Tal
como comentamos en la crónica anterior, es tradición oral que el Mencey Benitomo
o Bencomo, tenía dos lugares donde residir en el norte de la isla, el primero
ya lo describimos en la crónica anterior y era la llamada Cueva de los Siete
Palacios, situada en el Acantilado de Martiánez, en el municipio del Puerto de
la Cruz. La otra cueva, en la que según la tradición pasaba las tres cuartas
partes del año, se hallaba situada en Tamaide, en el municipio de Santa Úrsula.
En
esta nueva crónica vamos a narrar como era esta cueva, pues aunque no está en
nuestro municipio, ha sido llamada de forma muy similar a la que describí en la
crónica anterior, aunque como veremos las diferencias entre ambas son muy sensibles.
Aunque
el lugar está claramente situado fuera del Puerto de la Cruz, creo oportuno
incluirla en este bloc de crónicas portuenses, primero porque alude a la
vivienda principal del Mencey Benítomo, el último gran Mencey guanche y segundo
y quizás más importante, porque el autor del artículo en que se describe la morada
principal del Mencey citado, es José Agustín Álvarez Rixo (1796-1883), una de
las más ilustres figuras del Puerto de la Cruz, hombre dotado de una enorme sed
de saber y poseedor de un enorme conjunto de conocimientos, que bien merece que
nuestro municipio le dedique una estatua, ahora que su familia ha donado a la
Universidad de La Laguna, todo lo que escribió y dibujó, para que pueda ser disfrutado
por la actual y las sucesivas generaciones de canarios, pues su pluma abarcó
gran variedad de temas referidos a la mayor parte de las Islas Canarias.
Autorretrato de José A. Álvarez Rixo a la edad de 24 años. Fondo A. Rixo.
Universidad de La Laguna
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José
Agustín Álvarez Rixo
El
artículo que voy a transcribir a continuación, termina con la frase “NOTICIAS
POR J. AREZVAL”, pseudónimo tras el que se oculta el cronista portuense José
Agustín Álvarez Rixo, que utiliza un juego de palabras para dificultar su
identificación, cosa que por otra parte, no creo persiguiera con mucho ahínco,
pues a esta frase le sigue una cortés despedida tal como De V. atento S.S. = El Guanche
Tabengor y si hubiera querido ocultar su identidad con esta última
frase hubiera bastado.
La
primera palabra de la firma da una pista importante, pues es la inicial de su primer nombre J. (José) y la segunda palabra da la clave del autor, pues un pseudónimo que permite fácilmente su
identificación, pues sin más que cambiar el orden de las letras AREZVAL del
pseudónimo, aparece su auténtico apellido ÁLVAREZ.
Tamaide
o Cueva Palacios
El
artículo que voy a reproducir fue publicado el 24 de diciembre de 1839 [1], es
decir, menos de un mes antes de que saliera el que comentamos en la crónica
anterior, y que estuvo dedicado a la Cueva de los Siete Palacios que según la tradición, el Mencey
Bencomo usaba para veranear en el Puerto de la Cruz.
El
artículo comienza con una introducción de A. Rixo que dice así:
Sr Editor del Conservador
Valle de Taoro. Diciembre 24 de
1839
”Al ver la irresolución
de mis paisanos en proporcionar materiales para la historia, séase excitándose
por medio de este Periódico, o bien asociándose algunos sujetos instruidos para
dar fomento a la empresa, me he resuelto entretanto a comunicar a V. algunos
artículos que me parecen curiosos, sacados de ciertas memorias o noticias y
pinturas misceleanicas reunidas por un compatriota, los cuales al fin podrán
ser colocadas en el lugar que les corresponda”.
La
introducción parece por un lado, una invitación a las personas más capacitadas
en historia canaria a escribir más artículos sobre este tema, y al mismo tiempo
una justificación de su resolución para tratar de provocar que se animasen,
comenzando A. Rixo por escribir al primer artículo. Reproduzco a continuación
íntegramente el artículo que titula “Tamaide o Cueva Palacios".
