Presento en esta segunda crónica, que está también dedicada a la Familia Wildpret, la actividad empresarial de los dos hijos
varones, Gustavo y Guillermo Wildpret Duque. Se podrá apreciar como
diversificaron su actividad empresarial, continuando con la explotación
agrícola de su padre y extendiéndola a otros campos del comercio.
Finalmente,
comentaré la gran empresa que acometieron, consistente en levantar un local de ocio y
diversión, al que llamaron Café Helvetia en homenaje al origen suizo del
fundador de la familia, Hermann Wildpret Soder y al que no le faltaron
aditamentos culturales de variada índole como tendremos ocasión de ver.
Actividades
empresariales
Los hijos varones del suizo Hermann Wildpret Soder, llamados Gustavo (1862-1936) y Guillermo Wildpret Duque
(1872-1923), continuaron un tiempo con la tienda que su padre poseyó en la
calle Cupido para vender productos vegetales que cultivaba en las huertas de la
familia, y así recordemos que en la crónica anterior cité que vendían semillas de
diversos productos de horticultura.
Gustavo y Guillermo Wildpret Duque.
1908. Foto cedida por Guillermo Wildpret Machuca
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También tuvieron otra tienda situada en el nº 14 de la popular calle San Juan, o como por aquel entonces se la conocía, en la Calle de
las Tiendas, que asimismo llamaron Helvetia, donde vendían una serie de
productos enlatados de importación, entre los que destacaremos vegetales como
(espárragos, petit-pois o guisantes, champiñones, trufas, conservas, etc.), productos
cárnicos derivados (jamones, salchichón, lenguas, etc.) y otros marinos, tales
como bacalao, salmón, ostras, anchoas, etc. También vendían licores y galletas y un largo surtido de
diferentes bebidas, todo lo cual nos hace pensar que era una tienda más dedicada a las
exquisiteces para los consumidores con buena capacidad económica, que no para
un público de escasos medios. Como dato anecdótico, comentaré que me ha
llamado la atención la venta de “galletas diapeseta”, tal como se en el siguiente anuncio.
Anuncio publicado en el periódico local Iriarte. 1908
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Este
otro anuncio, permite apreciar la variedad de materias con la que los Hermanos
Wildpret comerciaban, pues vemos que también disponían de contactos extranjeros
adecuados para ser únicos importadores de materiales tan diversos como “vías
portátiles para haciendas”, “carros para plátanos” y en general “toda clase de
material para tracción manual o animal”. Igualmente, se anunciaba la venta de vías fijas para la explotación de aguas, vagonetas
giratorias para volcar en todas direcciones, etc. El anuncio, publicado en 1910
en el periódico local Arautápala, terminaba con la muletilla de “Únicos
importadores para las Islas Canarias, Wildpret Hermanos. Puerto de la Cruz”.
Anuncio publicado en el periódico local Arautápala
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En
el siguiente anuncio vemos que el establecimiento Helvetia, cuyo nombre
entiendo fue puesto en clara reminiscencia al pasado suizo de su padre, tenía
una variedad de productos a la venta y que, hasta cierto punto, era como un adelanto
de los que hoy llamaríamos un pequeño supermercado, pues se anuncia que poseía en venta artículos tan diversos como, semillas, plantas, provisiones, es decir,
comida, papelería, chocolates, dulces, etc., y se vuelve a insistir en que se
hablaba inglés, alemán y francés, además del español, por supuesto.
Anuncio del Helvetia. Cedido por Guillermo Wildpret Machuca
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En este otro anuncio publicado
en el periódico local El Liberal, vemos que se publicitabann presentándose como un
establecimiento de clases superiores, en el que se vendían artículos tan
diversos como, vinos y licores de marcas acreditadas, chocolates y bombones
suizos, tabacos, cigarrillos y habanos, así como papelería y artículos de escritorio,
baúles y maletas de última novedad, terminando con botas de montar y calzado
del país.
