó para los fondos de agua. Tenemos testimonios escritos que avalan la larga duración de las obras y así, el alférez Juan González Llanos, en su testamento fechado el 20 de septiembre de 1690 solicitó "es mi voluntad que si yo falleciere antes de que  se acabe el templo que se está haciendo de Iglesia Parroquial de este lugar ... ". Otro testimonio nos lo ha proporcionado el escribano público del Puerto de la Cruz Bartolomé Hernández Romero, pues en su testamento realizado el 12 de enero de 1691 ante el escribano Miguel de Melo Herrera, pidió ser enterrado en la iglesia parroquial que se estaba haciendo, a la que había prometido 100 reales para la edificación, señalando que ya había dado la mayor parte de esta cantidad al Licenciado Marcos Méndez de León, Beneficiado de la iglesia de La Concepción en La Orotava, puesto que la iglesia de Nuestra de la peña de Francia del Puerto de la Cruz, por entonces dependía de la parroquia orotavense. Pidió que se le diese esta cantidad al Beneficiado Matheo de Sosa, indicando además "que cuando se colocase el Santísimo en la iglesia que se estaba haciendo, trasladasen allí sus restos y los de su esposa Lucana de Vera".

Fachada de la Iglesia Parroquial. Fotografía A. de Monthoret. Finales del siglo XIX
En septiembre de 1692, María López señaló también en su testamento, que deseaba ser sepultada en la iglesia "que de nuevo se está edificando". Según Álvarez Rixo la .iglesia fue concluida el 15 de agosto de 1697 y este “tempo consta de tres naves y dos capillas formando crus. Su arquitectura de orden gótico reformado, elegante, con techo proporcionado y despejado. El basamento y hasta la tercera parte de la altura de las columnas son ochavadas; lo demás redondo con capiteles dóricos, y las del crucero, todas ochavadas de arriba abajo. Mide cosa de treinta y dos pies de largo la nave mayor y de ancho, todas tres de puerta a puerta traviesa casi ochenta y cuatro pies”.
La nueva parroquia era de tres naves, aunque a finales del siglo XVII, carecía de tribunas de coro, balconcillos a la calle y otros adornos, los cuales se hicieron posteriormente. El templo, construido a finales del siglo XVII con la aportación de los vecinos, no ha sufrido desde entonces modificaciones apreciables en su interior, salvo en lo referente a su pavimento y los altares. En lo tocante a sus dimensiones, número de naves, etc., ha permanecido inamovible desde entonces, pero no ocurrió lo mismo con su fachada principal, que se encuentra vuelta hacia la Plaza de la Iglesia.
A continuación, añado un fragmento de un grabado de J. J. Williams, que se encuentra en la obra de P. B. Webb y S. Berthelot, Historia Natural de las Islas Canarias (dos tomos), Ed. Chez Bethume, París, 1839, en el que puede verse la fachada muy claramente la antigua fachada de nuestra parroquia..

Recorte de un dibujo de J. J. Williams, con la fachada de la parroquia.
A fin de obtener más detalles, he recortado la foto original, eliminando la zona de la Plaza de la Iglesia, para así centrar mejor la imagen de la iglesia parroquial. Asimismo, he hecho una idéntica operación  con la excelente versión coloreada que de la fotografía anterior ha realizado Rafael Afonso Carrillo, a quien agradezco su amabilidad por dejarme utilizar su trabajo.

Recorte de la versión coloreada de la foto anterior realizada por R. Afonso Carrillo
En las imágenes anteriores se puede apreciar claramente que en la parte sur de la fachada, y en la zona la más próxima a la calle de La Hoya, existía un reloj situado prácticamente sobre el balconcillo de la derecha.
La imagen siguiente muestra un dibujo realizado por A. Rixo, en el que puede apreciarse asimismo la fachada externa de la parroquia portuense. y el reloj citado.

