miércoles, 26 de abril de 2017

La Romería de San Amaro

Comenté en la crónica anterior algunos de los avatares seguidos por la ermita de Nuestra Señora de La Paz y San Amaro desde su construcción en 1591, narrando asimismo el fervor con el que se rendía culto en élla a la imagen de San Amaro.
En esta nueva crónica, también dedicada a la misma ermita, desarrollo aspectos relacionados con la festividad de San Amaro, que tuvo una muy popular y concurrida romería, así como la presencia en la ermita durante siglos de ermitaños, entendiendo por tales familias que la cuidaban y mostraban a los fieles que deseaban verla, bien para rendir culto a San Amaro, bien para depositar sus exvotos o ambas cosas a la vez.
La crónica prosigue con un amplio comentario acerca de los mayordomos de la ermita y mostrando como en la zona se llegó a cultivar en el siglo XVII la variedad de uva conocida como malvasía, para terminar con la compra del terreno aledaño a la ermita por el irlandés Bernardo Valois. 
La festividad y romería de San Amaro
Ya comenté en la anterior crónica que la ermita de Nuestra Señora de la Paz se hallaba situada hasta bien entrado el siglo XX, en una zona que podríamos calificar de despoblada, pero las noches inmediatas al día quince de enero, vísperas de la festividad de San Amaro, recibía en sus inmediaciones una gran cantidad de romeros, que acudían de diversos puntos del Valle de la Orotava y de otros pagos de la isla atraídos, probablemente, por el carácter lúdico y hasta cierto punto libertino de su fiesta. Conviene además tener en cuenta, que casi durante el primer siglo, la única imagen entronizada en la citada ermita era la de San Amaro, ya que, tal como comenté en mi anterior crónica, la imagen de la Virgen de la Paz, sólo llegó a la ermita casi un siglo después, siendo donada por Lope de Mesa y Llarena, capitán de milicias, regidor y alguacil mayor perpetuo de Tenerife y biznieto de Juan de Mesa y Lugo.
La imagen del citado santo es muy pequeña y ello queda claramente reflejado en una anécdota que cuenta Álvarez Rixo en su Floresta Provincial [1] relativa a su tamaño, poniendo en boca de una madre y su hija que asistían a la procesión de San Amaro el siguiente diálogo no carente de chispa:
-           ¿Cuál es San Amaro, madre?
-          Aquel chiquito hija.
-          ¡Jesús! Si parece una araña! ¿Cómo diantres puede hacer tanto milagro?
-          Pues esa es la gracia, hija...
A pesar de la aparente trivialidad de la anécdota narrada por el cronista portuense, el comentario da un documentado valor a la imagen y a su culto, pues a pesar de su reducido tamaño, su festividad y la romería que a ella le acompañaba, fueron tan afamadas en el Valle de la Orotava, que es tradición popular que a la citada fiesta y romería acudía un numeroso gentío de todos los pueblos del mencionado valle.
        Imagen de San Amaro o San Mauro
Como puede colegirse fácilmente del gentío que acudía a la fiesta, la celebración no estuvo exenta de dificultades e incidentes, tal como el que ocurrió en 1735, y podemos valorar la importancia de la festividad en el expediente que se realizó en el citado año, contra Francisco Álvarez de Ledesma, por entonces Alcalde Mayor de Villa de La Orotava, bajo cuya jurisdicción se hallaba el territorio de La Paz, por no haber acudido en esas noches a la fiesta, pese a la expresa obligación que tenía de hacerlo.
En una de esas noches de la romería de ese año (1735), fue asesinado un hombre en la fiesta, y en el expediente que se levantó dando cuenta de este incidente, se dice que "siendo estilo y costumbre que todos los tenientes de La Orotava bajen todos los años en las noches y vísperas de San Amaro a la ermita de este santo, inmediata al Puerto, a impedir cualesquiera disensiones y pleitos que pueda ocasionar la concurrencia de tantas personas a festejarse en dicho sitio .." [2].
La romería que se celebraba la víspera de San Amaro tenía un enorme arraigo popular y la concurrencia era muy numerosa, pues se caracterizaba por una cierta licencia que otorgaban los padres a sus hijas para que pudiesen acudir solas a la romería, es decir, sin la acostumbrada “carabina familiar”. Era ésta una ocasión pintiparada para la comunicación más estrecha entre los dos sexos, que en los siglos pasados se hacía siempre bajo la directa supervisión de un familiar de la moza, tanto para prevenir y controlar que no ocurriese nada que posteriormente hubiera que lamentar, como sobre todo para evitar las habladurías y maledicencias de la gente vecina.
En la romería de San Amaro, la ocasión para un encuentro más cercano e íntimo era mucho más fácil, pues se pernoctaba sobre el suelo, al aire libre, sin separación de sexos, lo que en muchos casos favorecía las relaciones sexuales entre los jóvenes que concurrían a la fiesta. Este hecho queda reflejado en una anónima copla festiva alusiva a la romería y festividad de San Amaro, que a continuación reproduzco:
“Si fueses a San Amaro,
mira que el santo es bellaco.
Que yo mandé mis dos hijas,
Fueron dos, vinieron cuatro”
Esta copla no sólo se utilizaba para hacer mención a la romería de San Amaro, sino que también se refería a las arraigadas costumbres de la isla de La Palma, donde, como ya mencioné en mi crónica anterior, en Puntagorda existe una ermita de la advocación de San Amaro, en la que también se celebraba una romería similar a la que tenía lugar en la ermita de La Paz, tal como refiere A. Lemos Smalley al comentar las costumbres de los aldeanos de la isla de La Palma [3].
La ermita solía permanecer abierta la noche de la víspera de la fiesta y al correr de los años, quizás por los incidentes que empezaron a tener lugar durante la víspera de la romería en la que se producía la llegada de los romeros y se acumulaba una importante cantidad de personas, la cofradía empezó a pagar a un hombre para que se encargase de velar por el orden y las buenas costumbres, evitando con su presencia cualquier altercado violento, que pudiese tener lugar.
Parece claro que la razón fundamental por la que el pueblo llano acudía a la romería era la búsqueda de la diversión, pero no conviene dejar completamente de lado la arraigada devoción que San Amaro tuvo entre el pueblo como santo sanador de diversas enfermedades óseas, y en la antigüedad, fue muy frecuente encomendarse a este santo para prevenir y curar este tipo de enfermedades. Los enfermos se dirigían a él pidiendo su curación, especialmente los paralíticos, debido a la tradición que situaba a San Mauro como servidor de los menesterosos y particularmente de los lisiados.
Este comentario, que en el momento actual puede parecer anecdótico, hasta bien entrado el siglo pasado, tenía su total vigencia y recuerdo que en nuestro pueblo existieron sanadores, generalmente mujeres, que actuaban intentando remediar diferentes males, utilizando para ello rezados encomendados a diversos santos, en función de cual fuese la dolencia del enfermo. En ocasiones, los rezos se acompañaban de ciertos rituales, que practicaban las sanadoras sobre la zona de la que se quejaba el enfermo que acudía a ellos en busca de ayuda. 
Ermita de San Amaro. Archivo Sánchez García. Subida a Facebook por Melchor Hernández Castilla 
En la obra del portuense José Javier Hernández García sobre el ermita de Nuestra Señora de La Paz, este autor señala que a la fiesta acudían los campesinos vestidos “con calzón corto de lienzo, faja y camisa cuya pechera mostraba diminutos pliegues; las mujeres lucían corpìño y tocaban su cabeza con sombreros de palma” [4].  
Resulta interesante señalar que la romería de San Amaro tenía lugar como ya señalé el día quince de enero y por ello era la primera de las diversas romerías que se celebraban en nuestra isla. Durante la celebración de la romería, era costumbre engalanar la entrada de la ermita con diversos productos del campo, que solían colgar de una estructura recubierta de hojas y ramas verdes y el arco de la antigua entrada de la ermita solía asimismo cubrirse con hojas de palmeras entrelazadas, tal como se aprecia en la siguiente fotografía.
En la ya citada obra de Hernández García, en relación a la fiesta se comenta que la “ermita en su sencillez, presentaba un aspecto deslumbrante los días de fiesta. Al enjalbegado habitual efectuado cada año al llegar estas fechas se unía la confección de un arco levantado ante la puerta principal, del cual colgaban frutos, brezos y poleos... Con hierbas olorosas solía cubrirse todo el suelo de la ermita. De este modo el poleo, el romero, o el arrayán prestaban su perfume reconfortante al caminante cansado que, al final del viaje, podía descubrir detrás de aquel aroma, el sentido sacro del lugar que pisaba”.
Ermita de San Amaro y de Nª Sª de La Paz. Archivo Sánchez García. 
Subida a Facebook por Melchor Hernández Castilla
La Virgen de Candelaria y la ermita de San Amaro
El investigador orotavense Manuel Hernández González comenta un párrafo muy significativo relacionando la ermita de San Amaro con la Virgen de Candelaria, pues el citado autor afirma San Amaro, en la Paz, una ermita que hasta en pleno s. XIX, y en realidad hasta el desarrollo turístico, estaba situada en una zona despoblada inmediata a lo que es hoy el Jardín Botánico, era un santuario de tal importancia que en pleno s. XVII y en medio de una fuerte polémica fue elegido como marco para albergar a la Virgen de Candelaria de forma definitiva, ante los graves riesgos que presentaba el pueblo costero que lleva su nombre, aunque finalmente fue desestimado por la abierta oposición de los vecinos del Valle de Güímar.....”[2].
El comentario anterior da fe de la importancia y relevancia que el santuario llegó a tener, pues en medio de una ruidosa polémica, fue elegido como posible lugar para albergar de forma definitiva a la Virgen de Candelaria, ante los graves riesgos que presentaba su presencia en un pueblo costero, como el de Candelaria, sometido por una parte a la siempre latente amenaza de ataques piráticos y por la otra a las inclemencias de los temporales marinos. Los riesgos no eran imaginarios, pues es bien sabido y ya lo narré en una crónica anterior, como la antigua imagen de la Patrona, desapareció arrastrada por las aguas en el violento temporal desencadenado en 1826.
Antigua imagen de la Virgen de Candelaria, desaparecida en el aluvión de 1826 
De cualquier forma, este traslado de la Virgen de Candelaria desde su santuario en el sur, hasta la ermita de Nuestra Señora de la Paz y San Amaro, no llegó a materializarse por la fuerte oposición de los vecinos del Valle de Güimar, que no querían por ningún concepto que la imagen de Virgen de Candelaria fuese a parar a otro santuario diferente del que tradicionalmente había ocupado hasta esa fecha y que según la tradición se había aparecido en la zona citada a unos pastores guanches que transportaban sus rebaños de cabras.
