miércoles, 8 de junio de 2016

Los guanches después de la derrota

             Aunque evidentemente, la temática general de estas crónicas ha estado hasta ahora referida a lo acaecido en el Puerto de la Cruz, después de las dos últimas dedicadas al Mencey Bencomo y a sus residencias de Martiánez y Tamaide, me ha parecido oportuno incluir otra destinada a narrar las peripecias sufridas por el pueblo guanche en los años siguientes a su derrota. Aquí conviene hacer un inciso, porque en los tiempos modernos, el término guanche vulgarmente se aplica a todos los antiguos habitantes de las Islas Canarias, pero hablando con propiedad, en los tiempos anteriores a la conquista y aún posteriormente, el término guanche se aplicaba única y exclusivamente a los aborígenes naturales de la isla de Tenerife [1].
Alonso Fernández de Lugo, Adelantado de las Islas  Canarias
         Como es bien sabido por todos la conquista de la isla de Tenerife fue llevada a cabo por Alonso Fernández de Lugo (¿1456?-1525), quien ya había participado con anterioridad, bajo las órdenes de Pedro de Vera, en la conquista de Gran Canaria, que terminó en 1483 y asimismo, capitaneó la conquista de La Palma entre 1492-1493. Finalmente, llevó a cabo no sin dificultades, la conquista de Tenerife entre 1494-1496.
Retrato de Alonso Fernández de Lugo (¿?-1535)
Veamos algunas notas biográficas sobre este personaje. Alonso Fernández de Lugo era natural de Sanlúcar de Barrameda y se casó en 1475 con Violante de Valdés y Gallinato, naciendo de este matrimonio sus hijos Fernando, Pedro y Beatriz. Fallecida su primera esposa, contrajo nuevo matrimonio en 1498 con Beatriz de Bobadilla, señora de La Gomera, que también era viuda de Hernán Peraza, no teniendo descendencia. Finalmente, al quedar nuevamente viudo, contrajo nuevas nupcias en 1515 con Juana de Massieres, con quien tuvo dos hijas, de nombres Luisa y Constanza.
            Por las conquistas de las islas citadas, los Reyes Católicos le nombraron Adelantado perpetuo de las Islas Canarias y falleció el 20 de mayo 1535 en su casa de La Laguna, ciudad donde se hallan sus restos, concretamente, en la Catedral de los Remedios [2]. En su recuerdo, la Plaza donde estuvo situada su casa, se conoce como Plaza del Adelantado.
Lápìda conmemorativa en la Catedral de los Remedios, La Laguna, donde se hallan los restos del Adelantado
Veamos a continuación de una manera sucinta, los hechos ocurridos en torno a la conquista de Tenerife, comenzando por un breve comentario sobre los reinos guanches y sus menceyes.
Los reinos guanches y sus Menceyes
           A la muerte del gran Mencey Tinerfe, la isla de Tenerife quedó repartida entre sus nueve hijos, a cada uno de los cuales le correspondió una zona determinada. Así, la zona de Anaga, le correspondió a Beneharo. Era muy montañosa, bastante rica en agua y por ende en vegetación, y comprendía Anaga y la mayor parte de lo que es actualmente el municipio de Santa Cruz. Limítrofe con la zona de Anaga estaba el Menceyato de Tegueste, gobernado por el Mencey del mismo nombre (Tegueste), que comprendía varias zonas de los actuales municipios de San Cristóbal de La Laguna, tales como Bajamar, Tejina, Valle Guerra, la Vega lagunera, Los Rodeos y Santa María de Gracia.
            Casi en la zona centro del norte de la isla se hallaban los Menceyatos de  Tacoronte y Taoro, que abarcaban, el primero parte de los municipios de Santa Úrsula, La Victoria, La Matanza el Sauzal y obviamente, Tacoronte, que le correspondieron el Mencey Acaymo. La zona de Taoro era territorio del Mencey Bencomo que fue el hijo mayor del Mencey Tinerfe, y se extendía por los actuales municipios de Puerto de la Cruz, La Orotava, la Victoria de Acentejo, La Matanza de Acentejo, Los Realejos y Santa Úrsula. 
