miércoles, 29 de junio de 2016

El Barranco de Martiánez y las Aguas de San Telmo

El desvío del Barranco de Martiánez
Un detalle interesante a destacar de la erupción, probablemente posterior a las que citamos en los primeros artículos y que dieron origen al suelo sobre que se asentó muchos siglos después nuestro pueblo, fue que interrumpió el cauce primitivo y provocó la desviación del curso del Barranco de Martiánez, que originalmente desembocaba en las cercanías de la zona de nuestro pueblo conocida como San Telmo. Como consecuencia de la irrupción de la lava de una erupción posterior a las que generaron el suelo portuense, se cegó su cauce primitivo, y el barranco se desvió buscando un nuevo camino que le permitiera llegar al mar.
El nuevo cauce que tomó el barranco, siempre buscando la línea de máxima pendiente por ser la más favorable y la de más rápido deslizamiento, lo llevó a desembocar en la Playa de Martiánez, concretamente en su zona este, conocida popularmente como La Carpeta o La Barranquera, nombre este último surgido precisamente a causa de que en los inviernos se sufrían los periódicos aluviones y con ellos, el material de todo tipo que arrastraba el barranco venía a parar a su desembocadura en la zona comentada.
En el gráfico siguiente, publicado en el trabajo de Carracedo y colabores [1], se señala en azul y a la derecha, el cauce del barranco en su camino hacia el mar y se aprecia que de haber continuado en línea recta su curso, la desembocadura iría a parar a San Telmo, aproximadamente a la zona situada en el entorno donde hoy se halla la ermita del mismo nombre. 
En la parte superior derecha y en azul, se ve el curso desviado del Barranco de Martiánez
En las imágenes aéreas siguientes, se aprecia claramente el desvío del cauce del Barranco, justo a su llegada a la curva donde actualmente se encuentran el centro Las Pirámides de Martiánez. 


    Fotos aéreas de la desembocadura del Barranco de Martiánez en la playa del mismo nombre, en la que                                                                    se aprecia el desvío del curso del barranco

A pesar de que después de las erupciones citadas, el Barranco de Martiánez cambió su viejo curso, cada vez que el mencionado barranco corría en la época de lluvias torrenciales, se producía su desbordamiento a la altura de la actual Plaza de Viera y Clavijo, muy cerca de donde actualmente se sitúa el Complejo Comercial Pirámides de Martiánez y justo en la zona donde tuvo lugar el cambio de dirección de su cauce.
Imagen de la Plaza de Viera y Clavijo. A la izquierda el desaparecido Hotel Martiánez. Autor Anónimo
Como consecuencia de estos desbordamientos, las aguas del barranco saltaban el pequeño talud que encontraba en la zona donde actualmente se halla la citada plaza de Viera y Clavijo, y bajaban por la Calle de la Hoya hasta llegar a San Telmo, con gran sobresalto e indudablemente con notable riesgo, para los vecinos de la zona del barrio de La Hoya, que durante los siglos XVIII y XIX, era una de las más pobladas por la clase trabajadora del Puerto y muy particularmente, por los mareantes o marineros como les denominamos modernamente.
Este hecho planteaba un serio problema a los vecinos de nuestro pueblo, pues en los primeros tiempos hasta bien entrado el siglo XIX, la calle de La Hoya era una de las dos entradas y salidas naturales de la población a través de la Calzada de Martiánez, de modo que cuando en los tiempos invernales el barranco corría con fuerza, el Puerto de la Cruz sólo tenía como salida y entrada el camino de Los Realejos a través de Las Arenas, que se encontraba situado casi en el lado opuesto. 

Barranco y Calzada de Martiánez. En la primera se aprecia el sendero que permitía cruzarlo a la altura de El Tope y en la segunda se ve la Calzada de Martiánez. Foto Marcos Baeza Carrillo 1912-15.

El desbordamiento del barranco entrañaba un claro peligro para los vecinos de la zona, que a lo largo del siglo XVII y parte del XVIII, eran bastante numerosos, sobre todo mareantes, pues al dejar de usarse el Limpio Grande, y dado que los desembarcaderos de San Telmo y el Limpio de las Calaveras quedaban relativamente cerca, el barrio de La Hoya, comenzó a poblarse con mareantes, pues el Barrio de la Ranilla no empezó a construirse y poblarse, hasta bien avanzado el siglo XVIII, momento en que se constituyó en el barrio marinero por excelencia de nuestro pueblo.
Barranco de Martiánez y antiguo camino de El Tope. Al fondo y en el centro, asoma el edificio del antiguo Thermal Palace. Foto de A. Benítez, coloreada por J. Carlos Rodríguez

Para evitar el desbordamiento del barranco a altura de la Plaza de Viera y Clavijo, el ayuntamiento portuense, con dinero prestado por la casa comercial inglesa de Stuart Bruce [2] establecida en el Puerto de la Cruz, construyó un fuerte paredón donde hoy se encuentra la plaza, lo que permitió así resistir los embates del barranco, para que este siguiese su curso natural que implicaba un desvío hacia la zona de la Barranquera en la Playa de Martiánez y así no continuara en línea recta hacia la Calle de La Hoya.
Gilbert Stuart Bruce (1762-1861), cónsul inglés en Tenerife

