miércoles, 26 de octubre de 2016

La Playa de Martiánez hasta 1958

           Narro en esta y la siguiente crónica, los aspectos más sobresalientes de la zona de Martiánez de los siglos XVIII, XIX y las cinco primeras décadas del XX, destacando los hechos que a mi juicio son más dignos de mención.
           Comento el intento de establecer un puerto marítimo en 1769 en la zona de Martiánez, que todo parece indicar llegó hasta la Casa Real, pero que no surtió ningún efecto positivo, por lo que posteriormente, en 1906, aprovechando la visita que Alfonso XIII hizo a Canarias, en su paso por el Puerto de la Cruz, los balcones, por indicación de su alcalde, se llenaron de carteles reivindicando la construcción del Puerto de Martiánez.   
            También describo las transformaciones de los cultivos experimentados en los llamados Llanos de Martiánez, que pasaron por la vid, los cebollinos para terminar con los plátanos en torno a los primeros años de la década de los 60, dando asimismo una ligera noción de cómo era el desparecido Bajío de Martiánez y de su riqueza en flora y fauna. 
El Puerto de Martiánez
         La población del Puerto de la Cruz vivió durante muchos siglos soñando con la construcción de un muelle que permitiese la salida al mar de los productos cultivados en la zona norte de la Isla de Tenerife, muy particularmente el vino malvasía, que se cultivaba en todo el norte de la isla y se embarcaba hacia Inglaterra y América, en los numerosos barcos ingleses que venían a recogerlos transportándolos en sus navíos hacia los países citados.
           Se barajaron diversas alternativas para la construcción de un muelle que no es el momento de comentar, pues sólo voy a citar con cierto detalle el proyecto de construcción del Muelle de Martiánez, que como su nombre indica se quería construir en la playa del mismo nombre.
           El cronista portuense A. Rixo [1], en el comentario correspondiente a 1769 de sus Anales, en relación al Puerto de Martiánez, afirma:“Celebróse una Junta para mandar dos comerciantes comisionados ante la autoridad competente, a fin de tratar de la construcción de un muelle, y los Diputados de este Puerto representaron sobre que se construyese en la Playa de Martiánez (libro municipal, nº 5, folios 178 y 188).
Un poco más adelante vuelve a insistir sobre el tema, afirmando:”Parece que la representación acerca de lo ventajoso que sería la construcción del citado muelle en Martiánez la escribió el presbítero don José Viera y Clavijo, a nombre de su pariente don Antonio Nicolás Cabeza [2], Síndico Personero de este Ayuntamiento, cuyo papel fue dirigido al Comandante General para que lo elevase al conocimiento de S. M. En efecto S.E. lo verificó y el Rey lo tuvo presente. En el archivo municipal no existe ni aún copia de tan recomendable documento, pero obtuvimos esta noticia de una memoria del señor Viera titulada Historia de mi vida literaria, en la cual, entre las piezas que escribió, numera dicha representación (también parece que el 3 de junio de este mismo año 1769, se hallaba  dicho señor Viera en este pueblo, donde tuvo ocasión de observar el paso de Venus por el disco del Sol). Indícase la fecha de 18 de mayo en que fue presentada la solicitud en Cabildo General [3].
         Probablemente, el proyecto de muelle a que se refiere A. Rixo como elaborado por Viera y Clavijo, podría ser el que se encuentra en el Archivo Histórico Nacional de Madrid, que está reproducido en la página 607 del libro “Apuntes para la Historia de la Antiguas Fortificaciones de Canarias” [4], que a continuación muestro:

Mapa del Puerto de la Cruz y la Playa de Martiánez. Dibujo anónimo. Hacia 1769. 
                                       Archivo Histórico Nacional. Madrid.
         La zona en la que estaba proyectado construir el citado muelle se encuentra muy próxima al Acantilado de Martiánez, justamente en la desembocadura del barranco del mismo nombre, lo que da una idea de lo poco acertada de la propuesta, pues cada vez que se produjera un aluvión del citado barranco, el hipotético puerto construido hubiera sufrido serios problemas.  

