Aunque
evidentemente, la temática general de estas crónicas ha estado hasta ahora
referida a lo acaecido en el Puerto de la Cruz, después de las dos últimas
dedicadas al Mencey Bencomo y a sus residencias de Martiánez y Tamaide, me ha
parecido oportuno incluir otra destinada a narrar las peripecias sufridas por
el pueblo guanche en los años siguientes a su derrota. Aquí conviene hacer un
inciso, porque en los tiempos modernos, el término guanche vulgarmente se
aplica a todos los antiguos habitantes de las Islas Canarias, pero hablando con
propiedad, en los tiempos anteriores a la conquista y aún posteriormente, el
término guanche se aplicaba única y exclusivamente a los aborígenes naturales de
la isla de Tenerife [1].
Alonso
Fernández de Lugo, Adelantado de las Islas
Canarias
Como es bien
sabido por todos la
conquista de la isla de Tenerife fue llevada a cabo por Alonso Fernández de
Lugo (¿1456?-1525), quien ya había participado con anterioridad, bajo las
órdenes de Pedro de Vera, en la conquista de Gran Canaria, que terminó en 1483
y asimismo, capitaneó la conquista de La Palma entre 1492-1493. Finalmente,
llevó a cabo no sin dificultades, la conquista de Tenerife entre 1494-1496.
Retrato de Alonso Fernández de Lugo (¿?-1535)
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Veamos
algunas notas biográficas sobre este personaje. Alonso Fernández de Lugo era
natural de Sanlúcar de Barrameda y se casó en 1475 con Violante de Valdés y
Gallinato, naciendo de este matrimonio sus hijos Fernando, Pedro y Beatriz. Fallecida
su primera esposa, contrajo nuevo matrimonio en 1498 con Beatriz de Bobadilla,
señora de La Gomera, que también era viuda de Hernán Peraza, no teniendo
descendencia. Finalmente, al quedar nuevamente viudo, contrajo nuevas nupcias
en 1515 con Juana de Massieres, con quien tuvo dos hijas, de nombres Luisa y Constanza.
Por las conquistas de las islas
citadas, los Reyes Católicos le nombraron Adelantado perpetuo de las Islas
Canarias y falleció el 20 de mayo 1535 en su casa de La Laguna, ciudad donde se
hallan sus restos, concretamente, en la Catedral de los Remedios [2]. En su
recuerdo, la Plaza donde estuvo situada su casa, se conoce como Plaza del
Adelantado.
Lápìda conmemorativa en la Catedral
de los Remedios, La Laguna, donde se hallan los restos del Adelantado
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Veamos
a continuación de una manera sucinta, los hechos ocurridos en torno a la
conquista de Tenerife, comenzando por un breve comentario sobre los reinos
guanches y sus menceyes.
Los
reinos guanches y sus Menceyes
A
la muerte del gran Mencey Tinerfe, la isla de Tenerife quedó repartida entre
sus nueve hijos, a cada uno de los cuales le correspondió una zona determinada.
Así, la zona de Anaga, le correspondió a Beneharo.
Era muy montañosa, bastante rica en agua y por ende en vegetación, y comprendía
Anaga y la mayor parte de lo que es actualmente el municipio de Santa Cruz. Limítrofe
con la zona de Anaga estaba el Menceyato de Tegueste, gobernado por el Mencey
del mismo nombre (Tegueste), que
comprendía varias zonas de los actuales municipios de San Cristóbal de La
Laguna, tales como Bajamar, Tejina, Valle Guerra, la Vega lagunera, Los Rodeos
y Santa María de Gracia.
Casi en la zona centro del norte de
la isla se hallaban los Menceyatos de Tacoronte y Taoro, que abarcaban, el primero parte de los municipios de Santa
Úrsula, La Victoria, La Matanza el Sauzal y obviamente, Tacoronte, que le correspondieron
el Mencey Acaymo. La zona de Taoro era territorio del Mencey Bencomo que fue el hijo mayor
del Mencey Tinerfe, y se extendía por los actuales municipios de Puerto de la
Cruz, La Orotava, la Victoria de Acentejo, La Matanza de Acentejo, Los Realejos
y Santa Úrsula.
