miércoles, 25 de mayo de 2016

La Cueva de los Siete Palacios

Mencioné en mi última crónica que el Acantilado de Martiánez había sido el lugar elegido por los guanches para establecer su morada, probablemente por la bondad del clima, por sus cuevas en la ladera que les proporcionaban cobijo seguro, por la cercana existencia de un buen manantial de agua como fue la Fuente de Martiánez, por la presencia de una buena zona de pastos cercana situada en el espacio comprendido entre la Ladera y el actual Jardín Botánico, así como por la cercanía al mar, lo que le permitía coger diversos moluscos, y vimos en la anterior crónica, que también hubo en este Acantilado una importante necrópolis guanche.

En esta nueva crónica, narraré la presencia de una cueva habitación, que según la tradición oral fue la vivienda veraniega del Mencey Benítomo o Bencomo, nombre con que ha llegado hasta nosotros, el último Gran Mencey guanche, muerto por los castellanos en la Batalla de La Laguna en 1495.
Parte occidental de la Ladera de Martiánez. Foto A. Passaporte, coloreada por Rafael Afonso Carrillo.
El Mencey Benitomo o Bencomo
Benitomo, o Bencomo como ha pasado a la historia, era hijo del Mencey Tinerfe y a la muerte de su padre recibió en herencia la zona del Menceyato de Taoro, que comprendía los terrenos situados en los actuales municipios de Puerto de la Cruz, La Orotava, La Victoria de Acentejo, La Matanza de Acentejo, Los Realejos y Santa Úrsula . 

Mapa de los Menceyatos de Tenerife durante la conquista. Al norte, en el centro y en verde oscuro, se aprecia el territorio del Menceyato de Taoro. Tomado de Guanches, Wikipedia
Es digno de resaltar, que del mismo modo que existen numerosas noticias sobre los menceyes así como de los guanches integrados en los llamados Bandos de Paces (Adeje, Güímar, Abona y Anaga, excepción hecha del de Güímar, del que se tienen menos referencias), en cambio de los guanches integrantes de los llamados Bandos de Guerra, si las hay, son escasísimas, ya que, con carácter general, los guanches que no murieron en el combate fueron apresados, pasaron a ser buena presa del conquistador, y muchos de ellos fueron vendidos en los mercados de esclavos, como veremos en una próxima crónica.
Algunos de los que lograron sobrevivir no pudieron soportar el peso de la derrota y la esclavitud y eligieron el suicidio. Un buen ejemplo de esto último, lo tenemos en el caso conocido de Bentor [1], el último Mencey guanche, hijo y sucesor de Benitomo de Taoro, que según la tradición se suicidó arrojándose por la zona conocida por El Lance, en la Villa de Los Realejos. Otros guanches se refugiaron en las montañas de la isla y fueron conocidos como Guanches Alzados, de los que tendremos ocasión de hablar en otra crónica.
 En memoria de Bentor, se ha erigido en El Lance una estatua con una placa en la que, después de la siguiente frase del historiador realejero Viera y Clavijo: “Los menceyes de Tenerife no habían conocido jamás la vileza de sujetarse a otros hombres como ellos”, figura la siguiente leyenda: “Homenaje de la Villa de Los Realejos a Bentor, el último Mencey guanche, el cual según la tradición, por no entregarse, se arrojó al vació desde este lugar”. 
Estatua erigida en honor al Mencey Bentor en El Lance. Los Realejos

Placa que figura al pie de la estatua de Bentor, en El Lance (Los Realejos)

Otro personaje digno de mención que tuvo una acción destacada en la Batalla de Acentejo, donde los guanches infringieron una severa derrota a los castellanos, fue el Achimencey Chimenchia, más conocido como Tinguaro [2], un hermano (sólo de padre) de Bencomo, que también falleció en el desigual enfrentamiento con los castellanos en la anteriormente citada Batalla de La Laguna. En su honor se levanta una estatua, realizada por el escultor Miguel Ángel Padilla, que se encuentra instalada en La Matanza de Acentejo, en cuya base se halla una lápida con la siguiente inscripción: “Esta escultura se alza en homenaje al Achimencey Tinguaro, héroe guanche de la tierra de Acentejo y símbolo de la nobleza, la valentía y el coraje de nuestro pueblo. La Matanza de Acentejo.
Que su presencia como guardián preserve nuestra paz y nuestro bienestar. En la Villa de La Matanza de Acentejo, 1 de mayo de 2007”
Estatua en homenaje al Achimencey Tinguaro (Chimenchia). La Matanza de Acentejo

Inscripcíón al pie de la estatua del Achimencey Tinguaro.  

Benitomo es llamado El Rey Grande de Taoro [3] y fue el Mencey que capitaneando a los guanches se enfrentó a los castellanos en la llamada Batalla de La Laguna, que tuvo lugar en los alrededores de la actual zona de Gracia, el 14 de noviembre de 1945. Bencomo falleció en este combate, así como su hermanastro Chimenchia, que ha pasado a la historia con el nombre de Tinguaro y un considerable número de guanches, que plantaron batalla en campo abierto, con una enorme desigualdad de medios, a las tropas castellanas.
El historiador Elías Serra Rafols afirma que el auchón donde nació Benitomo, en el municipio de Los Realejos, se localizaba entre los Barrancos de Godínez y La Azadilla, y que este auchón podría situarse en la zona denominada actualmente El Tanque de Arriba (Los Realejos) o en sus cercanías. Según el mismo historiador, la residencia habitual del Gran Rey de Taoro, Benitomo, se encontraba durante la mayor parte del año en La Orotava, en el límite con el actual municipio de Santa Úrsula, pues en una de las datas dada es señalada como“… cuatro cayces de tierra de sequero en Taoro, como pasamos de casa del Rey Benytomo, que se llama el Aravtaba…” [3], y “…10 cahíces de sembradura que llaman los guanches Tafuria cerca del auchón grande del Rey de Taoro…[4]. 