Imagen de la Playa de Martiánez, con la desembocadura del barranco del mismo. En torno a 1910. Fragmento 
            de una foto de Marcos Baeza Carrillo coloreada por R. Afonso Carrillo.
Playa de Martiánez, en la zona próxima al acantilado del mismo nombre. 
                Foto de autor anónimo coloreada por R. Afonso Carrillo.
Para ayudar a entender el plano anterior, describiré someramente la situación utilizando las mismas letras que en él figuran en su parte superior derecha.

Leyenda del mapa del Puerto de Martiánez
El puerto planteado se apoyaba por su lado oeste en los llamados Riscos de la Restinga (A, B, C) y por el este en el Acantilado de Martiánez, extendiéndose hasta la altura de la llamada Laja de la Sal (F). La anchura en el borde de la playa (AE), sería de 450 varas (unos 335 metros) y para entendernos mejor, la posible rada abarcaría desde el muro del antiguo Charco de la Soga, hasta el borde del Acantilado de Martiánez.
El cierre de este Puerto estaba provisto se hiciese construyendo un dique sobre las rocas del Restinga, hasta aproximadamente la altura de la Laja de la Sal, un saliente rocoso del Acantilado de Martiánez, situado aproximadamente a la altura del actual Hotel Semíramis, sobre el cual este hotel, construyó una piscina de uso privado, puesto que acceso a ella sólo podía hacerse a través del citado hotel, ya que este establecimiento consiguió el permiso  de la Dirección de Costas para su uso privado, y el citado permiso finalizó en 2008. 