El extremo occidental del norte de
la isla era el territorio de los Menceyatos
de Icod y Daute. El Mencey de
Icod era Pelixar o Pelicar y su territorio comprendía los
actuales municipios de San Juan de la Rambla, La Guancha e Icod de los Vinos.
El Mencey de Daute era Romén y su
Menceyato se extendía por los actuales municipios de El Tanque, los Silos,
Buenavista del Norte y Santiago del Teide.
En la zona oeste de la
Tenerife se hallaba el Menceyato de
Adexe al frente del cual se encontraba Pelinor,
cuyo territorio abarcaba los actuales municipios de Guía de Isora, Adeje y
Vilaflor. En la zona sur de la isla, se hallaban sólo dos Menceyatos, a saber,
el de Abona y el de Güímar, muy extensos ambos. El primero estaba gobernado por
el Mencey Adjona o Adchona y se extendía entre los
actuales municipios de Fasnia, Arico, Granadilla de Abona, San Miguel y
Vilaflor. Finalmente, el Menceyato de Güímar, gobernado por el Mencey Añaterve, apodado “el que piensa rápido”, comprendía los
territorios de los actuales municipios de El Rosario, Candelaria, Arafo, Güímar
y una pequeña parte de los actuales municipios de Santa Cruz y La Laguna. La
zona centro de la isla estuvo destinada a pastos comunales que eran usados
indistintamente por los guanches de los diferentes Menceyatos.
Todavía
tuvo Tinerfe un hijo más, llamado Tinguaro
o Chimenchia, pero al ser hijo fuera del matrimonio, no tuvo nunca
tratamiento de Mencey, siendo según la tradición, repudiado por sus hermanos, a
excepción de Bencomo, quien le acogió y le trató con la merecida deferencia.
La
conquista de Tenerife. La Matanza de Acentejo
Una
vez culminada la conquista de la isla de La Palma. Alonso Fernández de Lugo partió
hacia la Corte, donde obtuvo de los Reyes Católicos los derechos para iniciar
la conquista de la isla de Tenerife. A
cambio, renunció a la cantidad de 700.000 maravedíes (en lo sucesivo mrs.), que los monarcas
castellanos le adeudaban por haber llevado a cabo la conquista de la isla de La
Palma, lo que provocó una notable contrariedad en sus socios Francisco de Riberol
(genovés) y Juanoto Berardi (florentino), financiadores de la conquista de esta
isla.
Una
vez de vuelta a las islas, preparó en Gran Canaria la nueva empresa de la
conquista de Tenerife, desembarcando el 1 de mayo de 1494 en la Playa de Añaza,
en la actual Santa Cruz de Tenerife, con una expedición más de 1200 hombres, entre
castellanos y canarios. Lugo pudo contar rápidamente con la ayuda del Mencey de
Güímar, comarca en la que desde hacía tiempo existía un culto cristiano a la
Virgen de Candelaria, pero fracasó totalmente en las proposiciones de sumisión
que le hizo a Benitomo, el Mencey de Taoro, que sin duda era el más poderoso de
todos los menceyes guanches [3].
Benítomo
o Bencomo, después de la entrevista con Lugo y los restantes menceyes, se
retiró a sus dominios y se preparó para la resistencia, uniéndosele los
guanches de los menceyatos de Daute, Icod, Tacoronte y Tegueste, permaneciendo
los guanches de Abona, Adeje, Güímar y Anaga, sin entrar en la lucha, razón por
las que fueron denominados los Bandos de Paces, en clara oposición a los
primeros, a los que se les denominó Bandos de Guerra.