Anuncio de la tienda Helvetia en el periódico local El
Liberal
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El conjunto global de
artículos que según los diferentes anuncios se vendían en el comercio, corrobora
mi impresión de que se trataba de una multitienda, algo similar a los que hoy
se conoce como un pequeño supermercado.
La
Fábrica de Hielo y Bebidas gaseosas
Para terminar esta
primera parte dedicada a las diferentes actividades comerciales de los hermanos
Wildpret, diré que poseyeron junto a la casa familiar, en Iriarte nº 4, justo
al lado donde se estableció el comercio de D. Tomás Reid, otro negocio que era
una fábrica de hielo, bebidas gaseosas y sifones. Andando el tiempo, cuando
la familia Wildpret abandonó este negocio, lo prosiguió Cristóbal Perera Rivero,
que en esa misma instalación fabricaba polos, bebidas refrescantes, sifones,
etc., tal como vemos en la figura siguiente que muestra un sifón con el anagrama "C. P. Rivero".
Sifones para envasar agua
gaseosa elaborada por Cristóbal Perera Rivero
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Foto de la calle Iriarte.
En primer plano, a la derecha, se ve la casa donde estaba el Helvetia y al lado, la puerta del
edificio anexo destinado a fábrica de hielo y bebidas. Foto Postal Expréss
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Imagen de la calle Iriarte, con la empresa comercial de D. Tomás Reid
y a su lado el Café Helvetia. Foto autor anónimo |
El
Café Helvetia
El edificio que servía
de vivienda familiar a los Wildpret, era un enorme caserón que hacía esquina entre las calles
Iriarte y Blanco, con entradas por ambas calles. En este inmueble, tuvieron
los hermanos un negocio llamado Café Helvetia, con entrada por Iriarte nº2, que era una especie de
multitienda, donde se podía comprar artículos tan diversos como agua mineral,
chocolate, bombones, cigarrillos turcos, tabacos entre ellos puros elaborados en La Palma,
semillas, flores, así como diversos souvenirs, entre ellos postales de Puerto
de la Cruz y del Valle de la Orotava. Todavía existen postales circulantes en
cuyo margen se ve el nombre y dirección de los Hermanos Wildpret.
También en otra
dependencia del caserón tenían un café bar, llamado como el comercio Café Helvetia,
en el que los parroquianos podían tomarse una copa de licores diversos y además tener una animada tertulia. En la
figura siguiente podemos ver un anuncio de este negocio, lo que permite comprobar que en él se podían
encontrar toda clase de exquisiteces, siendo de resaltar que se
publicó en inglés y alemán, pues como ya hemos comentado anteriormente, los Hermanos Wildpret dominaban el alemán,
inglés y el francés, tal como podemos ver en los diversos anuncios. Conviene
no olvidar que en nuestro pueblo por esta época, había tanto una colonia
inglesa como alemana, relativamente estables, porque existían negocios en manos inglesas como la
empresa Yeoward Line, con barcos propios que hacían escala en el Puerto, para
trasladar frutos hacia el continente europeo, particularmente tomates, cebolla
y después plátanos. Además, el hotel más importante del Puerto que indudablemente era el antiguo Hotel
Taoro, por estos años estaba en manos de capital alemán y se llamaba Hotel
Humboldt, en claro homenaje el naturalista alemán que a finales del siglo XVIII visitó nuestra isla y que tan entusiasmado se mostró de la belleza del Valle de la Orotava.
Anuncio de la tienda Helvetia. Cedido por Guillermo Wildpret Machuca
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Plano del Puerto de la Cruz, con los nombres de la principales calles y la imagen del Café Helvetia. Cedido por Guillermo Wildpret Machuca |
Fachada de la tienda Helvetia, situada entre las calle Blanco e Iriarte.
