miércoles, 25 de mayo de 2016

La Cueva de los Siete Palacios

Mencioné en mi última crónica que el Acantilado de Martiánez había sido el lugar elegido por los guanches para establecer su morada, probablemente por la bondad del clima, por sus cuevas en la ladera que les proporcionaban cobijo seguro, por la cercana existencia de un buen manantial de agua como fue la Fuente de Martiánez, por la presencia de una buena zona de pastos cercana situada en el espacio comprendido entre la Ladera y el actual Jardín Botánico, así como por la cercanía al mar, lo que le permitía coger diversos moluscos, y vimos en la anterior crónica, que también hubo en este Acantilado una importante necrópolis guanche.

En esta nueva crónica, narraré la presencia de una cueva habitación, que según la tradición oral fue la vivienda veraniega del Mencey Benítomo o Bencomo, nombre con que ha llegado hasta nosotros, el último Gran Mencey guanche, muerto por los castellanos en la Batalla de La Laguna en 1495.
Parte occidental de la Ladera de Martiánez. Foto A. Passaporte, coloreada por Rafael Afonso Carrillo.
El Mencey Benitomo o Bencomo
Benitomo, o Bencomo como ha pasado a la historia, era hijo del Mencey Tinerfe y a la muerte de su padre recibió en herencia la zona del Menceyato de Taoro, que comprendía los terrenos situados en los actuales municipios de Puerto de la Cruz, La Orotava, La Victoria de Acentejo, La Matanza de Acentejo, Los Realejos y Santa Úrsula . 

Mapa de los Menceyatos de Tenerife durante la conquista. Al norte, en el centro y en verde oscuro, se aprecia el territorio del Menceyato de Taoro. Tomado de Guanches, Wikipedia
Es digno de resaltar, que del mismo modo que existen numerosas noticias sobre los menceyes así como de los guanches integrados en los llamados Bandos de Paces (Adeje, Güímar, Abona y Anaga, excepción hecha del de Güímar, del que se tienen menos referencias), en cambio de los guanches integrantes de los llamados Bandos de Guerra, si las hay, son escasísimas, ya que, con carácter general, los guanches que no murieron en el combate fueron apresados, pasaron a ser buena presa del conquistador, y muchos de ellos fueron vendidos en los mercados de esclavos, como veremos en una próxima crónica.
Algunos de los que lograron sobrevivir no pudieron soportar el peso de la derrota y la esclavitud y eligieron el suicidio. Un buen ejemplo de esto último, lo tenemos en el caso conocido de Bentor [1], el último Mencey guanche, hijo y sucesor de Benitomo de Taoro, que según la tradición se suicidó arrojándose por la zona conocida por El Lance, en la Villa de Los Realejos. Otros guanches se refugiaron en las montañas de la isla y fueron conocidos como Guanches Alzados, de los que tendremos ocasión de hablar en otra crónica.
 En memoria de Bentor, se ha erigido en El Lance una estatua con una placa en la que, después de la siguiente frase del historiador realejero Viera y Clavijo: “Los menceyes de Tenerife no habían conocido jamás la vileza de sujetarse a otros hombres como ellos”, figura la siguiente leyenda: “Homenaje de la Villa de Los Realejos a Bentor, el último Mencey guanche, el cual según la tradición, por no entregarse, se arrojó al vació desde este lugar”. 
Estatua erigida en honor al Mencey Bentor en El Lance. Los Realejos

Placa que figura al pie de la estatua de Bentor, en El Lance (Los Realejos)

Otro personaje digno de mención que tuvo una acción destacada en la Batalla de Acentejo, donde los guanches infringieron una severa derrota a los castellanos, fue el Achimencey Chimenchia, más conocido como Tinguaro [2], un hermano (sólo de padre) de Bencomo, que también falleció en el desigual enfrentamiento con los castellanos en la anteriormente citada Batalla de La Laguna. En su honor se levanta una estatua, realizada por el escultor Miguel Ángel Padilla, que se encuentra instalada en La Matanza de Acentejo, en cuya base se halla una lápida con la siguiente inscripción: “Esta escultura se alza en homenaje al Achimencey Tinguaro, héroe guanche de la tierra de Acentejo y símbolo de la nobleza, la valentía y el coraje de nuestro pueblo. La Matanza de Acentejo.
Que su presencia como guardián preserve nuestra paz y nuestro bienestar. En la Villa de La Matanza de Acentejo, 1 de mayo de 2007”
Estatua en homenaje al Achimencey Tinguaro (Chimenchia). La Matanza de Acentejo

Inscripcíón al pie de la estatua del Achimencey Tinguaro.  