Vista de la Laja de la Sal desde el Acantilado de Martiánez. Foto cedida por Bernardo Cabo Ramón 
La Playa de Martiánez vista desde la Laja de la Sal. Foto publicada en el periódico 
                                              Diario de Avisos (15-IX-2014)
En los Anales de A Rixo, en la crónica correspondiente a 1856, se afirma:“Desde el día 12 de diciembre (1856) convocó el Sr Alcalde. D. Tomás Fidel Cólogan una Junta particular de vecinos para oír sus dictámenes acerca de la conveniencia de construir un muelle por considerarse la medida más eficaz para hacer revivir este decaído puerto mar. Concurrió también el que esto escribe (es decir A. Rixo)  y opinóse por lo manifestado por los concurrentes marítimos de haber sido más ventajosa la obra y de menos gasto construyéndolo en el Bajío de Martiánez, idea que también consta la tuvo este ayuntamiento en 1768 y lo suministré en un apunte, para que la boca del barranco quede sirviendo de Puerto. Por tanto se comisionó a los mismos sujetos a fin de sondear dicho veril e informar poco más o menos de la posibilidad del proyecto, con indicación del gasto, etc. Y el Alcalde, al tomar algunas noticias de los señores ingenieros existente hoy en Santa Cruz, éstos le descubrieron y confirieron privadamente un primoroso plano que con el mismo objeto y en el propio punto de Martiánez había sido levantado por el Ingeniero de su Majestad, don Andrés Amat de Tortosa, pero no tenía puesta la fecha. Sin embargo, puesto que está allí diseñado el Castillo de San Carlos, cuyo fuerte sabemos fue edificado del año 1769 adelante, claro está que después de esta época es que hubo de ser levantado el expresado plano. Es obra muy grande, rematado con una fortaleza por martillo, por lo que inferimos haber sido determinación del Rey Carlos III, quien tantas defensas y mejoras se dignó erigir en estas islas” [5].
No he podido encontrar más información acerca de este plano que comenta A. Rixo levantó A. Amat de Tolosa, pero sabemos por los Anales que en 1857, es decir, un año después: “en 15 de marzo ya se recibió orden del gobierno dirigida a D. Nicolás Benítez de Lugo, para proceder al estudio de la construcción del muelle intentado en el Barranco de Martiánez, aunque antes de eso se habrá ido ganando tiempo en hacer algunas sondas y reconocimientos oportunos” [6].
En 1865, es decir, nueve años después de la reunión comentada anteriormente, siendo alcalde el mismo Tomás F. Cólogan, A. Rixo comenta:”el ayuntamiento renovó la solicitud  para que se lleve a efecto la construcción del muelle en la Playa de Martiánez, cuyo expediente se remitió para Madrid en el correo Almogovar, salido el 23 de julio y cuya noticia fue publicada  en el periódico El Guanche, nº 539, del día 3 de agosto” [7].
En 1860 vuelve a comentarse en los Anales el tema del Puerto de Martiánez y A. Rixo dice al respecto:”habiéndose sabido que el gobierno había convenido en cooperar con cierta sumas para la construcción del muelle de Santa Cruz de la Palma, y también para otro en la Villa de Gáldar, isla de Gran Canaria, se reunieron algunos vecinos en nuestro Puerto a fin de que recordando las solicitudes anteriores se reprodujese la súplica a S. M. por igual gracia. En efecto, el Ayuntamiento con fecha 20 de julio hizo una representación motivando los antecedentes o circunstancia por que somos acreedores a que aquí se lleve a efecto esta utílisima obra. Remitióse dicho documento según es de ley por conducto del Gobernador Civil, quien exigió antes que todo le dijese el Ayuntamiento los medios con que contaba para el coste de la mitad de la fábrica, puesto que la demás cantidad la suministra el Estado. Y como dichos medios no era regular calcularlos hasta saber el importe a que la obra podía ascender, según la inteligencia de los Ingenieros, para entonces extender poco más o menos los recursos y esfuerzos del vecindario, no estuvo por eso el señor Gobernador y se devolvió la representación sin darle curso” [8].
El añorado Puerto de Martiánez no llegó a construirse, pero los habitantes del Puerto siguieron soñando con él durante casi siglo y medio después, exactamente, 137 años, pues en 1906, con ocasión de la primera visita de un monarca español a las Islas Canarias, el Rey Alfonso XIII las visitó y estuvo en el Puerto de la Cruz. El alcalde de aquella época D. Melchor Luz Lima, solicitó a los vecinos del Puerto de la Cruz y lo mismo hizo el alcalde de La Orotava, que se colgase en los balcones y en todos los lugares bien visibles, el nombre del Puerto de Martiánez, como una especie de recordatorio al monarca español, de que el Valle de la Orotava y no sólo el Puerto de la Cruz, seguían  esperando por este anhelado proyecto. 