Los ermitaños de Nª Sª de la Paz
En los siglos pasados era relativamente frecuente que las ermitas donde se hallaban imágenes de mucha devoción y la de la Virgen de Nuestra Señora de la Paz, y la más popular imagen de San Amaro sin duda lo eran, recibiesen a lo largo de todos los años numerosas visitas de fieles devotos de alguna de las imágenes citadas y ello trajo consigo que en casi todas ellas, existiese una persona encargada de velar por el cuidado y la limpieza de la ermita y sus imágenes, así como de mostrar estas últimas, a todos aquellos visitantes devotos que se acercasen a visitarla.
Tales personas que por devoción vivían en las ermitas y cuidaban de su aseo, arreglo y las mostraban a los devotos visitantes, fueron popularmente conocidos como ermitaños y la ermita de Nuestra Señora de la Paz y San Amaro, no fue una excepción a esta regla como veremos a continuación.
Comenté en la crónica anterior, que en el bautizo de Juan, un esclavo de Alonso García Calzadilla, celebrado e1 29 de noviembre de 1590, en la Parroquia de la Concepción de La Orotava, actuó como padrino el Hermano Andrés, que fue descrito como "ermitaño de Nuestra Señora de la Paz". El hecho de que en 1590, es decir, casi desde sus orígenes, existiera un ermitaño, prueba que la ermita de Nuestra Señora de la Paz estaba ya construida en esa fecha y que existía una cierta demanda por conocerla, lo que es congruente con la presencia de ella de una imagen de tanta devoción como la de San Amaro y además de un ermitaño que cuidaba de la ermita y de la citada imagen y la mostraba a los fieles. Conviene tener en cuenta que durante  casi un siglo, la imagen de San Amaro fue la única existente en la ermita y que Nuestra Señora de La Paz, solo llegó casi un siglo después, es decir a finales del siglo XVII o comienzos del XVIII [5].
Ermita de Nª Sª de la Paz y San Amaro. Foto I. Bello Baeza
En un codicilo en el que revocaba algunas cláusulas de su testamento, Francisco Hernández, beneficiado de la Parroquia de La Concepción de La Orotava, confesó en 1602, haber construido en la parte trasera de la Ermita de Nuestra Señora de La Paz un edificio de dos plantas, estando destinada la planta baja a sacristía, con una puerta que la comunicaba con la ermita, mientras que la parte alta debía ser la morada de Juliana Gutiérrez, la ermitaña, a cambio de la cual, tanto élla como sus descendientes estaban obligados tanto al cuidado de la ermita, como a mostrársela a los devotos que se acercaban hasta ella en cumplimiento de una promesa. Por este codicilo, sabemos que Juliana Gutiérrez era hija de Baltasar Rodríguez y Juana Gutiérrez y estaba casada con Pedro Pinto, con quien vivía en la ermita, y cuidaban de ella como sus ermitaños [6].
Los mayordomos de la Iglesia
          Creo oportuno comenzar este apartado comentando cuáles eran las funciones y obligaciones de los antiguos mayordomos de las iglesias, figura actualmente desaparecida.  Con carácter general, la totalidad de los bienes materiales destinados a la reparación, adorno de la iglesia y al culto divino que en ellas se hace, tenía como administrador nato a la persona del obispo de la diócesis donde se halla enclavada la iglesia.  Para alivio de la pesada carga que suponía para los obispos de una diócesis el encargase de la administración económica de las iglesias dependientes de su diócesis, las iglesias fueron dotadas de los llamados mayordomos de fábrica o simplemente mayordomos, que tenían como misión el llevar a cabo el control económico de la iglesia, tanto de los posibles ingresos, tanto por las rentas de las propiedades rústicas y urbanas de la citada iglesia, como el de las donaciones, los diezmos y primicias, las ofrendas de los fieles, las festividades, etc.
           De manera similar, los mayordomos estaban obligados a llevar cuenta detallada de los gastos, que incluían los sueldos del personal a servicio de la iglesia, los habituales gastos para el mantenimiento y los gastos periódicos que se hacían durante las fiestas. Estaban obligados a rendir cuentas anualmente de los ingresos y gastos de la parroquia, lo que se hacía habitualmente ante el obispo de la diócesis correspondiente y a este respecto, conviene recordar que en Canarias, hasta bien entrado el siglo XIX sólo existía una diócesis conocida como Diócesis Canariensis, que tenía su sede en Las Palmas de Gran Canaria. A partir de 1819, se creó la nueva diócesis llamada Diócesis Nivariensis, encargada de regir todas las parroquias, iglesia y ermitas comprendidas en la provincia de Santa Cruz de Tenerife.
          Como norma general, los mayordomos no tenían por qué ser eclesiásticos, y de hecho fueron abundantes los civiles que detentaron este cargo en las diversas iglesias; su nombramiento solía hacerse por periodos de un año, pero frecuentemente, permanecían durante periodos más o menos largos en la mayordomía de la iglesia o ermita.
          Los mayordomos estaban asimismo obligados a afianzar su solvencia económica en el cargo con sus bienes personales, por lo que generalmente los mayordomos solían ser personas de cierto relieve social y que además poseían un determinado nivel económico, para poder otorgar garantía sobre los bienes que iban a administrar.
          Uno de los primeros mayordomos de la ermita de Nuestra Señora de la Paz y San Amaro de los que se tiene constancia fue el pintor y presbítero Gaspar de Quevedo (1616- ¿?) [7], quien en 1966 declaró ante el escribano Domingo Romero haber recibido del orotavense Juan de Mesa y Ayala “una ropa de raso labrado, plateado y ..., con guarnición de plata y oro fino, basquiña, capilla, jubón y manto, cuya ropa se mandó a dar a Nuestra Señora de la Paz por D. Juan de Toledo, obispo que fue de estas islas, en la visita que hizo a esta Villa y Puerto, que por su testamento mandó a dicha imagen Dª María de Cabrera” [8].
             El portuense José Javier Hernández García en su libro sobre la Ermita de Nuestra Señora de la Paz cita una donación hecha por el citado Gaspar de Quevedo, quien había dado a tributo la casa, la finca y estanque propiedad de la ermita, que en 1702 fueron vendidos a Bernardo Valois para la construcción de su hacienda [9]Juan de Mesa en su testamento fechado en 1670, cita que se deben arreglar las cuentas con el escribano orotavense Diego de Paz, que también fue mayordomo de la ermita tal como narran Alloza Moreno y Rodríguez Mesa [10]
            Más adelante, concretamente en el año 1767, el por entonces mayordomo Ambrosio Estévez Delgado pagó doscientos cincuenta reales por unas andas para al Santa Imagen de Nuestra Señora” y más tarde en 1786, veinte reales de vellón por “apuntalar la capilla mayor de la ermita a dos carpinteros, un oficial de albañil y dos peones, más cincuenta y siete reales de vellón por treinta y siete esquinas puestas en la dicha ermita” [11]. Los hermanos  Pedro Delgado Ambrosio Estévez Delgado fueron asimismo mayordomos de la ermita el primero desde 1755 hasta 1760 y el segundo de 1760 a 1789 [12].
 En 1841, cuando el Puerto de la Cruz logra expandir sus límites municipales, los llamados Llanos de la Paz quedaron a partir de ese momento incluidos en el ámbito municipal portuense, a pesar de que en lo religioso la Ermita de La Paz siguió dependiendo de la Parroquia de Nuestra Señora de la Concepción de la Villa de La Orotava.
En 1827, Ángel Seycher, un vecino del Puerto de la Cruz fue nombrado mayordomo de la ermita, aunque duró poco tiempo en el cargo. Existe un inventario de los bienes de la ermita de Nª Sª de la Paz y San Amaro, firmado por Ángel Seycher, fechado en 1844, donde se relacionan los diferentes enseres de la ermita, que a continuación relaciono, pues a pesar de que soy consciente de su prolijidad, pienso que da una imagen clara de los bienes de la ermita:Plata: Un cáliz con su patena cucharilla / Una corona de la Virgen / Una corona del Niño/ Un báculo del dicho Santi / Una peana forro de plata de dicho Santi / Un barquito de oro con un hilito de perlas / Un ojo de plata / Una niña de ídem / Un anillo con piedras falsas de la Virgen / Tres rosetas con ídem de la dicha. Ropa de la Virgen: Una enaguas y manto que tiene puestas/ Una toca, un cinto de galón y dos vueltas de encaje / Una camita y una banda del Niño / Dos túnicas de seda encarnadas para los angelitos. Ropa de San Amaro: Una capita blanca bordada de oro / Una capa de terciopelo encarnado que tiene puesta / Dos capas de lampazo algo viejas. Ropa de San Luis: Una túnica de seda con su mangos / Dos capitas de seda con galón de oro para la garganta, un cordón de oro con sus borlas para la cintura y una cuerda de lana. 
En el mismo inventario, se hace una relación de los enseres de la ermita, que eran: “Unas andas de palo pintadas para la Virgen / Unas dhas plateadas de San Amaro con su cajón / Una mesa y una barra para el trono del Sto. / Una urna de cristal apara cubrir a San Amaro / ... bancos de la ermita / Dos bancos en la sacristía / Una mesa con gaveta para los vestuarios // Tres mesas de pinsapo / Tres sillas / Dos atriles de altar / Do dos de Coro / Un cuadro con un Crucifijo pintado / Uno dho con Sn. Francisco y St0Domingo / Dos cruce de altares / Una piedra de ara suelta / Una araña de cristal /Dos bujías de palo / Una lámpara de pettre / Dos misales / Dos candeleros de metal / / Una campanilla de ídem / Dos pares de vinagreras, una de pisa y otra de vidrio / Una cajita de hojalata para las hostias / Doce jarras de palo pintadas para flores / Ocho jarras doradas para ídem / Dos angelitos pequeños de madera / Una escalera de mano para el campanario / Nueve ramos para jarras de flores artificiales / / Noventa y cuatro ramitos para las andas / Dos guirnaldas para los angelitos” [13].
Tomás Fidel Cólogan y Bobadilla, al ver que la ermita estaba desatendida por carecer de mayordomo, solicitó al obispo de la Diócesis Canariensis que le fuese concedido el nombramiento de mayordomo de la ermita de Nuestra Señora de la Paz y San Amaro, argumentando que la citada ermita se hallaban situada en terrenos de su propia hacienda, obteniendo una respuesta positiva en 1844. 
Tomás Fidel Cólogan y Bobadilla (1815-1888)
A. Rixo comenta en sus Anales en relación al año 1868, que el “el día 19 (de enero) desde la ermita de La Paz, fue traída la Virgen de este nombre y San Amaro para hacerles su función en esta parroquia del Puerto a la cual ha quedado subordinada dicha ermita después que se haya agregado a su jurisdicción eclesiástica, desde cuya parroquia se recondujeron en procesión ambas imágenes acompañada de numeroso pueblo y romeros concurrentes a la fiesta. No presidió ningún municipal, pero sí don Tomás Fidel Cólogan, a quien el Obispo don Luis Folgueras constituyó patrono de la citada ermita, hace más de 30 años. El día no sólo estuvo despejado, sino caluroso” [14]. 