Cedida por Guillermo Wildpret
Machuca
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El
libro de visitas del Café Helvetia
Una
costumbre introducida en el Café Helvetia, que a mi entender fue enormemente interesante y novedosa, fue que los Hermanos Wildpredt pusieron en el café a disposición de sus clientes,
un libro lujosamente encuadernado con tapa gruesa de color oscuro, cuya primera
página comienza en 1900, para que simplemente firmaran, o si les parecía
oportuno añadieran una frase, un dibujo, un poema, etc., es decir, cualquier comentario que dejara constancia de su
estancia en nuestro pueblo y particularmente en su establecimiento.
Este
libro de visitas, que está en poder de su heredero Guillermo Wildpret Machuca,
nieto de Guillermo Wildpret Duque y que hace años expusimos en el Instituto de Estudios
Hispánicos de Canarias del Puerto de la Cruz, es una verdadera joya, pues nos permite apreciar el modo como se vivía a comienzos del siglo XX, la costumbre
de ir a tomar una copa a un café bar como el Helvetia.
Por
el Café Helvetia pasaron y dejaron huella en ese libro, toda una serie de
hombres que iban desde políticos, poetas, literatos, científicos, y un largo
etc. El libro arranca en 1900 con unos inspirados versos
titulados “A mi Pueblo”", manuscritos por el abogado, político de izquierdas,
novelista y poeta portuense Luis Rodríguez Figueroa (1875-1936), que fue
apresado y murió asesinado al comienzo de la guerra civil española. Estos
versos publicados en su libro “Preludios”, están llenos de inspiración y amor a su pueblo natal, y comienzan como sigue:
Tendido al pie
del Valle, como el aduar del moro
Pareces un
modesto, tranquilo palomar,
Cuyos aleros
cubre magnético tesoro
De blancas
madreselvas y flores de azahar
La historia de
otros pueblos, grabada por sangrienta
Y entorpecida
mano con rasgos de furor
Verdad que no es
tu historia: grabola la incruenta
Diestra de la
Naturaleza con genio creador….(continúa)
En la imagen siguiente
se muestra la primera página del libro y el comienzo del poema, con los versos manuscritos por el poeta,
que están acompañados por un dibujo que se halla fechado en 1900.
Imagen de la primera
página del Libro de Visitas del Café Helvetia. 1900.
Cedida por
Guillermo Wildpret Machuca
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Luis Rodríguez Figueroa (1875-1936), abogado, novelista, poeta y político de izquierda. Foto de autor anónimo
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El
mismo autor portuense escribió en 1909, en el citado libro del Café Helvetia en compañía
del músico también portuense, Juan Reyes Bartlett (1889-1967), director de la Banda
Municipal de Icod y autor de la zarzuela María Adela, la letra de unos breves compases de
un Himno al Valle de Taoro, que muestro a continuación.
Himno al Valle de Taoro,
con música de Juan Reyes Bartlet y letra de Luis Rodríguez Figueroa.
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Juan Reyes Bartlet (1889-1967). Foto de autor anónimo
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También
dejó su impronta en el citado libro, el humorista y caricato Diego Crosa y Costa
(1869-1942), que escribía y dibujaba con el pseudónimo Crosita. En el libro
aparece una caricatura suya y las letras de varias folías que escribió para ser
cantadas y que hoy día están enraizadas en el acervo popular.
Diego Crosa y Costa, Crosita (1869-1942). Foto de autor anónimo
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Diego Crosa y Costa (Crosita) y las letras de algunas de sus folías.
Libro de Visitas del Café Helvetia.
Cedido por Guillermo Wildpret Machuca
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Crosita
fue un humorista a la par que un inspirador versificador que dejó bellas letras para ser cantadas en el
folklore canario, tales como las tres folías que a continuación transcribo:
Cuando en la era nos vimos Te conocí en una choza
Pá la cumbre nos citamos… muy pobre de Los Rodeos
¡Con cuanta prisa subimos hoy estás en un palacio
Y que despacito bajamos ¡Cuanto has perdío Remedios!
Cual
nuestro Teide gigante
Las
canarias todas son
Mucha
nieve en el semblante
¡Y
fuego en el corazón!