El pueblo del Puerto de la Cruz, vitoreando al rey Alfonso XIII, a su llegada al muelle. A la izquierda, se ve la casa de la Real Aduana y en el centro la vivienda del Dr. D. Víctor Pérez.  Foto cedida por Bernardo Cabo Ramón.
El pueblo del Puerto de la Cruz, vitoreando al rey Alfonso XIII, a su llegada al muelle. Al fondo puede verse la vivienda del Dr. D. Víctor Pérez, con una enorme bandera en su fachada. Foto cedida por Bernardo Cabo Ramón.
Recorte de la foto anterior que permite leer el mensaje de la bandera española que adornaba 
            la vivienda del Dr. D. Víctor Pérez, en el muelle del Puerto de la Cruz.
        Muestro a continuación una foto del desaparecido Hotel Victoria de La Villa de la Orotava, en cuya fachada también se colocó un cartel reivindicativo de la construcción del Puerto de Martiánez, pues en este momento, los intereses de ambos municipios eran coincidentes en este punto.
  Foto de la fachada del desaparecido Hotel Victoria en la Plaza de la Constitución de La Orotava. Sobre la          puerta de entrada de la vivienda engalanadas por la visita del rey Alfonso XIII, se colocó el cartel 
                                   “PUERTO DE MARTIÁNEZ”. 1906. Autor anónimo.
        La reivindicación del Valle de la Orotava para lograr la construcción del anhelado muelle del Puerto de la Cruz no surtió el efecto deseado y quedó sumida en el baúl de los recuerdos.   
        A este respecto, comento que muy recientemente, concretamente en 2003, con motivo de la polémica sobre el muelle deportivo y comercial que se postula construir en la zona comprendida entre el actual muelle del Puerto de la Cruz y Playa Jardín, en un artículo publicado en 2013 por Noé Ramón en el periódico digital “canariasahora” [9], se mostró el proyecto del arquitecto Joaquín Galera para la construcción de un nuevo puerto comercial y deportivo de Puerto de la Cruz, situado a la entrada del núcleo turístico de la Zona de Martiánez. Según la noticia de la prensa digital, J. Galera lanzó una propuesta para la construcción de un nuevo puerto deportivo y comercial, situado a la entrada del núcleo turístico de Martiánez, y el arquitecto opinaba que su propuesta daba respuesta a una reivindicación histórica del Puerto de la Cruz.
Este puerto, según su promotor, ofrecería un atraque idóneo para las embarcaciones que comunicasen el norte de Tenerife con la isla de La Palma y en su proyecto se contemplaba que dispondría de aparcamientos de embarque de vehículos, guaguas y camiones, una estación marítima, paseos y zona de ocio. Una importante ventaja sería la comunicación directa con la autopista sin interferir con el tráfico de la ciudad.
El arquitecto criticaba que por medio del modelo elegido para construir esta obra, la empresa privada se apropiaba y beneficiaba durante 30 años del mejor y único suelo público que dispone la ciudad junto al mar y no ofreciera un atraque comercial para las comunicaciones con la isla de La Palma. En su opinión, el nuevo podía generar una amplia área de actividad comercial y aparcamientos, en detrimento de la zona turística y comercial de Martiánez, lamentando asimismo el arquitecto de que la obra fuera a incrementar los problemas de accesibilidad y circulación en la zona citada.
Proyecto de Puerto en Martiánez. Autor  Joaquín Galera, según el periódico digital 
                                          canariasahora del día 25-5-2013.
Los Llanos de Martiánez en el siglo XIX
 Como todos los portuenses conocemos, con el nombre de Llanos de Martiánez se designó a lo largo de los siglos XIX y XX, toda una extensa zona de cultivo, que abarcaba desde el Paseo de Aguilar y Quesada, hasta la Ermita de San Telmo, bordeando toda la costa, y subiendo paralelo a la calle de La Hoya hasta el mencionado Paseo de Aguilar y Quesada. Comento a continuación, algunos de los incidentes que afectaron a la zona, cambiando su fisionomía,  a lo largo de los siglos XVIII, XIX y la primera mitad del XX. Utilizaré para ello los atinados y certeros comentarios que el cronista portuense A. Rixo hace en sus Anales, señalando con la correspondiente cita, la pagina en la que se encuentra el comentario.
Así, en 1817, “los pudientes emprendieron cercar todo el Paseo o Vuelta de Martiánez con una pared de piedra y barro encalada y además se hizo un poyo que fue nombrado como de los patrones, aludiendo a que varios jugadores de cartas habían señalado un cierto tanto por ciento de sus ganancias para este y otros objetos públicos” [10].