El Mencey Bencomo o Benítomo. Candelaria

Es tradición oral que Bencomo, si bien vivía casi todo el año en la zona de Tamaide situada en el actual  municipio de Santa Úrsula, pasaba la temporada de verano en el Acantilado de Martiánez, en el Puerto de la Cruz, probablemente por la mayor benignidad del clima en la estación veraniega en esta zona y, además por la presencia de abundantes pastos para el ganado caprino, en el espacio comprendido entre la Ladera de Martiánez y el actual Jardín Botánico, un terreno que, después de la conquista de la isla por los castellanos, se utilizó como zona de cultivo y que fue conocido con el nombre Sancho Caballero, en referencia al nombre de uno de los más importantes propietarios que tenían terrenos en la citada zona.
La Cueva de los Siete Palacios
Uno de los lugares ampliamente citado por todos los estudiosos del pasado aborigen portuense, es la llamada Cueva de los Siete Palacios y existe un cierto confusionismo con el nombre de esta cueva, ya que algunos estudiosos denominan de manera parecida a otras cuevas diferentes existente en otras localidades.
Así, el médico e investigador del pasado guanche Juan Bethencourt Alfonso en el Tomo I del libro Historia del Pueblo Guanche, en el Capítulo XI dedicado al “Vocabulario: Nombres propios de lugares”, cita “Chychymani” y el autor la sitúa como sigue: “ La <<Cuesta de la Florida>> que limita al este el Valle de la Orotava. En este cerro se encuentra la <<Cueva de los siete palacios>> donde vivía el achimencey Tinguaro en la época de la invasión española” [5]. Creo que debe referirse a la que otros autores denominan como Cueva de los Palacios, que al decir de éstos últimos fue la morada de Bencomo y que se halla en Tamaide, Santa Úrsula. 

Ladera y Playa de Martiánez, en la zona de La Barranquera. Foto Marcos Baeza Carrillo, 
coloreada por Rafael Afonso Carrillo

Para aumentar la confusión, la cueva donde según la tradición pasaba Bencomo parte de su tiempo en el verano, suele ser denominada como Cueva de los Siete Palacios y los autores la sitúan en el Acantilado de Martiánez en el Puerto de la Cruz, hecho que por otra parte no es mencionado por D. Juan de Bethencourt Alfonso en el libro citado.
A la morada del rey Benitomo en el Acantilado de Martiánez, vamos a dedicarle los siguientes comentarios de esta crónica, aprovechando para ello un artículo escrito hace más de siglo y medio.
He podido encontrar un artículo publicado en 1840 en el periódico El Isleño de Santa Cruz de Tenerife sobre la citada Cueva de los Siete Palacios [6]. A continuación y por su interés, reproduzco literalmente el artículo publicado en Santa Cruz el 9 de enero de 1840 por un autor anónimo, puesto que no figura su nombre ni al comienzo, ni al final del artículo, donde sólo aparece una X. El título del artículo es CUEVA DE LOS 7 PALACIOS y su contenido, que reproduzco a continuación, es el siguiente:
”Es tradición muy respetable en el ameno Valle de La Orotava, que su antiguo Mencey Bencomo poseía dos habitaciones, una en la Ladera de Tamaide que ocupaba en las tres épocas del año en que la naturaleza se ostenta con todas sus gracias, y la otra en la escarpada costa del mismo Valle, conocida hoy con el nombre de Martiánez, a la que se trasladaba en la estación de los fríos.
La primera de estas sencillas moradas ya es conocida de nuestros lectores, por la exacta descripción que hizo de ella el célebre Tabengor, y se publicó en el número 78 de nuestro anterior periódico [7]. El dar una idea de la segunda es el objetivo del presente artículo.
La punta horizontal que sirve de asiento a la hermosa población del Puerto de la Orotava, se halla coronada por la parte del NE con la elevada prominencia de Martiánez, cuya extensa base se apoya en el encrespado océano, y subiendo en dirección casi perpendicular, termina con la vista más occidental de La Paz, propiedad de la antigua y respetable familia casa de Cólogan. En esta ladera, y entre las dos líneas paralelas que forma el extremo más bajo del enunciado Jardín, y la vereda que recorre, en sus dos terceras partes de altura, este promontorio, se halla situada la Cueva de los Siete Palacios, mirando concretamente al Norte. Es muy probable que en lo antiguo presentase su entrada un cómodo tránsito, pero al presente la ruina de los siglos ha hecho su examen de un difícil y peligroso acceso.
Cueva de los Siete Palacios, situada en el Acantilado de Martiánez. Autor anónimo
Bájase a ella por el ángulo más occidental del Jardín de la Paz, en cuyo punto principia una vereda bastante inclinada que conduce a la cueva. Apenas se empieza el descenso, se cambia de dirección hacia la izquierda, que es hacia donde queda el Puerto de la Orotava; después de bajar 14 o 15 brazas [8], se hace alto en una especie de terraplén que naturalmente se forma allí, para aliviar al observador las angustias que le causa un camino tan expuesto, por los horrorosos precipicios que tiene siempre delante de su vista.
En esta meseta que hemos hablado, principia la vereda con una pendiente más suave, y a poco rato se entra en lo que se llama el andén. Figúrese el lector un trozo de muralla de prodigiosa altura, que presente una cornisa volada, de dos pies [9] de ancho, para dirigirse por ella a cierto punto: pues tal es el andén de que hablamos. No hay posición más alarmante que la que presenta este difícil “paso” de 8 varas [10] de longitud.
El explorador siente sobre sus espaldas cosidas al risco que se eleva sobre su izquierda; ve debajo de sus pies un abismo, que hace más terrible el choque de las olas del océano, muda sus trémulas plantas sin atreverse a separarlas del suelo y lleno de sobresalto y casi aturdido, llega a la puerta de la cueva. Ésta tiene de alto cosa de 5 pies y 3  de ancho, y se halla al mismo nivel del andén. Para entrar en la cueva se baja un escalón de dos pies. Su piso es casi horizontal, aunque se halla un poco elevado hacia el naciente, en donde forma una especie de punta o rincón. Fuera de esta irregularidad, lo demás es casi de figura circular, y en la parte de la derecha está una especie de nicho, que parece haber sido labrado por los antiguos moradores de esta rústica estancia.
Su piso y sus paredes son de tosca, y lo mismo la bóveda que forma su techo, aunque se ven algunas incrustaciones naturales de piedras que forman varias puntas de diferentes tamaños.  Tal era la cueva de los 7 palacios en 1828.
No tenemos noticia de que se hayan hallado en esta cueva momias de nuestros Guanches; aunque es muy natural se sacaran de ella, en los tiempos inmediatos a la conquista, algunos restos de los que fueron víctimas de la modorra, por huir de los brazos amistosos de los propagadores de la ley evangélica". X 
Del tenor de las últimas palabras del anónimo autor del artículo, creo que puede razonablemente desprenderse la existencia de una corriente de simpatía hacia los guanches, y asimismo, de una velada crítica hacia la actuación de los conquistadores españoles, que queda plasmada en la ironía del párrafo final donde se afirma textualmente “por huir de los brazos amistosos de los propagadores de la ley evangélica”.
Situación de la Cueva de los Siete Palacios
         El memorialista Melecio Hernández Pérez cita muy brevemente la Cueva de los Siete Palacios en su libro Alrededor del Charco [11], afirmando:“Con perfil de viejos siglos alumbra la más antigua historia sucedida en nuestro suelo y que tiene rango real, Bencomo, el Rey Grande, digno descendiente del Gran Tinerfe tuvo dos habitaciones, una en la Ladera de Tamaide, que ocupaba en las tres épocas del año en que la naturaleza se ostenta con todas sus gracias, y la otra, en la escarpada costa del mismo Valle conocida hoy con el nombre de Martiánez o <<Cueva de los Siete Palacios>>, colgada sobre el mar, donde residía el mencey en la estación invernal.
Telesforo Bravo en un trabajo publicado en 1999 en la revista La Ladera [12] hace une muy escueta mención a esta cueva afirmando “La Cueva de los Siete Palacios (un espacio con siete huecos no muy grandes) tenía y puede que tenga aún huesos bajo una capa de estiércol”.
En un trabajo de prospección arqueológica realizado en el litoral del antiguo Menceyato de Taoro, concretamente en los municipios de Los Realejos, Puerto de la Cruz y La Orotava, los investigadores Alfredo Mederos Martín y Gabriel Escribano Cobo, al describir los resultados obtenidos en el Acantilado de Martiánez, mencionan la zona llamada Acantilado de Martiánez VIII, del siguiente modo [13]:”Cueva de habitación, situada a 55m sobre el nivel del mar, en la margen derecha del Barranco de Martiánez, en la trasera del Centro Comercial Las Pirámides de Martiánez, cuyo acceso exige técnicas de escalada al encontrarse colgada en el acantilado, localizada durante el inventario arqueológico del Puerto de la Cruz, tras descolgarse C. G. González unos 15m desde el Paseo Marítimo. Según el inventario podría tratarse de la Cueva de los Siete Palacios, porque presenta siete pequeñas cámaras en su interior. Está orientada a 280ºW, con una boca de 1,30m de longitud a la entrada, 1,40m de altura y unos 11m de profundidad, ganando amplitud en el interior donde se alcanzan 6m de ancho y 2.20-2.75m de altura. En superficie se documentó restos humanos, obsidiana  y huesos de ovicaprinos.     
    