El cronista A. Rixo cita correctamente al patrono de la ermita, pero yerra en el cuanto al tiempo en que ejercía de mayordomo, pues según los datos anteriores, Tomás Cólogan llevaba en esos momentos veinte y cuatro años como mayordomo de la ermita de Nuestra Señora de La Paz.
El cultivo del malvasía en la zona de La Paz
La zona de La Paz, que durante mucho tiempo fue conocida con el nombre de Pago de Sancho Caballero, fue muy fértil y estuvo dedicada al cultivo tanto de cereales como de vid, particularmente de la variedad malvasía, que tanto demanda tuvo en ese siglo y en los siguientes, en los que la mayor cantidad de la producción se exportaba hacia el extranjero, concretamente a Europa, con especial incidencia en Inglaterra y hacia América.
Durante siglos, estuvo vigente entre los católicos el pagar a la Iglesia los llamados diezmos y primicias, entendiendo por el primero la décima de los “frutos que provenían de los campos, prados, viñas, árboles y animales, pagado habitualmente en especie y no en dinero”. Con el segundo término se hacía alusión a “la primera parte de los frutos y/o ganados que se ofrecían a Dios”. Centraré mi atención en el primero de estos dos tributos que los católicos estaban obligados a dar a la iglesia.
Como ya dije al comienzo de este apartado, la zona de La Paz fue muy fértil en cultivos, primero en el de la caña de azúcar para extraer ese producto y destinado esencialmente a la exportación. Después al decaer este comercio por la desigual competencia que ofrecía la producción azucarera de la América Latina, la zona de La Paz se pobló de numerosas plantaciones de viñedos, particularmente de la variedad malvasía, de cuyas uvas se extraía el vino que hizo tan famosa a nuestras islas y particularmente a Tenerife.  
Llegado el momento de la recolección de las uvas, los cosecheros daban cuenta a la Iglesia de la cantidad de uva que le correspondía recoger por el diezmo de la plantada en su zona y la Iglesia, habitualmente, llevaba a cabo una subasta pública entre los comerciantes interesados, habitualmente mercaderes ingleses residentes en Tenerife, que se desplazaban a La Laguna, para pujar y hacerse con los vinos malvasía de la zona que le interesaba.
Uno de esto mercaderes fue Guillermo Clerque, un inglés que se había casado con la portuense María Francisca de Escañuela y que después de su matrimonio, se afincó definitivamente en el Puerto de Cruz, en el cual estuvo viviendo un largo tiempo antes de casarse. En 1664, Guillermo Clerque había comprado a las autoridades eclesiásticas mediante subasta, los derechos a recoger el mosto del diezmo de la zona de La Paz. Para efectuar la recogida de este mosto, pactó con Baltasar González, un transportista de la época que se comprometió a hacerlo con dos caballos que tenía, capaces de cargar 5 barriles y medio de mosto.
Clerque le dió por adelantado 694 reales, comprometiéndose a pagarle a razón de 11 reales por cada bota de a l4 barriles, cediéndole, además, otros dos caballos y un mozo, para facilitar la tarea de recogida y transporte del mosto de la zona de La Paz. Una vez recogido todo el mosto, Baltasar González debía transportarlo desde La Paz hasta la bodega que Guillermo Clerque tenía en su casa situada en el Puerto de la Cruz [15]. Sirva este ejemplo, tanto para poner de relieve que en la zona de La Paz se llegó a cultivar el malvasía como para servir de ejemplo del pago del diezmo que los agricultores debían abonar a la Iglesia Católica.
La compra del terreno de La Paz por Bernardo Valois
El seis de junio de 1702, Sebastiana Martín, viuda del inglés Ricardo Antonio, sus cinco hijas, y Mateo Pacheco, marido de una de ellas llamada Catalina Antonia, herederos con beneficio de inventario de Ricardo Antonio, vendieron a Bernardo Valois una casa terrera en la que tenían plantadas parras, con un estanque para agua, con árboles frutales, todo cercado de paredes, que se hallaba en La Paz.
Sebastiana Martín comentó que ella había obtenido la casa y el terreno durante su matrimonio, y que se lo había dado a tributo el ya citado licenciado Gaspar de Quevedo, mayordomo que había sido de la Ermita de Nuestra Señora de la Paz, con cargo de cierta cantidad que había que pagar a la ermita y su mayordomo. El tributo era inicialmente de 150 reales anuales, pero se moderó por una sentencia favorable que obtuvo en un pleito que pusieron por lo exorbitante de dicho tributo. El pleito se siguió en el tribunal de la Capitanía General de las islas y la sentencia se publicó en 1674, estipulándose en ella que sólo debían pagarse 35 reales anuales [15].
Bernardo Valois construyó en esos terrenos la hermosa mansión que aun hoy perdura en manos de sus herederos, la Familia Cólogan, que fue visitada por viajeros muy ilustres, entre ellos el barón Von Humboldt.
     La Paz, cerca del Puerto de la Orotava. Dibujo de Alfred Diston
La imagen de Nuestra Señora de La Paz
La última parte de esta crónica la dedico a realizar diversos comentarios sobre la imagen de la Virgen de Nuestra Señora de la Paz, tanto en lo referente a su llegada como en lo relativo a su nombre. Utilizo como base fundamental para mi comentario el último capítulo de la obra de José Javier Hernández García ya citada en varias ocasiones en tanto en la anterior como en esta misma crónica [16].
El citado autor afirma que muy probablemente la imagen actual no sea la primitiva donada por el orotavense Juan de Mesa, sino que en su opinión más bien parece propia del siglo posterior, es decir, del siglo XVII y que al igual que ocurrió con la talla de San Amaro, la primitiva imagen de la virgen debió ser de reducidas dimensiones, tal como ocurría frecuente con la imaginería de aquella época. Esta segunda imagen, siguiendo al autor ya citado, presenta en la actualidad muchos de los rasgos típicos del siglo XVII, como son su condición de candelero -entendiendo por tal que se trata de imagen que únicamente presenta talladas su cabeza y sus manos-, el presentar ojos de cristal, pestañas postizas, tener girada su cabeza y ello parece indicar posteriores arreglos realizados posteriormente al siglo XVII.
Una muy interesante aportación del ya citado autor es en mi opinión, el origen del nombre, que durante mucho tiempo ha permanecido ignorado dando pie a muchas cábalas e hipótesis. Según Hernández García se trata de una devoción de honda raigambre portuguesa y en este punto, conviene no olvidar que durante el siglo XVI, Canarias y el Puerto de la Cruz tuvieron una amplia presencia lusa, motivada probablemente por la puesta en marcha de los ingenios azucareros, en los que los habitantes de Madeira ya tenían una amplia experiencia.
El citado autor comenta en el último capítulo de su libro, que la advocación de la ermita tiene “una devoción de honda raigambre en Portugal: Nossa Senhora da Lapa” y que este hecho, unido al descubrimiento de que la denominación portuense de “Nta. Sra de lapas”, que aparece a veces en la documentación de los siglos XVI y XVII, no era un error, sino la transcripción de un nombre que ”no pudo ser castellanizado en un primer momento por el fuerte influjo que mantenía la colonia (portuguesa) que lo había engendrado” [17].
La raigambre portuguesa de esta tradición es muy antigua y Hernández García cita una información que le transmitió desde Portugal Santiago Ribas, según la cual “hacia finales del siglo X se sitúa el hallazgo de la Virgen da Lapa en una gruta por una niña. Al perecer, la pequeña talla había sido depositada allí para protegerla durante la dominación musulmana. Pronto el lugar comenzó a convertirse en centro de peregrinaciones debido a los muchos milagros y favores que la intersección de la Virgen producía, entre ellos la curación de la niña que la encontró en la cavidad rocosa del norte de Portugal. Su devoción fue tan grande que el culto rebasó las tierra de origen para llegar a las costas de Brasil y a los archipiélagos portugueses de Azores, Madeira y Cabo Verde”. Según el mismo autor, la festividad se celebra en el santuario de la Sierra de Lapa (Viseu, Portugal) el 15 de agosto, en tanto que como ya comenté la festividad de San Amaro tenía lugar     
Como habitualmente suele ocurrir, la aparición de la imagen de Nuestra Señora e Lapas en Viseu, está rodeada de una curiosa leyenda, que hasta cierto punto recuerda la tejida en torno a la Virgen de Lourdes en Francia. Por su interés la reproduzco, pero haciendo nuevamente constar que no se trata de datos históricos, sino de una popular leyenda.
Según cuenta la citada leyenda “en 1498, mientras una niña muda estaba cuidando un rebaño de ovejas en las colinas de Quintela, fuera de la ciudad de Sernancelhe, en el centro norte de Portugal,se encontró una estatua de la Virgen y el Niño, en la hendidura de una roca. La joven Joana hizo de la estatua un objeto de devoción personal y la llevaba de un lado a otro de su casa, donde hizo ropa para élla y la llevó a la colina, donde la puso sobre una roca, rodeándola de flores, y le razaba mientras sus ovejas pastaban.
Su madre empezó a sentirse descontenta porque le parecía que la niña descuidaba sus tareas para cuidar de su “muñeca” y un día, tomó la imagen y la arrojó al fuego de la chimenea. Justo en ese momento, Joana, que era muda comenzó a hablar por primera vez en su vida, diciendo Madre! Esa es la Virgen de la Gruta! Qué estás haciendo! y sin temor agarró la imagen y la sacó sin que llegara a quemarse en el fuego. Tanto ella como su madre sufrieron quemaduras, de las que Joana se recuperó totalmente, mientras que el brazo de su madre quedó paralizado, aunque se recuperó completamente después de la oración que ambas hicieron”.
La leyenda afirma que al saberse el hecho milagroso el párroco tajo la imagen a la iglesia, pero tres veces fue llevada, y las tres la imagen desapareció de la iglesia volviendo al lugar donde la habían encontrado la niña. Después de este hecho prodigioso se construyó una capilla en el lugar donde Joana había encontrado la imagen y luego el santuario de Nuestra Señora de Lapa. 
                Santuario da Nossa Senhora da Lapa. Quintela. Portugal
Termino la crónica mostrando dos excelentes acuarelas de la ermita de Nuestra Señora de la Paz realizadas por el afamado acuarelista D. Francisco Bonnín Guerín. En realidad, un examen cuidadoso de ambas, muestra que en lo sustancial son idénticas, variando única y exclusivamente en el colorido y la tonalidad que el maestro Bonnín utilizó en cada una de éllas.
                 Ermita de San Amaro. Acuarela de F. Bonnín Guerín