Tamaide o Cueva
Palacios, es la gruta que sirvió de habitación al virtuoso Quevehí Bencomo [2], Mencey de Taoro; hállase
ésta situada a corta elevación de la ladera al nordeste de La Orotava, a
orillas del Barranco del Pinito, en la parte en que éste hace un salto
semicircular, formando un aprisco natural y cómodo para ganados.
Consta el alojamiento
de dos cuevas o más bien diré tres. En la primera forma el risco una especie de
pórtico irregular vuelto al sudoeste, desde el cual agachándose un poco se pasa
a la gruta, que tendrá siete varas [3] de diámetro desigual; y cuyo techo apenas tiene el alto de un hombre
regular. Del lado del sur, se halla un boquerón o pasadizo de cosa de dos varas
de ancho y poco más de una del alto [4], que comunica a la segunda estancia,
la cual tiene techo alto y despejado, casi toda descubierta por el lado del
poniente, y que en aquellos tiempos o no lo estaría porque no se habrían
desplomado las peñas que la cerraban, o sus dueños tal vez la cubrirían con
cañizos, pieles u otras materias. Desde esta se pasa debajo de un arco a la tercera, más corta que las otras y más descubierta en
el día también; siendo el todo formado por el risco firme. El piso de estas
grutas está ahora escabroso, descubiertas las peñas, lo que no es extraño,
cuando sabemos las costumbre de nuestros aldeanos de escarbar las cuevas que
fueron de guanches para con su suelo abonar las tierras.
La subida a este sitio
es algo incómoda y dificultosa para personas que ya carezcan de agilidad, pero
quizás antiguamente no lo sería tanto; y el contorno produce la hierba singular llamada chajora o tajora [5], de donde probablemente se derivaría el
nombre de Menceyato de Taoro, que se le dio a todo este valle, aunque igualmente pudo provenir del Tagoror, sitio en el que se celebraba
el consejo.
Este fue el domicilio
de un soberano dignísimo de serlo y de ser más dichoso también. Humilde y
desproporcionado parecerá para su dignidad, pero tal vez en donde toda la
redondez de la tierra no habrá un príncipe que tenga su palacio en situación de
mejor remate y más acomodada para observar la mayor parte de su imperio, ni que
este sea tan delicioso como el que tuvo Bencomo, aunque corto. En efecto, desde
el centro de la cueva de Tamaide se gozaba y aún se goza de una perspectiva
cuya magnificencia natural no es fácil describir. Descúbrese el hermosísimo
Valle de Taoro en toda su longitud, el cual aparece coronado del Teide, y que
como que este toca con su cúspide el arco de la puerta de la cueva, o más bien
el todo presenta a la vista una cortina mágica la cual parece cubre dicha
puerta en la que está pintado en miniatura el Valle, las cumbres y el Pico. Si
se sale tres varas más afuera hacia la entrada, se magnifica más la escena,
pues se ve también la costa, el batir del mar, la Isla de la Palma y el
horizonte, sirviéndole la lejana cima de la última con sus prominencias, de
señales seguras para conocer las estaciones del año, según el punto por detrás
del cual observaba la ocultación del sol.
Dibujo de parte del Valle de Taoro,
Pico de Teide y Villa de la Orotava, vistos desde la Cueva de Tamaide. Autor J.
A. Álvarez Rixo. 1837. Biblioteca de la Universidad de La Laguna
|
Desde esta deliciosa
eminencia veía pacer aquel rey sus ganados y los de sus vasallos, (porque casas
u otros edificios no había entonces), sus sembrados, y los daños que podían
cometerse traspasando los límites vedados.