            El extremo occidental del norte de la isla era el territorio de los Menceyatos de Icod y Daute. El Mencey de Icod era Pelixar o Pelicar y su territorio comprendía los actuales municipios de San Juan de la Rambla, La Guancha e Icod de los Vinos. El Mencey de Daute era Romén y su Menceyato se extendía por los actuales municipios de El Tanque, los Silos, Buenavista del Norte y Santiago del Teide.
         En la zona oeste de la Tenerife se hallaba el Menceyato de Adexe al frente del cual se encontraba Pelinor, cuyo territorio abarcaba los actuales municipios de Guía de Isora, Adeje y Vilaflor. En la zona sur de la isla, se hallaban sólo dos Menceyatos, a saber, el de Abona y el de Güímar, muy extensos ambos. El primero estaba gobernado por el Mencey Adjona o Adchona y se extendía entre los actuales municipios de Fasnia, Arico, Granadilla de Abona, San Miguel y Vilaflor. Finalmente, el Menceyato de Güímar, gobernado por el Mencey Añaterve, apodado “el que piensa rápido”, comprendía los territorios de los actuales municipios de El Rosario, Candelaria, Arafo, Güímar y una pequeña parte de los actuales municipios de Santa Cruz y La Laguna. La zona centro de la isla estuvo destinada a pastos comunales que eran usados indistintamente por los guanches de los diferentes Menceyatos.  
Todavía tuvo Tinerfe un hijo más, llamado Tinguaro o Chimenchia, pero al ser hijo fuera del matrimonio, no tuvo nunca tratamiento de Mencey, siendo según la tradición, repudiado por sus hermanos, a excepción de Bencomo, quien le acogió y le trató con la merecida deferencia.
La conquista de Tenerife. La Matanza de Acentejo
Una vez culminada la conquista de la isla de La Palma. Alonso Fernández de Lugo partió hacia la Corte, donde obtuvo de los Reyes Católicos los derechos para iniciar la conquista de la isla de Tenerife.  A cambio, renunció a la cantidad de 700.000 maravedíes (en lo sucesivo mrs.), que los monarcas castellanos le adeudaban por haber llevado a cabo la conquista de la isla de La Palma, lo que provocó una notable contrariedad en sus socios Francisco de Riberol (genovés) y Juanoto Berardi (florentino), financiadores de la conquista de esta isla. 
            Una vez de vuelta a las islas, preparó en Gran Canaria la nueva empresa de la conquista de Tenerife, desembarcando el 1 de mayo de 1494 en la Playa de Añaza, en la actual Santa Cruz de Tenerife, con una expedición más de 1200 hombres, entre castellanos y canarios. Lugo pudo contar rápidamente con la ayuda del Mencey de Güímar, comarca en la que desde hacía tiempo existía un culto cristiano a la Virgen de Candelaria, pero fracasó totalmente en las proposiciones de sumisión que le hizo a Benitomo, el Mencey de Taoro, que sin duda era el más poderoso de todos los menceyes guanches [3].
Benítomo o Bencomo, después de la entrevista con Lugo y los restantes menceyes, se retiró a sus dominios y se preparó para la resistencia, uniéndosele los guanches de los menceyatos de Daute, Icod, Tacoronte y Tegueste, permaneciendo los guanches de Abona, Adeje, Güímar y Anaga, sin entrar en la lucha, razón por las que fueron denominados los Bandos de Paces, en clara oposición a los primeros, a los que se les denominó Bandos de Guerra.
