El
crecimiento del Puerto de la Cruz de la Orotava a lo largo del siglo XVI fue
muy lento y ello tiene una fácil explicación sin más que considerar las
circunstancias que concurrían, pues en primer lugar el suelo de nuestro pueblo era
verdaderamente un malpaís, erizado de rocas volcánicas más o menos grandes,
entre las cuales fue creciendo la maleza. Un buen ejemplo de ello lo tenemos en
la presencia de rocas tales como El Peñón de Blanco (Fumero), El Calvario y el
Peñón del Fraile o Peñón a secas, que ya comenté con detalle en las primeras
crónicas y que por lo tanto no voy a insistir sobre ellas.
Como
bien sabemos el primero ya está desaparecido, pero examinando el último,
podemos comprender que con la escasez de medios de que se disponía a lo largo
de los siglos XVI, XVII y XVIII, el llegar a convertir ese malpaís en un lugar
donde surgieron calles rodeadas de casas, no fue una tarea nada fácil para los
primeros pobladores de nuestro suelo. Aún hoy, en numerosos puntos de nuestra
ciudad pueden verse enormes masas rocosas, que actualmente pueden ser
eliminadas con los medios mecánicos de que se dispone en un periodo corto de
tiempo, pero que en los siglos anteriores eran un verdadero obstáculo para el
desarrollo urbano.
Además, hay otra razón importante, pues el terreno sobre el que asentó nuestro pueblo, por la escasez de tierra, no era
adecuado para la plantación de hortalizas para el consumo diario, lo cual era
un problema añadido, pues en el antiguo régimen habitualmente las casas de los
lugares situados en las zonas altas de la isla, estaban provista de una pequeña
huerta, mientras que en nuestro pueblo, en sus primeros tiempos era una
quimera. Se comprende por todo lo dicho, que hubo que acondicionar un terreno
pedregoso, y por tanto difícil de allanar, para posteriormente poder construir
sobre él construir casas terreras, provistas en numerosos casos de techos
pajizos, que no siempre eran capaces de resistir la inclemencia de los
inviernos cuando arreciaban las lluvias.
Por
las razones que he comentado anteriormente, a lo largo del siglo XVI el
desarrollo urbano del Puerto de la Cruz fue lentísimo y sólo adquirió cierta
importancia en las últimas décadas de ese siglo, donde ya existen noticias
documentadas de la existencia de bodegas, así como de petición de solares para
la construcción de casas y la compra venta de viviendas ya construidas.
Resulta
a mi juicio digna de ser mencionada, la actuación de la Justicia y el Regimiento de la
isla de Tenerife, que yo estimo fue muy inteligente, pues actuó fomentando el
poblamiento de las zonas que le interesaban, a través de una adecuada política
de concesión gratuita de solares, a cambio de adquirir el compromiso de
edificarlos en un plazo de un año, con el riesgo de perder la concesión si no
se cumplía el compromiso adquirido.
Petición de solares y construcción de casas
En el año de 1506, el
Ayuntamiento de la Isla, que por entonces estaba establecido en San Cristóbal de La Laguna,
acordó que en el Puerto de la Orotava se fabricase un muelle y se arrendase
para propios, tal como comenta Viera y Clavijo en una nota del Tomo 3 de su
Historia de Canarias y según comenta el licenciado Juan Núñez de la Peña, ya
por entonces había aquí un almacén para las mercaderías y un bodegón armado
para dicho objeto [1].
Con esta política de
concesión de solares, el Cabildo y Regimiento trataban de incentivar la
construcción de viviendas por parte de los peticionarios, pues la cesión del
suelo era gratuita, con sólo la condición anteriormente citada. Una vez
construida la casa, el dueño tomaba su propiedad y ya podía vivir en ella,
alquilarla e incluso venderla. En caso de no llegar a construirla en el plazo
exigido por las autoridades de la isla, el concesionario perdía la propiedad
del solar, el cual revertía al Cabildo que podía asignarla a un nuevo
peticionario.
A título de ejemplo,
comenzaré comentando algunos casos bien documentados de petición y otros de
venta de solares, que habían sido cedidos gratuitamente a los peticionarios por
las autoridades insulares anteriormente citadas y que da constancia de la construcción de casas en los primeros tiempos del desarrollo de nuestro pueblo.
Así, en febrero de 1600,
Gabriel de Casañas, un vecino del lugar de La Orotava, aparece [2] vendiendo
una casa y bodega en el Puerto de la Cruz, a Blas Miguel, un conocido mercader,
por un importe de 1746 reales. La cita es esclarecedora, pues vemos como en
numerosas ocasiones las casa de mayor porte estaban equipadas con bodegas para
el almacenamiento de los vinos para la exportación.
En ese mismo año de 1600, en el mes de mayo, Tomás López
de las Llagas, clérigo presbítero, vecino del lugar de La Orotava, se dirigió a
la Justicia y Regimiento de la isla solicitando: “que en el puerto del dicho lugar donde dicen La Caleta de los Barcos,
hay solares que se dan a los vecinos para edificar y que por ello pedía uno”. La Justicia y el Regimiento
le dieron un solar de 40
pies de frente y 60 pies de corral, con el compromiso de
edificarlo en el plazo de un año. El señalamiento del solar fue hecho por el
regidor de la isla Antonio Lutzardo de Franquis, actuando como testigos, el
bachiller Pedro Fernández, Manuel Fernández, que era el guarda del puerto y
Juan de Francia, un vecino del Puerto de la Cruz, que tenía casa y bodega en
las inmediaciones de La Caleta, es decir, en las cercanías del actual muelle
pesquero. Esta data concedida es muy ilustrativa, pues al indicar los lindes
del solar concedido se señalan varias casas que por aquel entonces ya estaban
construidas [3].