Cueva del Mencey Bencomo en Tamaide (Santa Úrsula). Foto A, Benítez, publicada en ABC. Subida a Facebook por Melchor Hernández Castilla |
Muy cerca, pero algo
más alto, está una fuentecilla de buena agua, y poco más al norte otra larga
gruta llamado ahora el bucio, que
por tener el piso lleno de piedras caídas, cuesta encorvarse bastante para
transitar a su interior que es más largo, en el cual filtra el agua del
manantial.
Cueva
habitación de Bencomo en Tamaide. Santa Úrsula. Autor anónimo
|
Lápida recordando a Bencomo. “Mencey Bencomo. Jamás me he sometido a otro
hombre como yo. Libre he nacido y así viviré siempre”. Mayo 1494-27 Noviembre
1988. Santa Úrsula
Alegréme mucho de ver
este sitio, aunque el recordarme de la historia del Mencey Bencomo y de su
Patria, que hoy es la mía, se me tornó en sentimiento contemplando la cruel perversidad
de los conquistadores. Que mal pensaría Quevehí Bencomo cuando inocentemente se
recreaba en la vista sin par de sus
dominios, que al mismo lado opuesto que veía todos los días, allí los había de
perder con la libertad de 25 de julio de 1497! Aquí me decía a mí mismo, estaba
la infanta Dácil [6],
hija del propio Mencey; más aquí o más allí, estuvo su prisionero el Capitán
Gonzalo García del Castillo [7], que
admirado de sus buenas prendas, fue después su marido … En fin, Tamaide existe solitaria,
pero sus dueños y estos sucesos ya 340 años han pasado por ellos. Sólo se
encuentra escrita con giz [8] en el
techo de la primera gruta la siguiente inscripción. “Aquí habitó Quevehí Bencomo,
Mencey de Taoro, Virtuoso defensor de su Patria, de la cual y de la libertad le
privó la codicia de los Españoles en 1497”.
Noticias por J.
Arezval
De V. atento S. S. El Guanche
Tabengor
La
princesa guanche Dácil
A.
Rixo en la parte final de su artículo afirma textualmente:”Aquí me decía a mí mismo, estaba la infanta Dácil, hija del propio
Mencey; más aquí o más allí, estuvo su prisionero el Capitán Gonzalo García del
Castillo, que admirado de sus buenas prendas, fue después su marido…”, en
clara alusión a la leyenda de los amores de la princesa guanche Dácil y del
capitán castellano Gonzalo del Castillo, que cuenta Antonio de Viana [9] en su obra
de larguísimo título “Antigüedades de la
Gran Canaria. Conquista de Tenerife y aparecimiento de la imagen de Candelaria.
En verso suelto y octava rima. Por el Bachiller Antonio de Viana, natural de la
isla de Tenerife", publicada en Sevilla en 1604 y que esencialmente está
dedicada a cantar la conquista de Tenerife por los españoles mandados por
Alonso de Lugo.
Portada de “Antigüedades la Gran
Canaria….”, escrito por Antonio de Viana y publicada en 1602
|
La
leyenda de los amores de la princesa Dácil y Gonzalo del Castillo ha llegado
hasta nosotros y por esta razón me ha parecido oportuno traer a colación algunos
comentarios sobre este personaje, así como sobre la supuesta princesa guanche
Dácil, de la que según la leyenda se enamoró Gonzalo García del Castillo
estando prisionero.
Según
la leyenda la princesa Dácil fue admirada en toda la isla por su belleza y
estaba prometida a un guerrero guanche llamado Durimán, de apodo “El Montañés”.
Con la llegada de los castellanos, al caer prisionero Gonzalo del Castillo y
quedar a vivir con los guanches, el castellano se enamoró de la princesa, que
fue la encargada de sanar sus heridas, sufridas según la leyenda en la
contienda que los castellanos tuvieron con los guanches. El amor de Gonzalo del
Castillo fue compartido por la princesa Dácil que correspondió a sus muestras
de afecto, olvidando su compromiso con el guanche Durimán.