Stuart Bruce fue un comerciante inglés establecido en el Puerto de la Cruz durante el siglo XIX, que vivió en el edificio que fue propiedad de D. Alonso del Hoyo y después en virtud de su testamento pasó a la Iglesia Católica, que lo utilizó como sede del Colegio de la Pureza, hasta hace relativamente pocos años. Actualmente, en este edificio se encuentra la sede de los Hermanos de la Cruz Blanca.
Calle Iriarte en su cruce con San Juan. A la derecha se ve el edificio donde vivió S. Bruce y estuvo situado el Colegio de la Pureza, antes de su traslado. Al fondo la desaparecida Calzada del Conchos
En los Anales de A. Rixo se menciona varias veces al citado comerciante inglés y así en 1813 se afirma [3]:“En esta primavera llegó a nuestro Puerto el correo de S.M. británica, el Montesquieu, que había salido de la isla de La Madera, en la propia semana, en conserva de otros correos de la misma nación, El Pelenk, a fin de evitar ser apresados por cierta goleta corsario americano, El Globe, la cual tenía a la vista por fuera de la rada de Funchal, capital de dicha isla. La goleta, no obstante, abordó en la noche a uno de los correos dejándole sobre cubierta dos hombres al separarse, quienes no pudieron reembarcarse en el corsario, el cual fue repelido. Ambos buques continuaron su navegación a estas islas para reponerse y curar sus heridos, los cuales fueron alojados por su cónsul, que lo era Mr. Gilbert Stuart Bruce (1782-1861), en el sitio de Sarmiento [4].
Como cónsul inglés en Tenerife Stuart recibía a la mayor parte de viajeros británicos que visitaban la isla y así, en el diario del botánico inglés Christen Smith [5] se lee: “Día 8 de mayo de 1813, almuerzo en casa del Sr. Stuart Bruce, cónsul inglés”.
En 1816, A. Rixo cita a Stuart Bruce como una de las diez casas comerciantes más importantes al por mayor asentadas en nuestro pueblo [6] y finalmente, en 1827, hay una última cita que entronca directamente con el tema central de la crónica, pues A. Rixo después del enorme desastre que produjo el aluvión de noviembre de 1826 que arrebató casas en la Calle de La Hoya, afirma en sus Anales [7]:“Pocos días después se empezó a construir aquel gran murallón de piedra seca frente al Tope de Martiánez, en el cual se invirtieron cosa de 600 pesos corrientes que suplió la casa de los SS. Stuart Bruce, para que se le reintegrase por el público”.
En 1837, la casas comerciales inglesas Hamilton y Bruce establecidas en Tenerife, firmaron un acuerdo para asociarse y formaron la empresa llamada Bruce, Hamilton and Co. Al fallecer Stuart Bruce en 1861, su oficina del Puerto de la Cruz cerró y pasó toda su actividad de la casa comercial a Santa Cruz.  
En el Barranco de Martiánez existió durante bastante tiempo una zona de lavaderos públicos, donde muchas mujeres de nuestro se ganaban la vida lavando la ropa sucia de algunos de los vecinos portuenses, que les pagaban por su trabajo de lavanderas. Los lavaderos se hallaban en el margen izquierdo del cauce natural del barranco, aproximadamente a la altura de donde se encuentra la entrada al Sitio Litre y hasta hace relativamente poco tiempo se veían los restos de estos lavaderos públicos.
Lavaderos públicos del Barranco de Martiánez. Foto cedida por Bernardo Cabo Ramón
Del Paseo de Eduardo Cobián a Paseo de Aguilar y Quesada
A medida que el acceso y el uso de las playas se fue generalizando, se hizo necesario realizar una carretera que permitiera el fácil acceso a la Playa de Martiánez, que en las primeras décadas del siglo, sólo podía hacerse peatonalmente bien a través del popularmente conocido como Paseo de las Palmeras, que fueron plantadas a comienzo del siglo XX por el ayuntamiento portuense a instancias del concejal D. Domingo Aguilar y Quesada, que ya había realizado esa labor en el espacio que rodea al Grand Hotel Taoro, bien a través de Paseo de los Tajarales que discurría más al norte, por la Playa de Martiánez.
Para preparar la primera visita de un monarca español a las Islas Canarias, realizada por el rey Alfonso XIII en 1906, el ministro Eduardo Cobián vino en 1905 a las islas y visitó nuestro pueblo, y tuvo el honor de ser el primer ministro del gobierno español que visitó el archipiélago, motivo por el que se impuso su nombre durante un corto periodo al Paseo de las Palmeras e igual se hizo con otras calles de diversas localidades tinerfeñas, tal como ocurrió en Santa Cruz con la popular calle La Marina, que durante un tiempo se llamó también calle Eduardo Cobián.
Eduardo Cobián y Roffignac (1857-1918)
Pocos años más tarde, se cambió el 25 de febrero de 1914, el nombre de Paseo de Eduardo Cobián por el de Paseo de Aguilar y Quesada, en atención por los méritos contraídos por el recién fallecido concejal grancanario D. Domingo Aguilar y Quesada (1843-1914), que fue accionista y gerente del Hotel Taoro y se encargó de embellecer la zona circundante de este hotel y el Paseo de Martiánez, con la plantación de un número importante de palmeras, a ambos lados del paseo. A pesar de la encomiable labor de repoblamiento de plantas desempañada por el concejal natural de Gran Canaria en las zonas del Taoro y Martiánez, tengo que añadir que el citado paseo de Martiánez siempre ha sido conocido popularmente, como Paseo de las Palmeras.
En las fotografías siguientes podemos apreciar el paseo antes de la construcción de la carretera y sin palmeras, luego sin carretera, pero con las palmeras ya plantadas y finalmente,más adelante con ambas cosas, palmeras y una carretera y en la cuarta imagen con las dos carreteras ya construidas.