Bencomo y sus aliados estuvieron esperando el
avance de los castellanos invasores, lo que se produjo a fines de mayo de 1494,
cuando Lugo entró con su gente hacia el Valle de Taoro, con el propósito de
recoger ganado, viéndose súbitamente atacado el 31 de mayo en Acentejo. El
resultado de este combate para los castellanos fue un total desastre, pues sólo
pudieron contarlo en torno a 200 hombres, que trabajosamente lograron llegar
hasta Añaza y el propio Lugo que a duras penas logró salvarse, herido de una
fuerte pedrada en la cara; otros 90 hombres pudieron salvarse a través de un
barranco y se refugiaron en una baja o roque de la costa.
La
Victoria de La Laguna
El
fracaso obtenido y las pérdidas sufridas arruinaron a los caudillos
organizadores de la conquista, que una vez más recurrieron a los mercaderes de
Sevilla y al Marqués de Medina Sidonia, con el resultado favorable de conseguir
un nuevo ejército, inferior al primero, pues sólo contaba con alrededor de 600
infantes y 45 caballos, muchos de los cuales habían participado en la conquista
de Granada, quedando además la tropa al mando de Bartolomé de Estupiñán.
El
2 de noviembre de 1494 volvió Lugo a desembarcar en Añaza y en la noche del 13
avanzó hacia el interior y al amanecer se encontró con los guanches en la zona
de Gracia, entablándose una nueva batalla en la que los españoles consiguieron
una clara victoria.
Cruz de Piedra. Erigida en
la zona de Gracia para conmemorar la victoria sobre los guanches
|
En esta batalla murió el Mencey Benitomo y su hermano Tinguaro y después, cada uno de los dos bandos se retiró a pasar el invierno en sus respectivos campamentos.
Ermita de Gracia. La Laguna.
Grabado de J. J. Williams
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La victoria de Acentejo
Una vez que Lugo obtuvo todos los alimentos y pertrechos de guerra necesarios, en
noviembre de 1495, reemprendió la campaña, esta vez tomando todas las
precauciones necesarias y llegó con su tropa hasta Acentejo, en una zona
cercana a los mismos lugares de los que todavía guardaba tan mal recuerdo. Allí
se libró un combate duro pero victorioso para los castellanos, pero Lugo tal
vez escarmentado de derrota anterior, volvió a su campamento donde esperó hasta
la primavera de 1496, en la que se adentró con sus hombres hasta el Reino de
Taoro, acampando en el lugar que después se llamó Realejo. Hasta allí acudieron
los diferentes menceyes de la isla que finalmente se entregaron como vencidos
al conquistador castellano. Alonso
de Lugo lleva a los Menceyes a la Corte
Unos
de los enigmas de la historia de Canarias es la suerte que corrieron los
Menceyes de Tenerife, que al término de la conquista de la isla por Alonso de
Lugo fueron llevados a Almazán (Soria) [4], donde por aquel entonces se hallaba
la Corte de los Reyes Católicos en 1496. Después de ese viaje [5], sólo se
tienen noticias de cuatro de ellos, y uno de los cuatro de los que se tienen
noticias es don Enrique de Icod (Pelicar), del que se sabe con certeza de su vuelta a
Tenerife. Estuvo en la corte de Almazán
acompañando a don Juan, el hijo de Reyes Católicos, pero cuando este murió en
1497, fue vendido por el mayordomo Pedro Patiño y recuperado posteriormente por
mandato de los R. Católicos [6].
Muy
diferente fue la suerte que corrió otro mencey guanche cuyo nombre se ignora,
al que se cita como “el más famoso y
bello”, del que se sabe que fue a parar a Venecia, como un regalo de los
monarcas castellanos a las autoridades de este estado ciudad, donde fue
exhibido como un ejemplar exótico, junto con un jefe tribal de las recién
descubiertas Antillas. De allí pasó a Padua, donde vivió en el palacio del
capitán de la ciudad, en una estancia propia amueblada con dos criados a su
servicio, todo ello costeado por las autoridades de Venecia [7].
También
se tienen noticias de don Fernando de Anaga, acerca de su estancia en Arguineguín,
en la isla de Gran Canaria en 1496, donde se cree que fue enviado por los Reyes
para evitar que los antiguos menceyes tinerfeños residieran en zona donde
ejercieron su mando, donde evidentemente seguirían teniendo su prestigio y
autoridad. En Gran Canaria aparece dedicado a actividad de pastoreo, junto con
sus dos hijos don Diego y don Juan de Anaga [8].