Las costumbres guanches prohibían los
encuentros a solas de un hombre con una mujer, y Durimán que después de la
llegada del castellano se sentía rechazado por la princesa, pidió que se le
formase Consejo a esta última, que fue presidido por el Mencey Bencomo, padre
de Dácil y por el gran sacerdote, por haber incumplido la princesa Dácil esta
prohibición.
Por
la acusación grave que se hacía a la princesa de hablar hablado a solas con un
hombre, que además era un enemigo del pueblo guanche, Dácil fue encarcelada
durante un tiempo para cumplir con la ley guanche.
Posteriormente,
fue liberada gracias a que unos testigos engañaron al Mencey Bencomo, afirmando
que Dácil no había estado nunca a solas con Gonzalo del Castillo, porque
siempre estuvo acompañada por otra persona.
Según la leyenda, tras la derrota de
los guanches a manos de los conquistadores castellanos, Dácil que se casó con
Gonzalo del Castillo, fue bautizada con el nombre castellano de Catalina y en
su matrimonio tuvieron cuatro hijos.
Creo oportuno afirmar desde ahora,
que este personaje de la leyenda de Dácil es ficticio y que fue utilizado por Antonio de
Viana para describir los hipotéticos amores de un conquistador castellano
cautivo después de la Batalla de la Matanza, con una princesa guanche. Sin
embargo, la leyenda ha permanecido en el imaginario popular y ha trascendido el
tiempo, llegando intacta hasta nuestros días.
El
conquistador castellano Gonzalo del Castillo
Así
como el personaje de Dácil es ficticio, todos los historiadores coinciden en
que Gonzalo del Castillo, su enamorado primero y marido después, según A. de
Viana al terminar la conquista con la derrota de los guanches, fue un personaje
real que según el historiador Leopoldo de la Rosa, no participó en la conquista
de la isla de Tenerife sino que llegó a ella, después que ésta terminara.
Veamos algunos datos sobre este personaje, muy real, pero usado muy libremente por
A. de Viana en su imaginario romance con la supuesta princesa Dácil.
Gonzalo
del Castillo fue vecino de Valladolid y tenía sus casas en la calle de la
Misericordia, la hoy llamada de San Blas, una de las más importantes de la
primitiva población, aunque se ignora la fecha y el lugar de su nacimiento.
Trabajó
con don Gutierre de Cárdenas, un noble castellano que estaba casado con una
prima hermana del rey D. Fernando el Católico y desempeñó en su casa, los
cargos de repostero de la plata y luego de repostero de camas, ambos de extrema
confianza que eran cargos desempeñados por hidalgos en las casa de los grandes
señores de la corte.
Este
personaje jugó un importante papel en la corte pues llegó a ser maestresala de la
reina Isabel la Católica. Fue hombre de gran influencia y desempeñó en la corte
castellana el cargo de Contador Mayor de la Hacienda Real de Castilla [10].
Fray
Alonso de Espinosa (1543-¿?), en su obra “Del
origen y milagros de Nuestra Señora de Candelaria”, impresa en Sevilla en 1594,
dice: "Y así en llegando el socorro
del Duque se partieron para Tenerife. Y a dos de noviembre del dicho año 1494
surgieron en Santa Cruz, donde antes habían surgido, y saltando en tierra
asentaron su real con determinación de no salir de la tierra hasta morir o
ganarla. Entre las gentes de a caballo que envió el Duque para el socorro
fueron Diego de Mesa, Francisco de Mesa, Gonzalo del Castillo...."
[11].
Vemos
pues citado, el nombre de nuestro personaje como uno de los conquistadores de
Tenerife, pero sólo en la segunda entrada de Alonso de Lugo y no en la primera
y por lo tanto, no pudo haber sido capturado después de de la Matanza de
Acentejo y en consecuencia tampoco pudo haber convivido con los guanches de
Bencomo hasta el término de la conquista.
