miércoles, 23 de marzo de 2016

El Peñón de Blanco


En las crónicas anteriores pusimos nuestra atención en la antigüedad del suelo sobre el que al correr de los siglos se asentó nuestro pueblo, que según los datos proporcionados por el estudio del geólogo Juan Carlos Carracedo Gómez, debe fijarse en torno a los 30.000 años.
En esta nueva entrega, vamos comentar las consecuencias más visibles de aquellas erupciones que dieron origen al suelo anteriormente citado, algunas de las cuales permanecen aún hoy día muy claramente asentadas sobre el suelo de nuestro pueblo, mientras que otras han desaparecido. Me refiero a los peñascos formados durante las violentas erupciones de los volcanes, que en su recorrido dejaron unos enormes peñascos llamados peñones, que son un recuerdo perenne de las viejas erupciones citadas.
Los Peñones: consideraciones generales
            La cantidad de lava expulsada por los volcanes tuvo que ser muy importante y este hecho, unido al pronunciado desnivel existente entre los volcanes y la costa, hizo posible que estas enormes moles de roca fueran deslizándose, lenta pero inexorablemente, sobre las coladas más fluidas, flotando sobre ellas, y rellenando poco a poco la antigua bahía que se extendía desde Punta Brava hasta Martiánez. Una vez que el suelo se fue estableciendo por el enfriamiento de la lava, el avance de las siguientes coladas tuvo que ser más rápido, pues ya no eran frenadas por el mar.
Ignoramos cuanto tiempo tardó en rellenarse completamente la antigua bahía y si el suelo originado fue fruto de una única y brutal erupción o si el proceso de crear un suelo sólido donde antes sólo había mar, duró mucho tiempo, lo que por otra parte parece la hipótesis más lógica.
Podemos imaginar que la lava fue creando el suelo en zonas cada vez más lejanas a los focos de emisión y esto probablemente sería un freno para el avance de las coladas posteriores, Parece probable que, dada la diferencia de nivel entre las zonas altas de nuestro pueblo y la costa actual,  durante mucho tiempo la lava se fuera acumulando en las zonas altas y que sólo después de un largo tiempo la erupción fuera llegando a lo que hoy llamamos la costa, que se encuentra jalonada de rocas volcánicas.
Dada la enorme masa que tienen estos peñones, podemos hacernos una idea de la magnitud de la corriente de lava que debía fluir de las erupciones, para que estas moles de piedra, pudieran mantenerse flotando y desplazándose lentamente hacia la costa, a lo largo de una considerable distancia. Sin embargo, hay que tener en cuenta para comprender como estas peñas de enorme masa pudieron moverse a lo largo de kilómetros, que a pesar de su enorme peso, flotaban sobre una masa fluida de lava fundida, de muy similar densidad, pero un poco más baja.
El tema es, hasta cierto punto, comparable a la flotabilidad de las enormes masas de hielo de los icebergs, que una vez se desprenden de un glaciar y cuando al final de su recorrido llegan al mar, son capaces de mantenerse flotando, manteniendo la mayor parte de su masa sumergida, mientras que el resto sobresale del agua, hasta llegar a una situación de equilibrio, en la que el empuje ejercido por el agua del mar hacia arriba, llegue a contrarrestar el peso del iceberg, que es una fuerza opuesta a la anterior y tiende a sumergirlo.
Se estima de manera aproximada, que de un iceberg sólo sobresale del mar una novena parte de su masa, lo que explica que estas rocas gélidas constituyan un auténtico peligro para la navegación marítima, ya que su peso y longitud pueden llegar a ser enormes, alcanzando en ocasiones muchos kilómetros de longitud y desde cientos de miles hasta millones de kilos de masa. Esto es posible. porque la densidad del agua disminuye al congelarse, siendo un caso único, ya que por lo general, las densidades de los cuerpos en estado sólido suelen ser mayores que las de los mismos cuerpos en estado líquido.
El comportamiento anómalo del agua sólida es enormemente positivo, pues es lo que hace posible que los icebergs floten y que así aíslen del frío exterior al resto del mar, hecho que permite que los océanos polares sean muy ricos en vida animal.
Se estima con carácter general, que las densidades de los cuerpos magmáticos expulsados por los volcanes oscilan entre 2,2 y 3,0 Kg/m3, dependiendo de su naturaleza y, aquí está la diferencia con el agua, este valor es algo más bajo que el de las rocas sólidas de la corteza, o sea, lo contrario de lo que le ocurre al agua, que es una excepción a este regla. En base a este dato, un peñón sólido tendría que haberse deslizado sobre la lava manteniendo una muy considerable parte de su masa sumergida en la lava fundida. Si así hubiera sido, la altura y magnitud de la corriente de lava tendría que haber alcanzado un valor considerable, teniendo en cuenta la altura de algunos de los peñones del Puerto de la Cruz.
Finalmente, conviene tener en cuenta que en los comentarios anteriores hemos soslayando el freno al avance que supone el rozamiento de la lava, porque si bien en primera instancia esta penetraba directamente sobre el agua del mar de la antigua bahía, luego al correr del tiempo, tendría que ir deslizándose sobre las coladas primitivas solidificadas y ello provocaría una ralentización de su movimiento, debido al importante frenado producido por el efecto del rozamiento de la lava con la roca solidificada.
Situación de los Peñones del Puerto de la Cruz
Los tres grandes peñones que surgieron con las erupciones comentadas en las crónicas anteriores, de los cuales actualmente sólo subsisten dos, se encontraban - y actualmente siguen estando en la misma situación inicial, salvo uno de ellos que ha desaparecido -, situados en la zona occidental del pueblo concretamente, entre las calles Teobaldo Power y el Cementerio de San Carlos.