En 1838 afirma que: “los días 23 y 24 de enero hubo en el Puerto de la Cruz un gran mar de leva, que a las horas de la mar llena, tanto de día como de noche, el mar enfurecido hizo un notable destrozo en toda la ribera del Puerto de la Cruz. En los Llanos de Martiánez, el mar subió por los sembrados que miran al naciente más de 30 varas, y quince varas por la parte de los que caen al norte, acabando de arrasar la pared de aquel paseo, llevándose la cruz que señalaba la sepultura de los náufragos de 1826. El mar estaba tan encrespado que saltó saltó por encima de la Batería de San Telmo, la cual encharcó, dejando dentro un jurel de mediano tamaño y separando un pedazo de la pared de entrada por haber movido los cimientos de roca viva” [11].
Resulta interesante reseñar el comentario que hace el crónica portuense A. Rixo en relación a las costumbres de nuestro pueblo, y así señala en las observaciones que formula al final del año 1860 en su obra, comenta, “Otra mudanza que se advierte en los usos y costumbres de nuestro pueblo, es que durante la tres primeras décadas del corriente siglo, las damas principales casi no se ocupaban sino de hacerse recíprocas visitas, disponer buenas comidas, y después al balcón o las ventanas, por la tarde al Paseo constante de Martiánez, y a la noche a las tertulias donde también solía haber mesa de juego, música y pérdida de tiempo. Pero sus hijas y aún las pocas ancianas que de aquella época nos quedan, menos ricas y más racionales, no siguen la misma huella y se las ve ocupadas en las tareas domésticas, cuidando de sus intereses rurales, particularmente después de introducido el cultivo de la cochinilla, que ejercita a muchas familias de todas clases”[12]. 
El comentario nos permite conocer que en las primeras décadas del siglo XIX, el Paseo de Martiánez era un lugar frecuentado por las damas de la buena sociedad portuense que iban allí por las tardes a pasear cogiendo las brisas del mar.
En 1847 la corporación municipal presidida como alcalde por D. Andrés González de Chaves “había cedido el permiso a D. Francisco García Gutiérrez de tapiar el camino, o pública serventía, que había sido siempre para transitar desde la esquina de arriba de la batería de San Telmo hasta las fuentes y huertas de Martiánez, cuyos llanos atravesaba en dirección norte, sur y este, percibió cosa de trescientos pesos corrientes por ello, del don Francisco, los cuales invirtió en pintar la sala consistorial, adornarla con un nuevo sitial, mesa de caoba, silla y bancos de ídem forrados de damasco” [13].
En 1852, “aprovechando la estación húmeda, mandó el alcalde constitucional Álvarez Rixo a hacer un plantío de más de 150 taroyes o tarajales en el contorno del Paseo de Martiánez, que de su misma orden había murado, según compromiso con don Francisco García Gutiérrez”, [14]. D. Francisco era el propietario de estos terrenos y de la hermosa casa que pocos años después se convirtió en el Hotel Martiánez.
En 1859, “siendo de necesidad para la seguridad del tránsito seguro la recomposición del muro que resguarda el camino de Martiánez se puso ahora por obra con servicio vecinal [15]. La mayor parte de la orilla de la playa que lindaba con el mencionado muro, concretamente desde la Ermita de San Telmo, hasta la Ermita de San Carlos, estaba cubierta por un gran número de tarajales, cuya utilidad cara a los bañistas que buscaban su sombra para resguardarse de los rayos solares era más que discutible, porque de sus ramas caían gotas de agua, probablemente procedentes de la condensación de los vapores del agua de mar, que manchaban las ropas de los incautos que se sentaban debajo de ellos. 
En 1863, el alcalde D. Tomás Fidel Cólogan “se había preocupado de replantar los tarajales del Paseo de Martiánez, pues sólo quedaban diez de los muchos que se habían plantado por el alcalde A. Rixo en 1852, ya que la barbarie de la gente había ido destrozando los restantes” [16].
Respecto a la plantación de tarajales iniciado por A. Rixo todavía hay una nueva reseña en los Anales y así, en 1871 se comenta que en febrero “volvióse a podar la arboleda de tarajales del Paseo de Martiánez, cuya leña valió al Ayuntamiento … pesos corrientes, y sirve de dato para demostrar que se pueden proporcionar algunos arbitrios al municipio a fin de que todo no gravite sobre los bolsillos de los vecinos. Había comenzado este plantío previendo su futura utilidad el Alcalde Constitucional Álvarez Rixo en 1851; el populacho fue arrancando la mayor parte pero se repusieron con muchos más por el Alcalde D. Tomás F. Cólogan, ayudado por el celo patriótico de D. Tomás López, los años 1864 a 1867”[17]. 