El
último mencey de los llamados “Bandos de
paces” fue don Diego de Adeje, del que se afirma que regresó a la isla,
aunque hay autores que dudan de su presencia en la corte itinerante de los
Reyes Católicos. Se sabe con certeza que vivió en la isla, y que Alonso de Lugo
le hizo entrega en repartimiento de diversas tierras de su antiguo reino,
destacando el Valle de Masca, con todas sus tierra y agua . Como veremos más adelante en 1502 aparece prisionero en la cárcel de La
Laguna y se cree que falleció en 1504.
Los guanches después de
la conquista de la isla
Una
vez terminada la conquista de las islas y particularmente la de Tenerife, que
es la que ahora nos ocupa, los vencidos fueron reducidos a la esclavitud, según
la práctica legal habitual de esta época de la Edad Media, que fue utilizada
por todos los estados europeos. Sin
embargo, en primera instancia, conviene hacer una diferenciación en cuanto al
trato recibido entre los aborígenes del llamado “Bando de Paces”, que se sometieron voluntariamente y colaboraron
con los conquistadores para conseguir la sumisión de los integrantes del
llamado “Bando de Guerra”.
En los primeros momentos, a los
guanches del Bando de Paces se les concede la libertad en reconocimiento a su
ayuda y en los convenios acordados, se admite que podrían seguir gozando casi
de la misma condición social que tenían antes de su anexión a la Corona de
Castilla. Veremos más adelante como, poco tiempo después, cambiaron las circunstancias
y con ellas, el trato dispensado.
Los guanches integrantes de los menceyatos del llamado Bando de Guerra, una vez vencidos fueron esclavizados y,
tal como se hacía en la época, tratados como objetos pertenecientes a sus
dueños, con lo que se podían comprar, vender, heredar y usarlos para
explotarlos trabajando para sus dueños o para otros, que pagaban a sus dueños
por el trabajo que sus esclavos realizaban.
Los
conquistadores no hicieron el menor esfuerzo de evangelización ni de
instrucción en la fe cristiana de los guanches, puesto que para ellos el tema
se reducía a una cuestión muy simple. Los guanches habían sido vencidos, por lo
tanto ya tenían que ser cristianos, es decir, se asimiló derrota y conversión,
no existiendo en ningún momento mención alguna acerca de que hubieran sido
instruidos moral y religiosamente, y tampoco hubo catequesis ni trabajo de conquista
moral.
Los
guanches alzados
A pesar de la
derrota, no todos los guanches se sometieron a la esclavitud personal y se
comportaron como insumisos, siendo designados en los escritos de la época como “guanches alzados”, convirtiéndose en un
auténtico problema que trajo en jaque al recién creado cabildo de la isla de Tenerife. Ya
desde 1498, es decir, sólo dos años después de la conquista de la isla, se
habla de los alzados y de los daños que hacen. Así, los regidores reunidos en
Cabildo ordenaron “que a cualquier
persona que se le probase que tuviese un esclavo alzado en su hato de ganado y
le dice de comer y no lo apresase, que se buscase al dicho esclavo a su costa y
que si no aparecía, que lo pagase el dueño del esclavo” [9]. Cuatro meses después se volvía sobre el tema
afirmando que,”por cuanto la isla ha
estado revuelta con el tema de los guanches alzados que hacen mucho daño a
todos los vecinos, ordenaron (los regidores) que desde este momento no se tuviese en cuenta el daño anterior, pero
que desde esta fecha en adelante si hiciesen algún daño, que lo paguen y que
como castigo la Justicia los echase de la isla…”.