Barranco de Martiánez, a la izquierda sin paseo y sin palmeras. A la derecha, con paseo y palmera . Finales del siglo XIX, primera décadas del XX, respectivamente.
En más de una ocasión, en las épocas invernales, cuando caía una gran tromba de agua, por el gran caudal que traía el Barranco de Martiánez, llegó a romper la carretera que permitía el acceso de los coches desde la Plazoleta de Viera y Clavijo hasta la Playa de Martiánez. Este espacio había sido robado al primitivo cauce del barranco y convertido en una carretera de doble dirección que se hallaba entre el barranco y el Paseo de Aguilar y Quesada, popularmente conocida como Paseo de las Palmeras, desbordándose y corriendo libremente por esta calzada.

A la izquierda, paseo con una sola carretera. A la derecha, paseo con dos carreteras 
Muchos años más tarde en pleno auge del turismo, por iniciativa del ayuntamiento portuense presidido por Isidoro Luz Cárpenter, se añadió una nueva carretera tomando el terreno necesario de las plataneras de los Llanos de Martiánez que por aquel entonces eran propiedad de los hermanos Pedro y Sebastián Fernández Perdigón. La construcción de esta nueva vía permitió, destinar la más cercana al cauce del barranco para la bajada a la playa de los vehículos procedentes de la calle Valois y la otra para la subida y salida de la playa hacia la población, lo que se hacía bajando por la calle de La Hoya hasta llegar al centro de la población.
Cueva de San Telmo, actualmente sepultada bajo los escombros originados 
en las obras de construcción y reforma del Lido San Telmo


Las Aguas Minerales de San Telmo
Otro hecho interesante relacionado con el curso del Barranco de Martiánez lo teníamos en la presencia en la Cueva de San Temo, de una especie de fuente subterránea de agua dulce que sólo se apreciaba en la marea baja, pues salía del suelo del fondo de la cueva. Este manantial subterráneo está hoy sepultada bajo escombros, después de las obras de construcción del Lido de San Telmo y la Avenida de Colón. que se efectuaron entre los años 60-70.

                                           












                                                                                                       Cueva de San Telmo, actualmente sepultada bajo los escombros originados en las 
                                             obras de construcción y reforma del Lido San Telmo

A la marea llena el fondo marino no era visible y no podía apreciarse el chorro de agua dulce que fluía del suelo marino pues quedaba tapado por las aguas del mar. Evidentemente, esta agua dulce procedía de las escorrentías del Barranco de Martiánez, que guardaba bajo tierra restos de la memoria de su trayecto original, que como dijimos originalmente venía a desembocar en las proximidades de San Telmo.
En los años del primer despegue turístico de nuestro pueblo, después de la construcción del Hotel Taoro en los últimos años del siglo XIX, se llegó a efectuar un análisis de esta agua, siendo los impulsores de esta iniciativa el afamado médico D. Víctor Pérez Ventoso junto con el Dr. D. Juan G. Martel.
Tal como ya comentamos, esta fuente natural después de las obras realizadas en el entorno del actual Lido San Telmo quedó completamente cegada y así se mantiene actualmente, a pesar de la oposición vecinal que en su día se suscitó. En un prospecto cuya fotografía reproduzco y que por su tenor ilegible voy a comentar con cierto detalle, los doctores portuenses Juan González Martel y Jorge Víctor Pérez, juntos con el subdelegado de sanidad Manuel Pestano, explicaban la composición química de las Aguas de San Telmo, comparándolas con otras reputadas aguas de manantiales europeos y señalando su utilidad para el tratamiento de diversas patologías.