El Acantilado de Martiánez, visto desde las desaparecidas Piscinas de Martiánez. A la derecha del acantilado se sitúa la Cueva de los Siete Palacios. Foto publicada por Agustín Miranda Armas
En un trabajo reciente sobre la Ladera de Martiánez publicado en 2011, Vicente Valencia Afonso y Miguel Ángel Martín Díaz, [14], al mencionar los yacimientos arqueológicos y etnográficos de la citada ladera, describen la zona denominada Laderas de Martiánez IX, del siguiente modo:”Se localiza en el tracto superior del Acantilado de Martiánez, a 10m de distancia en dirección sur del paseo peatonal construido por el borde superior de Laderas de Martiánez. A esta cueva se la conoce con el nombre de Cueva de los Siete Palacios, por disponer en su interior de siete cámaras independientes. En ella se han documentado restos esqueléticos humanos, óseos de fauna terrestre, además de lascas de obsidiana. El emplazamiento se adecua al modo de prácticas propias del mundo funerario guanche, en la que se eligen cavidades que presenten un difícil acceso que favorezca la protección de sus muertos”.


[1]       La familia del Rey Bentor. Leopoldo de la Rosa Olivera. Anuario de Estudios Atlánticos. Vol. 23, 1977.   

[2]       Historia del Pueblo Guanche, Tomo I. Juan Bethencourt Alfonso, p 343. Ed. Francisco Lemus. La Laguna. 1991.

[3]       Serra Ráfols, Elías (1978). Las Datas de Tenerife (libros I al IV de datas originales). Instituto de Estudios Canarios. La Laguna. Página 146.

[4]       Moreno Fuentes, Francisca (1992). Las Datas de Tenerife (libro primero de datas por testimonio). Instituto de Estudios Canarios. La Laguna. Página 29. 

[5]       Historia del Pueblo Guanche.  Tomo I, p. 419.
           
[6]       El Isleño, 9 de enero de 1940.Santa Cruz de Tenerife

[7]       El Conservador, 24 de diciembre de 1839. Se refiere al periódico El Conservador editado en Santa Cruz de Tenerife, que desapareció y fue sustituido por El Isleño, aunque la empresa editora era la misma. Este último era un periódico de tirada diaria, a excepción de los lunes. La suscripción al periódico costaba 10 reales de vellón mensuales.