Para
tratar de frenar la solidaridad de los guanches horros, es decir, libres, y de los esclavos con los guanches alzados, se ordenó por
el Cabildo “que a cualquier esclavo que
tuviese a otro escondido y se le probase que le daba de comer, se le diesen 100
azotes y lo echasen fuera de la isla” [10]. Paulatinamente, las penas se
fueron endureciendo y así en 1500, el Cabildo ordenaba “que visto el mucho daño que hacen en esta isla los esclavos, que
cualesquiera de ellos que huyese desde hoy en adelante que muera por ello y que
el Consejo le pagase a su dueño por la pérdida y que si fuese mujer en lugar de
hombre que le diesen 100 azotes y la echasen de la isla” [11].
En 1502 cuatro guanches horros de Tacoronte, es decir, pertenecientes a uno de los llamados Bandos de
Guerra, llamados Simón, Fernando, Gaspar y Francisco de Tacoronte, se dirigieron
al Consejo, hablando por no dominar la lengua castellana a través del regidor Guillén
Castellano que si la conocía, ofreciéndose a perseguir y reducir a los guanches alzados, que se hallaban
en el Menceyato de Adeje. Pidieron además que se pusiese en libertad a don
Pedro de Adexe, el mencey de este antiguo reino, que se hallaba encarcelado en
la prisión de La Laguna. Los regidores después de deliberar, acordaron junto con
el alcalde de La Laguna, que puesto que las querellas por las que fue prendido
don Pedro de Adexe carecían de fundamento, accedían a la petición hecha liberando a este último, bajo la condición
de que los solicitantes se hiciesen responsables del libertado [12].
Ya
en 1504 se indica que guanches, gomeros y canarios debían matar cada uno 30
cuervos, pues estas aves atacaban al ganado y había que protegerlo. La cita es
interesante, porque nos revela la existencia en la isla de aborígenes
procedentes de las islas de La Gomera y Gran Canaria, que habían sido
conquistadas con anterioridad a Tenerife, así como de su principal ocupación, el
pastoreo [13].
En
relación a los gomeros, en 1504 vuelven a ser citados por su mal comportamiento
afirmándose, “porque los gomeros no
tienen ningunos bienes de que vivir, ni siembran ni cogen, ni viven del
trabajo; además quebrantan las ordenanzas y comen el ganado de sus vecinos y
hacen mucho daño vagabundeando”. El Adelantado Alonso F. de Lugo dijo que
los echaran de la isla y aunque no he podido constatar fehacientemente la
expulsión, hay un dato que da una pista importante a favor de esta hipótesis,
pues en ningún momento vuelve a ser citado este colectivo a los largo de los
años siguientes [14].
En
1504 se mandó que “todos los guanches que
estuviesen hasta ese día fuera de la isla, no pudiesen volver a ella ni saltar
a tierra, porque era notorio que los guanches
son ladrones públicos, razón por la que muchos de ellos fueron
desterrados de esta isla, de la isla de La Palma y de la de Gran Canaria. Y
aquellos que contraviniesen esta orden fueran muertos” [15]. En 1508 el
Cabildo prohibió que los dueños de los esclavos huidos los vendiesen muy
baratos, ordenándose que las ventas de esclavos se hiciesen “entregándolo en mano el vendedor al
comprador”, pues cuando el esclavo alzado no era capturado, esto traía
problemas de litigios sin fin [16].
Como último ejemplo de la escasa
confianza que los conquistadores tenían con los pastores guanches, comentaré
que en un consejo celebrado en 1506 se acordó en el mayor secreto que los
pastores guanches esclavos fuesen expulsados cuatro meses después de tomado el
acuerdo “porque son ladrones y roban toda
la isla y destruyen ganado, de lo que se queja todo el pueblo” [17]. Se
pretendía ganar tiempo con el plazo de cuatro meses para que viniesen de la
Península pastores castellanos que sustituyeran a los pastores guanches
esclavos. La medida no llegó nunca a ejecutarse, probablemente porque para un
peninsular con pocos medios de fortuna, era mucho más prometedor irse de
emigrante a las llamadas Indias, es decir a la recién descubierta y conquistada
América, con toda su promesa de tesoros sin explorar, que venir a cuidar ganado
a Tenerife.