Prospecto en que se informaba de la composición y utilidad de las aguas de San Telmo
 Por su interés reproduzco parte el informe: “A ruego de varias personas amigas y convencidos por nuestra parte de la conveniencia de poner a disposición del público una reseña que pueda de algún modo servir de guía al que desee tomar estas aguas tan afamadas en nuestra provincia, no titubeamos en publicas esta líneas que sólo tienen la pretensión de llenar en lo que esté en nuestro alcance el referido objeto y cuyas deficiencias no se nos ocultan.
Estas aguas cuya composición conoce el público pertenecen a la clase de aguas medicinas salinas cloruradas, y son muy semejante a las de Arnedillo, Cestona, Fitero, Fortuna, Molinar de Carranza y Trillo en España; a las Bourbonne les Bains y  Bourbon-Laney en Francia y a las de Kissingen, Hombourg, Baden-Baden, Wiesbaden, Kreuznach e Ischl, en Alemania.
Venía a continuación un amplio apartado que versaba sobre el modo administración: “Por la mañana, en ayunas, en intervalos de 10 a 15 minutos en cada vaso, procurando hacer ejercicio a lo que se presta mucho el ameno Paseo de Martiánez y su playa. No se debe pasar de 3 a 4 vasos sin prescripción facultativa, y en todo caso sólo se tomará la cantidad que el estómago digiera fácilmente, empezando por pequeñas cantidades y aumentándolas gradualmente. Las personas que coman tarde pueden, antes volver a tomar 1 o 2 vasos, siempre que estómago esté vacío. Durante la cura, no deben tomarse frutas, a no ser cocidas.
Al exterior es su uso de igual importancia, empleándose en baños generales o locales que se aplican con marcado éxito en todos los balnearios antes citados. La duración de la cura es de 3 a 4 semanas. Sin embargo, de ser de reciente fecha la aplicación de estas aguas que si bien eran conocidas, se ignoraban sus efectos terapéuticos, pueden ya citarse varios casos perfectamente comprobados y son los que a continuación exponemos.
A continuación venía en el folleto una amplia relación de diversas enfermedades susceptible de cura o mejora por tratamiento con las Aguas de San Telmo, que a continuación resumidamente expongo: Eczema de las manos, afección rebelde a todo tratamiento y que con el uso al exterior y al interior del Agua de San Telmo desaparece completamente; entre otros casos de este padecer citaremos a un enfermo muy conocido en este pueblo, que fue el primero que las tomó, habiéndose notado un sabor parecido a las de El Hierro y que curándose en pocos días hizo que se fijase la atención del público en este precioso manantial.
Un enfermo de La Rambla, que venía padeciendo desde hace muchos años una psoriasis general, afección también conocida por lo pertinaz, y que en una semana la vio casi desaparecer. Entre algunos casos de reumatismo crónico, citaremos a un vecino de Los Silos que curó radicalmente. Se cuentan ya algunas curaciones de úlceras crónicas de las piernas. Muchos enfermos del estómago, entre estos dos dispépticos de antiguo, se hallan ya curados, ambas personas conocidas. Afecciones génito-urinarias, sobre todo el catarro vesical, que sobrevino en un enfermo a una estrechez de la uretra, y en otro a una hipertrofia prostática. Debemos citar aquí, lo perjudicial que puede llegar a ser el exceso habiéndose visto sobrevenir una cistitis violenta en una persona que tomó 7 vasos.
Tenemos noticia del daño causado por esta medicación en la tisis aguda y en la elefantiasis, sobre todo en la primera y creemos que está contraindicada en absoluto. Por último diremos que son muchos los casos de inapetencia, principalmente en niños, en los que se ha despertado el apetito a los pocos días de tomarlas, y que hemos visto a una joven de 16 años con cloroanemia, en la que otros medicamentos fueron administrados sin éxito, que no tardó en mejorar encontrándose hoy bien.
Nos parece oportuno añadir algunas de las afecciones que encuentran alivio y curación en los balnearios de aguas salinas. Herpetismos, reumatismos crónicos musculares y articulares y rigidices; caquexias, que por enfermedades específicas, úlceras indolentes; Varias afecciones abdominales, Infartos del bazo o hígado, Dispepsias, Gastralgias, Estreñimiento pertinaz, Catarros vesicalesBlenorragias y Leucorreas, Matritis crónica, Trastornos menstruales, Asma, Catarros bronquiales y laríngeos, Escrófulas e Infartos
Es evidente que según los doctores del informe fechado y firmado en Puerto de Orotava, es decir, en nuestro pueblo, a 17 de noviembre de 1894, estas aguas tenían algo de milagroso, pues podían curar desde enfermedades del aparato genital, hasta infartos, pasando por afecciones diversas. Terminaba esta larga relación de enfermedades que aparentemente según los doctores firmantes, encontraban curación o remedio bebiendo el Agua de San Telmo, con los nombres de los médicos ya citados.
La Prensa de La Orotava del domingo 28 de octubre de 1894 publicó los análisis del Agua de San Telmo efectuado por el reputado químico inglés, John Atfield (1835-1911) quien buscó en el espectroscopio si el agua contenía pequeñas cantidades los metales raros, litio, calcio y rubidio, pero no encontró indicios de ellos. Halló en cambio muy pequeñas trazas de bromo y muy poco de yodo. No obstante, los rastros eran insignificantes, lo que a su parecer las convertía en perfectamente potables.

Composición del agua de San Telmo
Sustancias disueltas
Gramos / galón
Cloruro de potasio
                              20,020
Cloruro de sodio
                            289,870
Nitrato de sodio
    0,889
Cloruro de magnesio
                              26,758
Sulfato de magnesio
   36,041
Cloruro de calcio
     4,906
Carbonato de calcio
     7,200
Óxido de hierro
     0,140
Sílice (Dióxido de silicio)
     1,694
TOTAL DE SÓLIDOS DISUELTOS
 387,528

            El agua estaba libre de impurezas orgánicas (de origen animal o vegetal). Sólo contenía 0,04 de amoniaco libre por millón y 0,02 de amoniaco albuminoide; en una palabra no había presentes sustancias orgánicas. Tampoco el agua contenía gases especiales aparte de los tres de costumbre de la atmósfera, Nitrógeno, oxígeno y ácido carbónico, contenidos en el agua común. El análisis químico indicaba claramente que el agua pertenecía a la clase de “muy salinas y ligeramente purgantes”.
Lamentablemente, después de las obras de construcción y remodelación del Lido San Telmo, la Cueva de San Telmo, donde se encontraba este manantial subterráneo, está sepultada bajo los escombros depositados sin control en la zona, a pesar de las reiteradas protestas que varios colectivos de vecinos hicieron al ayuntamiento portuense durante la alcaldía de D. Marcos Brito Gutiérrez, para que no se depositasen los escombros en la citada cueva y se preservase así el agua subterránea que podía beberse a la marea vacía, tal como yo mismo pude comprobar muchas veces.  