Lo que parece claro es que su formación debió proceder de la primera y más antigua erupción que dio origen al suelo sobre el que se sitúa la parte occidental del Puerto de la Cruz, o sea que proceden de la erupción de los volcanes Montaña del Fraile y Montaña las Gañanías, que volcaron sus lavas sobre las zonas que actualmente se extienden entre el Muelle Pesquero y Punta Brava.
Desconozco, por no haber encontrado estudios de datación de estos peñones, si todos son de la misma antigüedad o si su formación tuvo lugar en épocas diferentes, por lo que no me pronunció acerca de este tema. En consecuencia, el orden en que abordo su descripción es totalmente arbitrario y no guarda ninguna relación con su posible antigüedad. 
Para la descripción de los peñones, he preferido tomar como criterio principal, su menor o mayor cercanía a la Plaza del Charco, comenzando con el más cercano a la plaza citada, que indudablemente, es el que en el siglo XVIII era conocido como Peñón de Blanco y que a lo largo de los últimos tiempos de su existencia fue llamado Peñón de Armas y finalmente, Peñón de Fumero.  
El Peñón de Blanco
         Este peñón se encontraba situado entre la Calle Nueva [1], -actualmente denominada Teobaldo Power-, que se extiende desde la calle Mequínez hasta Puerto Viejo-, la Calle Peñón, que tomó su nombre de la presencia de esta masa de roca y se prolonga desde Puerto Viejo hasta la calle Sor Pura y, finalmente, la calle de Puerto Viejo, que comunica la Plaza del Charco con la zona más oeste del municipio. Este peñón, cuyo nombre, tal como mencionamos anteriormente, fue cambiando al correr del tiempo, se encontraba situado justamente en la zona donde confluyen las tres calles mencionadas. 
             Hasta gran parte del siglo XIX, esta enorme roca fue denominada como Peñón de Blanco, por ser justamente la zona que ocupaba, propiedad de los hermanos Nicolás y Bernardo Blanco, que a pesar de su apellido castellanizado como Blanco, en realidad eran irlandeses, procedentes de Waterford, siendo su auténtico y original apellido White. Se supone que castellanizaron su apellido manteniendo el significado original del mismo, para obtener así más facilidades para embarcar los famosos vinos malvasía en los navíos que viajaban hasta América, pues aunque los embarques de estas mercaderías hacia Las Indias, como por entonces se llamaba al continente americano, estaban prohibidos, los españoles residentes en las islas Canarias los efectuaban, a veces por permisión real y otras sin él, a hurtadillas.
            En los Anales del Puerto de la Cruz de la Orotava [2], escritos por el alcalde portuense A. Rixo, en la crónica relativa al año 1785, encontramos la primera cita relativa a este peñón:” Falleció el Alcalde de Agua don Nicolás Blanco, cuyo ostentoso entierro fue semejante al de su hermano don Cristóbal (que ocurrió en 1777), llenándose el pueblo de admiración al ver la opulencia de estos comerciantes. Durante su alcaldía de agua se quitó un tanquillo y chorro del abasto que había en el lado poniente del Peñón denominado de Blanco y se transfirió a la inmediación del sitio o Jardín de Sarmiento, que ahora llaman del Serení, a causa de cierta canción vulgar así titulada que estaba muy en boga entre las aguadoras y muchachos de la calle que allí iban por agua…”. 
En 1790 aparece nuevamente citado el Peñón de Blanco - pero en este momento ya era propiedad de Dª Bárbara Strickland, la viuda de D. Nicolás Blanco-, en relación con la elección de un sitio para el emplazamiento de un nuevo jardín botánico. Sobre este asunto A. Rixo comenta [3]: “Tratábase ahora de la creación o establecimiento de un jardín botánico; y el señor Marqués de Villanueva del Prado, don Alonso de Nava y Grimón, comisionado a tal efecto por Su Majestad (S. M.), fue con don Gregorio Casañas [4] a proponer a doña Bárbara Strickland de Blanco si quería prestar o arrendar su sitio de La Ranilla junto al Peñón denominado de Blanco, para hacer el ensayo de aclimatación y comprárselo si prosperaban las plantas. Pero la señora excitada por su sobrino don Patricio Power [5], joven inexperto, que parece que creyó desdora de la casa tal proposición, respondió mil tontedades, siendo forzoso tomar un trozo de terreno a los señores de Bautista, por encima de la ermita de La Paz, con condición, parece, de devolver el fondo cuando deje de aplicarse al útil objeto con que se le cedía a S.M.”
                                     Vista del Jardín de Aclimatación de Tenerife. 
De la lectura del párrafo de A. Rixo se infiere, que de haber prosperado las negociaciones con la familia Blanco, el Jardín Botánico pudo quedar establecido dentro del casco portuense, concretamente, en un espacio cercano al Peñón de Blanco y no en las afueras de la población, sobre terrenos que por aquella época pertenecían al municipio de La Orotava. El terreno en que finalmente se instaló el Jardín Botánico, que actualmente permanece en su primitiva sede, pertenecía a D. Francisco Bautista de Lugo y Saavedra, señor de Fuerteventura.
                                                Antigua imagen del Jardín Botánico
Esto explica, que aun hoy, en la bibliografía científica, este jardín sea denominado como Jardín de Aclimatación de la Orotava, a pesar de que se halla situado en el municipio portuense aunque hay que añadir, que siempre ha sido popularmente conocido como Jardín Botánico, a secas. Su importancia fue tal, que dio nombre a toda la zona que rodea al jardín y que aún se sigue conociendo con el topónimo El Botánico, que también se aplica al jardín.
                                     Antigua puerta de entrada al Jardín Botánico