Todavía en 1514 seguía
candente el problema de los guanches alzados y en un concejo se informó de que “en la isla había en torno a 200 hombres de
pelea guanches, que son gente no obediente a la justicia y que hacen mucho daño
en los ganados y haciendas de los vecinos, andando continuamente por el campo y
habitando fuera del poblado. Están informados que comenten delitos inmensos y los
alguaciles no los pueden prender por andar armados de lanzas y espadas y otras
armas. De este hecho se puede recrecer el peligro y su parecer es que se deben
quitar las armas, y que no las lleven ni las tengan en sus casas, porque
reciben y atienden a los alzados y
además conocen mejor el terreno por ser naturales de esta isla“. En
consecuencia se ordenó que “ningún
guanche sea horro ni cautivo,
pueda tener ni tenga ningunas armas, ni ofensivas ni defensivas, ni chicas ni
grandes, ni puñal, ni espada, ni lanza, ni dardos, ni bordón herrado con punta,
y en general ningún arma de hierro o de palo, que no sea un cuchillo para así
poder desollar las reses y servirse en su casa. Que todas las armas que poseen
las traigan ante la Justicia en el plazo de diez días y que se pregone esta
ordenanza” [18].
Se
habló asimismo de los esclavos guanches alzados que había en la isla así como
también los eslavos de otra nación, mandando que desde el día en que se
pregonase la orden relativa a las armas se presentasen ante la Justicia, para
que se les perdonase cualquier pena que pudieran haber cometido hasta ese
momento, por haber andado alzados. Asimismo se dijo que aquellos que afirmen
ser libres y no cautivos, se les oirían sus razones y se decidiría teniéndolas
en cuenta. Finalmente, se acordó que “si
transcurridos el plazo de 20 días en que darían los tres pregones no se
presentasen, se les tendría como públicos ladrones y se enviarían cuadrillas de
hombres a buscarles y apresarles”. Todo
esto fue pregonado el 21 de mayo de 1514 en la plaza pública por medio del
pregonero Francisco Díaz [18].
Los
esclavos guanches
La suerte de los
indígenas naturales de las Islas Canarias fue diversa y así se sabe que hubo capturas y esclavizaciones de cierta
importancia en la isla de La Palma y que muchos de ellos fueron vendidos en la
Península, mientras que otros permanecieron en la isla. Asimismo, hubo grupos
que consiguieron permanecer como población libre en Gran Canaria y Tenerife,
por medio de pacto o de capitulación con los conquistadores y un buen ejemplo
de ello es el caso de Guanarteme de Gáldar, don Fernando y sus 40 familiares y
los ya comentados Bandos de Paces de los distritos de Anaga, Güímar, Abona,
Adeje, además de gran parte del grupo radicado en Tacoronte.
Hubo también trasvases entre las diferentes islas,
y así hubo gomeros en Gran Canaria y como ya comentamos en Tenerife, de donde
fueron posteriormente expulsados. Se sabe con certeza de la presencia en
Arguineguín (Gran Canaria) de la gente del Bando de Anaga y en Tenerife, además de gomeros y
palmenses, hubo grancanarios que participaron en la conquista de Tenerife, pues fueron reclutados por A. Fernández de Lugo en Sevilla,
donde vivían desterrados desde 1484.
Escritura de venta de un esclavo.
Siglo XVI. Archivo Histórico Provincial S. C. de Tenerife
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Comentaré muy brevemente, algunos casos sobre la permanencia en la isla de
números guanches tanto de los Bandos de Paces como de los de Guerra que fueron
esclavizados y vendidos por los conquistadores, y lo ilustraré poniendo varios
ejemplos de compraventa de esclavos guanches.
Así, Diego de Catres, maestresala
del Adelantado, vendió a Bartolomé de Trujillo, un esclavo guanche, blanco, de
7 u 8 años aproximadamente, llamado Sebastián por 13 doblas de oro [19]. Fernando Guanarteme, el rey canario de Gáldar
que ayudó a Lugo en la conquista de Tenerife y que luego fue vecino de esta isla,
se obligó a pagar a Juan Méndez, 22.500 mrs., por un esclavo, guanche, llamado Bastián, que le compró [20]. En otra
escritura diferente, Hernando de Tacoronte y Gaspar Guanche, se obligaron a
pagar a Lope Hernández, regidor de la isla, 8.000 mrs. por una esclava
guanche, llamada Catalina, que le compraron [21].