El
clérigo, tardó muy poco en ceder el solar que había solicitado y obtenido, a un
cuñado suyo Blas González, de oficio tonelero, del que se hace constar que era
vecino del Puerto de la Cruz de la Orotava, quien se hizo cargo del compromiso
de construir el citado solar que le había cedido su cuñado [4]. Hay
constancia documental que por la misma época Domingo Carrillo, un mulato hijo
del beneficiado de la Parroquia de la Concepción de La Orotava Roque
Carrillo y de una esclava suya, ya vivía en el Puerto, donde ejercía como
alguacil, por encargo del regidor Antonio Lutzardo de Franquis, con el que
anteriormente había trabajado.
Antonio Lutzardo de Franquis fue regidor de la isla y residía habitualmente en La Orotava, aunque
construyó una gran vivienda en la zona del muelle portuense. La casa en
cuestión ya no existe, pero fue conocida primeramente como Casa Franchy y en
los últimos tiempos del siglo XX como Casa Sindical, por encontrase allí la
sede de dicha organización sindical franquista [5].
En relación a la citada
vivienda, en los tantas veces citado Anales de A. Rixo, al tratar del año 1815
comenta: “La municipalidad hizo construir
un poyo baldosado para que sirviese de pescadería, bajo el balcón que habita la
familia de Franchi, fijó los precios a los pescados frescos, según su clase: el
mejor a dos reales de plata, la libra de 32 onzas y que no se vendiese sin
pesar, porque antes acostumbraban a hacer una sarta a bulto, pidiendo por ella
sin regla alguna” [6].
Más adelante, en la
relación correspondiente al año 1819, el cronista portuense vuelve a insistir sobre este tema,
comentando:“Cuidó el ayuntamiento de
recomponer la pescadería usada desde el año 1815 bajo el balcón de la casa de
Franchi, como también de establecer se pesasen las papas vendidas al público,
para evitar los fraudes que se cometían en su expedición por medios almudes”[7].
En un comentario del año
1849, es decir, 35 años después del establecimiento de la pescadería bajo el
balcón de la Casa Franchy, siendo alcalde A. Rixo, este mismo comenta en los ya
citados Anales: “se mudó la recova desde
el Callejón de Punto Fijo a la Calle de Mequínez, junto al mar, en patio largo,
con cuarto y tinglado…. También situaron allí la pescadería que antes estaba
debajo del balcón de la Casa de Franchi, causando desaseo y pésimo hedor en las
calles” [8].
Otro
ejemplo de la política de concesión de solares para ir poblando el Puerto de la
Orotava lo tenemos en la transacción comercial entre Blas González, un tonelero
residente en nuestro pueblo que en 1608, vendió una casa con bodega a Juan de Tejera, almojarife de la Real Aduana,
quien pagó parte con dinero y parte con un solar de 40 x 60 pies. Este solar
lindaba por un lado con una casa que había empezado a hacer Bartolomé Díaz, por
el otro lado con un solar propiedad de Juan de Tejera y por delante con la
calle que iba al pozo. Esta última frase es reveladora porque como comentaré en
el apartado siguiente se refiere al llamado Pozo Concejil, lo que sitúa el
solar en la actual calle de San Juan. El citado Blas González argumentaba que
como no podía edificar el solar que le habían concedido por carecer de los adecuados recursos económicos,
renunciaba a su derecho en Juan de Tejera, que si podía hacerlo, favoreciendo
así el crecimiento de viviendas del Puerto de la Cruz [9].
Finalmente, comentaré que la mayor
parte de los solares comprendidos entre la Plaza del Charco y la Plaza de la
Iglesia, fueron concedidos por el Cabildo y el Regimiento, a los frailes
dominicos de la Orden de Predicadores de San Benito de La Orotava, que se
establecieron en nuestro pueblo a comienzos del siglo XVII y fundaron su
convento en la calle de Santo Domingo. El Cabildo de Tenerife se los cedió para
ayudar a construir su convento, previa acuerdo de que el convento los iría
cediendo a los peticionarios de solares, con el compromiso de éstos de pagar un tributo
perpetuo al citado convento. El Pozo Concejil
El
incesante incremento del tráfico experimentado en las últimas décadas del siglo
XVI por los desembarcaderos del Puerto de la Cruz de la Orotava, tanto en el
ámbito insular e interinsular, como con la lejana Europa, hizo que aumentase
vertiginosamente su poblamiento. Las dos citas siguientes
sirven para poner de relieve el tráfico portuario y así, Adán Yanes, mareante portugués, vecino de Santa Cruz, tenía un
barco que por entonces estaba surto en el Puerto de la Cruz, y a comienzos de
1600 se comprometió [10] con José de Llarena Cabrera, un comerciante del vecino
lugar de La Orotava a embarcar seis pipas de vino con destino a la cercana isla
de Lanzarote.
Al año siguiente de 1601,
Thomas Tiller, un marino escocés, tenía recibidas y cargadas en su navío
llamado Santiago, que por entonces estaba surto en el Puerto de la Cruz, noventa
y dos pipas de vino. La carga del citado vino corría por cuenta del orotavense
José de Llarena y estaba destinada a San Miguel en la Isla Tercera del Archipiélado de Azores [11].
