En
las crónicas anteriores pusimos nuestra atención en la antigüedad del suelo
sobre el que al correr de los siglos se asentó nuestro pueblo, que según los
datos proporcionados por el estudio del geólogo Juan Carlos Carracedo Gómez,
debe fijarse en torno a los 30.000 años.
En
esta nueva entrega, vamos comentar las consecuencias más visibles de aquellas
erupciones que dieron origen al suelo anteriormente citado, algunas de las
cuales permanecen aún hoy día muy claramente asentadas sobre el suelo de nuestro
pueblo, mientras que otras han desaparecido. Me refiero a los peñascos formados
durante las violentas erupciones de los volcanes, que en su recorrido dejaron unos
enormes peñascos llamados peñones, que
son un recuerdo perenne de las viejas erupciones citadas.
Los Peñones: consideraciones
generales
La cantidad de lava expulsada por
los volcanes tuvo que ser muy importante y este hecho, unido al pronunciado
desnivel existente entre los volcanes y la costa, hizo posible que estas
enormes moles de roca fueran deslizándose, lenta pero inexorablemente, sobre
las coladas más fluidas, flotando sobre ellas, y rellenando poco a poco la
antigua bahía que se extendía desde Punta Brava hasta Martiánez. Una vez que
el suelo se fue estableciendo por el enfriamiento de la lava, el avance de las siguientes coladas tuvo que ser
más rápido, pues ya no eran frenadas por el mar.
Ignoramos
cuanto tiempo tardó en rellenarse completamente la antigua bahía y si el suelo originado fue fruto
de una única y brutal erupción o si el proceso de crear un suelo sólido donde
antes sólo había mar, duró mucho tiempo, lo que por otra parte parece la
hipótesis más lógica.
Podemos
imaginar que la lava fue creando el suelo en zonas cada vez más lejanas a los
focos de emisión y esto probablemente sería un freno para el avance de las
coladas posteriores, Parece probable
que, dada la diferencia de nivel entre las zonas altas de nuestro pueblo y la
costa actual, durante mucho tiempo la lava se fuera acumulando en las zonas altas y que
sólo después de un largo tiempo la erupción fuera llegando a lo que hoy llamamos
la costa, que se encuentra jalonada de rocas volcánicas.
Dada
la enorme masa que tienen estos peñones, podemos hacernos una idea de la
magnitud de la corriente de lava que debía fluir de las erupciones, para que
estas moles de piedra, pudieran
mantenerse flotando y desplazándose lentamente hacia la costa, a lo largo de una
considerable distancia. Sin embargo, hay que tener en cuenta para comprender
como estas peñas de enorme masa pudieron moverse a lo largo de kilómetros, que
a pesar de su enorme peso, flotaban sobre una masa fluida de lava fundida, de muy similar densidad, pero un poco más baja.
El
tema es, hasta cierto punto, comparable a la flotabilidad de las enormes masas
de hielo de los icebergs, que una vez se desprenden de un glaciar y cuando al final de
su recorrido llegan al mar, son capaces
de mantenerse flotando, manteniendo la mayor parte de su masa sumergida,
mientras que el resto sobresale del agua, hasta llegar a una situación de
equilibrio, en la que el empuje ejercido por el agua del mar hacia arriba, llegue a contrarrestar
el peso del iceberg, que es una fuerza opuesta a la anterior y tiende a sumergirlo.
Se
estima de manera aproximada, que de un iceberg sólo sobresale del mar una novena parte
de su masa, lo que explica que estas rocas gélidas constituyan un auténtico
peligro para la navegación marítima, ya que su peso y longitud pueden llegar a
ser enormes, alcanzando en ocasiones muchos kilómetros de longitud y desde cientos de
miles hasta millones de kilos de masa. Esto es posible. porque la densidad del agua disminuye
al congelarse, siendo un caso único, ya que por lo general, las densidades de
los cuerpos en estado sólido suelen ser mayores que las de los mismos cuerpos en estado líquido.
El
comportamiento anómalo del agua sólida es enormemente positivo, pues es lo
que hace posible que los icebergs floten y que así aíslen del frío exterior al
resto del mar, hecho que permite que los océanos polares sean muy ricos en vida
animal.