Fachada de la Parroquia, según dibujo realizado por Álvarez Rixo
Como vemos en las imágenes anteriores, la antigua iglesia tenía dos puertas en su fachada principal hacia el poniente (oeste) y tal como se aprecia en las imágenes, la parroquia tenía desde comienzos del siglo XVII, dos balconcillos de madera en su fachada que permanecieron hasta finales del siglo XIX, en que se acometió la reforma del frontis de la parroquia, obras que cambiaron radicalmente el aspecto externo de la iglesia de Nuestra Señora de la Peña de Francia. Estos balconcillos que miraban hacia la plaza no estaban en la primera imagen del exterior de la parroquia tomada del retrato del Benficiado Mateo de Sosa y fueron construidos y costeados en 1724 por Bernardo Valois, tal como se deduce de las cuentas de la fábrica elaboradas durante la visita del Licenciado Martín Bucaille. A Rixo en sus Anales al comentar lo sucedido el año 1724 nos dice al respecto: “El 22 de octubre fue visitada la iglesia parroquial por el Licenciado Martín Bucaille. De las cuentas de su fábrica aparece que en el corriente año de 1724, se construyeron los dos balconcillos de su frente que miran a la plaza costeados por don Bernardo Valois, como también fueron hechas las tribunas del coro pero no la sillería. Los primeros corresponden al dibujo formado cuando se planeó dicho templo, según puede verse en su sacristía por el retrato al óleo de su digno edificador y primer Beneficiado don Mateo de Soussa, en cuya pintura para recordación de su afán está también así el diseño”.
Las cuatro puertas nuevas exteriores del templo son de tea y las donó Domingo Nieves en 1822, y según el parecer de A. Rixo son más elegantes que las antiguas que eran llanas y su coste fue de alrededor de  100 pesos cada una. En la imagen siguiente muestro la foto de Domingo Nieves Ravelo, tomada de las que figuran en el salón de plenos del ayuntamiento portuense, pues fue alcalde de nuestro municipio en cinco ocasiones diferentes, a saber 1803, 1811, 1812, 1815 y 1819, junto con un dibujo de perfil del mismo personaje realizado por Álvarez Rixo. .

Domingo de las Nieves Ravelo, alcalde en 1803, 1811, 1812, 1815 y 1819. 
       Perfil de Domingo de las Nieves Ravelo realizado por Álvarez  Rixo
El mismo autor A. Rixo añade que el irlandés Diego Barry, que vivía en la calle de Quintana, muy cerca de la parroquia, costeó la cancela que está a la entrada de la nave del Evangelio.
La antigua iglesia tenía entre las dos puertas principales orientadas al poniente, una reja con vidriera construida para dar luz al coro y más alto una claraboya gótica para comunicarle luz a la tribuna del coro. En cada una de las esquinas del frontispicio de la antigua iglesia tenía dos pequeñas torres provistas de campanas que evidentemente se utilizaban para comunicarse con los fieles en las ocasiones que se requerían. En el fragmento del dibujo de J.J. Williams así como en el de A. Rixo, se aprecian en la parte alta la claraboya gótica, así como  debajo y al centro, la reja con vidriera. En los laterales se ven las torres provistas de campanas, próximos a ellas, los dos balconcillos y finalmente a la derecha el reloj.

Detalle de la fachada, con las torres, los balconcillos, la claraboya, la reja y el reloj
En las espadañas citadas se hallaban colocadas cuatro campanas, con pesos de 52, 68, 130 y 205 kilogramos, dos en cada costado, siendo la más antigua de 1671, aunque no puedo precisar a cuál de ellas se refiere la fecha citada. En la fotografía siguiente se ve lateralmente el frontis de la antigua parroquia, una día de la Festividad de la Cruz, pues se ve la Cruz saliendo de una de las puertas principales, concretamente de las situada más cercana a la calle de La Hoya.

La Cruz, Patrona de nuestra ciudad, saliendo de la antigua parroquia.
Además de la puertas principales orientadas a poniente y que comunicaban con la Plaza de la Iglesia, existían otras dos una vuelta hacia al norte, que salía directamente a la calle de Quintana y otra situada hacia el norte, que comunica con la calle de La Hoya, que tenía tres escalones para descender hasta el interior de la parroquia, pues la calle citada estaba a un nivel más elevado que el suelo de la parroquia. Muestro a continuación las imágenes actuales de las cuatro puertas externas de nuestra parroquia que siguen siendo las donadas por el citado alcalde Domingo Nieves Ravelo, que al igual que otros muchos portuenses contribuyó de manera importante a la dotación de nuestra iglesia.