Este intenso
tráfico marítimo comenzó a crear un serio problema de abastecimiento de agua
potable a la por entonces escasa población del Puerto de la Cruz, pues sólo
existía en sus cercanías el naciente de agua de la Fuente de Martiánez, que
además por aquel entonces era de propiedad privada. Estas circunstancias
movieron al Cabildo a construir un pozo para abastecer de agua potable tanto a
los escasos vecinos, como a los barcos que acudían al desembarcadero.
El acuerdo fue tomado en marzo de 1600 por la Justicia y Regimiento de la isla [12] y el pozo
se abrió en la Plaza Concejil, siendo denominado durante mucho tiempo Pozo
Concejil. El pozo estaba hacia el sur de la plaza, en las cercanías del lugar
donde actualmente está situada la llamada Casa Ventoso y todavía se utilizó en el
siglo XIX, pues según Álvarez Rixo en 1825, por la escasez de agua que
había en el pueblo, “el alcalde hizo abrir en la Plaza Concejil el pozo de este nombre,
cuya agua aunque algo salobre, servía al pueblo en tiempo antiguo” y
para un mejor servicio se le puso bocal, baldes y molinete y en 1826 no siendo ya necesario se mandó a tapar [13]. Las aguas de este pozo, junto con las
de la Fuente de Martiánez y los aljibes de las casas, sirvieron como
abastecimiento de agua potable de la población, lo que permitió el gran crecimiento
experimentado por el Puerto de la Cruz, en las primeras décadas del siglo XVII.
Casa Ventoso y Plaza
Concejil. Autor anónimo
|
Las salidas y entradas del Puerto de la Cruz
Desde los primeros momentos de nuestro
pueblo, las comunicaciones con los restantes lugares del Valle de la Orotava y
con la ciudad de La Laguna, se hacían a través de caminos reales o vecinales,
la mayor parte de los cuales en aquella época no estaban empedrados, pero que
eran útiles para el transporte de mercaderías, que por aquellos tiempos se
hacían en carros tirados por mulos o bueyes.
Con los cercanos lugares de La
Orotava y los dos Realejos, la comunicación se hacía por la actual calle de
Blanco, que antiguamente recibía el nombre de Las Cabezas y que en su extremo
sur, se comunicaba con los Realejos a través de La Dehesa. Siguiendo el trazado
del camino que conducía a San Antonio se hallaba los caminos que permitían
llegar a La Orotava y a los Realejos. Por el otro extremo, siguiendo la
calle de La Hoya y cruzando el Barranco de Martiánez, existía un camino que por
encima de la zona de La Paz se bifurcaba, permitiendo acceder a Santa Cruz o
hacia La Orotava, siguiendo un camino que en esencia coincide con el trazado de
la actual Carretera del Botánico. Este
camino obviamente tenía serios problemas de utilización en época invernal, pues
en ocasiones no era transitable debido a que había que cruzar el citado Barranco de Martiánez, el cual corría en la época de lluvias con relativa frecuencia.
Calle de Las Cabezas. Cedida por Bernardo Cabo
Ramón
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Calle Blanco, antigua Las Cabezas. 1915-20. Autor anónimo
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En el siguiente plano de Álvarez
Rixo - quien a su excelente quehacer como escritor unía una extraordinaria
habilidad como dibujante- puede verse el trazado urbano del Puerto de la Cruz de la Orotava. El plano han sido retocado para su mejor visualización y entendimiento por mi buen amigo Rafael
Afonso Carrillo, a quien expreso mi profundo agradecimiento por su desinteresada
colaboración,
Creo oportuno e interesante, resaltar
que a lo largo de los siglos XVI, XVII y XVIII, la superficie sobre la que se
extendía el Puerto de la Cruz, era más limitada que la que ocupa actualmente que abarca 8,7 Km2, pues a lo largo de los siglos citados, el límite de
nuestra actual ciudad estaba fijado por el este, en la zona actualmente llamada
La Paz y esto explica que la denominación del popular Jardín Botánico, siga siendo
oficialmente Jardín de Aclimatación de La Orotava, porque en los tiempos de su
fundación (1788), el territorio en que encontraba
y sigue encontrándose situado, se hallaba en la jurisdicción de La Orotava.
Por la zona oeste, el límite se
hallaba en la zona conocida como El Burgado, donde comienza la jurisdicción de
Los Realejos, y por el sur, el límite se encuentra en el lugar denominado Las
Arenas y por el norte, obviamente el pueblo se encuentra limítrofe con el mar.
A finales del siglo XIX, cuando nuestra actual ciudad obtuvo su total independencia y dejó de estar dependiente de la Villa de la
Orotava, su jurisdicción se extendió hasta los límites actuales, quedando el
Jardín de Aclimatación comprendido en su territorio, pero aún con esa pequeña
expansión, es el municipio de menor extensión superficial de Canarias.
El trazado de las calles del Puerto de la Cruz
Quiero comentar en este
apartado, de manera muy somera, como el trazado de las principales calles del
Puerto de la Cruz estaba ya realizado prácticamente desde la primera mitad del
siglo XVII. Evidentemente, no quiero que con este comentario se entienda que
todas las actuales calles de nuestra ciudad ya estaban construidas, sino que ya
estaban trazadas las más importantes, que se hallaban en lo que hoy podemos
llamar casco histórico.
Una zona del pueblo que
experimentó un notable auge, en cuanto a la construcción de viviendas en las
primeras décadas del siglo XVII, fue el espacio delimitado por las calles que
actualmente denominamos Santo Domingo, Quintana, Agustín de Bethencourt y San
Juan y creo que ello se debió a tres importantes razones, que voy a comentar
separadamente. En primer lugar, al hecho de que a comienzos del siglo XVII el
Cabildo encargase a Antonio Franchy Lutzardo la elección de un solar para la
Plaza y la Iglesia del lugar, y que esta elección recayera justamente en el
espacio que actualmente configura lo que conocemos como Plaza de la Iglesia,
que como es bien sabido quedaba en sus primeros tiempos limitada por las calles
de Quintana al norte, Santo Domingo al este y La Hoya por el sur [14].