Benitomo es llamado El Rey Grande de Taoro [3] y fue el Mencey que capitaneando a los guanches se enfrentó a los castellanos en la llamada Batalla de La Laguna, que tuvo lugar en los alrededores de la actual zona de Gracia, el 14 de noviembre de 1945. Bencomo falleció en este combate, así como su hermanastro Chimenchia, que ha pasado a la historia con el nombre de Tinguaro y un considerable número de guanches, que plantaron batalla en campo abierto, con una enorme desigualdad de medios, a las tropas castellanas.
El historiador Elías Serra Rafols afirma que el auchón donde nació Benitomo, en el municipio de Los Realejos, se localizaba entre los Barrancos de Godínez y La Azadilla, y que este auchón podría situarse en la zona denominada actualmente El Tanque de Arriba (Los Realejos) o en sus cercanías. Según el mismo historiador, la residencia habitual del Gran Rey de Taoro, Benitomo, se encontraba durante la mayor parte del año en La Orotava, en el límite con el actual municipio de Santa Úrsula, pues en una de las datas dada es señalada como“… cuatro cayces de tierra de sequero en Taoro, como pasamos de casa del Rey Benytomo, que se llama el Aravtaba…” [3], y “…10 cahíces de sembradura que llaman los guanches Tafuria cerca del auchón grande del Rey de Taoro…[4]. 

El Mencey Bencomo o Benítomo. Candelaria

Es tradición oral que Bencomo, si bien vivía casi todo el año en la zona de Tamaide situada en el actual  municipio de Santa Úrsula, pasaba la temporada de verano en el Acantilado de Martiánez, en el Puerto de la Cruz, probablemente por la mayor benignidad del clima en la estación veraniega en esta zona y, además por la presencia de abundantes pastos para el ganado caprino, en el espacio comprendido entre la Ladera de Martiánez y el actual Jardín Botánico, un terreno que, después de la conquista de la isla por los castellanos, se utilizó como zona de cultivo y que fue conocido con el nombre Sancho Caballero, en referencia al nombre de uno de los más importantes propietarios que tenían terrenos en la citada zona.
La Cueva de los Siete Palacios
Uno de los lugares ampliamente citado por todos los estudiosos del pasado aborigen portuense, es la llamada Cueva de los Siete Palacios y existe un cierto confusionismo con el nombre de esta cueva, ya que algunos estudiosos denominan de manera parecida a otras cuevas diferentes existente en otras localidades.
Así, el médico e investigador del pasado guanche Juan Bethencourt Alfonso en el Tomo I del libro Historia del Pueblo Guanche, en el Capítulo XI dedicado al “Vocabulario: Nombres propios de lugares”, cita “Chychymani” y el autor la sitúa como sigue: “ La <<Cuesta de la Florida>> que limita al este el Valle de la Orotava. En este cerro se encuentra la <<Cueva de los siete palacios>> donde vivía el achimencey Tinguaro en la época de la invasión española” [5]. Creo que debe referirse a la que otros autores denominan como Cueva de los Palacios, que al decir de éstos últimos fue la morada de Bencomo y que se halla en Tamaide, Santa Úrsula. 

Ladera y Playa de Martiánez, en la zona de La Barranquera. Foto Marcos Baeza Carrillo, 
coloreada por Rafael Afonso Carrillo