Puerta norte de la parroquia, vuelta hacia la calle Quintana
                                              Puerta sur, vuelta hacia la calle de La Hoya                                                
Puerta frontal, cerca de la calle Quintana
  
Puerta frontal, cercana a la calle de la Hoya
Álvarez  Rixo en su ya citada obra Descripción Histórica del Puerto de la Cruz, menciona que antiguamente, a la entrada de la nave del norte, había un cuadro grande, que popularmente era conocido como de los malcasados, por su contenido alegórico, que venía a ser un hombre y una mujer, enyugados por los cuellos. Del medio del yugo pendía cierto peso en el que estaba escrito los siguiente:
Este peso que sustenta
gustosa conformidad,
es porque Dios está en él,
que estando Dios todo está.
El segundo grupo del cuadro, figuraba otro par con semblantes arrebatados y desgreñados, queriendo salirse del yugo, y un diablo detrás de la mujer soplándola a los oídos con un fuelle, acompañado de estos otros versos:
Si es que te ha hecho ruido
al ver al diablo pintado,
si tienes entendimiento,
procura luego enmendarlo.
Tabaco, vino y mujeres
corrompen la juventud:
pero usándolo con regla
es para el hombre salud.
El cronista portuense afirmaba que este cuadro tenía notable éxito entre los barqueros canarios, quienes siempre que venían de la costa lo iban a ver en cuadrillas. Lo quitó Bernardo Cólogan Valois, a fines del siglo XVII, y añada, el cronista portuense “como éste era sujeto de instrucción y excelentes costumbres, algo notaría en él que le pareció que debía quitarse. Hace muchos años que se ignora su paradero”.  

miércoles, 10 de mayo de 2017

La parroquia de San Amaro y la Plaza de la Paz

Narro en esta tercera y última crónica dedicada a la Ermita de Nuestra Señora de la Paz y al entorno que la rodea, los profundos cambios sufridos por la citada zona, fundamentalmente en la segunda década del siglo XX y los primeros años del actual siglo XXI. La crónica comienza con la conversión de la ermita de Nuestra Señora de la Paz y San Amaro en parroquia y la construcción de un nuevo y moderno edificio religioso adscrito a la misma parroquia, situado unos pocos kilómetros por encima de La Paz.
Dedico un comentario acerca de la transformación experimentada por los terrenos dedicados al cultivo del plátano, que poco después de la mitad del pasado siglo van a ser suprimidos, construyéndose en este terreno una enorme urbanización, realizada por la familia Cólogan Ponte sobre sus propiedades. También sufrió un profundo cambio la explanada cercana a la ermita que se hallaba sobre el borde del Acantilado de Martiánez y que por la belleza de la vista que ofrecía sobre el Puerto de la Cruz fue muy visitada por la mayor parte de los turistas que invernaban en nuestro pueblo y también por los visitantes que se acercaban a ella, pues sobre esa explanada se construyó lo que hoy denominamos Plaza de la Paz.
Finalmente, incluyo un comentario dedicado a la inauguración de dos estatuas, una planteada como un homenaje a los turistas que visitan la citada zona y otra realizada en recuerdo de la escritora Agatha Christie, que visitó nuestro pueblo en 1929, residiendo un corto tiempo en el Hotel Taoro. A partir de ese momento el centro de Iniciativa y Turismo del Puerto de la Cruz organiza bienalmente un festival homenaje a la citada escritora, hecho al que dedico el último párrafo de esta crónica.
El complejo parroquial de San Amaro y La Paz  
La ermita después de la desamortización de los bienes eclesiásticos llevada a cabo por el estado español en la segunda mitad del siglo XIX, vivió una etapa lánguida, hasta que volvió a resurgir de sus cenizas cuando se llevó a cabo la reconversión de la zona agrícola que la rodeaba en una gran urbanización, de lo cual hablaremos en esta misma crónica en un apartado posterior. En el año 1867, la ermita quedó definitivamente adscrita a la parroquia de Nuestra Señora de la Peña de Francia, dejando así su pertenencia a la parroquia de la Concepción de la Villa de la Orotava.
Al llevarse a cabo durante los años sesenta del pasado siglo, la reconversión a uso turístico de la zona de La Paz, que durante siglos estuvo dedicada a diversos cultivos agrícolas, la zona fue urbanizada en su conjunto y también la ermita, que quedó así enclavada en medio de una lujosa y amplia urbanización construida por la familia Cólogan Ponte en los terrenos de su propiedad.
Aprovechando esa circunstancia, también fue remozado el aspecto exterior y el interior de la ermita, que finalmente en 1976, fue convertida en parroquia, atendiendo así a las exigencias que indudablemente planteaba el crecimiento de la población de la zona, motivado por la reconversión urbanística citada.