 Bencomo y sus aliados estuvieron esperando el avance de los castellanos invasores, lo que se produjo a fines de mayo de 1494, cuando Lugo entró con su gente hacia el Valle de Taoro, con el propósito de recoger ganado, viéndose súbitamente atacado el 31 de mayo en Acentejo. El resultado de este combate para los castellanos fue un total desastre, pues sólo pudieron contarlo en torno a 200 hombres, que trabajosamente lograron llegar hasta Añaza y el propio Lugo que a duras penas logró salvarse, herido de una fuerte pedrada en la cara; otros 90 hombres pudieron salvarse a través de un barranco y se refugiaron en una baja o roque de la costa. 
La Victoria de La Laguna
El fracaso obtenido y las pérdidas sufridas arruinaron a los caudillos organizadores de la conquista, que una vez más recurrieron a los mercaderes de Sevilla y al Marqués de Medina Sidonia, con el resultado favorable de conseguir un nuevo ejército, inferior al primero, pues sólo contaba con alrededor de 600 infantes y 45 caballos, muchos de los cuales habían participado en la conquista de Granada, quedando además la tropa al mando de Bartolomé de Estupiñán.
El 2 de noviembre de 1494 volvió Lugo a desembarcar en Añaza y en la noche del 13 avanzó hacia el interior y al amanecer se encontró con los guanches en la zona de Gracia, entablándose una nueva batalla en la que los españoles consiguieron una clara victoria.
 Cruz de Piedra. Erigida en la zona de Gracia para conmemorar la victoria sobre los guanches
En esta batalla murió el Mencey Benitomo y su hermano Tinguaro y después, cada uno de los dos bandos se retiró a pasar el invierno en sus respectivos campamentos.

                                           Ermita de Gracia. La Laguna. Grabado de J. J. Williams                                  
 La victoria de Acentejo
Una vez que Lugo obtuvo todos los alimentos y pertrechos de guerra necesarios, en noviembre de 1495, reemprendió la campaña, esta vez tomando todas las precauciones necesarias y llegó con su tropa hasta Acentejo, en una zona cercana a los mismos lugares de los que todavía guardaba tan mal recuerdo. Allí se libró un combate duro pero victorioso para los castellanos, pero Lugo tal vez escarmentado de derrota anterior, volvió a su campamento donde esperó hasta la primavera de 1496, en la que se adentró con sus hombres hasta el Reino de Taoro, acampando en el lugar que después se llamó Realejo. Hasta allí acudieron los diferentes menceyes de la isla que finalmente se entregaron como vencidos al conquistador castellano.                                          Alonso de Lugo lleva a los Menceyes a la Corte    
Unos de los enigmas de la historia de Canarias es la suerte que corrieron los Menceyes de Tenerife, que al término de la conquista de la isla por Alonso de Lugo fueron llevados a Almazán (Soria) [4], donde por aquel entonces se hallaba la Corte de los Reyes Católicos en 1496. Después de ese viaje [5], sólo se tienen noticias de cuatro de ellos, y uno de los cuatro de los que se tienen noticias es don Enrique de Icod (Pelicar), del que se sabe con certeza de su vuelta a Tenerife.  Estuvo en la corte de Almazán acompañando a don Juan, el hijo de Reyes Católicos, pero cuando este murió en 1497, fue vendido por el mayordomo Pedro Patiño y recuperado posteriormente por mandato de los R. Católicos [6].
Muy diferente fue la suerte que corrió otro mencey guanche cuyo nombre se ignora, al que se cita como “el más famoso y bello”, del que se sabe que fue a parar a Venecia, como un regalo de los monarcas castellanos a las autoridades de este estado ciudad, donde fue exhibido como un ejemplar exótico, junto con un jefe tribal de las recién descubiertas Antillas. De allí pasó a Padua, donde vivió en el palacio del capitán de la ciudad, en una estancia propia amueblada con dos criados a su servicio, todo ello costeado por las autoridades de Venecia [7].
También se tienen noticias de don Fernando de Anaga, acerca de su estancia en Arguineguín, en la isla de Gran Canaria en 1496, donde se cree que fue enviado por los Reyes para evitar que los antiguos menceyes tinerfeños residieran en zona donde ejercieron su mando, donde evidentemente seguirían teniendo su prestigio y autoridad. En Gran Canaria aparece dedicado a actividad de pastoreo, junto con sus dos hijos don Diego y don Juan de Anaga [8].