Para aumentar la confusión, la cueva donde según la tradición pasaba Bencomo parte de su tiempo en el verano, suele ser denominada como Cueva de los Siete Palacios y los autores la sitúan en el Acantilado de Martiánez en el Puerto de la Cruz, hecho que por otra parte no es mencionado por D. Juan de Bethencourt Alfonso en el libro citado.
A la morada del rey Benitomo en el Acantilado de Martiánez, vamos a dedicarle los siguientes comentarios de esta crónica, aprovechando para ello un artículo escrito hace más de siglo y medio.
He podido encontrar un artículo publicado en 1840 en el periódico El Isleño de Santa Cruz de Tenerife sobre la citada Cueva de los Siete Palacios [6]. A continuación y por su interés, reproduzco literalmente el artículo publicado en Santa Cruz el 9 de enero de 1840 por un autor anónimo, puesto que no figura su nombre ni al comienzo, ni al final del artículo, donde sólo aparece una X. El título del artículo es CUEVA DE LOS 7 PALACIOS y su contenido, que reproduzco a continuación, es el siguiente:
”Es tradición muy respetable en el ameno Valle de La Orotava, que su antiguo Mencey Bencomo poseía dos habitaciones, una en la Ladera de Tamaide que ocupaba en las tres épocas del año en que la naturaleza se ostenta con todas sus gracias, y la otra en la escarpada costa del mismo Valle, conocida hoy con el nombre de Martiánez, a la que se trasladaba en la estación de los fríos.
La primera de estas sencillas moradas ya es conocida de nuestros lectores, por la exacta descripción que hizo de ella el célebre Tabengor, y se publicó en el número 78 de nuestro anterior periódico [7]. El dar una idea de la segunda es el objetivo del presente artículo.
La punta horizontal que sirve de asiento a la hermosa población del Puerto de la Orotava, se halla coronada por la parte del NE con la elevada prominencia de Martiánez, cuya extensa base se apoya en el encrespado océano, y subiendo en dirección casi perpendicular, termina con la vista más occidental de La Paz, propiedad de la antigua y respetable familia casa de Cólogan. En esta ladera, y entre las dos líneas paralelas que forma el extremo más bajo del enunciado Jardín, y la vereda que recorre, en sus dos terceras partes de altura, este promontorio, se halla situada la Cueva de los Siete Palacios, mirando concretamente al Norte. Es muy probable que en lo antiguo presentase su entrada un cómodo tránsito, pero al presente la ruina de los siglos ha hecho su examen de un difícil y peligroso acceso.
Cueva de los Siete Palacios, situada en el Acantilado de Martiánez. Autor anónimo
Bájase a ella por el ángulo más occidental del Jardín de la Paz, en cuyo punto principia una vereda bastante inclinada que conduce a la cueva. Apenas se empieza el descenso, se cambia de dirección hacia la izquierda, que es hacia donde queda el Puerto de la Orotava; después de bajar 14 o 15 brazas [8], se hace alto en una especie de terraplén que naturalmente se forma allí, para aliviar al observador las angustias que le causa un camino tan expuesto, por los horrorosos precipicios que tiene siempre delante de su vista.
En esta meseta que hemos hablado, principia la vereda con una pendiente más suave, y a poco rato se entra en lo que se llama el andén. Figúrese el lector un trozo de muralla de prodigiosa altura, que presente una cornisa volada, de dos pies [9] de ancho, para dirigirse por ella a cierto punto: pues tal es el andén de que hablamos. No hay posición más alarmante que la que presenta este difícil “paso” de 8 varas [10] de longitud.
El explorador siente sobre sus espaldas cosidas al risco que se eleva sobre su izquierda; ve debajo de sus pies un abismo, que hace más terrible el choque de las olas del océano, muda sus trémulas plantas sin atreverse a separarlas del suelo y lleno de sobresalto y casi aturdido, llega a la puerta de la cueva. Ésta tiene de alto cosa de 5 pies y 3  de ancho, y se halla al mismo nivel del andén. Para entrar en la cueva se baja un escalón de dos pies. Su piso es casi horizontal, aunque se halla un poco elevado hacia el naciente, en donde forma una especie de punta o rincón. Fuera de esta irregularidad, lo demás es casi de figura circular, y en la parte de la derecha está una especie de nicho, que parece haber sido labrado por los antiguos moradores de esta rústica estancia.
Su piso y sus paredes son de tosca, y lo mismo la bóveda que forma su techo, aunque se ven algunas incrustaciones naturales de piedras que forman varias puntas de diferentes tamaños.  Tal era la cueva de los 7 palacios en 1828.
No tenemos noticia de que se hayan hallado en esta cueva momias de nuestros Guanches; aunque es muy natural se sacaran de ella, en los tiempos inmediatos a la conquista, algunos restos de los que fueron víctimas de la modorra, por huir de los brazos amistosos de los propagadores de la ley evangélica". X 
Del tenor de las últimas palabras del anónimo autor del artículo, creo que puede razonablemente desprenderse la existencia de una corriente de simpatía hacia los guanches, y asimismo, de una velada crítica hacia la actuación de los conquistadores españoles, que queda plasmada en la ironía del párrafo final donde se afirma textualmente “por huir de los brazos amistosos de los propagadores de la ley evangélica”.
Situación de la Cueva de los Siete Palacios
         El memorialista Melecio Hernández Pérez cita muy brevemente la Cueva de los Siete Palacios en su libro Alrededor del Charco [11], afirmando:“Con perfil de viejos siglos alumbra la más antigua historia sucedida en nuestro suelo y que tiene rango real, Bencomo, el Rey Grande, digno descendiente del Gran Tinerfe tuvo dos habitaciones, una en la Ladera de Tamaide, que ocupaba en las tres épocas del año en que la naturaleza se ostenta con todas sus gracias, y la otra, en la escarpada costa del mismo Valle conocida hoy con el nombre de Martiánez o <<Cueva de los Siete Palacios>>, colgada sobre el mar, donde residía el mencey en la estación invernal.
Telesforo Bravo en un trabajo publicado en 1999 en la revista La Ladera [12] hace une muy escueta mención a esta cueva afirmando “La Cueva de los Siete Palacios (un espacio con siete huecos no muy grandes) tenía y puede que tenga aún huesos bajo una capa de estiércol”.
En un trabajo de prospección arqueológica realizado en el litoral del antiguo Menceyato de Taoro, concretamente en los municipios de Los Realejos, Puerto de la Cruz y La Orotava, los investigadores Alfredo Mederos Martín y Gabriel Escribano Cobo, al describir los resultados obtenidos en el Acantilado de Martiánez, mencionan la zona llamada Acantilado de Martiánez VIII, del siguiente modo [13]:”Cueva de habitación, situada a 55m sobre el nivel del mar, en la margen derecha del Barranco de Martiánez, en la trasera del Centro Comercial Las Pirámides de Martiánez, cuyo acceso exige técnicas de escalada al encontrarse colgada en el acantilado, localizada durante el inventario arqueológico del Puerto de la Cruz, tras descolgarse C. G. González unos 15m desde el Paseo Marítimo. Según el inventario podría tratarse de la Cueva de los Siete Palacios, porque presenta siete pequeñas cámaras en su interior. Está orientada a 280ºW, con una boca de 1,30m de longitud a la entrada, 1,40m de altura y unos 11m de profundidad, ganando amplitud en el interior donde se alcanzan 6m de ancho y 2.20-2.75m de altura. En superficie se documentó restos humanos, obsidiana  y huesos de ovicaprinos.     
    
