En
el artículo anterior pusimos de relieve como el riguroso estudio efectuado por
Carracedo y colaboradores, demostró que la erupción vista por Colón en 1492 y a
la que se atribuía la formación del solar de nuestro municipio, en realidad era
correspondiente a la erupción del volcán Boca Cangrejo, que por su situación,
jamás podría haber llegado a las costas de la isla donde está situado el Puerto
de la Cruz.
Comentamos
en este nuevo artículo pruebas científicas fehacientes que permiten establecer
de manera bastante aproximada, la antigüedad del suelo sobre la que se asienta
el municipio del Puerto de la Cruz.
Datación de la erupción que formó
el Valle de La Orotava
En
torno al año 2007, un grupo de geólogos entre los que se encontraba el
portuense Juan Carlos Carracedo Gómez, llevaron a cabo un riguroso estudio de
las erupciones volcánicas ocurridas en nuestra isla y en particular de la que
dio origen al Valle de la Orotava. Para efectuar el estudio, recogieron
muestras de rocas de diferentes zonas del Valle de la Orotava, para estudiar
tanto su composición química, como para tratar de establecer su antigüedad.
No
voy a entrar en demasiados detalle técnicos sobre los procedimientos usados en
este estudio y sólo comentaré que la datación de la edad de las rocas fue
llevada a cabo midiendo las proporciones relativas de los isótopos de carbono
de masa 12 y 13 unidades, así como los de argón de masa 40, y que el análisis fue efectuado en un conocido laboratorio de Estados Unidos. Es de sobra sabido
por los científicos, que una vez conocidas las proporciones de estos isótopos
en las rocas estudiadas, resulta factible llegar a datar con un cierto margen
de error la edad de las rocas.
Los
resultados obtenidos de este estudio, mostraron inequívocamente que las rocas
del Valle de la Orotava estudiadas, se originaron en torno a 30.000 años antes
de Cristo (a.C.) y por tanto que la erupción de la Montaña de la Horca- nombre
con el que se conocía la Montaña de las Arenas, también denominada Montaña de
Taoro-, tuvo lugar en torno a los 30.000 años a.C., fecha muy alejada de la que
tradicionalmente se venía ofreciendo para la antigüedad de las citadas
erupciones, que como comentamos en el artículo anterior, al principio se fijaba
en 1430, pues como ya indicamos, el navegante genovés Cristóbal Colón en uno de
sus viajes a América, comentó en su diario, que al pasar por las cercanías de
Tenerife observó un volcán en erupción.
Esta
ha sido la referencia que durante siglos ha sido utilizada erróneamente para
fijar la edad de la formación de la costa norte, suelo sobre la que se asentó
la actual ciudad del Puerto de la Cruz, en torno a 600 años.
El
estudio descrito permite aseverar que la erupción o erupciones, que rellenaron
la bahía que en la antigüedad existía con sus coladas volcánicas, dando origen
al suelo donde al correr de los milenios se asentó nuestro pueblo, data de aproximadamente
30.000 años y no 600, como se veía sosteniendo hasta entonces.
Montaña de las Arenas o de la Horca |
Los
materiales lávicos sobre los que se asientan las tierras portuenses tienen un
doble origen; por un lado, la parte oeste del término
municipal fue cubierta por basaltos y traquibasaltos procedentes de la montaña
de los Frailes y de La Horca, los cuales llegaron a ganar mucho terreno al mar.
Este fue el origen de las zonas situadas desde la Plaza del Charco hasta Punta
Brava.
Por
el otro lado, el sector oriental es del dominio de los basaltos, que dieron
origen a la región de Las Cañadas y a la denominada Cordillera Dorsal que recorre la isla de este a oeste.
El suelo sobre el que asienta nuestro pueblo proviene de esta última erupción y
no hay que mirar imágenes antiguas para observar como hay un pronunciado
desnivel entre la Montaña del Taoro y las zonas colindantes y la parte más baja
de nuestro pueblo situada junto al nivel del mar.
Panorámica aérea del Valle de la Orotava, con la situación de la Montaña de Taoro |
Evidentemente, carecemos de datos históricos sobre la erupción citada, pero podemos hacernos
una idea de su duración y de la cantidad de material expulsado, sin más que pensar fue capaz de rellenar la franja marina
comprendida entre el muelle y San Telmo, ganando una importante cantidad de
terreno al mar, y cubriéndola con una ingente cantidad de material rocoso. Actualmente,
todavía son evidentes las pronunciadas pendientes existentes entre el comienzo de la calle Blanco en Las Cabezas
y la Plaza del Charco, y entre la Playa de Martiánez y los llanos de La Paz, por citar
dos ejemplos bien visibles.
Calle Agustín de Bethencourt |
En
los años 40-50 del pasado siglo XX, el origen volcánico de nuestro pueblo era
todavía mucho más evidente que actualmente y así, en la actual calle de Agustín de Bethencourt,
llamada antiguamente calle de La Oposición, en el tramo comprendido entre el
cruce con la calle Iriarte y la zona conocida como Punta de la Carretera, se
apreciaba un enorme pedregal, que los cabuqueros, a fuerza de trabajo, fueron
destruyendo a golpes, para ir dando un aspecto más llano y transitable a estas calles. De manera similar, entre la zona de la calle Iriarte,
comprendida entre Cólogan y San Juan existía un pronunciado desnivel, que aún subsiste en forma de escalones, que hasta gran parte del siglo pasado se conocía como la Calzada del Conchos y con carácter general, lo mismo ocurre
con todas las calles que confluyen en la plaza del Charco, tales como Blanco y Nieves Ravelo.