        La ermita de San Amaro. Alrededor de 1966. Autor anónimo
El primer párroco estable de la recién inaugurada parroquia de San Amaro y Nuestra Señora de la Paz, fue el bien conocido sacerdote mexicano, afincado en el Puerto de la Cruz desde la segunda mitad del siglo XX, Monseñor José Flores Ghöbert, quien estuvo ejerciendo en la citada parroquia hasta su fallecimiento ocurrido en 1978. 

El Padre Flores en acto de fin de curso del Colegio de la Pureza. Autor anónimo
Monseñor Flores Ghöbert (1911-1978), era popularmente conocido como el Padre Flores, retornaba así al Puerto de la Cruz, donde había muchos años como estado de párroco. Al fallecer el Padre Flores en 1978, un grupo de amigos entre los que estaban miembros de la familia Cólogan Ponte, encabezados por Augusto Cólogan Ponte y su esposa Karina Cólogan, como reconocimiento a su labor en la parroquia, comenzaron una campaña destinada a recoger fondos para realizar una estatua con el busto del Padre Flores. Después, pidieron a la escultora polaca Vicky Penfold que llevaba muchos años afincada en el Puerto de la Cruz, que realizara ese busto, que una vez concluida la obra fue colocado e inaugurado en 1983, en el pequeño espacio ajardinado que rodea a la iglesia de San Amaro.
Fue un hermoso gesto para agradecer la gran labor llevada a cabo por el fallecido Padre Flores, que a pesar de su origen mexicano, amó intensamente al Puerto de la Cruz, lugar donde vivió muchas décadas, siendo primero párroco de la Iglesia de La Peñita, después de la de San Francisco y finalmente, de la de San Amaro. 

                              Busto del Padre Flores (1911-1978) en la Paz.

                     Vicky Penfold (1918-2013), pintora y escultora
Ya en los comienzos del siglo XXI se planteó la posibilidad de eliminar la antigua ermita para construir una nueva iglesia, pero las autoridades eclesiásticas tomaron finalmente la decisión, a mi juicio muy correcta, de mantener la ermita como parroquia y construir un nuevo edificio en las proximidades de la zona, cuya población había aumentado notoriamente. Con esta decisión, bajo el mismo nombre de Nuestra Señora de la Paz y San Amaro, quedó englobado un complejo de dos iglesias, que actuarían como una única parroquia, aunque por razones de eficacia, se nombraron dos párrocos in solidum, que actualmente son D. Andrés González y D. Antonio Murillo Benítez.                        La nueva iglesia empezó a construirse en el mes de enero de 2001, con un proyecto del arquitecto Manuel Sánchez de León y los aparejadores Antonio Zárate Cólogan y Melecio Tamajón Hernández. La edificación de esta nueva iglesia fue llevada a cabo sobre una superficie de 2.700 m2 y en la construcción participaron las empresas Suiten, M. G. Excavaciones, Construcciones Industriales de Tenerife (COINTE). El solar para la nueva iglesia, que tiene una superficie de 3.500 m2, fue cedido por el ayuntamiento del Puerto de la Cruz, siendo la financiación de la obra llevada a cabo por aportaciones de fieles y particulares.