[1]      Geología de Canarias (I). J. C. Carracedo Gómez. Ed. Rueda. Madrid 

[2]       Stuart Bruce (1762-1861), fue un comerciante inglés establecido en el Puerto de la Cruz desde 1811 que primero fue socio del comerciante irlandés  Diego Barry y que luego continuó sólo. En 1816 trabajó en su casa comercial en calidad de aprendiz, Lewis Gellie Hamilton, con sólo 16 años, que fue el primer miembro de la familia Hamilton, que luego se establecería firmemente en Canarias. En 1826 ejerció como cónsul británico, aunque cuando marchó a Inglaterra en 1828, el puesto lo ocupaba provisionalmente, el vicecónsul  Mr. Francis McGregor. [Ver Nicolás González Lemus. Ingleses y franceses en los Puertos de Tenerife].

[3]       Anales, p. 249.

[4]       Se refiere al llamado Sitio Luna, que en aquellos momentos pertenecía a la familia Sarmiento.

[5]       Diario del viaje a las Islas Canarias en 1815 de Christen Smith. Traducción de Cristina S. Hansen. Estudios preliminares Per Sunding y Arnoldo Santos. Fundación Canaria de Historia de la Ciencia. [ISBN 84-609-5475-7]

[6]       Anales, p. 259.

[7]       Anales, p. 296.