Se estima con carácter general, que las densidades de los cuerpos magmáticos expulsados por los volcanes oscilan
entre 2,2 y 3,0 Kg/m3, dependiendo de su naturaleza y, aquí está la diferencia con el agua, este
valor es algo más bajo que el de las rocas sólidas de la corteza, o sea, lo
contrario de lo que le ocurre al agua, que es una excepción a este regla. En base a este dato, un peñón sólido tendría que haberse deslizado sobre la lava manteniendo una muy considerable parte
de su masa sumergida en la lava fundida. Si así hubiera sido, la altura y magnitud de la
corriente de lava tendría que haber alcanzado un valor considerable, teniendo
en cuenta la altura de algunos de los peñones del Puerto de la Cruz.
Finalmente,
conviene tener en cuenta que en los comentarios anteriores hemos soslayando el
freno al avance que supone el rozamiento de la lava, porque si bien en primera
instancia esta penetraba directamente sobre el agua del mar de la antigua
bahía, luego al correr del tiempo, tendría que ir deslizándose sobre las
coladas primitivas solidificadas y ello provocaría una ralentización de su
movimiento, debido al importante frenado producido por el efecto del rozamiento de la lava con la roca
solidificada.
Situación de los Peñones del Puerto
de la Cruz
Los
tres grandes peñones que surgieron con las erupciones comentadas en las
crónicas anteriores, de los cuales actualmente sólo subsisten dos, se
encontraban - y actualmente siguen estando en la misma situación inicial, salvo uno de ellos que ha desaparecido -, situados en la
zona occidental del pueblo concretamente, entre las calles Teobaldo Power y el
Cementerio de San Carlos.
Lo
que parece claro es que su formación debió proceder de la primera y más antigua
erupción que dio origen al suelo sobre el que se sitúa la parte occidental del
Puerto de la Cruz, o sea que proceden de la erupción de los volcanes Montaña
del Fraile y Montaña las Gañanías, que volcaron sus lavas sobre las zonas que
actualmente se extienden entre el Muelle Pesquero y Punta Brava.
Desconozco,
por no haber encontrado estudios de datación de estos peñones, si todos son de
la misma antigüedad o si su formación tuvo lugar en épocas diferentes, por lo
que no me pronunció acerca de este tema. En consecuencia, el orden en que
abordo su descripción es totalmente arbitrario y no guarda ninguna relación con
su posible antigüedad.
Para la descripción de los peñones, he preferido tomar
como criterio principal, su menor o mayor cercanía a la Plaza del Charco,
comenzando con el más cercano a la plaza citada, que indudablemente, es el que
en el siglo XVIII era conocido como Peñón de Blanco y que a lo largo de los
últimos tiempos de su existencia fue llamado Peñón de Armas y finalmente, Peñón de Fumero.
El Peñón de Blanco
Este peñón se
encontraba situado entre la Calle Nueva [1], -actualmente denominada Teobaldo Power-, que se extiende desde la calle Mequínez
hasta Puerto Viejo-, la Calle Peñón, que tomó su nombre de la presencia de esta
masa de roca y se prolonga desde Puerto Viejo hasta la calle Sor Pura y,
finalmente, la calle de Puerto Viejo, que comunica la Plaza del Charco con la
zona más oeste del municipio. Este peñón, cuyo nombre, tal como mencionamos anteriormente, fue cambiando al correr
del tiempo, se encontraba situado justamente en la zona donde confluyen las
tres calles mencionadas.
Hasta gran parte del
siglo XIX, esta enorme roca fue denominada como Peñón de Blanco, por ser
justamente la zona que ocupaba, propiedad de los hermanos Nicolás y Bernardo
Blanco, que a pesar de su apellido castellanizado como Blanco, en
realidad eran irlandeses, procedentes de Waterford, siendo su auténtico y
original apellido White. Se supone que castellanizaron su apellido manteniendo el significado original del mismo, para obtener así más facilidades
para embarcar los famosos vinos malvasía en los navíos que viajaban hasta
América, pues aunque los embarques de estas mercaderías hacia Las Indias, como
por entonces se llamaba al continente americano, estaban prohibidos, los
españoles residentes en las islas Canarias los efectuaban, a veces por permisión
real y otras sin él, a hurtadillas.