                     Parroquia de Nuestra Señora de la Paz y San Amaro.
La inauguración de esta nueva edificación tuvo lugar el 22 de enero de 2006, siendo el nuevo templo bendecido por el Obispo de la Diócesis de Tenerife, Monseñor Bernardo Álvarez, asistiendo a la ceremonia su predecesor, el prelado emérito Monseñor Felipe Fernández, así como el alcalde del Puerto de la Cruz Marcos Brito Gutiérrez y miembros de la corporación municipal. El complejo parroquial consta de iglesia, casa cural y un columbario, también conocido como Capilla de la Resurrección. El columbario, contiene una serie de nichos situados en las paredes de la iglesia, donde los parientes de las personas fallecidas pueden depositar las cenizas de sus familiares que fueron incinerados después de su fallecimiento, y tiene una capacidad para albergar las cenizas de  970 difuntos.    
           Columbario de la parroquia de Nuestra Señora de la Paz
El contencioso sobre La Paz                                                                                                           El espacio de terreno que rodeaba a la ermita de Nuestra Señora de la Paz y San Amaro fue objeto de una disputa entre los miembros de la Familia Cólogan Ponte y el ayuntamiento portuense, y así cito que en 1842 se levantó un expediente sancionador a Tomás Fidel Cólogan, a la sazón propietario de los terrenos, por haber realizado sin la preceptiva autorización municipal, unas obras de cierre del camino que conducía a la mencionada ermita, colocando con esta obra unas pilastras con grandes argollas y batientes, destinados a impedir el paso de las personas que acudían a la zona. Estas puertas estaban situadas junto al camino real, coincidiendo una de ellas, con la actual entrada a la calle Leopoldo Cólogan Zubieta, mientras que la otra fue colocada en la llamada Calzada de Martiánez, justo donde comenzaba el Camino de San Amaro.                                                                      Enterado de la situación, el alcalde portuense Andrés González de Chaves, convocó plenos municipales que se celebraron durante los días 3, 10 y 17 de enero de enero de 1842, donde se acordó conminar a a Tomás Fidel Cólogan, en su condición de propietario de la Finca de la Paz, a que retirara los obstáculos que impedían el paso a los caminos conducentes a la Ermita de San Amaro y a la Fuente de Martiánez, "dejando todo lo que pertenece al público en el ser y estado que tenían", cosa que el citado propietario llevó a cabo, sin perjuicio de efectuar una protesta por la medida municipal. 
Tomás Fidel Cólogan y Bobadilla (1815-1888)
Muchos años más tarde, en concreto en el año 1956, el alcalde portuense Isidoro Luz Cárpenter, convocó con carácter de urgencia a los concejales del ayuntamiento portuense para informarles que el trece de febrero del año citado, le había dado cuenta el inspector de la policía local, que en la plaza pública situada a la izquierda del camino de San Amaro, donde arranca el camino que conduce a la Fuente de Martiánez, se había llevado a cabo la plantación de unos árboles y asimismo, se había colocado una cadena con la intención, al,parecer, de impedir el paso a la citada plazoleta, lugar al que tradicionalmente acudían los visitantes así como la gente del pueblo, para disfrutar del bello panorama que desde allí se disfrutaba.                                                                                      Para obtener mayor información sobre este tema, la alcaldía portuense procedió a realizar una información abierta, en la que depusieron en el expediente levantado al respecto, varios vecinos de reconocida probidad, quienes afirmaron que les constaba tanto por si mismos como por habérselo oído decir a algunos de sus antepasados, que la plaza existente a la izquierda del Camino de San Amaro, siempre había sido considerada como pública y de libre acceso, sin ningún tipo de limitaciones.        
Hechas las correspondiente averiguaciones, se llegó a la conclusión de que los hechos comentados los habían llevado a cabo los herederos del fallecido Leopoldo Cólogan Zulueta, cuando efectuaron el cerramiento de la finca de su propiedad sita en La Paz. A la luz de estas informaciones, el alcalde portuense requirió a los propietarios de la citada finca, el 16 de febrero de 1956, para que se abstuvieran de realizar plantación alguna, conminándoles además para que en el plazo improrrogable de 48 horas, quitasen la cadena que habían colocado para impedir el paso.
                                Panorámica desde La Paz. Autor anónimo.
En un pleno posterior, el alcalde comunicó a los concejales presentes que la policía municipal le había informado de que no se había cumplido la orden de retirar la cadena que había sido colocada, motivo por el que había convocado el pleno para deliberar sobre la resolución que pereciera más oportuna. En este pleno, presidido por el alcalde Isidoro Luz Cárpenter, se dio asimismo cuenta de las declaraciones y los antecedentes que sobre efectos fiscales ya obraban en el ayuntamiento, tal como el caso de una finca propiedad de Enrique Trenkel, situada en La Paz, en cuyos lindes se hacía constar que "lindaba con un territorio calizo en forma de plazoleta", sin que se hiciese ninguna mención a los derechos de la familia Cólogan Ponte sobre este terreno.                       
                              Panorámica desde La Paz. Autor anónimo.