El último mencey de los llamados “Bandos de paces” fue don Diego de Adeje, del que se afirma que regresó a la isla, aunque hay autores que dudan de su presencia en la corte itinerante de los Reyes Católicos. Se sabe con certeza que vivió en la isla, y que Alonso de Lugo le hizo entrega en repartimiento de diversas tierras de su antiguo reino, destacando el Valle de Masca, con todas sus tierra y agua . Como veremos más adelante en 1502 aparece prisionero en la cárcel de La Laguna y se cree que falleció en 1504.
Los guanches después de la conquista de la isla
Una vez terminada la conquista de las islas y particularmente la de Tenerife, que es la que ahora nos ocupa, los vencidos fueron reducidos a la esclavitud, según la práctica legal habitual de esta época de la Edad Media, que fue utilizada por todos los estados europeos. Sin embargo, en primera instancia, conviene hacer una diferenciación en cuanto al trato recibido entre los aborígenes del llamado “Bando de Paces”, que se sometieron voluntariamente y colaboraron con los conquistadores para conseguir la sumisión de los integrantes del llamado “Bando de Guerra”.
            En los primeros momentos, a los guanches del Bando de Paces se les concede la libertad en reconocimiento a su ayuda y en los convenios acordados, se admite que podrían seguir gozando casi de la misma condición social que tenían antes de su anexión a la Corona de Castilla. Veremos más adelante como, poco tiempo después, cambiaron las circunstancias y con ellas, el trato dispensado.
            Los guanches integrantes de los menceyatos del llamado Bando de Guerra, una vez vencidos fueron esclavizados y, tal como se hacía en la época, tratados como objetos pertenecientes a sus dueños, con lo que se podían comprar, vender, heredar y usarlos para explotarlos trabajando para sus dueños o para otros, que pagaban a sus dueños por el trabajo que sus esclavos realizaban.
Los conquistadores no hicieron el menor esfuerzo de evangelización ni de instrucción en la fe cristiana de los guanches, puesto que para ellos el tema se reducía a una cuestión muy simple. Los guanches habían sido vencidos, por lo tanto ya tenían que ser cristianos, es decir, se asimiló derrota y conversión, no existiendo en ningún momento mención alguna acerca de que hubieran sido instruidos moral y religiosamente, y tampoco hubo catequesis ni trabajo de conquista moral.
Los guanches alzados
         A pesar de la derrota, no todos los guanches se sometieron a la esclavitud personal y se comportaron como insumisos, siendo designados en los escritos de la época como “guanches alzados”, convirtiéndose en un auténtico problema que trajo en jaque al recién creado cabildo de la isla de Tenerife. Ya desde 1498, es decir, sólo dos años después de la conquista de la isla, se habla de los alzados y de los daños que hacen. Así, los regidores reunidos en Cabildo ordenaron “que a cualquier persona que se le probase que tuviese un esclavo alzado en su hato de ganado y le dice de comer y no lo apresase, que se buscase al dicho esclavo a su costa y que si no aparecía, que lo pagase el dueño del esclavo” [9].  Cuatro meses después se volvía sobre el tema afirmando que,”por cuanto la isla ha estado revuelta con el tema de los guanches alzados que hacen mucho daño a todos los vecinos, ordenaron (los regidores) que desde este momento no se tuviese en cuenta el daño anterior, pero que desde esta fecha en adelante si hiciesen algún daño, que lo paguen y que como castigo la Justicia los echase de la isla…”.
Para tratar de frenar la solidaridad de los guanches horros, es decir, libres,  y de los esclavos con  los guanches alzados, se ordenó por el Cabildo “que a cualquier esclavo que tuviese a otro escondido y se le probase que le daba de comer, se le diesen 100 azotes y lo echasen fuera de la isla” [10]. Paulatinamente, las penas se fueron endureciendo y así en 1500, el Cabildo ordenaba “que visto el mucho daño que hacen en esta isla los esclavos, que cualesquiera de ellos que huyese desde hoy en adelante que muera por ello y que el Consejo le pagase a su dueño por la pérdida y que si fuese mujer en lugar de hombre que le diesen 100 azotes y la echasen de la isla” [11].