Otro
interesante acontecimiento que se reflejó en el libro de visitas del Café
Helvetia, fue la visita de un grupo de astrónomos europeos que viajaron a la
isla para estudiar y ver el paso del Cometa Halley, que se dejó ver en 1910. Un
francés miembro de la expedición dejó en el libro de visitas este dibujo:
El
libro tiene muchas páginas que merecen ser comentadas, pero en aras de la
brevedad de esta crónica sólo añadiré un comentario más, acerca del aviador francés
Maurice Poumet quien hizo unas soberbias exhibiciones aéreas en las Fiestas del
Gran Poder de 1913, a las que vino invitado por los comerciantes portuenses D. Antonio
Topham Suárez y D. Aurelio López Ozeguera, para que hiciera una exhibiciones con su monoplano Borel.
Conviene
tener en cuenta que en esta época la aviación estaba todavía dando sus primeros
pasos y algunos pioneros como Maurice Poumet, se ganaban la vida haciendo
exhibiciones con mono- y bi-planos en diferentes localidades de diversos países. La
exhibición se efectuó en las cercanías del Barranco de San Felipe, donde la
organización había habilitado sillas para los espectadores que quisieran
asistir cómodamente y se llevó a cabo en medio de una enorme expectación, pues
vinieron espectadores de todos los pueblos del Valle de la Orotava y hasta la
empresa del Sr. Camacho puso un servicio especial para que pudieran desplazarse
a nuestro pueblo los vecinos de la zona capital. Se estimó que la exhibición
fue vista por alrededor de 3000 personas.
Maurice Poumet y su monoplano “El Borel. 1913. Foto de autor anónimo
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El aviador francés Maurice Poumet (marcado con una X),
entre D. Aurelio López Ozeguera (a la izquierda) y D. Antonio Topham Suárez (a la derecha), posando
junto al aparato. Foto R. Armas. 1913
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A la derecha, los
organizadores de la exhibición aérea. En
el centro M. Poumet, con pantalón oscuro, delante del monoplano “El Borel”. 1913. Foto R. Armas. 1913 |
En una de las exhibiciones que efectuó el monoplano
el día 20 de julio de 1913, el aviador realizó dos vuelos. El primero sólo duró
ocho minutos, pero en el segundo efectuó diversas maniobras que despertaron la
admiración del público durante casi veinte minutos, aterrizando sin
contratiempos entre el clamor de los espectadores, en la explanada habilitada
para tal efecto en los alrededores del Barranco de San Felipe. Al día siguiente, volvió a despegar deleitando a los
espectadores con un vuelo de casi 25 minutos, en el que se elevó hasta los
2.000 metros y efectuó un recorrido sobre Icod y La Orotava.
Afortunadamente, las exhibiciones de M. Poumet no sufrieron ningún
contratiempo y el aviador francés fue a celebrar su éxito al Café Helvetia de
los Hermanos Wildpret, donde al uso y costumbre dejó memoria de su paso exitoso
por nuestro pueblo, escribiendo en el libro de visitas del café, el siguiente
comentario en francés:
Para la mejor comprensión de lo escrito por M. Poumet en el Libro de
Visitas del Café Helvetia, lo traduzco libremente: “Me llevo del Puerto de la Cruz el mejor recuerdo. La gente es tan
encantadora como bello es el país. Llegará un día en que se podrá viajar en un
servicio regular en aeroplano (desde la isla) con el continente y este es mi
mayor deseo: “no más mareo”.
Por el tenor del escrito se ve que el aviador lo pasó bien en nuestro
pueblo, pero que durante el largo viaje en barco, transportando el avión desde
la Península hasta la isla, lo pasó mal y se mareó. Causa impresión su clarividencia a favor de la pujanza del transporte aéreo, pues su frase se ha cumplido en toda su extensión y yo diría que incluso ha sobrepasado cualquier esperanza optimista que aquellos pioneros de la aviación comercial pudieran haber tenido a comienzo del siglo XX.
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