miércoles, 22 de junio de 2016

El futuro de la Ladera de Martiánez

             Presentamos en esta nueva crónica, escrita al igual que la anterior, conjuntamente con Juana Hernández Suárez, Directora Conservadora del Museo Arqueológico del Puerto de la Cruz y Juan Vicente Lagunilla García, Técnico Superior en Turismo, un anteproyecto de lo que creemos puede ser el aspecto futuro de La Ladera, bien entendido, que sólo es una propuesta de trabajo realizada por nosotros, contando como base con un informe arqueológico elaborado en el año 2000, por los profesores de la Universidad de La Laguna, Antonio Tejera Gaspar y Dª Mª Esther Chávez Álvarez. A la idea de estos profesores que nos parece excelente y que fue planteada en la revista La Ladera, le hemos añadido al final algunos comentarios y sugerencias que pensamos pueden servir para realzar el valor paisajístico de este agreste, pero a la vez extraordinariamente bello lugar y conjuntamente, poner sobre la mesa algunas ideas, sobre el futuro de la Ladera.  
Informe arqueológico sobre el Acantilado de Martiánez
  En un informe arqueológico realizado por los prestigiosos profesores de la Universidad de  La Laguna, los Doctores Antonio Tejera Gaspar y Mª Esther Chavez Álvarez elaboraron un documentado trabajo sobre la preservación y adecuación del Acantilado de Martiánez, incidiendo en su significado como lugar de poblamiento guanche y muy particularmente, presentando una propuesta de futuro para la recuperación del Acantilado y su reconversión en un paraje atractivo, digno de ser visitado tanto por la población local, como por los miles de turistas peninsulares y extranjeros que cada año acuden a nuestro municipio.
              El informe fue publicado [1] en la revista La Ladera, que como ya comentamos en la crónica anterior, empezó a editarse dentro del proyecto Taller Escuela Ladera de Martiánez. Presentamos a continuación el trabajo completo tal como entonces fue publicado, aunque desde ahora indicamos que al final, algunos incluiremos algunos comentarios propios de los autores de esta crónica, que estimamos pueden ser interesantes para volver a poner en valor la zona.
El Acantilado de Martiánez. Introducción
              El Acantilado de Martiánez, localizado en la ciudad norteña del Puerto de la Cruz, forma un arco que enmarca la playa de este nombre y las construcciones turísticas que se encuentran en los alrededores. Se trata de una formación rocosa de extraordinaria belleza en la que se halla un conjunto de cuevas, de formación natural, junto a una zona rica en endemismos vegetales que por sus características, tanto históricas como medioambientales, han constituido y  pueden seguir siendo en el futuro, un lugar de interés para su visita.
        En el proyecto elaborado para la preservación de este espacio natural, se contempla la recuperación de la flora autóctona, así como la eliminación de las especies introducidas, con la finalidad de que esa área vuelva a contar de nuevo con sus características originarias. En el citado proyecto se contempla, asimismo, la realización de senderos que transformen el lugar en un espacio de ocio, ya que por su carácter de balcón sobre el mar, la zona reúne, entre otras muchas, estas posibilidades.
Arqueología y Etnografía
            El Acantilado de Martiánez ha aportado un buen número de restos arqueológicos vinculados con los guanches [2], la antigua población de la Isla de Tenerife. Son conocidos de antaño las “Cuevas o Riscos de Martiánez”, por hallarse en zona visible y de fácil acceso, soportando numerosas vicisitudes a lo largo de la historia, lo que ha contribuido a un sinnúmero de alteraciones, de manera que en la actualidad sólo existen los testigos mudos de la importancia que debió tener como asentamiento y área funeraria.
Acantilado de Martiánez. Recorte fototocromía de Carl Normann, 1893. Cedida por MM-Ball y publicada por Rafael LLanos Penedo
            No obstante, y a pesar de tantos años sin que la zona haya tenido la más mínima atención, es posible la recuperación y puesta en valor de las mismas, mediante la limpieza, excavación, así como de la señalización y consolidación de las zonas conservadas. Se pretende recuperar además los testimonios arquitectónicos que a lo largo del tiempo se han ido construyendo en la zona, como son los restos de dos aljibes; o de ingeniería militar – ya que creemos haber podido localizar una posible “torre vigía” –, así como también una pequeña muestra de arquitectura popular. Se trata de una casa de pequeñas dimensiones, existente en la planta baja del acantilado.
            Para la recuperación de los restos patrimoniales a los que se hará referencia más adelante, se pretende poner en marcha un proyecto para preservar todas las evidencias de la cultura guanche de la zona, además de un rico y diverso patrimonio etnográfico que puede formar parte de un “museo abierto” o “ecomuseo”, vinculando los valores patrimoniales con los naturales, a través de los senderos que unen los diferentes puntos de este recorrido.
           En cuanto a la recuperación del patrimonio arqueológico, se pretende realizar una labor de limpieza y excavación, así como la reconstrucción de las zonas deterioradas que puedan ser susceptibles de reconstrucción. Con la excavación de la zona se pretende esclarecer todos los aspectos posibles sobre este singular emplazamiento. Para su recuperación resulta imprescindible dotar a la zona de todos los recursos didácticos para dar a conocer a la sociedad, como vivían, vestían o se alimentaban los guanches; sus ritos o creencias ante la muerte, entre otras cuestiones de interés relacionadas con la cultura guanche.
Importancia patrimonial histórico-arqueológico del Acantilado
            El Acantilado de Martiánez está conformado por una pared rocosa, esencialmente basáltica, en la que afloran zonas de toba roja, que corresponden a una formación volcánica extrusiva de una época post-Plioceno/Cuaternario. Presenta una forma de tendencia semicircular con pendiente ligeramente acusada y una orientación norte-oeste, frente a la Playa de Martiánez.
            Según L. D. Cuscoy, en este acantilado, formado por diversas cuevas o cabocos, existió un asentamiento prehispánico de gran importancia que lo componían “un puñado de cuevas con necrópolis”, donde se encontraron cráneos, collares, punzones, tabonas y cerámica [3].
             De este asentamiento se conservan actualmente tres grandes cuevas. La primera de ellas, en la zona más septentrional del acantilado, con orientación noroeste, se localiza junto a una pequeña cascada de agua potable, aproximadamente a cuatro metros de distancia [4]. Esta cueva tiene un diámetro exterior de 6,5 m, siendo susceptible, en su interior, de realizar una limpieza superficial y en su caso de  documentar posibles restos arqueológicos.
              La segunda cueva tiene una boca de unos 18 m, orientada también en dirección nornoroeste, y cuyos posibles restos arqueológicos se hallarían sellados por una serie de losas de gran envergadura, aunque en la entrada, en parte bajo un punto de luz de construcción reciente, se encuentra un depósito de conchas, compuesto fundamentalmente por lapas. A los pies de esta cueva existe un escalón de un metro de profundidad, en cuya base y siguiendo el desnivel del terreno, se han detectado varias cazoletas y canalillos, muy afectados por la erosión, que podrían estar en relación con la cueva anterior. Este conjunto formado por cuevas, conchero y canalillos, debió formar parte de un recinto funerario, aunque es sólo una hipótesis de partida, que habría de confirmarse con los trabajos de limpieza y excavación.
            La tercera cueva, orientada hacia el norte, con un diámetro de 13 m, está dividida en dos cubículos. El primero de ellos presenta una profundidad de 5 m y una boca de 7 m. En la base son visibles un conjunto de cazoletas y canalillos, excavados en la toba roja, alterada en algunas zonas. Estas cazoletas presentan generalmente dos dimensiones. Las mayores, que aparecen comunicadas por un canalillo de 25 c. de largo por 5 cm de ancho, son circulares de 20 x 20 cm., mientras que las pequeñas, de tendencia ovalada, miden 12x 11 cm.
Cazoletas y canalillos. Imagen de Juan Vicente Lagunilla García
            El segundo cubículo es el de tamaño mayor, con una profundidad de 13,70 m y un ancho interior de 6,90 m y 4 m en el exterior. En el suelo aparecen numerosos restos óseos, que parecen corresponder a animales.
               Como hipótesis de partida, nosotros creemos que podría tratarse de una cueva sepulcral, a la que estaría vinculado el cubículo de la derecha, donde aparecen las cazoletas y canalillos, pero que sólo podría confirmarse tras una adecuada limpieza y excavación.
            Debemos señalar, por último, la presencia de una serie de pequeñas cuevas, con orientación norte, en el sector más oriental de acantilado, en las cuales sería necesario hacer una limpieza para comprobar si existen restos arqueológicos.
              En lo que se refiere al periodo postconquista, en este acantilado han quedado también huellas arqueológicas que se manifiestan en la presencia de dos aljibes o depósitos de agua, una posible “torre vigía” y una casa pequeña.
            El agua ha sido un recurso tradicionalmente limitado en el archipiélago, que ha condicionado su historia económica y social, así como el emplazamiento de la población, obligando a ensayar obras destinadas a la captación y transporte de este recurso, de ahí la importancia de estos depósitos para su almacenamiento. La abundancia de agua en esta zona de los Riscos de Martiánez es lo que explicaría, según L. D. Cuscoy (1968:75) [5], su importancia como núcleo de asentamiento en época prehispánica.
            Debemos señalar, no obstante, que ambos depósitos son construcciones de épocas diferentes. El más antiguo, situado en el sector oriental del acantilado, aprovecha para su delimitación la pared rocosa de una cueva, adecuándose a ella y cerrándola con una estructura de piedra vista, con pequeñas lajas de basalto, trabadas con mortero de cal y arena. Este depósito, con esquinas redondeadas, presenta en la base exterior e inferior una especie de refuerzo y contrafuerte, lo que hace más grueso el muro de cierre en la base. La cara interna de los muros está revestida con mortero, encontrándose el depósito en muy mal estado por la acumulación de escombros y basura en su interior. Este aljibe se encuentra completamente cerrado a excepción de dos pequeños respiraderos. Las dimensiones del mismo son 3,40 m en el lado este, 5 m en el oeste y 8,50 m en el frente, con una profundidad de 2 m, lo que da idea de su irregularidad.