[8]       Una braza equivale 1,852 metros, por lo que bajaron  entre 25,9283  y 27,78 m, que redondeados son entre 26 y 28 metros.

[9]       Un pie castellano equivalía  a 0,2786 metros,  por lo que la cueva tenía alrededor de 1,4 metros de alto y 0,84 m de alto.

[10]     Una vara castellana equivalía a 0,836 m,  por lo que el “paso” tenía alrededor de 6,5 metros

[11]     Alrededor del Charco: Historia y Leyenda del Puerto de la Cruz. Melecio Hernández Pérez. Ed. Idea. p.8, 1995.

[12]     El Acantilado de Martiánez. Revista La Ladera de Martiánez, nº0. Telesforo Bravo. 1999. Excmo. Ayuntamiento del Puerto de la Cruz.

[13]     Prospección arqueológica del litoral del Menceyato de Taoro. Municipios de Los Realejos, Puerto de la Cruz y La Orotava (Tenerife). Alfredo Mederos Martín y Gabriel Escribano Cobo. Rev. Canarias Arqueológica, 16: 91-130, 2008.

[14]     Modelo de adecuación y puesta en  valor de la Zona Arqueológica Laderas de Martiánez. Vicente Valencia Afonso y Miguel Ángel Martín Díaz. Rev. Canarias Arqueológica, 19: 1-33, 2011. 

martes, 17 de mayo de 2016

Presencia guanche en el Acantilado de Martiánez

En la primera de las crónicas relacionada con la zona de Martiánez, recogí las memorias escritas por el geólogo portuense Telesforo Bravo, hablando de sus múltiples estancias en las cuevas del este acantilado, donde constató que algunas, con seguridad, pudieron haber servido para alojamiento de la población guanche. Hablé asimismo del origen del topónimo, y en la siguiente crónica comenté de la importancia que para nuestro pueblo tuvo el agua de la Fuente de Martiánez. En esta nueva crónica, vamos a corroborar las impresiones de D. Telesforo acerca de la presencia guanche en el Acantilado de Martiánez y veremos una narración donde se describe el hallazgo de numerosos restos de los aborígenes, en una de estas cuevas necrópolis del acantilado utilizada por los guanches.
Introducción
En un artículo aparecido en la revista La Ladera de Martiánez editada por el Ayuntamiento del Puerto de la Cruz, en su número 0 [1], D. Telesforo Bravo publicó un trabajo que tituló el Acantilado de Martiánez, que por su interés vamos a reproducir parcialmente. “Desde el plano de la Playa de la Barranquera había un camino empedrado para subir a La Fuente, que permitía a personas y caballerías para llenar bernegales y barriles de agua para uso doméstico. Desde La Fuente partían caminos a uno y otro lado para subir a La Paz o a San Amaro por lugares accesibles. El agua de La Fuente nace en el contacto entre una capa roja de tierra recocida (almagre), y una gruesa capa superpuesta de roca traquítica de unos 20 metros de espesor total. Hay algo de escoria en la base de la traquita que le sirve de “cama”, por donde circula el agua que se infiltra en los Llanos de La Paz. 
Acantilado de Martiánez. Se aprecia el camino para llegar a la Fuente de Martiánez. Autor anónimo
Delante de la fuente había una terraza amplia atravesada por un canalillo que llevaba el agua sobrante hasta un estanque donde se almacenaba. Allí había plantas acuáticas y ranas verdes. Antaño, el agua debía ser de buena calidad, pero al cultivarse los Llanos de la Paz y más tarde construirse un denso caserío sin alcantarillado, se ha contaminado y son imposibles de utilizar, saliendo “aguas negras” por algunos puntos del acantilado. A principios del siglo XX, se llevó agua entubada hasta el “Chorro Cuaco”, hoy en desuso, y más tarde se abrió otro chorro en la proximidad de la playa de La Barranquera.
Este último aspecto ya fue tratado con cierta amplitud en mi última crónica de modo que no voy a insistir sobre él. El cuerpo importante de esta tercera crónica dedicada a la zona de Martiánez va a versar sobre sus primitivos pobladores, es decir, sobre los guanches.
Restos guanches en la zona del Puerto de la Cruz
Al hablar de la presencia guanche en la zona del Puerto de la Cruz, D. Telesforo, en el mismo trabajo antes comentado, afirmó:”La subsistencia de cualquier lugar habitado depende de disponer de agua y recursos adyacentes, como ganado y tierra de cultivo. En el caso del Puerto de la Cruz, la existencia de la Fuente de Martiánez en tiempos de los guanches, debía ser un recurso para mantener una población permanente. En las costas, después de agotar los pastos de invierno, los pastores aborígenes tenían que buscar las frescas medianías, dejando la población básica y permanente en la costa”.  
Pasaremos a continuación a narrar las evidencias que se han encontrado para aseverar que el Acantilado de Martiánez fue una zona ampliamente utilizada por los guanches, que tuvieron en ella viviendas y que usaron como necrópolis. 
El escribano lagunero José Anchieta y Alarcón, informó [2] a mediados del siglo XVIII, de la existencia en una de las cuevas de la Ladera de Martiánez de “abundante leña de sabina y muchos huesos y cuerpos de guanches”. El citado escribano hizo constar que se había extraído un cuerpo entero, para mostrarlo, previo pago, a los interesados en su contemplación, afirmando que “en una cueva de los Riscos de Martiánez se descolgó con una soga uno a una cueva del risco y entró en ella y dijo que están muchos huesos y cuerpos de guanches en la misma forma que ahora se hallaron estos, y sacó uno entero que enseñó en el puerto y trajeron a la villa a enseñar y sacaba sus reales del que los quería ver, y dice que había en dicha cueva mucha leña de sabina y sacó porción. Esto así me lo dijeron de público muchos de la Villa que lo vieron…”
Como vemos por el relato del cronista lagunero, el expolio y la explotación económica de los restos de nuestros antepasados guanches, comenzó desde bien pronto y como veremos continuó sin interrupción hasta bien entrado el siglo XX.  
          Los historiadores Elías Serra Rafols (1898-1972) [3], Leopoldo de la Rosa Olivera (1905-1983) [4] y Diego Cuscoy (1907-1987) [5], estudiosos del pasado guanche, insistieron en 1965, con ocasión de una conferencia del primero de los citados en la ciudad de La Laguna, que era necesario retrotraer la fecha fundacional de la ciudad del Puerto de la Cruz dada por José de Viera y Clavijo (1731-1813), pues en su opinión habían datos suficientes para hacerlo, ya que tal como señaló Diego Cuscoy, en lo que hoy es el Puerto de la Cruz y muy particularmente en la zona conocida como La Paz, “antes de la conquista de la isla por los castellanos, existía un importante poblado guanche, lo que indudablemente acrecentaba su antigüedad como núcleo poblado”.   
        Tenemos fehaciente constancia de la veracidad del comentario de Cuscoy, pues en el mes de julio de 1879, el periódico Los Sucesos [6] que se editaba en Santa Cruz, se hacía eco de un importante hallazgo de restos aborígenes en las cuevas del Acantilado de Martiánez. A continuación, reproduzco literalmente el artículo publicado por el citado periódico.
El día 5 de julio (de 1879) se han encontrado en una cueva situada en la Ladera de Martiánez (encima de las huertas de Aguilar [7]), una osamenta inmensa, restos humanos, lo menos de 300 individuos, que por cierto, se hallan perfectamente conservados. Pertenecían, sin duda, a los primitivos habitantes de Tenerife, pues en la misma cueva aparecieron fragmentos de obsidiana y agujas de hueso. Se cree fundadamente, que esos restos es lo que queda de restos de momias destruidas por la acción del tiempo, atendiendo a que la entrada de la gruta está abierta al norte y expuesta por lo tanto a las brisas del mar. Este hallazgo ha tenido lugar por dos hombres que descendieron a la cueva colgados con cuerdas, porque es de muy difícil acceso, en busca del guano que suponían podía existir en aquel paraje, guarida predilecta de palomas y aves marinas.
Las personas ilustradas que se dedican al estudio de la raza primitiva están de enhorabuena, pues tienen gran colección de cráneos para comprobar las hipótesis que existen sobre el origen de los guanches o deducir otras nuevas. Es de suponer de la amabilidad del dueño de aquel tesoro, Sr. D. Ramón Gómez, que lo pondrá a disposición de los entendidos en esta materia.”
D. Ramón Gómez
          Puesto que en la crónica del periódico santacrucero Los Sucesos, se menciona a Ramón Gómez como “dueño de aquel tesoro”, creo oportuno incluir aquí algunos comentarios sobre él, puesto que al conocer sus actividades, podremos comprender también, cuál era la manera de comportarse de nuestros antepasados con los restos de los aborígenes guanches, que de vez en cuando solían aparecer en algunas cuevas.
 Ramón Gómez (1850-1919), fue boticario, naturalista, comerciante y museólogo portuense, según se anunció en el periódico ABC en 1913. El farmacéutico Alfonso Morales Morales, estudioso de la nómina de los farmacéuticos canarios, en su Obra “Perfiles de Farmacia” [8], al hablar del citado farmacéutico reseña literalmente su partida de bautismo de Ramón Gómez, que es del tenor siguiente: “Nació en el Puerto de la Cruz de la Orotava el 22 de junio de 1850 y fue bautizado el 1 de junio del mismo año, siendo su madrina Dª Gabriela Barrios, siendo hijo natural de Ignacia Gómez Rodríguez, natural y vecina, padre desconocido”. Este dato explica el por qué el farmacéutico en cuestión, siempre resulta citado con un único apellido, ya que era hijo natural de padre desconocido.
Ramón Gómez (1850-1919). Autor anónimo