  Ermita de San Amaro. Acuarela de F. Bonnín Guerín
BIBLIOGRAFÍA
1.      Floresta Provincial. Archivo Álvarez Rixo. Universidad de La Laguna.    
2.      Fiestas y creencias en Canarias en la Edad Moderna. Manuel Hernández   González. Tenerife, 2006.
3.      Usos y costumbres de los aldeanos de la isla de La Palma. Antonio Lemos Smalley. Archivo Álvarez Rixo. Universidad de La Laguna.    
4.      El Llano de La Paz y su Ermita. Dirección General de Cooperación y Patrimonio Cultural. 2016.  José Javier Hernández García. 
5.      Ídem, p. 163
6.       Libro 4º de Bautismos. Parroquia de Nª Sª de La Concepción de La Orotava. 29-11-1590.
7.      AHPSCT. PN 2804. Roque Suárez. 24-VII-1602. Folios 402-408.
8.      Para un mejor conocimiento de la vida y la obra del pintor orotavense Gaspar de Quevedo véanse los artículos de  Carmen Fraga “Nuevos datos sobre  la vida y la obra de Gaspar de Quevedo. Anuario Estudios Atlánticos, nº 27, p. 559-576, 1981” y el de Carlos Rodríguez Morales “El pintor Gaspar de Quevedo, su aprendizaje en Sevilla y nuevas obras en Canarias”. Laboratorio de Arte, 20, p. 131-139, 2007.
9.      AHPSCT. PN 3134.12-II-1966, fº 32.
10.      AHPSCT, PN 3806, 1702, fos 137-140v.
11.  Misericordia de la Vera Cruz en el Beneficio de Taoro, desde el siglo XVI. Santa Cruz de Tenerife. 1984.
12.   Archivo Parroquia de la Concepción. La Orotava. Legajo Ermitas y cofradías, recibos s.c.
13.   Cita nº 4, p. 155.
14.   APCO. Ermitas y cofradías.... Puerto de la Cruz. Precisiones sobre sus orígenes y evolución. M. Rodríguez Mesa Fundación Telesforo Bravo y Juan Coello. Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias. Tenerife. 2015.
15.  Anales, p. 478.
16.  AHPSCT. PN 3789. 7-IV-1664, fos153-154.
17.  The Marian Times.