Existe constancia
documental de que el regidor Antonio Franchy Lutzardo elaboró un plan de calles
para la ordenación urbana del Puerto, pues en marzo de 1647 en los Acuerdos del
Cabildo se indica que su hijo, Juan Francisco Franqui Alfaro, entregó el plan
de calles, plazas, etc., del Puerto de
la Orotava, que había formado su padre en la etapa en que fue Regidor de la
isla. Probablemente, esto se enmarcaba dentro de la estrategia del hijo para
primero, intentar que se reconociese el papel de fundador del Puerto de la
Orotava que reclamaba para su padre y segundo, para frenar las reivindicaciones
de nuestro pueblo, que en ese momento (mitad del siglo XVII) mantenía un fuerte
litigio con el lugar de La Orotava, de cuya jurisdicción y tutela había conseguido
separarse. Lamentablemente, no ha llegado hasta nuestros días ninguna prueba
documental del plan elaborado por Franchi, ni se ha podido conocer con detalle su contenido y me parece muy poco probable que llegara ni siquiera
a ponerse en práctica, aunque solo fuese parcialmente, toda vez que su padre
sólo estuvo de regidor el periodo comprendido entre 1603-1606.
La segunda razón es que,
tal comenté anteriormente, los terrenos comprendidos entre las calles citadas
habían sido dados en 1602 por el Cabildo de la Isla a los frailes dominicos
del Convento de San Benito de La Orotava, para que fundaran un nuevo convento
en nuestro pueblo, y así lo hicieron erigiendo el convento de San Pedro
González Telmo, que después fue conocido como de Santo Domingo, con toda seguridad porque la advocación orden que se estableció en este convento fue la dominica.
El terreno cedido al
convento dominico fue, en su mayor parte, la zona sobre la que asentaron las
casas iniciales de nuestro pueblo, pues comprendía desde la Plaza Concejil y la
calle de San Juan, hasta la actual Parroquia, es decir, la casi totalidad de lo que podíamos considerar el centro de nuestro pueblo. Una vez tomada posesión del
terreno, los monjes dominicos los repartieron a censo y tributo perpetuo que se pagaba anualmente, entre
los vecinos que los solicitaron, para que en ellos construyesen sus viviendas
[15].
La tercera razón -y a mi
juicio la más importante de todas- del desarrollo experimentado por el citado
terreno, fue que el espacio urbano antes mencionado, estaba muy próximo a las
zonas utilizadas por aquel entonces como desembarcaderos, a saber San Telmo y
el Muelle Nuevo, es decir, el actual Muelle Pesquero, ya que como comenté en mi
crónica anterior, por los aluviones del Barranco de San Felipe, se abandonó el
llamado Puerto Viejo. Si nos fijamos en la zona
descrita, el núcleo inicial de nuestro pueblo, se reducía esencialmente al
espacio comprendido entre las calles de Valois y Cupido por el sur, las
de Zamora y Santo Domingo por el este, y
el Charco de los Camarones por el oeste, pues así era como se designaba en aquella época a la zona
que actualmente ocupa la llamada Plaza del Charco.
Conviene no perder de
vista el comentario realizado al hablar de las entradas y salidas de nuestro
pueblo en los primeros siglos XVI, XVII y XVIII, que como ya indiqué en un
apartado anterior eran por la calle de La Hoya (la salida por el este hacia
Santa Cruz), y la calle de Las Cabezas, es decir, la actual calle Blanco por el
sur (que era la salida hacia los lugares de La Orotava y Los Realejos), lo que
motivó que esas zonas, es decir, las calles de La Hoya y la de Las Cabezas, estuviesen relativamente pobladas de casas desde los
primeros tiempos.
Comento finalmente, que el
entramado de calles del Puerto de la Cruz no fue la consecuencia de un plan
lógico trazado de antemano como parece sugerir el comentario de Franchi, sino
más bien parece ser el fruto de la acomodación de las calles al proceso de
construcción de casas y particularmente, a la importancia que adquirieron algunas zonas tal como comenté anteriormente, alcanzando
un desarrollo espectacular a lo largo de
las primeras décadas del siglo XVII.
Creo sin ninguna duda,
que es en este periodo donde queda configurado el trazado de lo que podemos
llamar el casco urbano del Puerto de la Cruz y que, como puede apreciarse en el
plano elaborado por Antonio de la Riviere en 1741, no ha cambiado excesivamente
hasta nuestros días.
A continuación voy a
dedicar algunos comentarios al desarrollo de las calles principales de nuestro
pueblo, indicando algunas de sus características, así como los cambios de
nombre que han ido experimentando a lo largo de los siglos, comenzando desde
el este, es decir, desde Martiánez hacia el oeste, o sea hacia el Peñón del
Fraile.