 Ramón Gómez casó en 1873 con Amalia Benítez Méndez, con quien tuvo una única hija, Leticia Gómez Benítez, la cual andando el tiempo casó con Juan González Sanjuán, que fue alcalde de nuestro pueblo y que era conocido popularmente como D. Juan Sanjuán. El matrimonio Gómez- Benítez vivió justamente en la casa que en la que estaba la sede de la botica, vivienda que actualmente está desaparecida y cuya entrada estaba situada por la calle de Santo Domingo.
Casa de D. Ramón Gómez, en el cruce de las calles Santo Domingo y San Telmo. Autor anónimo
 Ramón Gómez tenía su farmacia situada en la esquina del cruce del Paseo de San Telmo con la calle de Santo Domingo, siendo la dirección de la farmacia Santo Domingo nº 22, edificio donde además de vivir el matrimonio tenía también una especia de "museo", que en algunos casos aparece citado como Museo Gómez
Casa de D. Ramón Gómez, por la parte que daba al Paseo de San Telmo. Autor anónimo
 Una parte considerable de los restos humanos sacados de la cueva del Acantilado de Martiánez anteriormente descrita y que estaban en manos de Ramón Gómez, fueron a parar a Santa Cruz de Tenerife tal como reseñó en su día el periódico santacrucero El Memorándum [9], en un suelto que a continuación cito literalmente: “Apenas tuvo conocimiento el Sr. D. Juan Bethencourt, Licenciado en Medicina, del descubrimiento hecho en una cueva de la Ladera de Martiánez, que encerraba una osamenta considerable de restos humanos pertenecientes a los primitivos habitantes de esta isla, marchó a dicha localidad y ha retornado de ella trayendo más de cien cráneos que regalará probablemente al Gabinete Científico de esta ciudad, prestando un importante servicio a las personas ilustradas.”