Calle Iriarte y al fondo la Calzada del Conchos |
Finalmente,
para darse cuenta del origen volcánico de nuestro pueblo, sólo hay que mirar
los bajíos de Punta Brava, Mequínez, San Telmo y Martiánez, erizados de rocas,
que constituían un auténtico peligro para la navegación y que en las épocas
invernales, cuando el mar estaba de leva, ocasionaron en los siglos pasados muchos naufragios, de los que A. Rixo se hace eco en el Apéndice final de sus Anales, citando 32 ocurridos durante el siglo XIX con 41 personas fallecidas, por romperse los navíos con las rocas de los bajíos citados, muy
particularmente en las zonas del actual muelle pesquero, donde las rocas de la baja que existe a la entrada, constituían un peligro
para la navegación, obligando a los grandes barcos a situarse en las afueras
del actual muelle y en el conocido como Limpio del Rey, comprendido entre el actual Penitente y las rocas conocidas como el Pris o Prois, término antiguo usado para designar aquellas zonas en la que fondeaban los barcos amarrados a los rocas de los alrededores.
Esta era una parte muy accidentada de las costas portuenses, y eran llamadas Peñas del Infierno, más conocidas actualmente como El Penitente, sobre las cuales se perdieron gran número de navíos en los temporales que azotaban nuestra costa y cuyas rocas, indudablemente procedían de material lávico, que llegó al mar en una zona de relativa profundidad. Citaré como ejemplo que en la crónica correspondiente a 1812, A. Rixo narra en sus Anales:"Este año se perdió en el Rey, estrellándose contra el risco llamado El Penitente, el bergantín del tráfico llamado El Hierro. Estaba cargado de trigo, que era uno de los que se habían comprado para la pesca de la Costa de África y al tiempo de sumergirse salió del bajel una polvareda, que causó admiración". Muchos años después, sobre estas rocas, se construyó en 1930 el actual muelle de El Penitente, pero esa es otra historia que ya comentaré en su día.
Esta era una parte muy accidentada de las costas portuenses, y eran llamadas Peñas del Infierno, más conocidas actualmente como El Penitente, sobre las cuales se perdieron gran número de navíos en los temporales que azotaban nuestra costa y cuyas rocas, indudablemente procedían de material lávico, que llegó al mar en una zona de relativa profundidad. Citaré como ejemplo que en la crónica correspondiente a 1812, A. Rixo narra en sus Anales:"Este año se perdió en el Rey, estrellándose contra el risco llamado El Penitente, el bergantín del tráfico llamado El Hierro. Estaba cargado de trigo, que era uno de los que se habían comprado para la pesca de la Costa de África y al tiempo de sumergirse salió del bajel una polvareda, que causó admiración". Muchos años después, sobre estas rocas, se construyó en 1930 el actual muelle de El Penitente, pero esa es otra historia que ya comentaré en su día.
Citaré
también, y más adelante volveré a tratar este tema, como durante los siglos
XVI, XVII y gran parte del XVIII, en la zona que actualmente ocupa la Plaza del
Charco, existieron varios charcos de agua salada, cuyo nivel crecía y bajaba
con las mareas y que en los primeros tiempos contenían camarones. De esta hecho, derivó el topónimo Plaza del Charco de
los Camarones, que se convirtió finalmente, en Plaza del Charco, al desaparecer los charcos de agua salada y los camarones por la ocupación humana del terreno. Por tanto, este topónimo deriva de la presencia en los siglos pasados de varios charcos de agua salada y no por la formación del gran charco que se produce por la inundación de la plaza, hecho que ocurre siempre que hay lluvias torrenciales y que evidente se origina, por el acusado desnivel que existe entre el terreno en que está situada la plaza y las zonas circundantes, como Las Cabezas y las calles de Quintana, Blanco y Nieves Ravelo, hecho que ya cité anteriormente.
Creo que por lo expuesto en estas tres primeras crónicas, queda perfectamente demostrado gracias al trabajo del geólogo Carracedo y sus colaboradores, que el pedregoso solar sobre el que asienta nuestro pueblo, tiene aproximadamente 30.000 años de antigüedad y no en torno a 600, tal como ha venido afirmándose hasta época relativamente recientes. Finalmente, conviene tener en cuenta que estamos hablando de la formación del suelo y no del pueblo, cuyo origen tal como hablaremos en crónicas posteriores se remonta al siglo XVI.
Creo que por lo expuesto en estas tres primeras crónicas, queda perfectamente demostrado gracias al trabajo del geólogo Carracedo y sus colaboradores, que el pedregoso solar sobre el que asienta nuestro pueblo, tiene aproximadamente 30.000 años de antigüedad y no en torno a 600, tal como ha venido afirmándose hasta época relativamente recientes. Finalmente, conviene tener en cuenta que estamos hablando de la formación del suelo y no del pueblo, cuyo origen tal como hablaremos en crónicas posteriores se remonta al siglo XVI.
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