            En 1502 cuatro guanches horros de Tacoronte, es decir, pertenecientes a uno de los llamados Bandos de Guerra, llamados Simón, Fernando, Gaspar y Francisco de Tacoronte, se dirigieron al Consejo, hablando por no dominar la lengua castellana a través del regidor Guillén Castellano que si la conocía, ofreciéndose a perseguir y reducir a los guanches alzados, que se hallaban en el Menceyato de Adeje. Pidieron además que se pusiese en libertad a don Pedro de Adexe, el mencey de este antiguo reino, que se hallaba encarcelado en la prisión de La Laguna. Los regidores después de deliberar, acordaron junto con el alcalde de La Laguna, que puesto que las querellas por las que fue prendido don Pedro de Adexe carecían de fundamento, accedían a la petición hecha liberando a este último, bajo la condición de que los solicitantes se hiciesen responsables del libertado [12].
Ya en 1504 se indica que guanches, gomeros y canarios debían matar cada uno 30 cuervos, pues estas aves atacaban al ganado y había que protegerlo. La cita es interesante, porque nos revela la existencia en la isla de aborígenes procedentes de las islas de La Gomera y Gran Canaria, que habían sido conquistadas con anterioridad a Tenerife, así como de su principal ocupación, el pastoreo [13].
En relación a los gomeros, en 1504 vuelven a ser citados por su mal comportamiento afirmándose, “porque los gomeros no tienen ningunos bienes de que vivir, ni siembran ni cogen, ni viven del trabajo; además quebrantan las ordenanzas y comen el ganado de sus vecinos y hacen mucho daño vagabundeando”. El Adelantado Alonso F. de Lugo dijo que los echaran de la isla y aunque no he podido constatar fehacientemente la expulsión, hay un dato que da una pista importante a favor de esta hipótesis, pues en ningún momento vuelve a ser citado este colectivo a los largo de los años siguientes [14].
En 1504 se mandó que “todos los guanches que estuviesen hasta ese día fuera de la isla, no pudiesen volver a ella ni saltar a tierra, porque era notorio que los guanches  son ladrones públicos, razón por la que muchos de ellos fueron desterrados de esta isla, de la isla de La Palma y de la de Gran Canaria. Y aquellos que contraviniesen esta orden fueran muertos” [15]. En 1508 el Cabildo prohibió que los dueños de los esclavos huidos los vendiesen muy baratos, ordenándose que las ventas de esclavos se hiciesen “entregándolo en mano el vendedor al comprador”, pues cuando el esclavo alzado no era capturado, esto traía problemas de litigios sin fin [16].
            Como último ejemplo de la escasa confianza que los conquistadores tenían con los pastores guanches, comentaré que en un consejo celebrado en 1506 se acordó en el mayor secreto que los pastores guanches esclavos fuesen expulsados cuatro meses después de tomado el acuerdo “porque son ladrones y roban toda la isla y destruyen ganado, de lo que se queja todo el pueblo” [17]. Se pretendía ganar tiempo con el plazo de cuatro meses para que viniesen de la Península pastores castellanos que sustituyeran a los pastores guanches esclavos. La medida no llegó nunca a ejecutarse, probablemente porque para un peninsular con pocos medios de fortuna, era mucho más prometedor irse de emigrante a las llamadas Indias, es decir a la recién descubierta y conquistada América, con toda su promesa de tesoros sin explorar, que venir a cuidar ganado a Tenerife.