Anuncio publicitario en inglés de Ramón Gómez en la Guía Brown

Sabemos que Ramón Gómez conservaba y vendía en su casa-museo de la calle de Santo Domingo, nº 22, un notable conjunto de diversos objetos, algunas de ellos pertenecientes a los antiguos pobladores de la isla, según aparecía en un anuncio publicado en inglés en la Guía de Madeira, Islas Canarias y Azores, escrita por el inglés Samler Brown, de la que se publicaron catorce ediciones en inglés, español y portugués, algunas de las cuales llegaron a alcanzar hasta dos mil ejemplares [10].
Vemos pues, que en el anuncio -publicado en inglés-, se alude a la existencia de una amplia colección de flora y fauna de todas las partes de las siete islas, así como de especímenes geológicos. Lo más significativo e importante para nuestro propósito es el comentario siguiente,”se ven y se pueden comprar objetos etnográficos y antropológicos descubiertos en los sepulcros guanches”.
En otro anuncio publicado en otra edición de la citada Guía Brown en 1906, en el que la numeración de la casa había pasado de ser Santo Domingo 22 a Santo Domingo 21, se indicaba que todos los medicamentos y productos químicos que se vendían en su farmacia, estaban suministrados por la Casa Allen and Hanbury de Londres, Dispensador Internacional. 
Anuncio de Ramón Gómez publicado en la Guía de S. Brown

En el siguiente anuncio, señalaba también que tenía disposición del público, un surtido de artículos de aseo y un dispensario internacional y que se hablaba inglés y francés. Finalmente, también se mencionaba que tenía una gran colección de fauna y flora de las siete islas y que se podían ver y comprar muestras geológicas, etnográficas, objetos antropológicos descubiertos en sepulcros guanches, mapas antiguos y raros, así como que tenía para vender un stock de pájaros nativos.
Publicidad de Ramón Gómez en la Guía Brown
Vemos pues, por la información proporcionada por los anuncios, que Ramón Gómez, aparte de ser boticario, también negociada con una gran variedad de objetos de diversa índole, pues aparte de especímenes de la flora y fauna de las islas, tenía y comerciaba con objetos que pertenecieron a nuestro antepasados guanches, que con toda seguridad compraba a aquellas personas que los hallaban en las cuevas sepulcros, donde fueron enterrados nuestros antepasados aborígenes. 
Esta es una pequeña muestra de la nula importancia que durante los siglos anteriores se dio a estos preciosos vestigios de nuestro rico pasado, que en lugar de ser conservado y expuesto para general conocimiento, se utilizó por algunos desaprensivos para ganar dinero, con su exhibición y venta, con la natural y lógica dispersión y desaparición de muchos de estos restos.
Uno de los objetos de los antiguos guanches que tenía en su colección Ramón Gómez, era un ídolo llamado Guatimac o Ídolo de Guatimac, que estaba realizado en barro cocido. El ídolo se halla incompleto pues le faltaban dos apéndices que le salían de la cabeza; junto al cuello posee un agujero, probablemente para pasar una correa, ya que se cree que este tipo de ídolos fueron concebidos para ser colgados al cuello. 
Ídolo guanche Guatimac, hallado en el  Barranco de Herques. Fasnia. Isla de Tenerife. 
 Museo Arqueológico del Puerto de la Cruz

Los estudiosos creen que este tipo de ídolos eran utilizados por la casta sacerdotal aborigen de los Kankus [11] o bien por los Guadameñes [12]. En el lugar del hallazgo del ídolo, situado en el Barranco de Herques, en la localidad de Fasnia, se habían encontrado, a mediados del siglo XVIII, abundante número de momias guanches en una cueva sepulcral. 
Otra foto del ídolo guanche Guatimac, hallado en el  Barranco de Herques. Fasnia. Isla de Tenerife. 
 Museo Arqueológico del Puerto de la Cruz
Uno de los primeros investigadores en tratar el tema de los ídolos guanches fue el ya citado Dr. Juan Bethencourt Afonso (1847-1913), quien estudió el idolillo que estaba en poder de Ramón Gómez y lo describió [13] como sigue: “Uno de los (ídolos) que hemos estudiado procede del farmacéutico del Puerto de la Cruz, Don Ramón Gómez, encontrado en 1885 en una grieta de una cueva del Barranco de Erques en Fasnia, envuelto en pieles como todos los hallados; es un poco más pequeño, pero es de la misma familia, se trata de un guatimac, o sea como dice el vulgo un muñeco de barro que a guisa de pectoral llevaban colgados al cuello los sacerdotes guadameñes. El símbolo o idolillo de que nos ocupamos es de barro cocido, aunque la torrefacción resulta desigual y de un color blanco amarillento. La figura está incompleta por haberse roto un pequeño trozo de lo que pudiera llamarse bóveda craneana, o mejor capacete, como lo indica la interrupción del perfil, y la línea de puntos señala el sitio, hacia el cuello, donde le atraviesa un agujero para pasar la correa y a fin de llevarla colgada. La figurilla es aplastada de delante a atrás y de un grueso en dicho sentido de 6 a 7 milímetros, menos en la base que tiene un centímetro”.


