miércoles, 16 de marzo de 2016

Los orígenes del Puerto de la Cruz de la Orotava (3)

En el artículo anterior pusimos de relieve como el riguroso estudio efectuado por Carracedo y colaboradores, demostró que la erupción vista por Colón en 1492 y a la que se atribuía la formación del solar de nuestro municipio, en realidad era correspondiente a la erupción del volcán Boca Cangrejo, que por su situación, jamás podría haber llegado a las costas de la isla donde está situado el Puerto de la Cruz. 
Comentamos en este nuevo artículo pruebas científicas fehacientes que permiten establecer de manera bastante aproximada, la antigüedad del suelo sobre la que se asienta el municipio del Puerto de la Cruz.
Datación de la erupción que formó el Valle de La Orotava
En torno al año 2007, un grupo de geólogos entre los que se encontraba el portuense Juan Carlos Carracedo Gómez, llevaron a cabo un riguroso estudio de las erupciones volcánicas ocurridas en nuestra isla y en particular de la que dio origen al Valle de la Orotava. Para efectuar el estudio, recogieron muestras de rocas de diferentes zonas del Valle de la Orotava, para estudiar tanto su composición química, como para tratar de establecer su antigüedad.
No voy a entrar en demasiados detalle técnicos sobre los procedimientos usados en este estudio y sólo comentaré que la datación de la edad de las rocas fue llevada a cabo midiendo las proporciones relativas de los isótopos de carbono de masa 12 y 13 unidades, así como los de argón de masa 40, y que el análisis fue efectuado en un conocido laboratorio de Estados Unidos. Es de sobra sabido por los científicos, que una vez conocidas las proporciones de estos isótopos en las rocas estudiadas, resulta factible llegar a datar con un cierto margen de error la edad de las rocas.
Los resultados obtenidos de este estudio, mostraron inequívocamente que las rocas del Valle de la Orotava estudiadas, se originaron en torno a 30.000 años antes de Cristo (a.C.) y por tanto que la erupción de la Montaña de la Horca- nombre con el que se conocía la Montaña de las Arenas, también denominada Montaña de Taoro-, tuvo lugar en torno a los 30.000 años a.C., fecha muy alejada de la que tradicionalmente se venía ofreciendo para la antigüedad de las citadas erupciones, que como comentamos en el artículo anterior, al principio se fijaba en 1430, pues como ya indicamos, el navegante genovés Cristóbal Colón en uno de sus viajes a América, comentó en su diario, que al pasar por las cercanías de Tenerife observó  un volcán en erupción.
Esta ha sido la referencia que durante siglos ha sido utilizada erróneamente para fijar la edad de la formación de la costa norte, suelo sobre la que se asentó la actual ciudad del Puerto de la Cruz, en torno a 600 años.
El estudio descrito permite aseverar que la erupción o erupciones, que rellenaron la bahía que en la antigüedad existía con sus coladas volcánicas, dando origen al suelo donde al correr de los milenios se asentó nuestro pueblo, data de aproximadamente 30.000 años y no 600, como se veía sosteniendo hasta entonces.

Montaña de las Arenas o de la Horca
El suelo sobre el que se asentó el Puerto de la Cruz constituye lo que se conoce en Canarias como una “isla baja”, ya que sus terrenos proceden de coladas lávicas de material basáltico, procedentes de los volcanes que se hallaban a varios cientos de metros hacia el interior, fundamentalmente La Horca y Montaña de Los Frailes, que cubrieron la superficie marítima con una gran plataforma horizontal hacia el centro y el oeste, respectivamente.
Los materiales lávicos sobre los que se asientan las tierras portuenses tienen un doble origen; por un lado, la parte oeste del término municipal fue cubierta por basaltos y traquibasaltos procedentes de la montaña de los Frailes y de La Horca, los cuales llegaron a ganar mucho terreno al mar. Este fue el origen de las zonas situadas desde la Plaza del Charco hasta Punta Brava.
Por el otro lado, el sector oriental es del dominio de los basaltos, que dieron origen a la región de Las Cañadas y a la denominada Cordillera Dorsal que recorre la isla de este a oeste. El suelo sobre el que asienta nuestro pueblo proviene de esta última erupción y no hay que mirar imágenes antiguas para observar como hay un pronunciado desnivel entre la Montaña del Taoro y las zonas colindantes y la parte más baja de nuestro pueblo situada junto al nivel del mar. 
Panorámica aérea del Valle de la Orotava, con la situación de la Montaña de Taoro
Evidentemente, carecemos de datos históricos sobre la erupción citada, pero podemos hacernos una idea de su duración y de la cantidad de material expulsado, sin más que pensar fue  capaz de rellenar la franja marina comprendida entre el muelle y San Telmo, ganando una importante cantidad de terreno al mar, y cubriéndola con una ingente cantidad de material rocoso. Actualmente, todavía son evidentes las pronunciadas pendientes existentes entre el comienzo de la calle Blanco en Las Cabezas y la Plaza del Charco, y entre la Playa de Martiánez y los llanos de La Paz, por citar dos ejemplos bien visibles.
Calle Agustín de Bethencourt
Calle Blanco casi a su llegada a Las Cabezas 