           Todavía en 1514 seguía candente el problema de los guanches alzados y en un concejo se informó de que en la isla había en torno a 200 hombres de pelea guanches, que son gente no obediente a la justicia y que hacen mucho daño en los ganados y haciendas de los vecinos, andando continuamente por el campo y habitando fuera del poblado. Están informados que comenten delitos inmensos y los alguaciles no los pueden prender por andar armados de lanzas y espadas y otras armas. De este hecho se puede recrecer el peligro y su parecer es que se deben quitar las armas, y que no las lleven ni las tengan en sus casas, porque reciben y atienden a los alzados y además conocen mejor el terreno por ser naturales de esta isla. En consecuencia se ordenó que “ningún guanche sea horro ni cautivo, pueda tener ni tenga ningunas armas, ni ofensivas ni defensivas, ni chicas ni grandes, ni puñal, ni espada, ni lanza, ni dardos, ni bordón herrado con punta, y en general ningún arma de hierro o de palo, que no sea un cuchillo para así poder desollar las reses y servirse en su casa. Que todas las armas que poseen las traigan ante la Justicia en el plazo de diez días y que se pregone esta ordenanza” [18].
Se habló asimismo de los esclavos guanches alzados que había en la isla así como también los eslavos de otra nación, mandando que desde el día en que se pregonase la orden relativa a las armas se presentasen ante la Justicia, para que se les perdonase cualquier pena que pudieran haber cometido hasta ese momento, por haber andado alzados. Asimismo se dijo que aquellos que afirmen ser libres y no cautivos, se les oirían sus razones y se decidiría teniéndolas en cuenta. Finalmente, se acordó que “si transcurridos el plazo de 20 días en que darían los tres pregones no se presentasen, se les tendría como públicos ladrones y se enviarían cuadrillas de hombres a buscarles y apresarles”.  Todo esto fue pregonado el 21 de mayo de 1514 en la plaza pública por medio del pregonero Francisco Díaz [18].
Los esclavos guanches
         La suerte de los indígenas naturales de las Islas Canarias fue diversa y así se sabe que hubo capturas y esclavizaciones de cierta importancia en la isla de La Palma y que muchos de ellos fueron vendidos en la Península, mientras que otros permanecieron en la isla. Asimismo, hubo grupos que consiguieron permanecer como población libre en Gran Canaria y Tenerife, por medio de pacto o de capitulación con los conquistadores y un buen ejemplo de ello es el caso de Guanarteme de Gáldar, don Fernando y sus 40 familiares y los ya comentados Bandos de Paces de los distritos de Anaga, Güímar, Abona, Adeje, además de gran parte del grupo radicado en Tacoronte.
            Hubo también trasvases entre las diferentes islas, y así hubo gomeros en Gran Canaria y como ya comentamos en Tenerife, de donde fueron posteriormente expulsados. Se sabe con certeza de la presencia en Arguineguín (Gran Canaria) de la gente del Bando de Anaga y en Tenerife, además de gomeros y palmenses, hubo grancanarios que participaron en la conquista de Tenerife, pues fueron reclutados por A. Fernández de Lugo en Sevilla, donde vivían desterrados desde 1484.

Escritura de venta de un esclavo. Siglo XVI. Archivo Histórico Provincial S. C. de Tenerife
Comentaré muy brevemente, algunos casos sobre la permanencia en la isla de números guanches tanto de los Bandos de Paces como de los de Guerra que fueron esclavizados y vendidos por los conquistadores, y lo ilustraré poniendo varios ejemplos de compraventa de esclavos guanches.
Así, Diego de Catres, maestresala del Adelantado, vendió a Bartolomé de Trujillo, un esclavo guanche, blanco, de 7 u 8 años aproximadamente, llamado Sebastián por 13 doblas de oro [19].  Fernando Guanarteme, el rey canario de Gáldar que ayudó a Lugo en la conquista de Tenerife y que luego fue vecino de esta isla, se obligó a pagar a Juan Méndez, 22.500 mrs., por un esclavo, guanche, llamado Bastián, que le compró [20]. En otra escritura diferente, Hernando de Tacoronte y Gaspar Guanche, se obligaron a pagar a Lope Hernández, regidor de la isla, 8.000 mrs. por una esclava guanche, llamada Catalina, que le compraron [21]. 