José Bethencourt Alfonso (1847-1913)
El público en general, llamaba a estos idolillos con el término “santito de los guanches” o también “muñeco” y en la opinión de Juan Bethencourt Afonso ha sido “el espíritu de destrucción de nuestros campesinos la causa de que no hayamos podido estudiar otros ejemplares”.
Este ídolo junto con el resto de la colección que Ramón Gómez no pudo vender, se encuentran actualmente en el Museo Arqueológico del Puerto de la Cruz, producto de la donación que hizo su yerno, Juan González Sanjuán, que fue alcalde de nuestro municipio, cuando se prohibió tener restos arqueológicos de nuestros antepasados en colecciones particulares. La donación fue hecha inicialmente al Instituto de Estudios Hispánicos del Puerto de la Cruz y con el material de este centro y diversas aportaciones, se fundó el actual Museo Arqueológico de nuestro pueblo, donde se encuentra el ídolo descrito. 
 La parte de los restos aborígenes que se llevó el Dr. D. Juan Bethencourt, procedente del hallazgo comentado inicialmente en la Ladera de Martiánez, pasó a formar parte del Gabinete Científico que él fundó en Santa Cruz de Tenerife.
Esta narración constituye un buen ejemplo para mostrar el escaso interés y respeto que lamentablemente y con carácter bastante general, la población de la isla, y la de nuestro pueblo en particular, mostraba hacia el hallazgo de restos de nuestros antepasados, los primitivos pobladores de las Islas Canarias.
Cerámicas y Momia guanche en poder de Ramón Gómez
         El citado farmacéutico Ramón Gómez llegó a tener a la venta en su casa un gran lote diverso de objetos de uso práctico y diario en la vida de los aborígenes guanches, entre ellos una cierta variedad de objetos cerámicos. En la fotografía siguiente se muestran algunos de esos objetos en las habitaciones destinadas a museo que el farmacéutico poseía en su casa de Santo Domingo, donde como ya comentamos  estaba asimismo situada su farmacia.
En la siguiente foto realizada por unos extranjeros de habla inglesa que visitaron el museo de Ramón Gómez en el Puerto de la Cruz, podemos ver diversos objetos hechos de barro, que en la foto aparecen descritos como “guanche cooking utensils”, es decir, utensilios guanches para cocinar.

Guanche cooking utensils”. Utensilios guanches para cocinar. Foto cedida por MMM-Ball


Objetos y restos guanches a la venta en el Museo Gómez.
Foto cedida por el Museo Arqueológico del Puerto de la Cruz
        Asimismo, en la siguiente fotografía podemos apreciar como Ramón Gómez llegó a tener una momia guanche en su casa, si hacemos caso a la descripción que acompaña a la foto. El pie de foto no deja lugar a dudas, pues se lee perfectamente “Mummie of a guanche”, aunque de acuerdo con el diccionario, la ortografía no es correcta pues debe escribirse Mummy en lugar de Mummie.
Para mejor datación, el pie de foto añade “Gómez. Orotava”, en clarísima alusión al Museo Gómez del Puerto de la Cruz, pues como es bien conocido de todos, nuestro pueblo se designaba hasta finales del siglo XIX, como Puerto Orotava o también Puerto de la Cruz de la Orotava. 


Momia de un guanche. Colección Ramón Gómez. Foto cedida por MMM-Ball


Momias guanches en el Mueso Gómez. Foto cedida por el Museo Arqueológico del Puerto de la Cruz
Junto a la foto de las momias y de los utensilios guanches, hemos obtenido una foto de una amplia colección de cráneos cuidadosamente organizados en una estantería.Teniendo en cuenta, que una parte importante del numeroso grupo de cráneos guanches encontrados en Martiánez, más de 100 al decir de la crónica del periódico Sucesos, se encontraban en poder de D. José Bethencourt Afonso y que éste fundó y fue director del Gabinete Científico de Santa Cruz de Tenerife, y que más tarde este ente pasó a formar una sección del Museo del Hombre y la Naturaleza de Santa Cruz de Tenerife, no resulta descabellado suponer que una parte importante de los restos guanches encontrados en la Ladera de Martiánez estuvieran inicialmente en el Gabinete Científico y es posible que parte de ellos, se encuentren en estos momentos en el citado museo de Santa Cruz de Tenerife, aunque consultado el personal científico del citado centro, no pueden afirmar nada al respecto, por carecer de la adecuada documentación sobre muchos de los restos que en este centro existen, algunos de los cuales provinieron del Gabinete Científico.  
Cabe por tanto especular, conque parte de estos restos, bien sean del desaparecido Gabinete Científico fundado por José Bethencourt Afonso, bien sean del antiguo Museo Gómez, provengan de los encontrados en la cueva de la Ladera de Martiánez [14].

Colección de cráneos guanches. Cedida por MMM-Ball
             
              A continuación, muestro varias imágenes más, cedidas por el Museo Arqueológico del Puerto de diversos objetos relacionados con la cultura guanche.

Conchas marinas usadas para la fabricación de objetos de adorno. Cedida por el Museo Arqueológico del Puerto de la Cruz 
Collar hecho con conchas marinas. Cedida por el Museo Arqueológico del Puerto de la Cruz 
Fragmentos  de cabellos de aborigen. Cedida por el Museo Arqueológico del Puerto de la Cruz 

El Museo Casilda de Tacoronte 
A continuación, como otro ejemplo del mal manejo que se hizo hasta bien entrado el siglo XX de los restos de los aborígenes guanches, comentaré muy brevemente los avatares de la colección del llamado Museo Casilda. En realidad, este museo fue fundado por Sebastián Pérez Yanes y se hallaba en el término municipal de Tacoronte. aunque siempre fue conocido como Museo Casilda, parece que en honor a la madre del fundador, que se llamaba así. 
Resulta probado que en 1864 este museo poseía seis momias guanches aunque diferentes estudiosos difieren en el número total. En 1868, al fallecer Sebastián Pérez Yanes, dejó en su testamento como albacea a Diego Lebrún, quien al recibir diversas ofertas económicas para la compra de las momias guanches del museo, vendió parte de ellas a Fernando Cerdeña, un emigrante canario afincado en Argentina, que después de la compra las trasladó hasta este último país, donde permanecieron en Necochea, Argentina, durante muchos años. 
Para no alargar la historia contando todas las vicisitudes, sólo diré que después de arduas negociaciones, dos de las momias guanches procedentes del desaparecido Museo Casilda volvieron a la isla, adquiridas por el Organismo Autónomo de Museos y Centros de Tenerife.
Finalmente, a título de homenaje a las personas que tanto han batallado por recuperar las momias que existían en el desaparecido Museo Casilda de Tacoronte, pongo las fotos de estas momias, que permanecieron hasta 2003 en el Museo Municipal de Ciencias Naturales de Necochea, en la provincia de Buenos Aires (Argentina), hasta que han sido finalmente recuperadas y actualmente se encuentran expuestas al público en el Museo de la Naturaleza y el Hombre de Santa Cruz de Tenerife.