Por
otra parte, el nombre de Gonzalo del Castillo figura en la relación de
conquistadores de la isla de Tenerife, a la que parece llegó formando parte de
las tropas que envió el duque de Medina Sidonia después del descalabro sufrido
por Alonso de Lugo en Acentejo.
Según
comenta Leopoldo de la Rosa [12], el 12 de abril de 1505, pocos años después de
terminar la conquista de Tenerife, el Adelantado Alonso Fernández de Lugo le
concedió sus datas de tierra a Gonzalo del Castillo, y lo hizo según sus
propias palabras por “haber sido y ser
hoy en día vecino y poblador de esta isla, con toda vuestra casa, mujer e hijos
y esclavos”.
Estas
palabras son clarificadoras, pues hacen referencia a la primera familia de
Gonzalo del Castillo, al parecer legítima, que en aquel momento tenía
constituida, es de presumir que con alguna mujer guanche, y de la que fueron
fruto dos hijos, Francisco y Ana; pero no se conoce el nombre de esta mujer, ni
las circunstancias de sus relaciones con Gonzalo.
Es
necesario tener en cuenta que los conquistadores llegaron a la isla sin mujeres
y que como una consecuencia lógica, su relación con las guanches sobrevivientes
a la conquista fue más que natural y lógica. Se conoce con certeza, la unión de
muchos de los que participaron en la conquista de la isla con mujeres guanches.
Al fallecer su primera esposa, Gonzalo del
Castillo se casa otra vez hacia 1509, con otra guanche, Francisca de Tacoronte.
Una primera pregunta que surge inmediatamente, en relación a esta segunda boda,
es ¿cuál era el nombre guanche de Francisca de Tacoronte?. Lamentablemente, los
historiadores de la conquista de Tenerife, no han dado respuesta a cuál fue el
nombre guanche de Francisca de Tacoronte.
Una
segunda pregunta que podría arrojar luz sobre el personaje es la siguiente ¿tenía
Francisca de Tacoronte algún parentesco con los menceyes tinerfeños? En torno a
esta cuestión, hay algunas importantes pistas que arrojan algo de luz sobre
este aspecto. Se sabe que Gonzalo del Castillo tenía estrechas relaciones con
dos guanches, llamados don Juan de Tegueste y don Pedro de Tacoronte [13],
siendo el segundo primo de Francisca, la mujer de Gonzalo. Aunque parece
probable que ésta también tuviese alguna relación de parentesco con el primero,
no se ha encontrado ningún dato que lo avale.
Un
aspecto adicional a tener en cuenta es que los anteriormente mencionados son
citados como don Juan de Tegueste y don Pedro de Tacoronte, y se sabe con
certeza que sólo se les dio el tratamiento de “don”, a los guanches descendientes más o menos cercanamente de los
antiguos menceyes. Un ejemplo claro lo tenemos en el Mencey de Adexe, que
siempre es citado como don Diego de Adexe, al igual que algunos de sus
descendientes.
Si
bien es cierto, tal como afirma Leopoldo de la Rosa Olivera en su trabajo ya
citado anteriormente, que no se sabe a ciencia cierta la genealogía de los
guanches mencionados, el historiador se inclina por considerarlos parientes
cercanos de los Menceyes de los Bandos de Tacoronte y Tegueste.
Gonzalo
del Castillo falleció en 1513, mientras que su esposa Francisca de Tacoronte le
sobrevivió siete años, falleciendo en 1520, quedando como descendientes suyos,
dos hijos del primer matrimonio Francisco y Ana y un hijo Juan y una hija Inés
de su segundo matrimonio con Francisca de Tacoronte.