En
los Anales del Puerto de la Cruz de la Orotava [2],
escritos por el alcalde portuense A. Rixo, en la crónica relativa al año 1785,
encontramos la primera cita relativa a este peñón:” Falleció el Alcalde de Agua don Nicolás Blanco, cuyo ostentoso entierro
fue semejante al de su hermano don Cristóbal (que ocurrió en 1777), llenándose
el pueblo de admiración al ver la opulencia de estos comerciantes. Durante su
alcaldía de agua se quitó un tanquillo y chorro del abasto que había en el lado
poniente del Peñón denominado de Blanco y se transfirió a la inmediación del
sitio o Jardín de Sarmiento, que ahora llaman del Serení, a causa de cierta
canción vulgar así titulada que estaba muy en boga entre las aguadoras y
muchachos de la calle que allí iban por agua…”.
En
1790 aparece nuevamente citado el Peñón de Blanco - pero en este momento ya era
propiedad de Dª Bárbara Strickland, la viuda de D. Nicolás Blanco-, en relación con la elección de un sitio para el
emplazamiento de un nuevo jardín botánico. Sobre este asunto A. Rixo comenta [3]:
“Tratábase ahora de la creación o
establecimiento de un jardín botánico; y el señor Marqués de Villanueva del
Prado, don Alonso de Nava y Grimón, comisionado a tal efecto por Su
Majestad (S. M.), fue con don Gregorio
Casañas [4] a
proponer a doña Bárbara Strickland de Blanco si quería prestar o arrendar su
sitio de La Ranilla junto al Peñón denominado de Blanco, para hacer el ensayo
de aclimatación y comprárselo si prosperaban las plantas. Pero la señora
excitada por su sobrino don Patricio Power [5],
joven inexperto, que parece que creyó desdora de la casa tal proposición,
respondió mil tontedades, siendo forzoso tomar un trozo de terreno a los
señores de Bautista, por encima de la ermita de La Paz, con condición, parece,
de devolver el fondo cuando deje de aplicarse al útil objeto con que se le
cedía a S.M.”
Vista del Jardín de Aclimatación de Tenerife.
De
la lectura del párrafo de A. Rixo se infiere, que de haber prosperado las
negociaciones con la familia Blanco, el Jardín Botánico pudo quedar establecido
dentro del casco portuense, concretamente, en un espacio cercano al Peñón de
Blanco y no en las afueras de la población, sobre terrenos que por aquella
época pertenecían al municipio de La Orotava. El terreno en que finalmente se
instaló el Jardín Botánico, que actualmente permanece en su primitiva sede,
pertenecía a D. Francisco Bautista de Lugo y Saavedra, señor de Fuerteventura.
Antigua imagen del Jardín Botánico
Esto
explica, que aun hoy, en la bibliografía científica, este jardín sea denominado
como Jardín de Aclimatación de la Orotava, a pesar de que se halla situado en el municipio portuense aunque hay que añadir, que siempre ha sido popularmente
conocido como Jardín Botánico, a secas. Su importancia fue tal, que dio
nombre a toda la zona que rodea al jardín y que aún se sigue conociendo con el
topónimo El Botánico, que también se aplica al jardín.
Antigua puerta de entrada al Jardín Botánico
A.
Rixo en los Anales [6]
cita al hablar de 1831: “continuó
empedrándose la calle del Peñón” y más adelante, en un comentario relativo
al año 1868, vuelve a mencionar el Peñón de Blanco [7],
afirmando “También durante el verano y otoño último se han construido algunas
otras casitas de pobres en el pago de San Antonio y otra se acrecentó de alto,
en la calle frente al Peñón que llaman de Blanco”.
[1] La actual calle de Teobaldo Power
fue llamada Calle Nueva y anteriormente se la denominó Calle El Lomo. Anales p.
258.
[2] Anales del Puerto de la Cruz de
la Orotava (1701-1872). José Agustín Álvarez Rixo. Editado por el Cabildo
Insular de Tenerife y el Patronato de Cultura del Ayuntamiento del Puerto de la
Cruz. 1994. p. 113. En lo sucesivo lo citaré sólo como Anales.
[4] A. Rixo lo menciona afirmando:"D. Gregorio Antonio Casañas,
natural de este Puerto, para no haber tenido estudios fue un hombre de
bastantes merecimientos, por ser dotado de viveza, buena razón y cierto
espíritu público que faltaba a sus contemporáneos..." Anales p.112.
[5] La Casa de Comercio de la familia
irlandesa Power estuvo establecida en Tenerife desde principios del siglo XVIII.
COMO SIEMPRE MUY INTERESANTE AMIGO ANTONIO. UN ABRAZO.-
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