Utilizaré
como importante ayuda el plano anterior, que para mejor comprensión lo he dividido en tres
secciones, contando con la inestimable ayuda de Rafael Afonso Carrillo, quien con su proverbial destreza ha incluido los nombres actuales de las calles sobre el plano. La
primera de ellas está dedicada a la calles de la zona este del pueblo, es
decir, las calles comprendidas entre la Playa de Martiánez y la Plaza de la
Iglesia o Plaza Parroquial. La
segunda abarca la zona situada entre la Plaza de la Iglesia y la Plaza del
Charco, que sin duda es la que más calles abarca y donde se situaron la mayor
parte de las viviendas de mayor empaque del por entonces incipiente Puerto de
la Cruz de la Orotava, o dicho de otro, donde vivía la gente más acomodada. La
tercera y última parte, abarca la zona oeste de la ciudad, es decir, la parte
comprendida entre la Plaza del Charco y el Calvario, pues hasta finales del
siglo XIX, nuestro pueblo no creció hacia el Peñón.
Para mejor comprensión de lo anterior, voy a utilizar un plano de todo el núcleo
urbano del Puerto de la Cruz, extrayéndolo tanto del plano de Antonio de
la Riviere (1741) como del más moderno (1829) de A. Rixo, que luego para hacer mas fácil los comentarios voy a su vez a dividirlos en tres partes, que corresponden a las
tres zonas anteriormente señaladas.
Fragmento del plano de A.
de la Riviere (1741), mostrando sólo el núcleo urbano de la ciudad
|
Fragmento del Plano del A. Rixo (1829), mostrando sólo el núcleo urbano de la ciudad.
|
Comenzaré los comentarios
con la zona este, es decir, con el territorio comprendido entre la Parroquia y
Martiánez, y trataré de comparar entre si los dos planos anteriores para tratar
de ver si hubo cambios significativos entre ambos en casi un siglo (88 años),
pues esa es la diferencia entre las fechas de realización de ambos.
Examinando el fragmento anterior del plano de A. de la Riviere, podemos ver
que en la parte superior aparece una calle que corresponde con la actual Iriarte, que viene de oeste a este y
atraviesa varias calles que luego comentaremos. Esta calle que durante el siglo
XVIII se conocía como calle de Venus,
comenzaba en su cruce con Blanco, llegaba hasta la que actualmente se
denomina Enrique Talg y que durante mi niñez conocíamos como Lomito, la cual comunicaba Valois con La
Hoya. Me parece reseñable que a partir de su cruce con A. de Bethencourt, la
calle se empina notablemente, siendo el tramo comprendido entre San Juan y
Cólogan conocido antiguamente con el nombre de Calzada del Concho, que debe su nombre a que en ella vivió el maestro
albañil Francisco Morales, quien vendía cal en su casa al público y era apodado
El Concho. A Rixo comenta en sus Anales: “Por septiembre (1790), hallándose el Gobernador Militar don José
Medranda en Madrid, hacía de interino don Rafael Pereira y estando don Bartolomé
de Arroyo haciendo una fábrica, tomaba la cal de la casa del maestro Francisco
Morales, alias el Conchos y descubrió que éste le robaba dos almudes en cada
fanega. Con tal motivo, resistió Arroyo pagarle, interín no le restituyese el
fraude. El Concho, sin empacho, recurrió a La Villa en queja y Arroyo al
Gobernador interino Pereira, por gozar aquel de fuero. Se cotejó la medida, se
halló falsa y con un fondo postizo, fue preso el reo y sus bienes embargados”
[16].
Calzada del Concho vista desde la calle Cólogan. Fotocedida por Bernardo Cabo Ramón |
Calzada del Concho vista desde la calle San Juan. Autor anónimo |
Vemos
asimismo el trazado de la actual calle de Valois, que hasta comienzos del siglo
XX era conocida como calle Cupido y
se extendía hasta la casa del Viejo Cuartel de la Guardia Civil, cruzando las actuales calles de Blanco, Nieves Ravelo, Pérez Zamora y Peñón. En 1900, el ayuntamiento tomó el
acuerdo de denominar a la porción de esta calle, comprendida entre la Punta de
la Carretera y el Paseo de las Palmeras, como Calle de Valois, en reconocimiento a la importante labor a favor de nuestro
pueblo realizada por los miembros de esta familia de origen irlandés, que
se afincaron en el Puerto de la Cruz desde finales del siglo XVII.
Calle de Valois, desde la Punta de la Carretera hasta el Chorro Cuaco. Autor anónimo |
Calle de Valois, a la altura de su cruce con Lomito. cedida por Bernardo Cabo Ramón |
En
la Plaza Parroquial o Plaza de la Iglesia, desembocaban por entonces -al igual que sigue ocurriendo
en la actualidad- las calles de la Independencia, Iglesia, Zamora , citadas de derecha a izquierda en el plano- que se hallaban cruzadas
por la de La Amargura, que discurría entre las calles de la Independencia y Zamora. Estas calles corresponden
a las actuales Cólogan, Esquivel, Zamora, y Benjamín J. Miranda, respectivamente, con lo que
vemos sólo la calle de Zamora mantiene su antiguo nombre. A este respecto, me
parece oportuno comentar que la zona comprendida entre la Parroquia y el
entorno de la Punta de la Carretera fue conocida durante los siglos XVII y
XVIII como Barrio de Zamora. También desembocaba en la Plaza de la Iglesia el llamado callejón de Punto Fijo, que se trazó desde los primeros años del siglo XVII, como una comunicación de la calle de Quintana con la zona portuaria a través de la calle de Santo Domingo. El citado callejón se llamó en el siglo XVII Callejón de Almeida, porque en él vivió un popular zapatero llamado Salvador Almeida y después se le conoció con el nombre de Punto Fijo. Aunque no he podido saber con certeza cuando ocurrió el cambio de nombre pero si puedo afirmar que en 1775 aparece ya citado con este nombre en los Anales [17], me parece probable, aunque no puedo afirmarlo con todo rigor por carecer de pruebas contundentes, que ello pudo deberse al hecho de que en el viviese una familia con este mismo apellido .