En muchos casos, los esclavos se transmitían por herencia y los herederos debían ponerse de acuerdo entre ellos para repartirse los bienes y un buen ejemplo lo tenemos en 1503, donde Francisco de Jiménez y su suegra, acordaron el reparto de una herencia, entre cuyos bienes se incluían un esclavo negro y otro guanche, pastor de ovejas [22].
        Finalmente, incluyo algunos ejemplos cuya finalidad era ahorrar a un esclavo, es decir, darle la libertad, por motivos diversos, como veremos a continuación. Así, Catalina Fernández, mujer de raza guanche, en su testamento nombra como heredero a su sobrino Andrés, también guanche, criado de Fernando de Llerena, para ayudarle en su rescate, pero como curador y por tanto poseedor del dinero, deja a un pariente libre, pues los esclavos no podían ser propietarios de ningún tipo de bienes [23]. Otro ejemplo es el de Francisca de Vargas, mujer de Gonzalo Báez, quien comenta en su testamento que Francisco, hijo de Leonor, su esclava guanche, nació en su casa y es niño de pequeña edad y que su padre fue un hombre libre y cristiano viejo. Por esta razón y por el mucho amor que le tiene, lo ahorra, es decir, lo libera [24].
Asimismo, Gaspar, natural y vecino de Tenerife, y Lucas Alonso, natural y vecino de Gran Canaria, se obligaron a pagar a María La Gomera, vecina de Tenerife, 12.000 mrs. por un esclavo, natural de Tenerife, llamado Pedro de Santana, a quien luego dieron la libertad [25]. Otro caso es el de Bartolomé Afonso, que se obligó a pagar a Lope de Salazar, 3.000 mrs., porque tiene una esclava, llamada Catalina, con un hijo llamado Juan, blanco, “el cual averiguó que era hijo suyo”. Salazar “por hacerle una buena obra le dio el niño a cambio del dinero” [26].
Citaré para terminar con este apartado citando al Adelantado Don Alonso Fernández de Lugo, que había vendido como esclavos a muchos guanches de los Bandos de Paces, contraviniendo las órdenes de los Reyes Católicos, quienes le obligaron a volverlos a comprar y darles libertad. En este caso lo encontramos ahorrando a su esclava María la Pendolera, natural de la isla, en remuneración a los buenos y leales servicios que le había hecho, aclarando además que ninguno de sus herederos podría reclamar el derecho sobre ella  [27].
Me parece oportuno comentar finalmente, que a pesar de los abusos que el Adelantado y los conquistadores hicieron con la población guanche, tanto con los pertenecientes al Bando de Paces como al Bando de Guerra, a la postre hubo una relativamente adecuada integración de la población guanche en la nueva cultura y religión, por lo que podemos afirmar sin temor a equivocarnos, que no es cierta la afirmación de que la raza guanche desapareció después de la conquista de la isla, sino que en gran medida persistió a través de sus herederos, fruto muchos de ellos del casamiento de las mujeres guanches con gente de su propia raza o con los descendientes de los conquistadores. 

            Incluyo a continuación el excelente vídeo titulado "Nueve Hermanos", realizado por Agustín Miranda Armas, en el que se puede apreciar muy claramente los territorios que ocupaban los diferentes menceyatos, así como las estatuas erigidas en honor a los menceyes con sus respectivos nombres. Agradezco vivamente a Agustín su generosa colaboración. 







[1]       Los habitantes de las otras islas de nuestra provincia eran denominados como palmeses, benahoaritas y auaritas a los naturales de la isla de La Palma, bimbaches a los de la isla de El Hierro y finalmente gomeros a los naturales de La Gomera.
[2]       Hay autores que comentan que es posible fuera envenenado por sus propios hijos, para poder heredar el título de Adelantado, pero no hay constancia fehaciente de tal hecho. A su muerte le sucedió como Adelantado su hijo Pedro de Lugo.