Al
tenor de las investigaciones realizadas y publicadas por el anteriormente
citado Leopoldo de la Rosa, según sus propias y textuales palabras: “Evidentemente, hay un fondo de verdad en la
égloga de Dácil y Castillo de Antonio de Viana, que cantó los amores de Gonzalo
del Castillo, probablemente añadiéndole episodios de su invención. Podemos
preguntarnos a quién de sus mujeres quiso presentar el autor de las
Antigüedades bajo el nombre, posiblemente sólo poético, de Dácil. Cuando Viana
escribió su obra estaba vivo el recuerdo de un Gonzalo del Castillo,
conquistador destacado, que había estado casado con una guanche de la familia
de los menceyes. La de memoria más cercana y que reunía estas circunstancias
era Francisca de Tacoronte, y ésta creemos debió ser en la que se fijó, es
posible que sin saber ni su nombre, el poeta, que con estos elementos construyó
uno de los cantos más bellos del poema” [12].
Leopoldo
de la Rosa claramente se inclina por la hipótesis de que Antonio de Viana
hubiese utilizada a Francisca de Tacoronte como imagen para la creación de su
personaje literario Dácil.
[2] El término Quevehí según José M. Esteban, era el tratamiento guanche
que se daba a una persona principal, similar a excelencia.
[3] Una vara
castellana equivalía a 0,836 metros, por
lo que el “diámetro” tenía alrededor de 5,85 metros.
[4] O sea 1,67 metros de ancho por 0,84 metros
de alto.
[5] Chajora, Chajorra, Tajora o Abajora es el
nombre que los guanches daban a la Sideritis brevicaulis, un endemismo canario
que suele crecer entre los 5º-90 m de altura y que se encuentra en Tenerife y
La Gomera. Para más información véase el trabajo “Álvarez Rixo y sus observaciones al Diccionario de Historia Natural de
las Islas Canarias”. Universidad de La Laguna. Revista de Filología,
29-I-2011, p. 37-72.
[6] Dácil, fue según la leyenda una de las
hijas del Mencey Bencomo, aunque hay autores que opinan que es un personaje
inventado por el autor Antonio de Viana.
[7] Gonzalo del Castillo fue un capitán de las huestes castellanas de Alonso de Lugo, que fue según
una falsa leyenda fue hecho prisionero por los guanches en la Batalla de
Acentejo y que convivió con los guanches y se enamoró de la princesa Dácil,
hija del Mencey Bencomo.
[8] Giz, nombre portugués de la tiza.
[9] Antonio de Viana (1578-¿?). Estudió en Sevilla entre 1595-98 y
después se trasladó a Tenerife donde contrajo matrimonio y permaneció hasta
1599. Luego retornó a Sevilla, donde terminó sus estudios de Medicina en 1605,
retornando posteriormente a La Laguna. Retorna a Sevilla en 1634 y allí
permaneció hasta su muerte, aunque se ignora la fecha de su fallecimiento.
[10] Los datos sobre D. Gutierre de Cárdenas y su esposa D.* Teresa
Enríquez, están tomados de Ballesteros, Cristóbal Colón
y el descubrimiento de América, pag. 462; Fz. de Bethencourt, Historia Genealógica y Heráldica de la
Monarquía española, II, pág. 310.
[11] Historia de Nuestra Señora
de la Candelaria. Fray Alonso de Espinosa. Sevilla. 1594. El mismo autor
publicó otro libro “Del origen y milagros
de Nuestra Señora de la Candelaria”, en el que aparece por vez primera una
descripción de la isla con sus historia.
[12] La Égloga de Dácil y
Castillo por Leopoldo de la Rosa
Olivera. Revista de Historia, Universidad de La Laguna, 115-141, (1990-91).
[13] En una escritura de arrendamiento de 60 puercas por 4 años por
Gonzalo del Castillo se les cita como "don Juan de Tegueste y don Pedro do Tacoronte", ante S. Páez el
5-1-1509 [A.H.P., Reg.,1509, n.º 9, f.o 614) interviniendo Francisco
de Tacoronte como lengua. Vemos que se les da a ambos el "don" y que además
interviene Francisco de Tacoronte como "lengua", es decir como intérprete, lo que indica que aquellos no conocían el
castellano.
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