Igualmente,
creo importante citar que en el espacio que ocupan las actuales calles de
Quintana, Luis de la Cruz y A. de Bethencourt, existió un convento de monjas
dominicas, situado bajo la advocación de Santo Tomás de Aquino, provisto de una
iglesia, que aparece señalada en el plano con una cruz. El convento desapareció
durante la desamortización de Mendizabal en 1838 y sus dependencias fueron utilizadas
como sede del ayuntamiento portuense. A pesar de la desaparición del convento, su
iglesia siguió abierta al culto hasta 1925, año en el que un pavoroso incendio
ocurrido en pleno carnavales destruyó completamente el antiguo edificio.
Se ve asimismo, parte de la actual
calle de Quintana, que durante los comienzos del siglo XVII fue designada como
calle de la Vera Cruz, denominación que tentativamente atribuyo que se en ella se hallaba la primitiva ermita, que al correr del tiempo se convirtió en la actual Parroquia, pero es preciso
decir que, desde las últimas décadas del siglo XVIII, ya aparece citada como
calle de Quintana. En la parte inferior del plano y
situada junto al mar se ve el espacio actualmente ocupado por la calle de San Telmo,
que no aparece reseñada en el mapa de A. de la Riviere.
La
última, y muy importante calle que me falta por comentar de la citada zona, es la
conocida como calle de La Hoya, que
me parece que sigue siendo junto con la de San Felipe, las de mayor longitud de
nuestra ciudad, pues abarcaba desde la zona de la actual Plaza de Viera y
Clavijo, hasta la Plaza de la Iglesia, es decir, hasta su cruce con la Independencia (Cólogan).
Reproduzco a continuación el mismo
espacio anterior, utilizando esta vez el plano de A. Rixo y como se aprecia inmediatamente, a
pesar del espacio temporal que media entre la confección de ambos plano, en lo
sustancial son totalmente coincidentes, aunque en este último se aprecia mejor
la calle Lomito, pues se ve claramente su unión con Valois y La Hoya.
El examen de la siguiente porción del plano de A.
de la Riviere, abarca la zona comprendida entre la Plaza de la Iglesia y la
Plaza del Charco, y en ella vemos por arriba, la calle de La Soledad, la actual Luis de la Cruz, que es
la prolongación de la ya mencionada calle de La Amargura y que desemboca en la
calle de San Juan, que debe su nombre a la fundación de la Iglesia
de San Juan Bautista por mano del almojarife de la Real Aduana portuense,.Juan Tejera. La iglesia
perteneció al extinto Convento de San Francisco, que se extendía entre las calles de
Quintana, Agustín de Bethencourt y San Juan y es actualmente conocida como
Iglesia de San Francisco. La iglesia sobrevivió a la desaparición del convento
tal como sucedió con la del convento de monjas dominicas anteriormente comentado, y está señalada en el
plano con una cruz, justamente en el cruce de las calles de San Juan y Quintana.
Como recordarán todos los portuenses
de una cierta edad, el antiguo convento franciscano fue utilizado como
ciudadela, con entrada por la calle de Agustín de Bethencourt, hasta que desapareció en un incendio ocurrido en 1966, siendo luego
reconvertido en el llamado Parque de San Francisco, que después fue ampliamente
utilizado para la realización de festivales.
Se aprecia asimismo la extensión
de la calle Quintana hasta la Plaza del Charco de los Camarones, actualmente conocida como Plaza del Charco y en la zona más cercana al mar
vemos la prolongación de la calle Zamora, que como bien sabemos se denomina
Santo Domingo, pero que inicialmente se designó como San Telmo, por haber
establecido en ella los marineros portuenses su ermita dedicada a su patrón,
San Pedro González Telmo.
No deja de resultar
curioso el estrechamiento que sufre la calle de Quintana en el tramo
comprendido entre A. de Bethencourt y San Juan, lo que se debe a que durante la
construcción de su convento y su iglesia, los monjes franciscanos no respetaron
la alineación que traía el trazado de la calle desde su cruce con Santo
Domingo. Finalmente, en la parte inferior del
plano, se ve claramente el trazado de la calle de Las Lonjas, así como la
pequeña y estrecha calle de Pacheco, que comunica Santo Domingo con Las Lonjas.
En el examen de la porción del plano correspondiente a la anterior en el realizado por A. Rixo, no se observa prácticamente ninguna diferencia, por lo que nos ahorramos el comentario y la reproducción del citado fragmento.
Comento finalmente, la
parte del plano comprendida entre la Plaza del Charco y el Castillo de San
Felipe, usando primeramente para ello al igual que hice en los casos anteriores,
el fragmento correspondiente a la zona citada del plano de A. de la Riviere.
Comenzaré por examinar
las calles verticales, es decir las que están trazadas en dirección norte-sur. Apreciamos
en primer lugar, que la zona marítima colindante con la Plaza del Charco era y
sigue siendo conocida como La Marina
y que la salida hacia los lugares vecinos de la Villa de la Orotava y Los
Realejos, se hacía por la calle de Las
Cabezas (la actual Blanco), que llegado un cierto momento se bifurcaba
hacia el este en dirección a Los Realejos, mientras que otro ramal seguía
ascendiendo hacia La Orotava.
Paralela a esta calle observamos la de Castaño, que corresponde a la actual Nieves
Ravelo y más hacia la derecha estaba la calle Norte, que coincide con la actual Pérez Zamora. También vemos la
calle Nueva, que actualmente es llamada de Teobaldo Power que
por aquel entonces terminaba en el desaparecido Peñón de Fumero, que por
aquella época recibía el nombre de Peñón de Blanco por ser esta familia su
propietaria.