miércoles, 19 de abril de 2017

La Ermita de Nuestra Señora de la Paz y San Amaro

Comienzo con esta crónica una nueve serie dedicada a las construcciones religiosas de nuestro pueblo, a saber la Ermita de Nuestra Señora de la Paz, la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Peña de Francia, la Iglesia de San Francisco, la Iglesia de la Peñita y las diferentes Ermitas y Cruces, citadas por orden de antigüedad en su construcción.
Siguiendo este criterio, comienzo con la Ermita de Nuestra Señora de la Paz, que si bien durante siglos estuvo situada en territorio perteneciente al ayuntamiento de La Orotava, desde finales del siglo XIX, con la extensión territorial concedida al Puerto de la Cruz, este pueblo extendió sus límites hasta la zona situada por encima del Jardín de Aclimatación, popularmente conocido desde la antigüedad como Jardín Botánico. A partir de este momento, la citada ermita, que desde hace años ya es parroquia, está enclavada en el término municipal del Puerto de la Cruz.
La época guanche
Me parece oportuno situar y comentar aunque solo sea levemente, las más acusadas características del territorio en que se construyó la que hoy en día es la más antigua edificación religiosa de nuestra actual ciudad y ese honor lo ostenta la llamada Ermita de Nuestra Señora de la la Paz y San Amaro, cuyo origen se remonta a la última década del siglo XVI.
Ha sido muy citado y comentado, que el territorio comprendido entre el Acantilado de Martiánez y la zona situada en el entorno del Jardín Botánico, que la suavidad de su clima y la presencia de abundante agua en la llamada Fuente de Martiánez, situada en las cercanías de la citada zona, fueron factores importantes para que el lugar fuese escogida como el asentamiento de una nutrida colonia guanche, de cuya presencia ya di cuenta en una crónica anterior, en la que mostré pruebas inequívocas de su estancia, puesta de relieve por el hallazgo de numerosos restos humanos de los antiguos guanches habitantes de la zona, en una cueva sepulcral, situada en la cercanías del paraje actualmente conocido como La Paz.
Por el interés que la zona presentó como hábitat de nuestros antepasados guanches, reproduzco un fragmento de una crónica anterior ya publicada, en la que se mencionaba un trabajo de prospección arqueológica realizado en el litoral del antiguo Menceyato de Taoro, concretamente en los municipios de Los Realejos, Puerto de la Cruz y La Orotava, por los investigadores Alfredo Mederos Martín y Gabriel Escribano Cobo, quienes al describir los resultados obtenidos en el Acantilado de Martiánez, mencionan la zona llamada Acantilado de Martiánez VIII, del siguiente modo :”Cueva de habitación, situada a 55m sobre el nivel del mar, en la margen derecha del Barranco de Martiánez, en la trasera del Centro Comercial Las Pirámides de Martiánez, cuyo acceso exige técnicas de escalada al encontrarse colgada en el acantilado, localizada durante el inventario arqueológico del Puerto de la Cruz, tras descolgarse C. G. González unos 15m desde el Paseo Marítimo. Según el inventario, podría tratarse de la Cueva de los Siete Palacios, porque presenta siete pequeñas cámaras en su interior. Está orientada a 280ºW, con una boca de 1,30 m de longitud a la entrada, 1,40 m de altura y unos 11 m de profundidad, ganando amplitud en el interior donde se alcanzan 6 m de ancho y 2.20-2.75 m de altura. En superficie se documentó restos humanos, obsidiana  y huesos de ovicaprinos" [1].
En la imagen siguiente se aprecia la zona citada, que se hallaba muy cercana al viejo y estrecho sendero que permitía ascender por el Acantilado hasta La Paz.