Aljibe. Imagen de Juan Vicente Lagunilla García
             El otro aljibe de tendencia rectangular, está ubicado en área más septentrional del Acantilado de Martiánez y parece, por su técnica constructiva, mucho más reciente. Sus paredes son muy gruesas, de casi 1m de espesor, y están revocadas tanto al interior como al exterior. Para su construcción aprovecha en parte, la pared rocosa del acantilado, siendo sus dimensiones de 8,20 m de largo por 1,75 m de alto. Al interior, tiene una profundidad de 3,20 m, mientras que el fondo es de unos 9 m.
            El otro elemento al que habíamos hecho referencia es la posible “torre vigía”, orientada en dirección noroeste. Presenta una planta cuadrangular, con unas dimensiones de 4,60 m en los dos lados visibles y una altura de 1,55 m. Está ubicada en una posición estratégica, sobre un saliente rocoso, ligeramente erosionado en la base, que domina toda la ensenada marítima desde la Punta del Viento en Tacoronte hasta la Punta Marrero en San Juan de la Rambla. La técnica constructiva obedece a una construcción maciza de piedras regulares, con sillares escuadrados en las esquinas, trabados con argamasa y revoco de mortero al exterior.
  Finalmente, al pie del acantilado existe una casa moderna de estructura rectangular y de pequeñas dimensiones, con dos ventanas abiertas al norte y una más pequeña hacia el oeste, mientras que la puerta de acceso se encuentra orientada en dirección noreste. No presenta divisiones internas, su techumbre ha desaparecido completamente, y las paredes de piedra, de gran grosor, están revocadas.
Casa gañanía en estado ruinoso. Imagen de Juan Vicente Lagunilla García
Plan y  objetivos de actuación en el proyecto “Acantilado de Martiánez”
             El objetivo fundamental de las actuaciones sobre el patrimonio arqueológico y etnográfico del Acantilado de Martiánez, consiste en poner en uso y disfrute estos testimonios, junto a la recuperación de los valores naturales. Todo ello mediante la red de senderos que permita relacionar entre si, todos los valores que se encuentran en la zona.
                En lo que respecta al patrimonio arqueológico se proyectan las siguientes actuaciones:
Cueva nº1: Limpieza de la cueva y su entorno. Excavación al interior y exterior para comprobar los distintos momentos de ocupación y uso. Consolidación y reconstrucción de posibles estructuras. Adecuación para visita.
Cueva nº 1. Visión hacia el exterior desde la cueva. Imagen de Juan Vicente Lagunilla García
Cueva nº 1. Visión interior de la cueva. Imagen de Juan Vicente Lagunilla García
Cueva nº2: Limpieza superficial y eliminación de las losas que cubren el paquete arqueológico. Excavación al interior y exterior de la cueva. Comprobación de la existencia de un conchero y funcionalidad de la cueva. Limpieza de la zona baja donde se encuentran los canalillos y cazoletas. Señalización y adecuación.
Cueva nº 2. Visión exterior de la cueva. Imagen de Juan Vicente Lagunilla García
Cueva nº 2. Visión interior de la cueva. Imagen de Juan Vicente Lagunilla García
Cueva nº3, cubículo 1:   Limpieza superficial. Señalización y adecuación para la visita.
Cueva nº3, cubículo 2:   Limpieza superficial. Excavación al interior y exterior de la cueva para comprobar las distintas etapas de ocupación y usos a que se destinó. Consolidación y, en su caso, reconstrucción de posibles estructuras. Esta cueva podría adecuarse como centro de interpretación de la cultura guanche, al poder reconstruirse como fue todo lo relativo a sus ritos y costumbres funerarias.
Cueva 3.4. Imagen de la entrada. Imagen de Juan Vicente Lagunilla García
Restos de cuevas:   Limpieza superficial y excavación, si procede, con adecuación al contorno.
Cisternas:  Limpieza y consolidación de estructuras. Documentación de construcción. Señalización y adecuación para visita.
Torre vigía: Consolidación y restauración de los tramos deteriorados. Documentación de la construcción. Señalización y acondicionamiento para su visita.
Casa tradicional:  Limpieza superficial y documentación de su construcción. Consolidación de estructuras. Rehabilitación como centro de interpretación para explicar el contenido de los diferentes elementos que conforman el itinerario.
Perspectivas  de futuro
             Este proyecto puede y debe recuperar el protagonismo que tuvo el Acantilado de Martiánez a lo largo de la historia. La principal función del “museo de sitio” ubicado en la Cueva nº 3, Cubículo 1, sería la de permitir, por medio de recursos museográficos, la interpretación y valoración de estas cuevas. Los elementos museísticos empleados podrían ser de diversa naturaleza y funcionalidad, al utilizarse reproducciones a escala natural, así como paneles de información sobre los diferentes aspectos arqueológicos de la zona. El resto contaría con carteles, así como puntos de información de carácter didáctico.
        Se trata en definitiva, de documentar y recuperar una parte importante de la historia prehispánica, ofrecer al turista o visitante local una ruta o sendero donde haciendo un excursión cómoda, pueda apreciar la evolución de una paraje natural y humano a lo largo del tiempo, además de acercarles al patrimonio arqueológico y a la necesidad de su conservación y acrecentamiento.
              Como una propuesta genérica para hacer más atractiva la visita de la zona a los vecinos del municipio o a los turistas nacionales y extranjeros que en número considerable visitan el municipio proponemos de manera genérica efectuar la Recuperación del Sendero incluyendo una canalización, que recorrería el tracto medio de La Ladera y que transcurriría próximo a algunas de las cuevas que presentan mayor interés patrimonial. Estimamos que en la recuperación deben utilizarse materiales idóneos y compatibles con la zona, tales como la piedra volcánica, lo que creemos permitiría reducir notablemente el impacto visual de la intervención, e incluso creemos que sería interesante llegar a utilizar para las labores de recuperación, el propio material desprendido de La Ladera, que en principio es fácil de recoger, poco costoso y que no sería vista como un aditivo extraño, sino como algo perteneciente a la propia Ladera.
               Como valor añadido de la propuesta, creemos que así se podrían mejorar las condiciones de seguridad del recorrido, colocando elementos capaces de reducir el riego de caídas, tales como la colocación de barandillas de madera.
        Un elemento que nos parece de gran importancia es la recuperación de la atarjea que transportaba el agua de la Fuente de Martiánez, pues creemos que podría ser en primer lugar un elemento visual y paisajístico, y en segundo lugar es bien conocido que el rumor del agua corriendo libremente puede ser evocador de cómo era el lugar con la antigua Fuente de Martiánez. 
             