 Después de una amplia deliberación, se acordó por unanimidad mantener el criterio acerca del carácter y uso público de la llamada Plaza de la Paz, no permitiendo por consiguiente que se rodease este terreno de vallas y argollas que impidiesen el libre tránsito y el acceso a ella. El contencioso en cuestión entre el ayuntamiento y la familia Cólogan Ponte sobre el carácter público o privado de la zona comentada se extendió durante años manteniendo ambas partes la misma opinión. La Urbanización de La Paz                                                                                                                         La solución a la controversia sobre el carácter público o privado de la zona citada tuvo lugar en torno a los años sesenta del pasado siglo, cuando los miembros de la familia Cólogan Ponte decidieron reconvertir sus extensas fincas dedicadas al cultivo del plátano, para efectuar su urbanización dándole carácter residencial a la zona y llevando a cabo la construcción de un gran número de viviendas unifamiliares.                                                                                                                          En noviembre de 1962, Juan Cólogan Ponte, actuando en su propio nombre y también en representación de sus hermanos, presentó una instancia dirigida al alcalde del Puerto de la Cruz, conjuntamente con los planos del Plan Parcial  de urbanización de la finca de La Paz. Este plan estaba redactado por los arquitectos Javier Díaz Llanos la Roche y Vicente Saavedra Martínez, y en la instancia se solicitaba la aprobación preceptiva del ayuntamiento portuense para dar comienzo a las obras.
    Plan Parcial de urbanización de La Paz. 
 En la instancia citada se seguía haciendo mención a la zona que ya había sido objeto de litigio entre los propietarios y el ayuntamiento, pero como una novedad la familia Cólogan Ponte proponía que, a cambio de la ocupación de esa pequeña parcela, la familia le cedía al ayuntamiento toda la vía de cornisa que bordeaba el Acantilado de Martiánez, más extensa que la zona en litigio y que constituía asimismo un espléndido mirador sobre la zona de Martiánez. De igual manera, hacían constar que cedían al ayuntamiento para ser destinado a uso público, los aparcamientos y las vías que se iban a crear en la zona a urbanizar, con lo que en su opinión el ayuntamiento quedaba suficientemente compensado de la pérdida de la pequeña parcela que quería destinar a plaza pública. En una fragmento del plano presentado, que reproduzco a continuación se ve claramente toda la zona que se consideraba privada, marcada con un rayado continuo y claramente en ella se aprecia que se seguía incluyendo la zona de La Paz. Para clarificar más la situación reproduzco una ampliación del citado plano, para ver mejor la zona en discusión.
Recorte del plano anterior, con la casa familia Cólogan y la ermita
En la figura anterior, se ve claramente a la izquierda la casa de la familia Cólogan Ponte, frente a ella el paseo de los Cipreses, más a la derecha y a la misma altura que la casa familiar, la Ermita de San Amaro y frente a ésta, la zona en discusión. Para visualizarlo mejor, me parece oportuno incluir esta fotografía aérea en la que se aprecia la zona en cuestión,en la que se ve claramente el casa vivienda, el Paseo de los Cipreses, la ermita de San Amaro y el terreno en litigio, en el que se aprecian unas palmeras plantadas. 
                           Imagen aérea de La Paz. Autor anónimo
Paralelamente, el ayuntamiento portuense había encargado a los arquitectos Javier Barrosos L. de Guevara y José Martín Crespo, la redacción de un nuevo Plan general de Ordenación Urbana, que afectaba a los terrenos propiedad de la familia Cólogan Ponte. Vista la situación, para saber si su proyecto de Plan Parcial de parcelación de La Paz, podía encajar en el referido Plan General de la zona elaborado por los anteriores arquitectos, la familia Cólogan Ponte les solicitó que emitiesen un dictamen acerca de si ambos planes eran compatibles. La respuesta de los arquitectos fue positiva, si bien indicaban que en el plan de la familia Cólogan-Ponte debía hacerse las siguientes variaciones, a saber, respetar el mirador existente, tener en cuenta que el camino peatonal debía ser continuo a lo largo de toda la cornisa, con una anchura mínima de cuatro metros y que la cota de este camino fuese la altura máxima de la edificaciones que se encontrasen  por debajo de él. Finalmente, los arquitectos Barroso L. de Guevara y Martín Crespo, hacían en su informe las siguientes recomendaciones, ver la factibilidad de estudiar el posible acceso a los jardines del Acantilado de Martiánez, dar en la medida de lo posible el mayor aspecto paisajístico al camino peatonal que debía ser dotado de acceso rodado a algún mirador y finalmente, mover en profundidad los apartamentos a construir.
A la luz de este informe, la familia Cólogan-Ponte comunicó al ayuntamiento que los arquitectos de su Plan Parcial ya estaban llevando a cabo las correcciones oportunas a la luz de informe anteriormente comentado, indicando además que no tenían inconveniente en renunciar a sus posibles derechos respecto a la Plaza Mirador situada a la izquierda del Camino de San Amaro, pidiendo que en compensación se les liberase del compromiso que inicialmente habían contraído relativo a la urbanización del camino de la costa.
En septiembre de 1963, la comisión de urbanismo atendiendo a las objeciones planteadas por el ayuntamiento, resolvió favorablemente a los intereses públicos, acordando que se aprobaba el proyecto presentado con las condiciones establecidas por el ayuntamiento portuense que en esencia consistían en que el paseo de cornisa fuese para uso peatonal, con un ancho normal de seis metros, aprovechando los salientes del terreno, para la colocación de miradores. Asimismo, que la zona de la llamada Plaza de la Paz, que se utilizaba como mirador público, no quedase afectada en ninguna porción de su terreno  y que al primer grupo de apartamentos próximos a esta plaza, no se le permitiese construcción alguna por debajo de la rasante de la cornisa, terminando finalmente con la condición de que la altura del resto de los edificios previstos en el acantilado, no excediese la rasante del Paseo de Cornisa, para evitar perjudicar a las vistas del mismo.
             Mirador de La Paz. Foto de Imeldo Bello Baeza. Años 40-50
Una vez resueltas estas pequeñas dificultades que fueron aceptadas por los promotores, el Plan Parcial de parcelación de la Finca de La Paz fue sometido a la preceptiva información pública, sin que se presentase ninguna reclamación al respecto, por lo que obtuvo vía libre para llevarse a cabo, como así ocurrió finalmente.