           El Acantilado de Martiánez, visto desde las Piscinas de Martiánez. 
A la derecha se sitúa la Cueva de los Siete Palacios. Foto A. Miranda Armas
La zona en cuestión tenía un suelo poroso, constituido fundamentalmente por el material llamado por los geólogos pumita, nombre científico que corresponde a lo que popularmente conocemos como piedra pómez. Existían en la citada zona abundantes grutas y ello permite especular de manera razonable, que estas cuevas pudieron ser frecuentemente empleadas por los pastores guanches cuando abandonaban las medianías para dirigirse a la costa, en busca de pastos para sus ganados.
Después de la conquista de la isla de Tenerife por los castellanos, la zona fue durante los siglos posteriores muy esquilmada por los buscadores de guano, que descendían a las grutas en busca de este material, producto de las deposiciones de las palomas silvestres que anidaban en las cuevas que existen en este lugar. Justamente en una de estas búsquedas se descubrió, la anterior cueva que ya comenté incluyendo su situación y descripción.
Los cultivos de los Llanos de la Paz
El terreno en el que se situó la Ermita de Nuestra Señora de la Paz, era denominado antiguamente como Sancho Caballero, por ser esta persona el dueño de muchas de las abundantes y feraces tierras de cultivo que existían en la zona citada, en la que consta hubo buenas plantaciones de vid, concretamente de la variedad malvasía, que era la productora del afamado vino que se exportaba desde nuestra isla hacia Europa y América, durante los siglos XVII, XVIII y parte del XIX.
Este lugar aunque estaba muy cercano a nuestro pueblo, desde el punto de vista jerárquico dependía, al igual que lo hacía el Puerto de la Orotava, del por entonces lugar de La Orotava, a cuyo municipio pertenecía la zona citada.
Por otra parte, debido el mayor auge de asentamiento y por tanto de construcción de viviendas., el desarrollo urbano del lugar de La Orotava tuvo lugar anteriormente al de nuestro actual pueblo. Su crecimiento, basado en los buenos terrenos aptos para la agricultura, hizo que La Orotava prosperase rápidamente a lo largo del siglo XVI, en tanto que el asentamiento y el desarrollo urbano del Puerto de la Cruz fue mucho más lento y nunca estuvo ligado primordialmente al cultivo agrícola, ya que como narré en las crónicas anteriores, nuestro pueblo, por su origen volcánico, carecía de un suelo apto para la producción agrícola en gran escala.
El primer gran cultivo que se desarrolló en el Valle de la Orotava a lo largo del siglo XVI fue el de la caña de azúcar, y por ello existieron en el citado valle varios ingenios azucareros para la producción de este preciado producto, cuyo último destino era la exportación. Y en esta última faceta fue donde jugaron Garachico y el Puerto de la Cruz, un importante papel por ser puertos de mar, que se utilizaron para la recepción de las materias primas necesarias y para la exportación del azúcar hacia Europa.
Cuando la colonización del continente americano estuvo completa y empezaron a desarrollarse en ese continente plantaciones azucareras, Canarias no pudo competir en igualdad de condiciones con el cultivo de la caña de azúcar que se hacía en la América española, lo que obligó a que paulatinamente se fuera abandonando este cultivo y adaptándose a otro nuevo, que realmente fue prometedor y situó a Canarias y particularmente a las islas de Tenerife y La Palma, en una situación privilegiada. Me refiero al cultivo de la vid y con ella a la producción del vino, mereciendo especial mención el exquisito vino malvasía, que fue la perla que hizo conocida y famosa a Canarias en toda Europa y gran parte de la América del Norte, pues tal como tal como se narra en algunas crónicas, la independencia de los Estados Unidos de América se celebró con el malvasía canario.
La construcción de la ermita
En lo referente a la construcción de la Ermita de Nuestra Señora de la Paz y San Amaro, el eminente historiador canario Leopoldo de la Rosa Olivera afirma que fue construida en 1591 [2] y el historiador orotavense Antonio Luque Hernández, en su libro La Orotava, corazón de Tenerife, comenta asimismo [3], que la ermita fue fundada en la misma fecha, por Juan de Mesa y Lugo, capitán y regidor de Tenerife y vecino del lugar de La Orotava. Según el mismo autor, la figura de Nuestra Señora de la Paz fue donada, un siglo después, por Lope de Mesa y Llarena, capitán de milicias, regidor y alguacil mayor perpetuo de Tenerife y biznieto de Juan de Mesa y Lugo.

      Plano de situación de la Ermita de San Amaro. Autor anónimo
La Ermita de Nuestra Señora de la Paz y San Amaro, que se mantuvo durante mucho tiempo bajo la dependencia de la iglesia parroquial de Nuestra Señora de La Concepción de La Orotava, constituyó a finales del siglo XVI hasta comienzos del siglo XVII, el único punto al que podían acudir los todavía escasos habitantes del Puerto de la Orotava para asistir a la Santa Misa.
No deja de ser paradójica la construcción de esta ermita en una zona poco poblada y relativamente alejada de lo que constituyó el núcleo poblacional inicial del incipiente lugar del Puerto de la Cruz, así como también del más antiguo y poblado lugar de La Orotava, del que se encontraba mucho más distante que de nuestro pueblo. Hoy las distancia citadas nos pueden parecer muy cortas y creo que incluso hasta ridículas, pero conviene no olvidar que a finales del siglo XVI, el único medio de transporte eran las carretas para la gente de condición humilde, los caballos, que eran un privilegio reservado solamente para los caballeros, entendiendo por tal a los hombres de cierto poder económico y en consecuencia que poseían un lugar destacado en la sociedad de la época y en último extremo, las calesas, que a su vez también eran tiradas por caballos y eran usadas por gente de la buena sociedad.

                             Ermita de Nª Sª de la Paz y San Amaro. Autor anónimo
Según el portuense José Javier Hernández García, el levantamiento de la ermita en una zona tan apartada de los dos núcleos poblacionales, el por entonces pujante lugar de La Orotava y el todavía escasamente poblado lugar del Puerto de la Cruz, podría deberse a la costumbre española de levantar ermitas en lugares que solían coincidir con el emplazamiento de otros templos de origen no cristiano, y ya cité al comienzo de esta crónica la existencia de una importante necrópolis aborigen en el cercano Acantilado de Martiánez [4].
Otra opinión diferente es la emitida por Lorenzo Santana, para quien la explicación podría estribar en el deseo de los habitantes del cercano lugar de La Orotava, de disponer de un espacio abierto y relativamente cercano, para poder celebrar romerías, lo que justificaría la presencia de la imagen de un santo de gran significación romera como San Amaro en la citada ermita [5].
Otra versión distinta sobre el por qué de la construcción de ermita en una zona despoblada, se basa en admitir que fue levantada para llevar a cabo la cristianización de estos lugares que en tiempos antiguos fueron de un importante valor espiritual para la población aborigen de los guanches, que como ya cité en una crónica anterior tuvieron en el cercano Acantilado de Martiánez una importante necrópolis. No hay una opinión unánime sobre este tema y las diferentes versiones que he citado, sólo son conjeturas hechas sobre una base más o menos razonable.
Juan Antonio Franchi Alfaro, al respecto del reparto hecho por el Cabildo de la isla de Tenerife de la llamada dehesa comunal del Puerto se queja de la extensión que el corregidor dio al citado lugar, al hacerla llegar “hasta el Llano de la Paz, donde el año 1591 habían fundado los vecinos de La Orotava una ermita de Nuestra Señora de la Paz, por su devoción y salir, como salían, los caballeros a ejercitarse en sus caballos y aprender el uso de las armas y gineta, tan necesarios para la nobleza en la edad de la juventud” [6].
Tal como comenté anteriormente, diversos autores citan 1591 como el año de la construcción de la ermita, aunque hay evidencias que permiten afirmar que la erección de la ermita de Nuestra Señora de la Paz se inició con anterioridad a la fecha citada. Así, en el testamento de Gonzalo Pérez Naco, vecino del lugar de La Orotava, realizado en marzo de 1589, dejó tres doblas de tributo perpetuo a la Ermita de Nuestra Señora de la Paz, "que se hace debajo de este lugar"  y mandó que en la citada ermita "se me digan en cada un año por ..[roto] la Encarnación en su día..., una misa cantada", manifestando asimismo su voluntad "de dejar los dichos mis bienes a la ermita de nuestra Sª de la pas.." [7]. Es un testimonio indudable, que prueba que la edificación de la ermita había comenzado con anterioridad a la fecha del testamento citado, lo que probablemente sitúa el comienzo de la construcción de la ermita en torno a 1588-89.