Recreación del paseo con canalización de agua. Imagen creada por Juan Vicente Lagunilla García
               Asimismo, nos parece muy importante volver a plantar en La Ladera las especies típicas que siempre han existido en la zona, eliminando las malas hierbas y aquella otras especies foráneas introducidas a lo largo de los años. 
Recreación de cueva con paneles informativos.  Imagen creada por Juan Vicente Lagunilla García 
   Creemos que también debe efectuarse la limpieza total de La Ladera, eliminando todos los restos que actualmente la recubre y afean, y la recuperación de una o varias de las cuevas de más fácil acceso, en las que podría incluirse la recreación de un enterramiento dotado de los elementos característicos del mismo, utilizando para ello réplicas. Nos parece también casi imprescindible el situar paneles interpretativos a lo largo del camino, que aporten la información necesaria  sobre el patrimonio cultural y natural, a lo largo del paseo.

                             Vallas metálicas en la Ladera de Martiánez. Fotos de Juan Vicente Lagunilla García
   
Convendría asimismo, eliminar todas aquellas mallas metálicas que no sean imprescindibles y para aquellas otras cuya presencia se considere totalmente necesaria, se debería intentar ocultar o cuando menos reducir su visión, bien tapándolas con la adecuada vegetación de la zona, bien disimulando su presencia tratando en la medida de la posible de mimetizarla con el medio.
Finalmente, creemos que se puede ser optimista, pues tal como comentamos en la anterior crónica, se han hecho comentarios públicos tanto desde las autoridades locales como provinciales, incidiendo en la presencia de estudios y proyectos destinados a la recuperación y revalorización de esta maravillosa zona en un plazo medio de tiempo, que tanto amamos los portuenses y que salvo intentos esporádicos como el que narramos en la crónica anterior, no ha recibido toda la atención que en opinión de muchos ciudadanos merece.

[1]       Revista La Ladera, nº 1, febrero- marzo 2000. Editada por el Excmo. Ayuntamiento del Puerto de la Cruz.

[2]       Ver la crónica Presencia guanche en el Acantilado de Martiánez, publicada dentro de este mismo Blog.

[3]       Luis Diego Cuscoy, 238 (1968). Ver asimismo una crónica anterior en este mismo blog.

[4]       Se refiere a la Fuente de Martiánez.

[5]       Luis Diego Cuscoy, 75 (1968).