Momia guanche procedente de Necochea (Argentina), que previamente estuvo en el Museo Casilda de Tacoronte. En la actualidad se halla en el Museo del Hombre y la Naturaleza de Santa Cruz de Tenerife. 
Imagen cedida por MMM-Ball 

Momia guanche procedente de Necochea (Argentina), que previamente estuvo en el Museo Casilda de Tacoronte. En la actualidad se halla en el Museo del Hombre y la Naturaleza de Santa Cruz de Tenerife. 
Imagen cedida por MMM-Ball 

Nota.- Agradezco a Manuel Martín Martínez o MMM-Ball, como a el le gusta firmarse, en recuerdo a su antepasado, D. Carlos Ball, que vivió en nuestro pueblo, el haberme proporcionado las imágenes de los utensilios, restos y momias guanches. Igualmente, agradezco a Juana Hernández Suárez, Directora del Muse Arquelógico de Tenerife el haberme proporcionado diversas fotos del material arqueológico perteneciente a dicho Museo.  

             [1]       El Acantilado de Martiánez. Telesforo Bravo. Puerto de la Cruz. Tenerife. Revista La Ladera.  Excmo. Ayuntamiento del Puerto de la Cruz. nº0.

              [2]       Diario de José de Anchieta y Alarcón. Ed. Idea. 2012.

  [3]      Elías Serra Rafols (1898-1972), nació en Mahón, en la isla de Menorca y fue Catedrático de       Historia de la Universidad de La Laguna entre 1962-1968. Se especializó en el estudio de diversos aspectos , especialmente en la Conquista de las Islas Canarias, recopilando en una importante labor, junto con un grupo de especialistas formados a su vera, las Datas de Tierras de Tenerife y los Acuerdos del Cabildo, obras de obligada consulta para todo el que quiera estudiar la historia de nuestras islas.

[4]       Leopoldo de la Rosa Olivera (1905-1983), nació en San Cristóbal de la Laguna y  fue Doctor en Derecho que ejerció como profesor de Derecho Administrativo en la Universidad de La Laguna. Ingresó en 1930 en el Cuerpo de Secretarios de Corporaciones locales, y fue secretario del Cabildo de Tenerife y de la Mancomunidad de Cabildos. Asimismo, fue director en varias ocasiones del Instituto de Estudios Canarios y de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife. Desempeñó el cargo de Cronista Oficial de la ciudad de La Laguna, fue miembro de la Real Academia de la Historia de la Isla de Tenerife y ha pasado a la historia canaria, por sus rigurosos estudios y publicaciones sobre los guanches.

[5]       Luis Diego Cuscoy (1907-1987), fue un catalán maestro de escuela que estudió Magisterio en La Laguna y desempeñó sus funciones de maestro en varias localidades de la isla. Se interesó por la arqueología durante su estancia en El Sauzal y llegó a ser primero, auxiliar de la Comisaría de Excavaciones Arqueológicas de las Canarias Occidentales y después Comisario Provincial de esta entidad desde 1951 hasta 1969. Fue director del recién creado Museo Arqueológico de Tenerife en 1958, cargo que desempeñó hasta su muerte. Su obra principal es Los Guanches, publicada en 1968. Parte de los hallazgos de este investigador se conservan en el Museo Arqueológico del Puerto de la Cruz.

            [6]       Los Sucesos fue un periódico santacrucero de edición diaria. El artículo salió publicado en el nº 200 de 5-VII-1879.

[7]    En los Anales del Puerto de la Cruz, del cronista portuense A. Rixo, en la página 426 correspondiente al año 1859 se cita la huerta de Aguilar, en los siguientes términos: "Hubo copiosas lluvias, corriendo los barrancos, causando varios daños; el de Martiánez en la calzada y parapetos del paseo, lo mismo que en el lado opuesto, huerta de Aguilar (20-12 noviembre)".

[8]      Perfiles de Farmacia. Alfonso Morales y Morales. Ed. Idea, 2005, p. 45-51. En el mismo libro se agradece al historiador Dr. D. Manuel Rodríguez Mesa el haberle proporcionado la información, cosa que yo también hago, como usuario de la misma.

[9]       El Memorándum, 10-VII-1879.

[10]   Alfred Samler Brown edita su obra Madeira y las islas Canarias (Madeira and the Canary Islands) por primera vez en 1889. Conviene señalar que va a ser la primera guía turística seria a nivel mundial, pues se va a reimprimir 14 veces a lo largo de cuarenta y tres años (1889-1932). Algunas de las ediciones se hicieron en español. En las siguientes ediciones ya se incluye también a las Islas Azores, (1889-1932). Pedro Nolasco Leal Cruz. XX Coloquio de Historia Canario- Americana. 17-X-2012.

[11]     Los Kankus en Tenerife, eran los sacerdotes aborígenes responsables del culto a los espíritus de los antepasados.

[12]     Guadameñe es una palabra  guanche equivalente a sumo sacerdote,  hechicero u hombre adivino. Los guadameñes eran los encargados de asesorar a los menceyes guanches.


[13]     Historia del Pueblo Guanche. Tomo I. Su origen, caracteres etnológicos, históricos y lingüísticos. Tomo I, p. 292. Juan Bethencourt Alfonso.  Edición anotada por Manuel A. Fariña González. Editor Francisco Lemus.

[14]         Otra posibilidad que estimo menos probable es que sean del Museo Arqueológico de Las Palmas de Gran Canaria, situación que no es descartable por completo.