A continuación
examinaremos la calles que discurren de este a oeste, es decir de la Plaza del
Charco hacia la zona de El Peñón del Fraile. La primera calle que se aprecia es la que se llamaba calle de El Sol, que coincide con la actual calle Dr. Ingram, en honor al
médico inglés que vivió en nuestro pueblo y que según está constatado tanto bien
hizo a sus habitantes. Por debajo de la calle anterior se ve otra que era y sigue siendo muy pequeña de tamaño, pues estaba trazada para comunicar la Plaza del
Charco con la calle Pérez Zamora (antigua Norte) y por ser muy utilizada para
jugar los niños de la época, recibió el nombre de Callejón
del Juego, aunque actualmente ha cambiado su nombre por el político portuense José
de Arroyo. Por debajo tenemos la calle
de Puerto Viejo, una de las más antiguas
de nuestro pueblo que fue muy utilizada en los primeros tiempos, pues conducía
desde la Plaza del Charco hasta el Limpio Grande, que como comenté en la
anterior crónica fue el primer desembarcadero empleado por los portuenses,
aunque por las razones que comenté fue abandonado.
Calle Dr. Ingram, antigua calle del Sol. Cedida por bernardo Cabo Ramón |
Paralela a la anterior se
encuentra la calle de San Felipe, una
de las más largas de nuestro pueblo que ya es citada por A. Rixo desde 1714 y
que como todos sabemos arranca en la Plaza del Charco y llega hasta El Peñón.
Paralela a ella y un poco más abajo tenemos la calle de El Lomo, que también es citada por el citado autor en el mismo año
y al fondo y pegada al mar, se halla la de Mequínez,
cuyo nombre ha dado tantos dolores de cabeza a los que tratan de encontrar el
origen de esta denominación y se aprecia que en este plano no aparece trazada la calle de Perdomo
El examen de la parte equivalente plano del A. Rixo permite apreciar que en lo sustancial son equivalentes, pero me aparece interesante constatar que en este último se aprecia un incremento de casas en la parte correspondiente del Barrio de la Ranilla.
De cualquier manera
conviene ser prudente con los nombres de las calles citadas anteriormente en
esta crónica en relación a la época, porque el mismo A. Rixo en sus Anales comenta en relación a los
nombres de las calles y de los cambios que iban sufriendo al correr del tiempo
lo siguiente: “La calle Nueva, la del
Lomo y otras de La Ranilla también fueron empedradas, sufriendo algunas de
éllas alteraciones o variaciones en sus nombres. Pues la calle ahora Nueva,
solían antes llamarla de El Lomo, la de San Felipe era nombrada de La Peñita y
la de Mequínez era en lo antiguo de San Felipe, porque por allí era el pasaje
ordinario al castillo de este nombre”. Y el cronista portuense, consciente
de la importancia que esta noticia aparentemente podría parecer poco importante a algunos lectores, termina su comentario diciendo“noticia
oportuna para los tiempos futuros poder aclarar algunos documentos” [18]. Sirva el anterior comentario
de A. Rixo para tener presente que no siempre las calles de nuestra ciudad han
mantenido el mismo nombre a lo largo del tiempo.
El estado de las calles portuenses en
los siglos pasados
Es interesante hacer constar que a lo
largo de casi todo el siglo XVII las calles del Puerto de la Cruz no estaban
empedradas y carecían de aceras, por lo que es fácil comprender las enormes
dificultades que entraba transitar por ellas, teniendo en cuenta que muchas
eran muy pedregosas y además presentaban notables pendientes. Sin duda alguna las calles más llanas o si se
quiere decir de otra manera menos empinadas, eran aquellas que se encontraban
al borde del mar, tal como ocurría con las de La Marina, San Juan, Mequínez,
San Felipe, el Lomo, etc.
Incluso
entre las cercanas al mar las había con notorios desniveles, algunos de los
cuales han persistido hasta nuestros días, tal como ocurre con las calles de La
Hoya y San Telmo, que en sus extremos son mucho más altas que en su zona
central. Hay otras también cercanas al mar que van bajando con pendientes menos
pronunciadas tales como ocurre con las de Zamora y su prolongación Santo Domingo, y la de Esquivel y Cólogan, pero
a medida que nos alejamos de la costa y en partículas aquellas que se orientan
de norte a sur, como tónica general las pendientes son más abruptas lo cual se
explica fácilmente sin más que recordar el origen volcánico de nuestro pueblo y
que la lava vino descendiendo desde el interior hasta la costa.
Una clara muestra de ello
lo tenemos entre otras, en las calles de Agustín de Bethencourt, Blanco, Pérez
Zamora y el conjunto Teobaldo Power y su prolongación Peñón, cuya parte sur presenta un acusado
desnivel con la parte norte más cercana al mar.
Calle de La Oposición, actual A. de Bethencourt. cedida por Bernardo Cabo Ramón |
Carecemos de noticias en
relación al estado de las calles a lo largo del siglo XVI y XVII, pero es fácil
comprender su precariedad sin más que considerar que las calles portuenses
empezaron a empedrarse en torno a la mitad del siglo XVIII, tal como se pone de
relieve en los Anales de A. Rixo, pues la primera noticia acerca del empedrado
de una calles la da en 1791, año en el que comenta que el por entonces Alcalde
Real, D. Pedro de Franchi “hizo empedrar
a su costa la parte alta de la calle de Las Cabezas que sale desde la Plaza del
Charco hasta la casa de don Francisco Huerta, nº 90 y también la Calzada de la
Hoya, cuyo costo fue de 400 pesos corrientes” [20].