Urbanización de La Paz, con la iglesia restaurada. Autor anónimo
Posteriormente, en 1966, se presentó una modificación del plan primitivo, con un nuevo proyecto elaborado por el arquitecto José Luis Díez Taladrid, que fue aprobado por el ayuntamiento y la Comisión Provincial de Urbanismo, que tampoco obtuvo reparos en su exposición pública, siendo este muy similar al primero pero con ligeras variaciones, motivo por el que no me parece oportuno comentarlo.
La Plaza de La Paz
          Después de la urbanización llevada a cabo en los terrenos de la familia Cólogan, la zona aledaña al popularmente conocido como Mirador de la Paz, fue convertida en una plaza, desde la que se goza de una excelente vista panorámica sobre la Costa y la Playa de de Martiánez, así como del Puerto de la Cruz, convirtiéndose desde entonces en un mirador por excelencia, tal como lo había sido desde la época anterior a la construcción de la citada plaza.
Se suprimieron las palmeras que se encontraban casi al borde de la costa y se urbanizó todo el terreno, convirtiendo lo que anteriormente era un espacio de tierra en una zona dotada de un piso más confortable con asientos, y en el borde un espléndido mirador sobre la costa.

                                         Plaza de La Paz remodelada
En épocas más recientes la plaza ha sido embellecida con la colocación de dos nuevas esculturas, Una de las ellas es un busto de la escritora inglesa Agatha Christie, que comentaré con cierto detalle dentro del apartado siguiente de esta crónica y la otra escultura es una donación del Rotary Club portuense, concebida como un homenaje a los miles de turistas que cada año visitan nuestro pueblo y conocen la zona mencionada. Las dos obras fueron realizadas por la escultora húngara afincada en el Puerto de la Cruz, Marta von Poroszlay.                                                                           

                                                           Monumento al Turista. Rotary Club. 2013
            La artista húngara Marta von Poroszlay, residente en Tenenerife
El Paseo de los Cipreses, actual Paseo de Agatha Christie  
             Frente a la magnífica casa de la familia Cólogan Ponte, ha existido desde hace mucho tiempo un hermoso paseo flanqueado por una plantación de cipreses, razón por la que fue popularmente denominado  como Paseo de los Cipreses. 

Paseo de los Cipreses. Al fondo, casa de la Familia Cólogan. Antonio Passaporte. 1931
         La entrada al citado paseo queda situada muy cerca de la portada de la casa de la familia Cólogan Ponte y casi en línea recta con el pequeño camino existente entre el portón y el edificio, tal como puede verse en las fotografías siguientes
            