En
muchos casos, los esclavos se transmitían por herencia y los herederos debían
ponerse de acuerdo entre ellos para repartirse los bienes y un buen ejemplo lo
tenemos en 1503, donde Francisco de Jiménez y su suegra, acordaron el reparto
de una herencia, entre cuyos bienes se incluían un esclavo negro y otro guanche,
pastor de ovejas [22].
Finalmente, incluyo algunos ejemplos
cuya finalidad era ahorrar a un esclavo, es decir, darle la libertad, por motivos
diversos, como veremos a continuación. Así, Catalina Fernández, mujer de raza
guanche, en su testamento nombra como heredero a su sobrino Andrés, también guanche,
criado de Fernando de Llerena, para ayudarle en su rescate, pero como curador y
por tanto poseedor del dinero, deja a un pariente libre, pues los esclavos no
podían ser propietarios de ningún tipo de bienes [23]. Otro ejemplo es el de Francisca
de Vargas, mujer de Gonzalo Báez, quien comenta en su testamento que Francisco,
hijo de Leonor, su esclava guanche, nació en su casa y es niño de pequeña edad
y que su padre fue un hombre libre y cristiano viejo. Por esta razón y por el
mucho amor que le tiene, lo ahorra, es decir, lo libera [24].
Asimismo,
Gaspar, natural y vecino de Tenerife, y Lucas Alonso, natural y vecino de Gran
Canaria, se obligaron a pagar a María La Gomera, vecina de Tenerife, 12.000 mrs.
por un esclavo, natural de Tenerife, llamado Pedro de Santana, a quien luego
dieron la libertad [25]. Otro caso es el de Bartolomé Afonso, que se obligó a
pagar a Lope de Salazar, 3.000 mrs., porque tiene una esclava, llamada
Catalina, con un hijo llamado Juan, blanco, “el
cual averiguó que era hijo suyo”. Salazar “por hacerle una buena obra le dio el niño a cambio del dinero” [26].
Citaré
para terminar con este apartado citando al Adelantado Don Alonso Fernández de Lugo, que había vendido como esclavos a
muchos guanches de los Bandos de Paces, contraviniendo las órdenes de los Reyes
Católicos, quienes le obligaron a volverlos a comprar y darles libertad. En este
caso lo encontramos ahorrando a su esclava María la Pendolera, natural de la isla,
en remuneración a los buenos y leales servicios que le había hecho, aclarando
además que ninguno de sus herederos podría reclamar el derecho sobre ella [27].
Me
parece oportuno comentar finalmente, que a pesar de los abusos que el
Adelantado y los conquistadores hicieron con la población guanche, tanto con
los pertenecientes al Bando de Paces como al Bando de Guerra, a la postre hubo
una relativamente adecuada integración de la población guanche en la nueva
cultura y religión, por lo que podemos afirmar sin temor a equivocarnos, que no
es cierta la afirmación de que la raza guanche desapareció después de la
conquista de la isla, sino que en gran medida persistió a través de sus
herederos, fruto muchos de ellos del casamiento de las mujeres guanches con
gente de su propia raza o con los descendientes de los conquistadores.
Incluyo a continuación el excelente vídeo titulado "Nueve Hermanos", realizado por Agustín Miranda Armas, en el que se puede apreciar muy claramente los territorios que ocupaban los diferentes menceyatos, así como las estatuas erigidas en honor a los menceyes con sus respectivos nombres. Agradezco vivamente a Agustín su generosa colaboración.
[1] Los habitantes de las otras islas de nuestra provincia eran
denominados como palmeses, benahoaritas y auaritas a los naturales de la isla de La Palma, bimbaches a los de la isla de El Hierro
y finalmente gomeros a los naturales
de La Gomera.