                                   Ermita de Nª Sª de la Paz y San Amaro. Autor anónimo
Otro argumento importante, lo obtenemos en el registro realizado con ocasión del bautizo de Juan, un esclavo de Alonso García Calzadilla, que se celebró el día 29 de noviembre de 1590 en la Parroquia de La Concepción de la Orotava, en el que actuó como padrino el hermano Andrés, que en el citado registro para dar constancia del bautizo, es citado como "ermitaño de Nuestra Señora de la Paz" [8].  En este punto conviene recordar que hasta el pasado siglo la zona conocida como La Paz, estaba integrada en la Villa de la Orotava y que por esta razón la Ermita de Nuestra Señora de la Paz, se hallaba bajo la dependencia de la parroquia matriz de La Concepción de la Orotava.
En 1597, José de Llarena Ca1derón dio a Nicolás García Calzadilla, vecino de La Orotava, la tierra que tenía junto a la Ermita de Nuestra Señora de la Paz, que “dicen de La Cuadra, notoria, conocida y cercada”; se la arrendó por nueve años, y como pago del arriendo debía darle cada año 10 fanegas de trigo bueno y limpio [9].
En ese mismo año, Ana de Lugo, mujer de Blas Miguel, mercader vecino de La Orotava, dejó en su testamento una limosna de 4 reales y una dobla para ayudar a la compra de un cáliz para la ermita [10].
De gran interés es la información siguiente, relativa al testamento del Licenciado Francisco Hernández, Beneficiado de la Iglesia Parroquial de la  Concepción de La Orotava, quien era hijo de Elvira de León y de Pedro Méndez, y pidió ser enterrado en la Ermita de Nuestra Señora de la Paz [11]. Francisco Hernández fue mayordomo de la Ermita de Nuestra Señora de la Paz, y durante su mayordomía la mejoró con la construcción de un cuarto y unos aposentos que realizó a su costa, y en una cláusula de su testamento se afirma que éste último fundó una capellanía para que se le dijesen dos misas.
Por el mismo testamento anteriormente citado se sabe que Francisco Hernández compró asimismo un tributo de 100 doblas a la beata Catalina Estopiñán, otro de 4 doblas a los herederos de Manuel Gómez Galván, así como otro de 20 doblas a Baltasar Pérez Valladares, todos destinados para la citada ermita, porque tenía una gran devoción a Nuestra Señora de la Paz. Dejó asimismo un legado a su sobrino que se llamaba Francisco Hernández, igual que él, para que pudiera hacerse cura.
A este respecto, el prestigioso investigador Manuel Rodríguez Mesa comenta que los beneficiados de la parroquia de Nuestra Señora de la Concepción de La Orotava, Roque Carrillo-natural de La Palma, hijo de castellanos y graduado en cánones por la Universidad de Valencia y el anteriormente citado Francisco Hernández,-bachiller hijo de portugueses-, asumieron la responsabilidad de decir "por el dia de nta. Sª de la Encarnación o en su octaba, una misa cantada a la advocación de la dha. Hermita, donde acuden en procesión con cruz alta" [12].
Tal como se aprecia en la foto siguiente, la ermita presenta una estructura de una sola nave, con dos cuerpos claramente diferenciados, una destinado a la capilla, que es el de mayor altura, con un tejado a cuatro aguas, cubierto con tejas y otro tejado para la nave, el cual sólo tiene tres aguas.


        Interior de la Ermita de Na Sª de la Paz y San Amaro. Foto Roberto Hernández
De la actual construcción, casi sin ninguna duda, la capilla es la parte más antigua del templo, que fue posteriormente ampliado y reformado a mediados del siglo XIX. Al comienzo, tenía su entrada por el norte, pero esta entrada está actualmente cegada, aunque aun se puede apreciar el antiguo arco de medio punto que existía en esta zona. 


 A la derecha, la antigua entrada a la ermita de San Amaro. Foto de Otto Auer. 1930. 

                                                 Fachada norte de la iglesia de San Amaro
                                   Fachada norte de la ermita, con la antigua entrada tapiada
      Antigua puerta de entrada de la ermita, actualmente tapiada.
Para terminar con la descripción exterior, citaré que en la fachada, sobre el lado derecho y en su parte superior, se aprecia una espadaña provista de una campana, que evidentemente servía para comunicarse con los fieles. 

                                             Puerta de entrada a la iglesia de San Amaro                             
El culto a San Amaro
Aunque en el título de la crónica se cita primero a Nuestra Señora de la Paz, creo que es lógico afirmar que siempre el culto a San Amaro, cuya presencia en la ermita es casi un siglo anterior, superó con creces a la devoción por la citada virgen.

Altar mayor con la imagen de Nª Sª de la Paz. Foto Roberto Hernández
La ermita fue dependiente durante mucho tiempo de la Iglesia de la Concepción de La Orotava, porque como ya comenté anteriormente, estos terrenos estuvieron hasta el final del siglo XIX bajo la jurisdicción de la Villa de la Orotava.
El 15 de enero se celebra la festividad de San Amaro, también conocido por San Mauro, y dada la advocación inicial de la ermita que comento en esta crónica, creo oportuno incluir algunos datos biográficos sobre este santo. 
Mauro nació en Roma hacia el año 511, en el seno de una familia noble, pues se cree que era hijo del senador romano Erquicio, aunque su origen es incierto pues algunos autores también lo han relacionado familiarmente con los nobles romanos Fondi, Gallipoli y Lavelo, entre otros. Siendo todavía muy joven, su padre lo presentó a San Benito para que éste se encargase de la educación del todavía adolescente, pues, al parecer de su familia, el ambiente de cierta degradación que se vivía en la Roma de aquel tiempo, no era el más adecuado para la formación de los jóvenes. Como dato curioso, añado que junto con él, también fue presentado a San Benito, otro joven romano, que andando el tiempo sería  el futuro San Plácido, hijo del patricio romano Tertulio.


Imagen de San Amaro. Autor anónimo
San Gregorio habla muy elogiosamente de este santo y así dice “el joven Mauro, dotado de buenas costumbres empezó bien pronto a ayudar al maestro, cuando  Plácido, todavía era un niño”. San Mauro se convirtió, a pesar de su corta edad, en un monje cercano a San Benito, de quien llegó a gozar de su total confianza y aparece citado en varios pasajes milagrosos de la vida del citado patriarca San Benito, según la narración gregoriana.
Esencialmente, tanto San Mauro como San Plácido, son los prototipos de la tradición monástica de los llamados “oblatos”, término que en aquellos tiempos se aplicaba a las personas que se ofrecen o son ofrecidas a Dios en un monasterio, lo cual fue una práctica muy común en la Edad Media.
En el libro Vida y Milagros de San Mauro, escrito en Francia por el abad Odón de Glanfeuil, con el pseudónimo de Fausto de Montecasino, este monje menciona que San Benito en el año 543, envió a Mauro a Las Galias (la actual Francia), es decir, con Mauro con aproximadamente 32 años de edad, para que estableciese allí la vida monástica y transmitiese así la Santa Regla. Con la inestimable ayuda del Rey Teodoberto, San Mauro fundó el monasterio de Glanfeuil, en las orillas del rio Loira, una abadía que en francés es conocida como Saint-Maur-sur la Loire, es decir, San Mauro en el río Loira.
En la obra citada anteriormente, se narran toda una serie de milagros obrados por la intervención de San Mauro, que entran dentro del reino de las leyendas y entre ellos, el más destacado es la resurrección de un joven muerto, el cual luego contó a los monjes que gracias al Abad Mauro pudo librarse de las penas del infierno.
                San Amaro. Autor anónimo
La tradición francesa menciona que San Mauro gobernó como abad en la citada abadía benedictina cerca de 39 años y que en el 582 se retiró a una vida eremítica de soledad y murió dos años después, concretamente el 15 de enero de 584, cuando tenía setenta y tres años de edad.
  San Mauro fue considerado en Francia como el patrón de los caldereros y de los herreros y es interesante resaltar que se le menciona como pródigo en curaciones extraordinarias a favor de los pobres, por los que tanto se desvivió. En la antigüedad, fue muy frecuente era encomendarse a este santo para prevenir y curar enfermedades y se dirigían a él pidiendo su curación, los que padecían parálisis, debido a la tradición que sitúa a San Mauro como servidor de los menesterosos y los lisiados.
La devoción a San Mauro no quedó limitada a Francia, donde pasó gran parte de su vida, como narré anteriormente, y así, el santo también era invocado en Bélgica, para ayudar a curar la ronquera. Citaré para finalizar este apartado, que en la iglesia objeto de esta crónica, que actualmente es más conocida popularmente como Iglesia de San Amaro que por Nuestra Señora de la Paz, se conservaban numerosos exvotos realizados en cera, depositados por los enfermos al lado de la imagen a la que se encomendaban, solicitando o en otros casos agradeciendo una curación.