[3]       Benitomo ha pasado a la historia con el nombre castellanizado de Bencomo.
[4]       En la primavera de 1496 los Reyes Católicos, pasaron tres meses en Almazán (Soria), alojados en el Palacio de Altamira, propiedad de la familia Hurtado de Mendoza. Estaban acompañados por sus hijos Juan, heredero de trono que falleció un año más tarde, Juana que heredaría el trono de Castilla y que casó con Felipe el Hermoso, -matrimonio del que nació Carlos V y María-, casada en primera nupcias con Arturo, Príncipe de Gales y después de su temprana muerte con su hermano Enrique VIII de Inglaterra. 
[5]       Alonso de Lugo y sus compañeros conquistadores manifiestan reiteradamente que fueron nueve los menceyes llevados a la Corte, pero existe testimonio de un embajador veneciano presente en la Corte, que por dos veces aclara que el número de Reyes que acompañaban a Lugo era de siete. Rumeu de Armas opta, por su mayor precisión, por este segundo testimonio, explicándose la ausencia de los otros dos por el suicidio del mencey de Taoro, Bentor, y por una posible enfermedad grave de otro de ellos, tal vez Diego de Adeje, de quien se tiene noticia de su permanencia en la isla en los años siguientes. Rumeu de Armas, A. : La conquista de Tenerife,  p. 297 y ss.
[6]       Mariano Gambín García. Un rey guanche en la Corte de los Reyes Católicos. Tras los pasos de don Enrique Canario, el último Mencey de Icod. Revista de Historia Canaria. Universidad de La Laguna, 125-157, 2003.
[7]       Rumeu de Armas, A., La conquista de Tenerife,  p. 319 y ss.
[8]       Serra Rafols, E. La repoblación de las Islas Canarias, Anuario de Estudios Medievales, 5, p. 421.
[9]       Acuerdos del Cabildo, 26-I-1498, fº 5rº. Nota. Para facilitar la lectura de los acuerdos los transcribo al lenguaje actual y no al castellano usado en la época, que presenta algunas dificultades.
[10]     Acuerdos del Cabildo, 15-V-1498, fº 7vº.
[11]     Acuerdos del Cabildo, 19-I-1500, fº 18rº.
[12]     Acuerdos del Cabildo, 25-XI-1502, fº 18rº. Este hecho permite comprobar que no todos los guanches de los llamados Bandos de Guerra fueron esclavizados.
[13]     Acuerdos del Cabildo, 7-IX-1501, fº 29rº.
[14]     Acuerdos del Cabildo, 29-XII-1504, fº 36rº.
[15]     Acuerdos del Cabildo, 20-V-1508, fº 140vº.
[16]     Acuerdos del Cabildo, 31-VII-1508, fº 100vº.
[17]     Acuerdos del Cabildo, 17-V-1506, fº 73vº.
[18]     Acuerdos del Cabildo, 20-V-1514, fº 566vº.
[19]     AHPSCT., S. Páez, 1505-6, fol. 190 vº.
[20]     AHPSCT., S. Páez, 1507, fol. 50 vº.
[21]     AHPSCT., Páez, 1506-9, fol. 368rº.
[22]     AHPSCT.,  S. Páez, 1505-6, fol. 2 vº.
[23]     AHPSCT.,  Páez, 1505-6, fol. 14 vº.
[24]     AHPSCT.,  S. Páez, 1506-7, fol. 52 vº.
[25]     AHPSCT.,  S. Páez, 1506-9, fol. 481rº.
[26]     AHPSCT.,  J. Ruiz de Berlanga, 1507-8, fol. 306.
[27]     AHPSCT.,  S. Páez 1506-9, fol. 720rº.


1 comentario:

  1. Muy gran y extenso artículo informativo. Me ha encantado leerlo de principio a fin, pues me ayudó a entender muchas cosas que no sabía. ¡Gracias por escribirlo!

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