En los años 40-50 del pasado siglo XX, el origen volcánico de nuestro pueblo era todavía mucho más evidente que actualmente y así, en la actual calle de Agustín de Bethencourt, llamada antiguamente calle de La Oposición, en el tramo comprendido entre el cruce con la calle Iriarte y la zona conocida como Punta de la Carretera, se apreciaba un enorme pedregal, que los cabuqueros, a fuerza de trabajo, fueron destruyendo a golpes, para ir dando un aspecto más llano y transitable a estas calles. De manera similar, entre la zona de la calle Iriarte, comprendida entre Cólogan y San Juan existía un pronunciado desnivel, que aún subsiste en forma de escalones, que hasta gran parte del siglo pasado se conocía como la Calzada del Conchos y con carácter general, lo mismo ocurre con todas las calles que confluyen en la plaza del Charco, tales como Blanco y Nieves Ravelo.
Calle Iriarte y al fondo la Calzada del Conchos
Finalmente, para darse cuenta del origen volcánico de nuestro pueblo, sólo hay que mirar los bajíos de Punta Brava, Mequínez, San Telmo y Martiánez, erizados de rocas, que constituían un auténtico peligro para la navegación y que en las épocas invernales, cuando el mar estaba de leva, ocasionaron en los siglos pasados muchos naufragios, de los que A. Rixo se hace eco en el Apéndice final de sus Anales, citando 32 ocurridos durante el siglo XIX con 41 personas fallecidas, por romperse los navíos con las rocas de los bajíos citados, muy particularmente en las zonas del actual muelle pesquero, donde las rocas de la baja que existe a la entrada, constituían un peligro para la navegación, obligando a los grandes barcos a situarse en las afueras del actual muelle y en el conocido como Limpio del Rey, comprendido entre el actual Penitente y las rocas conocidas como el Pris o Prois, término antiguo usado para designar aquellas zonas en la que fondeaban los barcos amarrados a los rocas de los alrededores.
Esta era una parte muy accidentada de las costas portuenses, y eran llamadas Peñas del Infierno, más conocidas actualmente como El Penitente, sobre las cuales se perdieron gran número de navíos en los temporales que azotaban nuestra costa y cuyas rocas, indudablemente procedían de material lávico, que llegó al mar en una zona de relativa profundidad. Citaré como ejemplo que en la crónica correspondiente a 1812, A. Rixo narra en sus Anales:"Este año se perdió en el Rey, estrellándose contra el risco llamado El Penitente, el bergantín del tráfico llamado El Hierro. Estaba cargado de trigo, que era uno de los que se habían comprado para la pesca de la Costa de África y al tiempo de sumergirse salió del bajel una polvareda, que causó admiración". Muchos años después, sobre estas rocas, se construyó en 1930 el actual muelle de El Penitente, pero esa es otra historia que ya comentaré en su día. 
Citaré también, y más adelante volveré a tratar este tema, como durante los siglos XVI, XVII y gran parte del XVIII, en la zona que actualmente ocupa la Plaza del Charco, existieron varios charcos de agua salada, cuyo nivel crecía y bajaba con las mareas y que en los primeros tiempos contenían camarones. De esta hecho, derivó el topónimo Plaza del Charco de los Camarones, que se convirtió finalmente, en Plaza del Charco, al desaparecer los charcos de agua salada y los camarones por la ocupación humana del terreno. Por tanto, este topónimo deriva de la presencia en los siglos pasados de varios charcos de agua salada y no por la formación del gran charco que se produce por la inundación de la plaza, hecho que ocurre siempre que hay lluvias torrenciales y que evidente se origina, por el acusado desnivel que existe entre el terreno en que está situada la plaza y las zonas circundantes, como Las Cabezas y las calles de Quintana, Blanco y Nieves Ravelo, hecho que ya cité anteriormente.  
Creo que por lo expuesto en estas tres primeras crónicas, queda perfectamente demostrado gracias al trabajo del geólogo Carracedo y sus colaboradores, que el pedregoso solar sobre el que asienta nuestro pueblo, tiene aproximadamente 30.000 años de antigüedad y no en torno a 600, tal como ha venido afirmándose hasta época relativamente recientes. Finalmente, conviene tener en cuenta que estamos hablando de la formación del suelo y no del pueblo, cuyo origen tal como hablaremos en crónicas posteriores se remonta al siglo XVI.

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