Teniendo en cuenta que esta calle era una de las más transitada por los carruajes, por se la entrada y salida y por llegar hasta La Marina, se comprende que las restantes debieron permanecer sin empedrar durante algún tiempo mayor. No quiero ser muy pesado y reiterativo narrando una por una el empedrado de las diferentes calles, con su
correspondiente cita, porque tampoco aportaría nada nuevo, pero como botón de
muestra me parece importante resaltar que todavía en 1794, el mismo A. Rixo
hace un comentario que aporta mucha luz sobre las pocas ganas de empedrar las
calles que todavía había. El comentario es el siguiente:”En esta época había ocho tiendas en la calle de San Juan, la cual no
estaba empedrada, empedrándose este año a costa de los vecinos, unos de grado,
otros obligados. Se calculó la obra en seiscientos pesos corrientes según la
representación que hicieron el Alcalde Real D. José Celestino de Ventoso y el
Personero Síndico D. Andrés de Armas Quintero, contra dos casas de negocio que
principalmente se oponían a que dejasen de pasar por ellas las carretas que
entonces bajaban hasta allí con las pipas de vino a descargarlas en las
diversas bodegas.
Se alegaba como razón muy poderosa, que el empedrar dicha
calle era perjudicial al comercio y en defender tan terca necedad se gastaron
sus reales aquella buena gente. Después de esto venían las pesadas carretas con
las pipas de vino hasta donde no había empedrado y las bajaban a las corsas que
a la sazón consta haber diez de servicio en el pueblo y éstas las conducían a
las respectivas bodegas; con cuya simple disposición se convencieron los
opositores no ser indispensable la material llegada de la carreta hasta la
misma puerta de la bodega que destruiría lo empedrado” [20].
Para aportar alguna luz al anterior comentario, me parece interesante tener en
cuenta que desde casi las dos últimas décadas del siglo XVI, España y Portugal
estuvieron unidas bajo la corona de Felipe II hasta 1668, momento en que España, bajo el reinado de Felipe IV, reconoció nuevamente la independencia de Portugal. Por esta razón, durante
las dos últimas décadas del siglo XVI y cerca de las tres cuartas parte del
XVII, se produjo la llegada a Canarias de un gran número de portugueses, muchos
de los cuales se establecieron definitivamente en nuestras islas y
particularmente en el nuestro pueblo, tal como tendremos ocasión de constatar
en crónicas sucesivas.
El comentario anterior permite comprender que con la llegada de los portugueses se introdujeron también
las corsas a que aludía A. Rixo en su
último comentario, pues una parte importante de los portugueses llegados a las Islas Canarias durante el siglo XVII, para trabajar en los recién instalados ingenios azucareros canarios, tenían una notable experiencia en el tema, que ya estaban implantados en las islas Azores y Madera con anterioridad.
Corsa de Funchal, en la Isla de Madeira. Foto de autor anónimo Corsa de Funchal, para pasajeros. Madeira. Foto de autor anónimo Corsa transportando viajeros. Autor anónimo |
En mi opinión sigue siendo curioso que tales dispositivos de transporte
permanecieran vigentes en nuestro pueblo durante mucho tiempo después,
utilizándose incluso para dar paseos turísticos a los turistas que no gozaban
de muy buena salud lo que puede constatarse con la imágenes siguientes anteriores.
BIBLIOGRAFÍA
Nota.- En la bibliografía que se cita en lugar de escribir
Archivo Histórico Provincial de Tenerife usaré la abreviatura AHPT, seguida del
número con el Archivo ha asignado a cada Protocolo Notarial indicado como (PN,
nº), el nombre del escribano que dio fe de la escritura, la fecha en que se realizó
y la (s) pagina (s) correspondiente (s) en las que aparece descrita. Del mismo
modo AMLL, son las iniciales del Archivo Municipal de La Laguna.
[1] Historia de Canarias, Juan Núñez de
la Peña, Libro 2º, p. 205.
[2] AHPT. PN 2976. Nicolás de Cala. 17-II-1600.
Folio 31.
[3] AHPT. PN 2976. Nicolás de Cala.
19-V-1600. Folio 118.
[4] AHPT. PN 2976. Nicolás de Cala.
10-II-1600. Folio 25.
[5] AHPT. PN 2976. Nicolás de Cala.
10-VI-1600. Folio 119-120.
[6] Anales,
A. Rixo, p. 255.
[7] Anales,
A. Rixo, p. 265.
[8] Anales,
A. Rixo, p. 376.
[9] Roque Suárez,
17-XII-1608.
[10] AHPT. PN 2976.
Nicolás de Cala. 27-I-1600. (Foliación ilegible)
[11] AHPT.
(PN 2976. Nicolás de Cala. 30-I-1601. Folio 304.
[12] AMLL.
Acuerdos del Cabildo. Oficios 1º, Libro 18. 9-III-1600. Folio 208v.
[13] Anales,
p. 288.
[14] AMLL.
Acuerdos del Cabildo de Tenerife. Oficios 1º, nº 19, 12-XII-1603, Folio 4v.
[15] AHN, Sección Clero. Legajo 1826. Libro 1º
de Protocolos del Convento de San Pedro González Telmo, fº 5-6.
[16] Anales,
p. 126.
[17] Anales
96
[18] Anales,
p. 258.
[19] Anales,
p. 140.
[20] Anales, p. 144.
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