[2] Hay autores que comentan que es posible fuera envenenado por
sus propios hijos, para poder heredar el título de Adelantado, pero no hay
constancia fehaciente de tal hecho. A su muerte le sucedió como Adelantado su
hijo Pedro de Lugo.
[3] Benitomo ha pasado a la historia con el nombre castellanizado
de Bencomo.
[4] En la primavera de 1496 los Reyes
Católicos, pasaron tres meses en Almazán (Soria), alojados en el Palacio de
Altamira, propiedad de la familia Hurtado de Mendoza. Estaban acompañados por
sus hijos Juan, heredero de trono que falleció un año más tarde, Juana que
heredaría el trono de Castilla y que casó con Felipe el Hermoso, -matrimonio
del que nació Carlos V y María-, casada en primera nupcias con Arturo, Príncipe
de Gales y después de su temprana muerte con su hermano Enrique VIII de
Inglaterra.
[5] Alonso de Lugo y sus compañeros
conquistadores manifiestan reiteradamente que fueron nueve los menceyes
llevados a la Corte, pero existe testimonio de un embajador veneciano presente en
la Corte, que por dos veces aclara que el número de Reyes que acompañaban a
Lugo era de siete. Rumeu de Armas opta, por su mayor precisión, por este
segundo testimonio, explicándose la ausencia de los otros dos por el suicidio
del mencey de Taoro, Bentor, y por una posible enfermedad grave de otro de
ellos, tal vez Diego de Adeje, de quien se tiene noticia de su permanencia en
la isla en los años siguientes. Rumeu de Armas, A. : La conquista de Tenerife, p.
297 y ss.
[6] Mariano Gambín García. Un rey guanche en la Corte de los Reyes
Católicos. Tras los pasos de don Enrique Canario, el último Mencey de Icod. Revista
de Historia Canaria. Universidad de La Laguna, 125-157, 2003.
[7] Rumeu de Armas, A., La conquista de Tenerife, p.
319 y ss.
[8] Serra Rafols, E. La
repoblación de las Islas Canarias, Anuario de Estudios Medievales, 5, p.
421.
[9] Acuerdos del Cabildo, 26-I-1498, fº 5rº. Nota. Para facilitar
la lectura de los acuerdos los transcribo al lenguaje actual y no al castellano
usado en la época, que presenta algunas dificultades.
[10] Acuerdos del Cabildo, 15-V-1498, fº 7vº.
[11] Acuerdos del Cabildo, 19-I-1500, fº 18rº.
[12] Acuerdos del Cabildo, 25-XI-1502, fº 18rº. Este hecho permite
comprobar que no todos los guanches de los llamados Bandos de Guerra fueron
esclavizados.
[13] Acuerdos del Cabildo, 7-IX-1501, fº 29rº.
[14] Acuerdos del Cabildo, 29-XII-1504, fº 36rº.
[15] Acuerdos del Cabildo, 20-V-1508, fº 140vº.
[16] Acuerdos del Cabildo, 31-VII-1508, fº 100vº.
[17] Acuerdos del Cabildo, 17-V-1506, fº 73vº.
[18] Acuerdos del Cabildo, 20-V-1514, fº 566vº.
[19] AHPSCT., S. Páez, 1505-6, fol. 190 vº.
[20] AHPSCT., S. Páez, 1507, fol. 50 vº.
[21] AHPSCT.,
Páez, 1506-9, fol. 368rº.
[22]
AHPSCT., S. Páez, 1505-6, fol. 2 vº.
[23]
AHPSCT., Páez, 1505-6, fol. 14 vº.
[24] AHPSCT., S. Páez, 1506-7, fol. 52 vº.
[25]
AHPSCT., S. Páez, 1506-9, fol. 481rº.
[26]
AHPSCT., J. Ruiz de Berlanga, 1507-8, fol. 306.
[27] AHPSCT., S. Páez 1506-9, fol. 720rº.
Muy gran y extenso artículo informativo. Me ha encantado leerlo de principio a fin, pues me ayudó a entender muchas cosas que no sabía. ¡Gracias por escribirlo!
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