                      San Cristóbal con San Mauro (a la izquierda) y San Egidio. Willem Morrel.    
                                                                                                                                             La festividad de San Amaro
No son escasas las ermitas construidas bajo la advocación de San Amaro que estaban presentes por la geografía de nuestras islas, aunque algunas de ellas fueron desapareciendo por el abandono o la destrucción. El investigador orotavense Manuel González Hernández publicó un interesante artículo titulado “La festividad de San Amaro y San Antonio Abad en Canarias”, en el que proporciona interesantes datos acerca de la celebración de esta fiesta. 
Según el anterior historiador [13], San Amaro recibió especial culto en tres centros devocionales; por un lado en Machado, pago del municipio actual de El Rosario, cuya ermita de San Amaro o del Rosario data de la primera mitad del siglo XVI y de cuya imagen el propio Espinosa ya hace constar su carácter milagroso y de gran estimación popular, pues se unió en el siglo XVIII a la mitología de uno de los personajes más singulares del citado siglo, Amaro Rodríguez Felipe, más conocido popularmente como Amaro Pargo (1678-1747). 
Amaro Pargo tuvo fama de pirata y su figura es casi mítica por sus aventuras, su auxilio a los pobres desvalidos y particularmente, por los fabulosos tesoros que según el mito que le rodeaba, escondió en su casa. Como prueba inequívoca de su unión afectiva a la ermita citada de El Rosario, es que allí se retrató, tal como se muestra la siguiente imagen, en la que sólo se aprecia la parte en que se ve Amaro Pargo y no el resto del cuadro.

                                        Amaro Pargo (1678-1747)
La casa de Amaro Pargo, fue muchas veces saqueada y actualmente se encuentra en ruina total, en parte por la acción del tiempo transcurrido en total abandono y quizás también por la acción de los buscadores de ese legendario tesoro que la leyenda tejió y que ha sido muy buscado particularmente en la casa vivienda, pero que nunca ha sido hallado probablemente porque nunca existió. En la imagen siguiente tomada del artículo “El tesoro de Amaro Pargo” publicado en Wikipedia en el blogger titulado Rincón de José Carlos [14], aparece esta foto de la casa de Amaro Pargo en estado de ruina.

Ruinas de la casa de Amaro Pargo. Tomada del Rincón de José Carlos.
Los restos de este mítico pirata tinerfeño se encuentran en la Iglesia de Santo Domingo de Guzmán de San Cristóbal de la Laguna, donde reposan en su sepultura. No deja de resultar chocante, la imagen de una calavera cruzada por dos tibias que se aprecia en la lápida de la sepultura.

Tumba de Amaro Pargo en la iglesia de Santo Domingo de Guzmán. La Laguna
También existe otra iglesia parroquial bajo la misma advocación de San Amaro, situada en el municipio de Puntagorda, en la isla de La Palma.


Iglesia de San Amaro. Puntagorda. La Palma. Autor anónimo
Retomando el hilo del artículo anteriormente citado [13], Manuel González Hernández proporciona interesantes datos acerca de la festividad de San Amaro o San Mauro. Así, afirma que San Mauro es un enigmático discípulo de San Benito, quizás imaginario, al que se le da culto con especial arraigo en Galicia y Portugal bajo la advocación de San Amaro. Con toda seguridad su devoción creció en las Islas desde los primeros momentos de la colonización esparcida por los numerosos emigrantes gallegos y portugueses que arribaron al Archipiélago”. En apoyo de su tesis de que fueron los portugueses quienes trajeron esta devoción a nuestras islas, el mismo investigador comenta:"hemos podido constatar como son muy numerosas las ermitas que bajo esta advocación existen en Madeira, conservándose desde el mismo siglo XV y en las que bajo esta advocación se celebran fiestas de gran raigambre y a las que acude una multitud ingente de personas, por lo que nada raro sería que su culto fuese trasladado desde allí por la importante colonia madeirense que se estableció en Canarias".
En la misma publicación, el autor afirma que La antigüedad de esos cultos en el Archipiélago se puede apreciar en su mención en las primeras constituciones sinodales de la diócesis, las del obispo Muros de 1497. La 16 prohíbe expresamente a los sacerdotes la celebración de las misas que dicen de santo Amador e otras que llaman del conde y otras de san Vicente con cinco candelas e otras con siete e otras con nueve, creyendo que las tales misas no tendrán eficacia para lo que desean si no se dijesen con tal número, con otras supersticiones, así en los colores de las candelas, como en estar juntas o fechas cruz, e otras vanidades que el enemigo procura interponer e sembrar en los buenos propósitos e obras, conociendo que un poco de semejante fermento de vanidad corrompe toda la masa de la buena obra. Condena a pena de excomunión mayor a los que las dijesen con semejantes más locas que devotas demandas, por haber entendido que algunas personas, así hombres como mujeres, con simpleza demandan que le sean dichas”.                            BIBLIOGRAFÍA
1.      Prospección arqueológica del litoral del Menceyato de Taoro. Municipios de Los Realejos, Puerto de la Cruz y La Orotava (Tenerife). Alfredo Mederos Martín y Gabriel Escribano Cobo. Rev. Canarias Arqueológica, 16: 91-130, 2008. 
2.      Sobre  los orígenes del Puerto de la Cruz. de la Rosa Olivera, Leopoldo.1965. p. 33-37.
3.      La Orotava, corazón de Tenerife. Luque Hernández, Antonio. Ayuntamiento de La Orotava. 1998.
4.      Puerto de la Cruz: San Amaro, cuatro siglos de memoria. Hernández García, José Javier. El Día. Santa Cruz de Tenerife. 23-VIII-1983.
5.      Comunicación privada. Lorenzo Santana.
6.      Sobre  los orígenes del Puerto de la Cruz. de la Rosa Olivera, Leopoldo, p. 36.
7.      AHPSCT. PN 27976. Jusepe Hernández. 22-III-1589. Folio 117.
8.      Libro 4º de Bautismos. Parroquia de Nuestra Señora de la Concepción. La Orotava. Folio 231v.
9.      AHPSCT. PN 3890. Nicolás de Cala. 9-I-1957. Folios 19-19v
10.  AHPSCT. PN 3891. Nicolás de Cala. 6-XI-1957. Folios 716-721.
11.  AHPSCT. PN 2804. Roque Suárez. 24-VII-1602. Folios 402-408.
12. Puerto de la Cruz, precisiones sobre su origen y evolución. Manuel Rodríguez Mesa. Tenerife. 2015, p. 100.  
13. Fiestas y creencias en Canarias en la Edad Moderna. Hernández González, Manuel. Tenerife, 2006.
14.  El tesoro de Amaro Pargo. Blogger Rincón de José Carlos. Wikipedia.