El Acantilado de Martiánez, visto desde las desaparecidas Piscinas de Martiánez. A la derecha del acantilado se sitúa la Cueva de los Siete Palacios. Foto publicada por Agustín Miranda Armas
En un trabajo reciente sobre la Ladera de Martiánez publicado en 2011, Vicente Valencia Afonso y Miguel Ángel Martín Díaz, [14], al mencionar los yacimientos arqueológicos y etnográficos de la citada ladera, describen la zona denominada Laderas de Martiánez IX, del siguiente modo:”Se localiza en el tracto superior del Acantilado de Martiánez, a 10m de distancia en dirección sur del paseo peatonal construido por el borde superior de Laderas de Martiánez. A esta cueva se la conoce con el nombre de Cueva de los Siete Palacios, por disponer en su interior de siete cámaras independientes. En ella se han documentado restos esqueléticos humanos, óseos de fauna terrestre, además de lascas de obsidiana. El emplazamiento se adecua al modo de prácticas propias del mundo funerario guanche, en la que se eligen cavidades que presenten un difícil acceso que favorezca la protección de sus muertos”.


[1]       La familia del Rey Bentor. Leopoldo de la Rosa Olivera. Anuario de Estudios Atlánticos. Vol. 23, 1977.   

[2]       Historia del Pueblo Guanche, Tomo I. Juan Bethencourt Alfonso, p 343. Ed. Francisco Lemus. La Laguna. 1991.

[3]       Serra Ráfols, Elías (1978). Las Datas de Tenerife (libros I al IV de datas originales). Instituto de Estudios Canarios. La Laguna. Página 146.

[4]       Moreno Fuentes, Francisca (1992). Las Datas de Tenerife (libro primero de datas por testimonio). Instituto de Estudios Canarios. La Laguna. Página 29. 

[5]       Historia del Pueblo Guanche.  Tomo I, p. 419.
           
[6]       El Isleño, 9 de enero de 1940.Santa Cruz de Tenerife

[7]       El Conservador, 24 de diciembre de 1839. Se refiere al periódico El Conservador editado en Santa Cruz de Tenerife, que desapareció y fue sustituido por El Isleño, aunque la empresa editora era la misma. Este último era un periódico de tirada diaria, a excepción de los lunes. La suscripción al periódico costaba 10 reales de vellón mensuales.

[8]       Una braza equivale 1,852 metros, por lo que bajaron  entre 25,9283  y 27,78 m, que redondeados son entre 26 y 28 metros.

[9]       Un pie castellano equivalía  a 0,2786 metros,  por lo que la cueva tenía alrededor de 1,4 metros de alto y 0,84 m de alto.

[10]     Una vara castellana equivalía a 0,836 m,  por lo que el “paso” tenía alrededor de 6,5 metros

[11]     Alrededor del Charco: Historia y Leyenda del Puerto de la Cruz. Melecio Hernández Pérez. Ed. Idea. p.8, 1995.

[12]     El Acantilado de Martiánez. Revista La Ladera de Martiánez, nº0. Telesforo Bravo. 1999. Excmo. Ayuntamiento del Puerto de la Cruz.

[13]     Prospección arqueológica del litoral del Menceyato de Taoro. Municipios de Los Realejos, Puerto de la Cruz y La Orotava (Tenerife). Alfredo Mederos Martín y Gabriel Escribano Cobo. Rev. Canarias Arqueológica, 16: 91-130, 2008.

[14]     Modelo de adecuación y puesta en  valor de la Zona Arqueológica Laderas de Martiánez. Vicente Valencia Afonso y Miguel Ángel Martín Díaz. Rev. Canarias Arqueológica, 19: 1-33, 2011. 

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