 Paseo de los Cipreses. Autor anónimo
 Paseo de los Cipreses visto desde la casa de la Familia Cólogan. Autor anónimo
            La zona de La Paz fue visitada por la escritora inglesa Agatha Christie (1890-1976) en febrero 1927, cuando agobiada por los problemas familiares que le planteó su separación matrimonial vino a la isla de Tenerife. Agatha Christie se casó en 1914 con Archibald Christie, del cual se divorció en 1928, después de una fuerte crisis matrimonial. En 1926, afectada por una profunda depresión, desapareció misteriosamente dejando su coche abandonado en la carretera y fue encontrada once días más tarde, aquejada de un aparente estado de amnesia alojada en un hotel con el nombre de una amante de su marido. En febrero de 1927, agobiada por sus problemas familiares visitó la isla de Tenerife acompañada de su hija Rosalind y su secretaria, alojándose en el Hotel Taoro, donde se dice que la escritora inglesa terminó de escribir su libro “El enigmático Mr. Quinn” durante su estancia en nuestra isla. 
                                               Agatha Christie (1890-1976)
           Durante su estancia en nuestro pueblo Agatha Christie visitó el Acantilado de La Paz, dejando para la posteridad un relato del paisaje que contempló en su novela El enigmático Mr. Quinn. Reproduzco a continuación el párrafo donde hace esta descripción:”Mister Satterwaite siguió andando. Dejó atrás los caminos bordeados de palmeras y las esparcidas casitas blancas del pueblo. Pasó a lo largo de la ribera negra de lava entre cuyas rugiente olas perdiera años atrás la vida un conocido nadador inglés. Pasó los estanques rocosos donde niños y ancianos retozaban pretendiendo aparenta  que se bañaban, y subió al fin la empinada y tortuosa senda que conducía a la cima del acantilado. Al borde mismo de éste había una casa a la que designaban con el apropiado nombre de La Paz. Era una casa blanca, con verdes postigos herméticamente cerrados y un tanto descoloridos por la acción del tiempo. Estaba rodeada de un descuidado pero hermoso jardín en el que destacaba una avenida de cipreses que conducía a una especie de plataforma al borde del acantilado y desde donde podía contemplarse el maravillosos espectáculo de un mar embravecido que se estrellaba imponente a sus pies”. 
Puerta de entrada  a la Casa de los Cólogan. Elia du Caine
Años más tarde, concretamente en 1930, Agatha Christie volvió a casarse, esta vez con el arqueólogo Max Mallowan, a quien acompañó largas temporadas en sus viajes a Siria e Irak. Estos viajes le sirvieron de inspiración para los temas de algunas de sus novelas de intriga, tales como Asesinato en Mesopotamia, Muerte en Nilo y Cita con la muertePor su trayectoria literaria, la Reina Isabel II de Inglaterra la nombró en 1971 Comendadora de la Orden del Imperio Británico, falleciendo pocos años más tarde en 1976, de causas naturales. 
El Puerto de la Cruz ha querido dejar patente su homenaje a la escritora británica y por ello el Centro de Iniciativas Turísticas (CIT) ha colocado en la zona citada un busto de la escritora que fue inaugurado el domingo 25 de noviembre del año 2007 que fue realizado por la cita anteriormente artista húngara  Marta von Poroszlay, autora de la escultura homenaje al turista que figura en la Plaza de la Paz.  
Busto de Agatha Christe, realizado por Marta von Poroszlay
Dolores Padrón y John Lucas, en el homenaje a Agatha Christie, 
                               Foto Moisés Pérez. CIT 
      A la inauguración del busto asistieron aparte de las autoridades locales e insulares, Hortensia Hernández, que a la sazón era la presidenta del CIT, entidad que tuvo un papel destacado en la organización del acto a través del propietario del Sitio Litre, el británico John Lucas. Al acto asistió también un nieto de la autora inglesa llamado Mathew Prichard., quien pronunció unas palabras señalando que entre otras cosas, que cuando su abuela vino al Puerto de la Cruz empezó a pensar en el futuro. “Cuando vino a Tenerife-explicó-cambió su estado de ánimo, pues vino muy triste, pero cuando se fue de la Isla, empezó, de verdad, su gran carrera de escritora que se prolongaría durante 60 años escribiendo novelas. Gracias a la amabilidad de los tinerfeños recuperó su ánimo y siguió con su vida hasta ser la gran escritora que fue”.  

Mathew Prichard, nieto de Agatha Christie. Foto  M. Pérez, CIT
Dentro de ese mismo homenaje se cambió el nombre del Paseo de los Cipreses, que a partir de ese momento es conocido como calle de Agatha Christe.


Inauguración de la calle Agatha Christie. Foto M. Pérez. CIT
Placa de la calle Agatha Christie, antiguo Paseo de los Cipreses
Desde entonces, con una periodicidad de dos años el CIT organiza un festival homenaje a la citada autora que ya ha cumplido su quinta edición. 


Cartel anunciador del V Festival Agatha Christie. CIT