A. Rixo en los Anales [6] cita al hablar de 1831: “continuó empedrándose la calle del Peñón” y más adelante, en un comentario relativo al año 1868,  vuelve a mencionar el Peñón de Blanco  [7], afirmando También durante el verano y otoño último se han construido algunas otras casitas de pobres en el pago de San Antonio y otra se acrecentó de alto, en la calle frente al Peñón que llaman de Blanco”.




[1] La actual calle de Teobaldo Power fue llamada Calle Nueva y anteriormente se la denominó Calle El Lomo. Anales p. 258.
[2] Anales del Puerto de la Cruz de la Orotava (1701-1872). José Agustín Álvarez Rixo. Editado por el Cabildo Insular de Tenerife y el Patronato de Cultura del Ayuntamiento del Puerto de la Cruz. 1994. p. 113. En lo sucesivo lo citaré sólo como Anales.
[3] Anales, p. 125-126.
[4] A. Rixo lo menciona afirmando:"D. Gregorio Antonio Casañas, natural de este Puerto, para no haber tenido estudios fue un hombre de bastantes merecimientos, por ser dotado de viveza, buena razón y cierto espíritu público que faltaba a sus contemporáneos..." Anales p.112.
[5] La Casa de Comercio de la familia irlandesa Power estuvo establecida en Tenerife desde principios del siglo XVIII.
[6] Anales, p. 317.
[7] Anales, p. 482.

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