               Tarajales en la Playa de Martiánez. Foto de autor anónimo. Años 40
Entiendo la defensa que hace A. Rixo de los tarajales como pequeña fuente de ingreso de las escasas y mermadas arcas municipales, pero estos árboles, aparte de servir como provisión de leña, para poco más eran útiles, pues con la maresía goteaban de sus ramas abundantes gotas de un líquido terroso, parte agua y parte de un exudado del árbol, que manchaba permanentemente todo lo que se encontrara debajo de los árboles, por lo que tampoco eran excesivamente útiles para resguardar a los playeros del sol.
A. Rixo comenta en sus Anales [18]: “En 1871 encalló en la Playa de Martiánez un gran pescado que según se dijo era de la clase de los atunes y venía ya en putrefacción”.
            Los Llanos de Martiánez empezaron a cubrirse de color a finales del XII y en las primeras décadas del XX, pues fue el momento en que adquirió gran fuerza la exportación de cebollinos. Posteriormente fueron cubriéndose del verde de las plataneras y así estuvieron hasta su desaparición a lo largo de la década de los 60.
Plantación de cebollinos en los Llanos de Martiánez. Foto de autor anónimo, coloreada por R. Afonso Carrillo.
Los Llanos de Martiánez cubiertos de plataneras. En torno a 1940. Foto de autor anónimo
El  Bajío de Martiánez en el siglo XX
 Comienzo diciendo que en este apartado voy a tratar tanto del llamado Bajío de Martiánez, concretamente de la zona de la playa que se extendía desde el final de la terraza que se hallaba frente a las desaparecidas Piscinas de Martiánez, hasta las proximidades de la Ermita de San Telmo, como de la zona más habitualmente utilizada para el baño, que se extendía entre la llamada Carpeta, a los pies del camino que permitía el ascenso hasta el Acantilado y la Fuente de Martiánez, hasta aproximadamente la zona en que se situaba la Ermitas de los Tarajales o de San Carlos.
Desde San Telmo hasta la zona en que la estuvieron situadas las antiguas Piscinas de Martiánez, se extendía un camino de tierra popularmente conocido como Paseo de Martiánez o Paseo de los Tarajales, que por el sur estaba limitado por el muro de los Llanos de Martiánez y por el norte con un muro de piedras y cemento, que a trechos tenía unas aberturas con unas pequeñas escaleras que permitían acceder a la playa desde el paseo, cuyo parte sur estaba plantada tal comentamos anteriormente de tarajales.
  Esta zona era escasa en arena, pues en su mayor parte eran piedras de muy diferente tamaño, que iban desde unos pocos centímetros hasta medio metro o más, lo que hacía difícil el caminar descalzo salvo para los más habituados que ya tenían los pies endurecidos. Sin embargo, el bajío era enormemente rico en moluscos y sin demasiados problemas se podían coger pulpos por los charcos así, como lapas, burgados y erizos.
Costado oeste de la Playa de Martiánez, con su clásico pedregal. Foto de autor anónimo .
Termino la crónica comentando que en la segunda mitad del siglo XIX, la zona del Charco del Molino y aledaños era ampliamente utilizada por los pescadores de caña, para coger la que en aquella época llamábamos "miñoca", término gallego que al igual que otros muchos adoptamos para designar las lombrices de mar, Se guardaban junto con un poco de arena húmeda para facilitar su supervivencia y después de eliminar la arena del mar, se solían mezclar con teja molida, para facilitar su extracción y manejo. Durante la pesca la miñoca se fijaba al anzuelo, pues era una magnífica carnada para las pesca, ya que como permanecían durante un cierto tiempo vivas, se movían y retorcían en el anzuelo atrayendo así los peces. 

[1]       Anales, p. 82-83.

[2]       Anales, p. 82. Al comienzo de los comentarios de 1769, A. Rixo afirma:”Aquí observaremos que en esta época estaban tan indeterminadas las atribuciones de los empleados municipales, que consta como el seis de mayo D. Antonio Nicolás Cabeza, que ya era Personero también, hacía las veces de Alcalde interino.

[3]       Anales, p. 82-83.

[4]       Apuntes para la Historia de la Antiguas Fortificaciones de Canarias. José María Pinto de la Rosa. Museo Militar de Canarias. Ed. Juan Tous Meliá. 1996, p. 607.

[5]       Anales p. 416

[6]       Anales p.417.

[7]       Anales, p.469

[8]       Anales 430-31.

[9]       Noé Ramón, periódico digital canarias ahora, 25-5-2013.

[10]     Anales p. 261-2.

[11]     Anales p. 339.

[12]     Anales p. 345.

[13]     Anales p. 371. 

[14]     Anales, p.402.

[15]     Anales, p.426.

[16]     Anales, p. 459.

[17]     Anales p. 505.

[18]     Anales p. 506  

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